Wednesday, July 14, 2010

Aprender a escuchar con el Maestro Krishnamurti


¡Hola a todos! Ya terminó el vértigo y el furor que causa ese fenómeno de masas que denominan “La Copa” unos, “El Mundial” otros, en el cual se enfrentan equipos de fútbol representativos de los cinco continentes, y que en esta edición ganó España por primera vez. ¡Enhorabuena a todos mis amigos y amigas de España!

Luego de finalizado el evento, viene un período de calma, de ensimismamiento, de reflexión entre lo que fue y lo que pudo ser.

Es muy interesante, en momentos como éste, dedicarse a escuchar, que no a oír. ¿Qué es escuchar? Parece simple la respuesta pero no lo es tanto. Dejemos que sea el Maestro Krishnamurti quien nos lo explique:

“Pienso que es muy importante saber cómo escuchar. Si saben cómo escuchar, llegarán inmediatamente a la raíz de las cosas. Si escuchan el sonido puro, tendrán un contacto instantáneo con su belleza. De igual manera, si supieran cómo escuchar lo que se está diciendo, habría una comprensión instantánea. Escuchar es enfocar completamente la atención. Ustedes piensan que la atención es una cosa cansadora, que aprender a concentrarse es un largo proceso. Pero si realmente saben cómo escuchar, entonces la atención no es difícil y encontrarán que llegan inmediatamente al corazón de las cosas, con un estado extraordinario de alerta.

La mayoría de nosotros no escucha realmente. Nos distraen los ruidos externos o tenemos algún prejuicio, alguna propensión que deforma nuestra mente, y eso nos impide escuchar verdaderamente lo que se dice. Esto es especialmente así con las personas mayores, porque tienen tras de sí una larga serie de logros y fracasos; son alguien o no son nadie en el mundo, y es muy difícil penetrar las capas de sus formulaciones, de sus conceptos previos. Su imaginación, su condicionamiento, su sentido de la realización personal impedirán que lo que se dice pueda penetrar. Pero si sabemos cómo escuchar lo que se está diciendo, si podemos escuchar como si escucháramos el canto de un pájaro en la mañana, entonces el escuchar es una cosa extraordinaria, especialmente cuando lo que se dice es algo verdadero. Puede no gustamos, puede que lo resistamos instintivamente; pero si realmente podemos escuchar, veremos la verdad de ello. De ese modo, el auténtico escuchar quita la carga de la mente, limpia los desperdicios de muchos años de fracasos, éxitos, anhelos.

Ahora ustedes me están escuchando; no están haciendo un esfuerzo para prestar atención, simplemente están escuchando; y si hay verdad en lo que oyen, encontrarán que dentro de ustedes ocurre algo notable: un cambio no premeditado ni deseado, una transformación, una revolución completa en la que sólo reina la verdad y no las creaciones de la mente. Si puedo sugerirlo, de ese modo tienen que escucharlo todo, no sólo lo que estoy diciendo sino también lo que dicen otras personas; así tienen que escuchar a los pájaros, el silbido de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrarán que cuanto más lo escuchan todo, mayor es el silencio, y ese silencio no es roto por el ruido. ”

Monday, July 05, 2010

Respirar nuestro aire, respirar otros aires...


El país convulso. ¿El ambiente en la calle? De mucha agresividad. No se respetan las normas mínimas de convivencia.

Sin embargo no perdemos la esperanza. Las cosas pueden cambiar, como el mar, que a veces está turbulento, tormentoso, y luego viene una calma que lo convierte en un espejo.

Cuando se puede, buscamos oxigeno en otras tierras, de manera temporal.

Al tomar el vuelo y despedir nuestro suelo, la sensación es de tristeza por lo que se deja atrás. Es la tierra a la que estamos unidos con lazos de sangre; la que fue testigo de nuestras vivencias de niño y de adolescente, de nuestro primer beso y nuestro grado académico. De nuestro primer trabajo y de nuestros errores por inexperiencia.

Ella queda atrás. Sentimos que nos mira, con ojos compasivos, cuando despegamos, como si no quisiera estar sola. Desde el aire contemplamos con estupor, a través de la ventanilla, como nos dice adiós con la mano, y vemos en su mirada la esperanza de que un día, no tan lejano, volvamos a pisarla, a sentirla, a abrazarla.

Pronto desaparece de nuestra visión, y por más que miremos entre las nubes, confundiendo muchas veces mar con cielo en el horizonte, ella ya no está, se ha perdido en la lejanía.

En algún momento aterrizamos en otra tierra, que nos recibe con algo de indiferencia. No nos sentimos el hijo que vuelve a casa. Es otra casa, con otros muebles y otros habitantes. Otras reglas, otro aire, otras vidas.

A veces caemos en el odioso terreno de las comparaciones, de ver todo lo bueno e ignorar lo malo, que también está presente, aunque de modo diferente, y a veces hasta sutil. Estamos preparados mentalmente para insertarnos, que nunca es tal, porque siempre aparece la tendencia a la patria, el corazón que la llama. Cuando escuchamos a alguien hablar nuestro español característico, o hasta en la forma en que las madres regañan a sus hijos, la sangre vuelve a relucir.

Mientras más tiempo pasamos en la otra casa, más nos acostumbramos a ella, a sus vivencias, a su forma de vida, a su gente, porque, al fin y al cabo, la vida es algo que nunca se detiene.

Y luego nos toca volver, y el corazón se nos llena de emoción, nada más imaginar su calor, su gente, sus paisajes tan familiares para nosotros. Y a medida que se aproxima la partida se empiezan a cruzar los sentimientos. Unos de nostalgia por lo que se deja, las amistades, lo vivido, la tranquilidad que no tiene precio, la organización, presente en todas partes. Otros por lo que nos vamos a encontrar a la vuelta. Mucha incertidumbre, que no se calma ni siquiera por el hecho de seguir a diario las noticias locales, vía web. Nunca es igual que te lo cuenten a que lo vivas.

Los primeros días del regreso son de un shock cultural que comienza en el mismo aeropuerto. A reorganizar nuestra vida y adaptarla a las “condiciones de borde” originales. Nos llenamos de “¡no dejes la cartera en la silla!”, “¡no estaciones el coche allí, que es muy oscuro!”, “¡esa calle está muy sola!”, “¡en ese banco no podemos sacar dinero!” y un sinfín de advertencias que nos hacen poner rápidamente los pies sobre la tierra, nuestra tierra.

Paramos en un semáforo con luz roja y el de atrás nos suena la bocina insistentemente, todo porque en la transversal no vienen coches. En medio de la calle, sin importar nuestra escena cotidiana, una joven hace malabares con unas teas encendidas que dan giros en el aire, con preciosismo de circo, y luego, con rigurosidad de relojero suizo, detiene su acto segundos antes de que la luz cambie a verde, con el tiempo suficiente para pasar pidiendo dinero por las ventanillas.

Un enjambre de motociclistas conduce por los espacios entre los canales de circulación a velocidades extremas. A su vez, los vendedores ambulantes se apartan raudos, haciendo detenerse a los vehículos, todo para evitar la embestida de la motocicleta. Escena típica que nos arrastra con su carga de anormalidad.

A nuestro lado, una joven lanza por la ventana del autobús la lata de la Coca Cola que acaba de tomarse, convirtiendo a la calle en una inmensa cesta de basura. La miramos a los ojos desde el coche y nos sonríe con dulzura, inocente de todo mal, con una cara bellísima, como es característico en estos lados del mundo.

Llegamos a casa y nos refugiamos en nuestros libros, buscando una salida momentánea al bizarro mundo que está allá afuera. Y digo bizarro con el significado que tiene en el idioma inglés, es decir, extraño, extravagante.

Friday, July 02, 2010

No me olvides...



Hoy escuche esta pieza musical de Era. La verdad, me partió el alma. Es un diálogo entre dos niños en desamparo. Escúchenla. A mi me mató. Besos y abrazos. Oz
Mom´s sick. She says she can´t get up. (Mami está enferma. Dice que no puede pararse).
My little brother is getting hungry. (Mi hermanito tiene hambre).
I must go to the village and ask for some food. Would you help me? (Debo ir al pueblo a pedir comida. ¿Me ayudas?).
Sure Connie, I´ll help ya! (¡Claro Connie! ¡Te ayudaré!).
I always feel good when you´re with me. (Siempre me siento bien cuando estás conmigo).
You´re my friend Connie. (Eres mi amiga Connie).
Are you always gonna be there when I grow up, are you? (Vas a estar siempre allí cuando yo crezca, ¿cierto?).
Cross my heart! (¡Te lo juro!).

Sunday, June 27, 2010

Don Ernesto Sabato


El pasado 24 de junio Don Ernesto Sabato cumplió 99 años de edad. Excelso escritor, es el autor de “Sobre Héroes y Tumbas”, una de las novelas más vívidas e impactantes que he leído. La primera novela que se hizo con mis pensamientos en su totalidad y que no los soltó durante mucho tiempo. La que me abrió los ojos a la maravillosa aventura de leer literatura y comprender que no se trata de otra cosa sino de una extensión del mundo real. La misma donde vi plasmados mis miedos y angustias acerca del misterioso mundo de los ciegos.



Don Ernesto ha vivido durante muchísimos años la tragedia de la pérdida familiar, representada en Matilde, su esposa, y Jorge Federico, su hijo. Si lo vemos desde el punto de vista japonés representado en las novelas “Kitchen” de Banana Yoshimoto, y “Un grito de amor desde el centro del mundo” de Kyoichi Katayama, Sabato se nos transfigura en un auténtico héroe del sufrimiento, la melancolía, el aguante y la resignación ante la ocurrencia de los hechos que nos privan de la presencia de nuestros seres más queridos.


Ha sido Don Ernesto uno de los pocos valientes que ha asumido la responsabilidad de saltar de un mundo eminentemente científico a las profundidades de una literatura de primer orden, para beneplácito de muchos y envidia de otros que se volcaron directamente hacia el mundo literario, pero que aún hoy no han comprendido de que va todo esto, y en su largo trajinar no han podido capturar la esencia y la belleza de los pequeños detalles.


Una vez más cito sus palabras cuando se le preguntó acerca de los libros que el considera que hay que leer: “Lean lo que les apasione, será lo único que los ayudará a soportar la existencia”. Sabias palabras para un héroe personal. ¡Feliz Cumpleaños Don Ernesto!

Thursday, June 24, 2010

El piano de Billy, y nuestra voz interior...


“Sing us a song, you’re the piano man. Sing us a song tonight. Well, we’re all in the mood for a melody. And you’ve got us feelin’ alright…” El fondo musical es de Billy Joel y su “Piano Man”. Cuantas verdades encerradas en esas letras hermosas y evocadoras de recuerdos. Y no conformes con eso, aderezadas por un piano exquisito y una voz muy especial. La escucho en una grabación “en vivo”, realizada en el Madison Square Garden de New York, y la gente canta embelesada, con todo el espíritu puesto en la letra, con una magia de tal magnitud, que Billy les cede gentilmente los coros. Si no fuera por estos momentos
Alterno mi música con lecturas de sabiduría oriental, como la que les dejo a continuación. La lectura es aquí lo de menos, lo importante es el mensaje que lleva consigo, y que espero que a todos les llegue…
Iban caminando por un hermoso sendero un Maestro Zen y su discípulo, observando el hermoso espectáculo de la naturaleza.
En su paseo iban escuchando las voces de las animales del campo: las vacas mugían, los pájaros trinaban insistentemente, las ovejas balaban, los caballos relinchaban, los grillos y las chicharras cantaban.
“¡Si tan sólo pudiera comprender un instante lo que alguno de ellos dice!”, dijo el discípulo suspirando, refiriéndose a los animales.
“Mucho más importante para ti sería si tan sólo pudieras comprender, aunque fuese por un instante, la verdadera esencia y significado de lo que tú mismo dices”, respondió el Maestro Zen.

Sunday, June 13, 2010

De libros y librerías...


Un fondo musical de Simply Red (Holding back the years) que me transporta a aquel día en que me encontraba inmerso en la librería “Borders” durante muchas, muchísimas horas, tantas que cuando salí ya era de noche.



Me quedé sorprendido de que sólo al salir fue que sentí hambre, ganas de ir al baño, solo allí pensé en las cosas que tenía pendientes para ese día, las mismas para las cuales ya no tenía tiempo. Estaba en trance.



Las librerías ejercen esa influencia sobre mí. No importa si son pequeñas o grandes. Es la magia que ejercen sobre mi mente, que hace que transcurran horas, muchas horas, en un trance que por lo general termina en un timbre telefónico, en un tropezón con algún otro fantasma de pasillo, que como yo, extasiado camina sin ver a quién tiene frente a sí.



Y siempre encuentro cosas interesantes para mirar. Buenos recuerdos de lecturas pasadas. Nuevos temas sobre los que me gustaría indagar. Títulos que no pensaba encontrar en esta época de escasez y de limitaciones de importación en Venezuela. Títulos que me recuerdan a mí mismo, y a otras personas, fielmente retratadas en ellos.



Cambia el fondo a Al Stewart y su “Year of the Cat”. Claro que también las hay espantosas, mal llevadas, peor manejadas, porque llevar una librería no es igual a llevar un restaurant ni mucho menos una tienda de zapatos. No es mercancía que se expone para vender y obtener un beneficio, aunque eso esté implícito en el negocio. Yo he salido con libros bajo el brazo por los cuales no he pagado un céntimo. Que el librero me los ha obsequiado, y que yo he leído con muchísimo placer. He mantenido unas tertulias interesantísimas sobre autores y libros que ya me gustaría haberlas grabado para escucharlas en el tiempo. Aprendo mucho de ellos, y ellos de mí. Es nutrición en ambos sentidos. Es algo hermoso y al alcance de todos. Algo que te llena el espíritu de lumbre.



Suena Dido y “Hunter”…en estos tiempos de mucha superficialidad es bueno dedicar un tiempo a leer, lo que les guste, lo que les atraiga, pero leer, abstraerse y vivir lo que se nos muestra en el papel. Oler el libro, si, ese olor a tinta y a fibra vegetal, disfrutar de las palabras y su infinito poder. Si por casualidad se les contagia este placer, yo les aseguro que van a ver la vida de un modo distinto, mucho más bonito, porque parte de la vida, una parte muy importante, implica vivir otros mundos, con personajes tan reales como ficticios, implica soñar, y como varias veces he escrito para terminar mis posts, los sueños se cumplen…



Suena ahora Tracy Chapman y su “Fast Car”, hermosísima canción, y mientras Tracy canta, yo quiero citar a Orhan Pamuk en su libro “La maleta de mi padre” (Random House/Mondadori, 2007):



“Todos los días necesito ocuparme de la literatura para ser feliz. Como esos enfermos que tienen que tomar cada día una cucharada de su medicamento para seguir vivos”. ¡Ha dicho!

Friday, June 04, 2010

La gran lección...

(Fotografía de Associated Press/Paul Sancya)

Vaya tema para mi post número 300. Es inútil pensar en lo que hubiese podido pasar. En los libros de records nunca quedará registrado. Pero es algo que muchos no podremos olvidar jamás. El juego perfecto de Armando Galarraga, el día 2 de junio de 2010, tristemente arruinado por una decisión errada del árbitro de primera base, Jim Joyce.

¿Qué es un juego perfecto? Es un partido donde un equipo no permite a ningún bateador del equipo contrario alcanzar alguna base por ninguna circunstancia. No hay bases por bolas, no hay hits, no hay carreras.

Especulaciones hay miles. ¿Opiniones? Muchas más. Lo verdaderamente cierto es que muy pocos podrán olvidar que un pitcher nacido en Venezuela, con apenas tres temporadas completas en el béisbol mayor de Estados Unidos lanzó una joya que, en la larga historia de más de 130 años de béisbol, solamente había sucedido 20 veces.

El primer juego perfecto lo lanzó John Lee Richmond en 1880, cuando aún no se usaban guantes en el béisbol.

Lo mejor de la hazaña de Galarraga: lo hizo con apenas 88 lanzamientos, apenas superado en la historia por Addie Joss (Año 1908-78 lanzamientos). Dave Cone, de los New York Yankees lo hizo en 1999, con 88 lanzamientos.

¿La mejor lección? La que yo nunca olvidaré. La humildad y grandeza espiritual de Galarraga, quien, cuando ya se aprestaba a celebrar su hazaña contempló con estupor la señal de “safe” del árbitro ante (lo que parecía) la jugada final del partido. Armando se llevó las manos a la cabeza, y apenas atinó a sonreír. El estupor reinó en el resto de los jugadores (incluido el jugador del equipo contrario que corría hacia primera base) y en las tribunas del “Comerica Park” en Detroit, sede de su equipo “Tigres de Detroit”.

Al final del partido, el árbitro pidió hablar con Galarraga, luego de haber visto los videos de la jugada, y personalmente admitió su garrafal error. Galarraga le contestó: “Todos cometemos errores. Nadie es perfecto”.

Joyce admitió públicamente su monumental error, y eso lo enaltece como ser humano, así como enaltece a Galarraga haberlo perdonado.

Al día siguiente del partido, Galarraga y Joyce volvieron a encontrarse, antes de iniciarse el partido. Joyce se enjugaba las lágrimas cuando Galarraga se acercó a entregarle la alineación de su equipo, y se dieron un apretón de manos. La disputa quedaba zanjada. Y el mundo recibió una lección.

Sunday, May 30, 2010

La concha


Nada, nada en absoluto nace.
Ni muere.
Lo dice la concha una y otra vez

desde las profundidades del vacío.

Su cuerpo, barrido por la marea, ¿qué importa?

Durmiéndose en la arena,

secándose al sol,

bañándose a la luz de la luna.

Nada que ver con el mar,

o cualquier otra cosa.

Desaparece una y otra vez 

con las olas que revientan en la playa.



Shinkichi Takahashi, poeta japonés.

Saturday, May 22, 2010

Demora justificada



"Todo florece. Se me hace tarde, volviendo a casa por el sendero".

Son palabras del Maestro japonés Yosa Buson, más que justificadas cuando uno se detiene a mirar la belleza de los pequeños detalles de la naturaleza.

Imágenes que hablan por sí mismas, con elocuencia y desenfado, que paralizan, inspiran, que fortalecen el concepto subjetivo de la belleza.

El sentido de la vista lo agradece infinitamente. Es la magia de lo natural. Detengámonos por un momento a mirar, a saber que estamos vivos...

...y a pensar en nuestros nietos, y en los hijos de ellos; y a hacer un esfuerzo para que, cuando les corresponda, también puedan disfrutar, al natural, de imágenes como éstas...

*Fotografías tomadas esta primavera por Pasquale Lattarulo en el Parque Floral de Paris, Francia.

Saturday, May 15, 2010

Haikus: instantes eternos.


“Anatomía de un instante” se llama un libro de Javier Cercas, escritor español, también autor de “Soldados de Salamina” (ambos de Mondadori). Nada mejor, para describir la captación de la escena en los haikus japoneses, que el título de ese libro.

“La vida mía / La noche entera / ¿Cuánta me queda todavía? / ¡Tan pasajera!”. Shiki.

Hoy cumplo 48 años y al pasar en mi mente los flashes de la película de mi vida, termino haciéndome la misma pregunta. ¿Cuánto más queda por vivir?

“En la montaña / la luna alumbra también / al que robó las flores”. Issa.

Y es que la luna brilla para todos, los enfermos, los niños y los ancianos, independiente de su condición, el cielo, el mar, los árboles. La luna es verdaderamente generosa con todos.

“Abre el oído / somételo al silencio de las flores”. Onitsura.

Tan hermosa es esta escena, mirando las flores abrir sus pétalos ante ti, espectáculo único e irrepetible.

“No quiere el día despedirse / remolonea entre los charcos”. Issa.

¿Se lo imaginan? Como un niño travieso en la tarde, que no quiere dejar de jugar, aún cuando ya se despiden los últimos rayos de luz. Déjà vu.

“La luz debuta en primavera / en las alas de las aves que vuelan”. Chora.

Nunca mejor descrito el instante, cuando aún el sol no asoma en el horizonte, sobre la línea del mar, y aparece, en lo alto, una bandada de gaviotas con sus alas blancas y resplandecientes.

“Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el ocaso”. Basho.

Como ese, muchos, polvorientos, olvidados, que parecen no llevar a ninguna parte, y que una vez fueron florecientes, luminosos, llenos de vida. ¿Conocen alguno así?

“La luna y yo / al sereno en un puente / al fin solos / los dos”. Kikusha.

¿Existe de verdad un momento más romántico?

“Escampa / lo anuncia la cigarra colgada / de una rama al ocaso”. Shiki.

Cuando llueve copiosamente y luego sale el sol, son las cigarras, con su melodía, las encargadas de anunciarlo. Todos lo entendemos así.

“Lo que escucha un anciano / música de la lluvia / tejas abajo”. Buson.

Esos seres de luz que ya viven el ocaso de sus vidas, todo lo piensan, cavilan, meditan, observan, sentaditos, así, sin mayor ruido. Y lo captan todo, en medio de sus reflexiones y pensamientos. No hay detalle que quede por fuera. Luego nos miran y sonríen.

“Silencio de una hoja de castaño / cayendo al manantial”. Shoohaku.

El ruido del agua al caer entre las piedras. Rumor natural que nos llena de sosiego y paz. Y esa hoja que cae frente a nuestros ojos, hasta rozar la superficie del agua, y despedirse, marchándose con la corriente, entre burbujas…

“Me pongo de puntillas / y el cielo estrellado / se tambalea”. Sumitaku Kenshin.

La relatividad del espacio ante nuestros ojos. ¿Quién se mueve y quién esta fijo?

“¿Qué soñarán / las mariposas mudas / sobre las flores?”. Reikan

Tan tranquilas que son ellas. Las tratas de atrapar y vuelan alrededor, en un juego contigo, nunca asustadas ni agresivas. Las observas posadas sobre la rama. Abren y cierran sus alas en una danza misteriosa que sólo ellas entienden. Y mientras tanto sueñan. Y los sueños se cumplen…

* Imagen: www.fondos10.net

Saturday, May 08, 2010

Sábado de poesía


Inestable. No hay balance posible. Escribir cuando no se tiene nada que escribir. Todo lo que pasa por mi mente son cosas técnicas, de diseño. Debo buscar el equilibrio. Lo encuentro en la poesía japonesa. Ella es delicadeza, es dulzura, es visión y es sentimiento, armonía, y al mismo tiempo la paz soñada.


“En mi viaje en solitario / veo bajo una colina una barca pintada con arcilla roja / que navega hacia la otra orilla”. Kurohito.

Cambio las fuerzas de tracción y corte por una laguna tranquila, donde un hombre rema pacientemente en su ruta hacia algún lugar, y detiene el instante para narrarnos, cual hermosa fotografía, lo que observa.

“Alborotadas / por una ráfaga de viento / las hojas secas vuelven a descansar”. Basho.

Sientes el viento repentino barrer la calle y levantar la hojarasca, que responde haciendo un ruido particular, para luego dejarse caer y volver al letargo en que se encontraba hace un instante. Todos hemos percibido la escena en algún momento. Nada la evoca de mejor manera que el poema de Matsuo Basho.

Los poemas japoneses son la medicina precisa para buscar el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu. No sé cuál es el efecto que les deja a los demás cuando los leen. A mí me permiten aguzar el oído y prestar atención a los sonidos de la naturaleza, me calman, me hacen saltar del carril vertiginoso de la vida moderna y al volver a mirar el paisaje, lo siento más hermoso, porque ahora están los detalles, que siempre estuvieron allí, mientras giraba con vértigo para tratar de cumplir con el proyecto, terminar la tarea del diseño urgente, la reunión prioritaria.

“Un gorrión / entra y sale / de la prisión”. Issa. ¿Puede haber un modo más bonito de describir la libertad?

¿Mejor manera de ilustrar una imagen que se queda en nuestra mente a través del tiempo? “Tras caerse / me persigue / la imagen de una peonía”. Busón.

“Esta seta es venenosa / pero también, claro está / muy hermosa”. Issa


*Imagen: florasierramadrid.wikispaces.com

Sunday, May 02, 2010

Rain


Estoy leyendo “Rain”, de Jeffrey J. Fox (Jossey-Bass/Wiley, 2009), uno de esos libros interesantes sobre negocios que tanto me gustan. Versa sobre la sapiencia para los negocios que comienza, y se va desarrollando a partir de la simple labor de la venta de periódicos cuando niños, y que sorprendentemente tiene como protagonistas a hombres como Warren Buffett, Walt Disney, Sam Walton (Wal-Mart), Don McLean (American Pie), Tom Cruise, Rev. Martin Luther King, Jr., Isaac Asimov, John Wayne, Willie Mays, Jackie Robinson, Bing Crosby y, entre otros, a los presidentes (CEO) de entes como el Bank of America, General Electric, Time Warner y Goodyear. Todos comenzaron con la noble labor de repartir periódicos en las casas, siendo niños, cuando sus amigos aún dormían entre cálidas sábanas y en las tardes con el vespertino, cuando esos mismos amigos jugaban apaciblemente.


Me trajo a la memoria mi primer trabajo, que no fue otro que lavar los carros (coches) de mis vecinos del edificio y, posteriormente, de la manzana completa. Recuerdo que decidí hacerlo un buen día, cansado de esperar a que mi padre me diera dinero para ir al cine los fines de semana, y ocurría que muchas veces no había excedente y simplemente tenía que esperar a la próxima semana. O la siguiente.

La primera vez me costó mucho hacerlo, porque no quería exponerme a las burlas de mis amigos de entonces, que no tenían otra cosa que hacer sino jugar y estudiar. Pues decidí que tenía que arreglar el tiempo para hacer las tres cosas: estudiar, jugar y trabajar. Sólo que cuando yo tenía que trabajar, bajo un sol inclemente, ellos jugaban, eso cuando no pasaban a mi lado a saludarme y mirarme con cierta lástima.

Así lo percibía yo. Algunos hasta se atrevieron a preguntarme por la situación económica de mi casa, que en verdad era crítica, pero en un tono de burla, o de compasión.

Sin embargo seguí adelante con mi propósito. Era eso o seguir en la misma rutina de pedirle a mi padre, y esperar, y esperar.

Poco a poco fui desarrollando la técnica, la velocidad, lo que me fue permitiendo abarcar un mayor número de carros (coches) y lograr la satisfacción de mis clientes y, como consecuencia mi dedicación, la lástima de mis amigos.

Fue mi primer contacto con el trabajo, con la labor realizada y el dinero obtenido por ello. Para ello sacrificaba todas las mañanas y más de una tarde de los días sábado y domingo durante por lo menos 50 semanas al año. Mis manos destrozadas eran mudas testigos de mi ardua labor.

En los inicios, esperaba con mis implementos la llegada de los potenciales clientes. Con el tiempo, ellos iban hasta mi casa a reservar el espacio de tiempo para el servicio de sus vehículos durante el fin de semana, y pagaban un adicional que yo agradecía mucho en esos días.

Aprendí mucho de la vida en esos días que transcurrieron entre mis doce y mis quince años, cuando me becaron en el liceo (cosa que continuó en la Universidad). Compré mis primeras prendas de vestir, llevaba a una amiga al cine, compré un guante de béisbol, las pelotas, le compraba cosas a mi mamá, todo con el dinero que ahorraba.

De esos días me quedó un gran aprendizaje, que tiene que ver más con la persona que con los negocios.

Aprendí el valor que una simple propina puede tener para un empleado que presta un servicio, con la cual se puede completar el pago de una inscripción a un curso de sus hijos, comprar una medicina y otras cosas que, a los ojos de otro son invisibles.

Aprendí el valor de trabajar bien, aunque nadie te esté mirando o supervisando. Hace lo mejor que puedes con las ventajas que tengas en ese momento y lograr la plena satisfacción del cliente.

Aprendí que no se puede vivir con tabúes, que hay que derribar paradigmas, que el trabajo no avergüenza, y que el sacrificio, tarde o temprano, tiene sus frutos.

Aprendí que un amigo es el que te quiere por lo que eres y nunca por lo que tienes. El que te respeta, independientemente de tu condición económica. Aquel que puede mirar lo que es invisible a los ojos.

Aprendí que se puede ganar mucho dinero combinando las habilidades e inteligencia particulares para satisfacer las necesidades de un cliente (principio que permanece activo y vital en mi trabajo actual de ingeniería).

Aprendí que se siente una inmensa satisfacción personal cuando se gasta el dinero ganado en buena lid, sudado, sacrificado, pensado y planificado, y que no se siente igual cuando es dado, obtenido de manera fácil, sin esfuerzo alguno de por medio.

Aprendí a entender y a apreciar a los que no han tenido la misma fortuna que yo he tenido. A los que los caminos de su vida los han llevado al infortunio de tener que hacer trabajos difíciles, pesados, incómodos o desagradables, y que aún así, lo desempeñan de la mejor manera posible, sabiendo que es necesario que alguien lo haga, y que jamás te niegan una sonrisa, siempre presente a flor de labios. A ellos, estoy seguro, pertenece el Reino de los Cielos.

Sunday, April 25, 2010

El tiempo pasa...


"A nadie le importó que la belleza de las flores se marchitase.
Y yo me vi envejeciendo en el mundo
mientras caía la lluvia."

Ono no Komachi (poetisa japonesa)


Monday, April 19, 2010

La joven china

A veces me impresiona la forma en que se establece la comunicación entre los humanos. Estoy observando una charla entre una joven china, cuyo dominio del español es bastante precario, con un joven empleado que, a su vez, no tiene la menor idea de las palabras en idioma chino. Pero se transmiten los mensajes. El la invita a vivir juntos y ella lo rechaza con el pretexto de que no tiene dinero para mantenerla. Yo lo entiendo a él perfectamente porque hablo español, pero lo que me asombra es que ella todo lo dice con sus gestos, su expresión facial y su sonrisa. No le hace falta hablar mucho. Solo la confunden las palabras que él le dice, y me mira inquisitiva, esperando una traducción que nunca llega de mi boca, pero que brota de mis gestos y expresión.


–¿Qué clase de calo (coche) tienes? –pregunta la joven china.

Y él responde, sin inmutarse: –¡Honda!

Ella ríe (conoce el Honda, obviamente), suelta la carcajada con mirada cómplice hacia mí, que tampoco puedo evitar reírme, arruinando la táctica del joven empleado.

–No importa –dice el joven, sin rendirse ante el acoso. –Voy a ahorrar, y lo compraré para los dos. Si compro un pan, será para los dos, o un jugo, lo compartiremos todo. Yo quiero vivir contigo.

Ella asiente con semblante de incredulidad y se ríe conmigo. A mí sólo me queda sonreír ante la escena.

Antes de marcharme miro al joven, y le deseo suerte, aunque sé que no las tendrá todas consigo. Porque la mirada de la joven china me dice que prefiere estar sola que mal acompañada; y que situaciones como ésta, con fuertes embates de seductores galanes de turno, en diversas latitudes, las ha tenido a mares, y en todas ha logrado salir ilesa, sin un rasguño, y todo gracias a una inteligencia emocional bastante desarrollada, la cual es todo un arte. Mientras, sigue su vida, como toda mujer, sin dejar de pensar en un futuro encuentro con el príncipe de sus cuentos de hadas. Su intuición le hará saber cuándo llegará el momento de tenerlo frente a sus ojos rasgados, de color café. Y ojalá no sea por decreto de sus padres, desde su lejana Hong Kong.

Sunday, April 11, 2010

Pensando mucho...


Pensando, pensando mucho. Así me encuentro. Principalmente en modo ingenieril. Ya saben quién se molesta cuando eso pasa (mi yo escritor). Pero así es mi vida.


Tengo que compaginar ambos extremos, evitar la colisión. Se puede lograr porque ambas cosas me gustan. Me apasionan. Por eso me gusta mucho leer la vida de Ernesto Sábato, un físico devenido en gran escritor. Su convicción, su pasión por la literatura siempre pudo más.

Me han invitado a dar una conferencia técnica y no puedo ocultar la emoción que eso me causa. Vamos, que falta un poco para que eso suceda, pero ya la veo a la vuelta de la esquina. Y empecé a prepararme. El tema me envuelve. Creo que nunca había estudiado tanto algún aspecto de la ingeniería, y tiene que ser porque me gusta mucho, porque allí precisamente he centrado mi pasión y mi fe.

Sin embargo pienso que, el día que me inviten a hablar sobre literatura (y ojalá fuese sobre Haruki Murakami) me va a emocionar aún más. Por muchas cosas. Por el hecho de que la gente conoce mucho su literatura, y tendría que decir algo distinto a lo que ve y siente el común en su lectura, y a lo ya dicho y escrito, que es bastante. Pienso que tengo cosas que decir, porque me identifico mucho con sus personajes. Porque me encanta su prosa. Porque el escritor deja plasmada su filosofía de vida en cada una de sus obras, cómo ve él las cosas simples de la vida y las aristas tan interesantes que pueden encontrarse con tan sólo mirar un poco más allá.

Mientras eso pasa (aunque no sabemos si acontecerá algún día, creo firmemente que sí) lo sigo leyendo en sus traducciones al español, que magistralmente ha realizado Lourdes Porta Fuentes para Tusquets. Actualmente leo la última de ellas, titulada “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”. Hay otra traducción al español (Murakami escribe originalmente en japonés) que hizo Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala para Anagrama (1992) titulada “La caza del carnero salvaje”. La comencé a leer el año pasado pero aún no la termino (por esa manía de adelantar otras lecturas y dejar lo mejor de Murakami para el mejor momento).

Tiene también (Murakami) un libro de cuentos (24 en total) titulado “Sauce ciego, mujer dormida” (Tusquets, 2008). Es maravilloso, algunas veces complementario de sus obras. Es para mí un manjar que guardo celosamente y degusto de a poquito, con un placer indescriptible. He leído nueve de ellos, todos muy buenos.

Cuando leo a Murakami, cosa que hago con total apasionamiento y concentración (si no es así no se percibe igual la prosa), siempre hay un párrafo (uno solo), a veces por capítulo (aunque en algunos no los pone) que te deja, al final del mismo, una sensación de música incidental. Que te sacude la existencia. Que trae respuestas a interrogantes que te habías hecho sin encontrar salidas. Que te hacen cerrar el libro, mirar al infinito, volver al libro, releerlo y cerrar de nuevo, y a pensar, divagar, atar cabos y, finalmente, sentir una fluidez total con el universo. Creo fielmente que allí reside la magia del escritor, vertida hacia nosotros, sus lectores, a través de los personajes de la novela.

Mientras la vida allá afuera se torna cada vez más difícil (el dinero se hace siempre insuficiente para cubrir lo básico de la existencia, mucha inseguridad en la calle, amenazas de guerra y expropiaciones, una diáspora que no acaba y que se lleva a muchos de mis amigos a otros confines de la Tierra, y un largo etcétera), la literatura y la ingeniería me abstraen, me calman y me hacen pensar que al final todo tendrá salida, que muchas cosas buenas son posibles con un ligero cambio de pensamiento, de mentalidad; que todo problema, por grave que sea, tiene una vuelta de aspa que no se ha experimentado, y por esta razón la situación permanece como problema; que todo volverá a alcanzar su fluidez, más temprano que tarde. ¿Soñador? Tal vez. "Abre tu ventana a las caricias del viento, no dejes que tus sueños se marchen con el tiempo" dice una vieja canción. Y es así...

Sunday, April 04, 2010

El niño que cazaba libélulas


Chiyo-Ni, famosa poetisa japonesa (1703-1775), discípula del Gran Maestro Matsuo Basho, es la autora de esta preciosidad de Haiku. Lo inspiró su único hijo, que solía perderse en medio de los campos floridos persiguiendo libélulas. El haiku fue escrito en su homenaje, luego de que éste muriera a los cinco años de edad…


Tonbo tsuri / kyoo wa doko made / itta yara

El cazador de libélulas

¿Hasta qué región

se me habrá ido hoy?

*Imagen: Alê Abreu (excelente ilustrador y escritor brasileño).

Wednesday, March 31, 2010

Breve divagación sobre el dolor, ¿amigo o enemigo?


Quisiera hacer muchas cosas pero no he podido. Tanto que leer. Pendiente es la palabra. Un paso a la vez.



Dos años sin visitar el odontólogo pesan en una persona que, como yo, come tanto dulce y no ha aprendido a cepillarse aún a los 47 años.


La dentista repite lo antes escuchado: no debes cepillarte de esa manera abrasiva. No se porqué me cuesta tanto aprenderlo. Y después lo pago en cuotas de dolor por un esmalte que ya no es tal.


Voy al dentista con mi dolor a cuestas. Casi ciego. Casi mudo. Casi sordo. El dolor es expansivo. Llega hasta el oído y prosigue su marcha destructora hasta los límites de mi cabeza, y en la parte inferior hasta el cuello.


Diagnóstico, infección en la encía, antibióticos. Después Dios dirá.


Mi historia con el dentista, o estomatólogo (como graciosamente -para mí- lo llama la amiga Martha, la cubana) es digna de una novela de Stephen King. Para mi representa el dolor y el sufrimiento en sus más terribles expresiones. El cuento es largo, no me extenderé en él, no quiero hacerlo. Recordarlo me trae a la mente una cámara de tortura; eso, nada más.


No pude llenar la planilla del impuesto. Mañana es el último día del plazo que da el gobierno. Mañana entonces pagaré, y como siempre pensaré que mi dinero no va al saco roto sino que va camino a convertirse en beneficio para mis conciudadanos. De esperanzas e ilusiones también se vive.


Como algo que ha caracterizado mi vida, soy muy reacio a seguir reglas. Lo han dicho mil veces en la televisión, como todos los años: “No lo dejes para último momento”. Pero yo no cambio. Ahora voy a dormir un poco. Mañana les sigo contando…


Pasé una noche incómoda. A pesar de los calmantes y el antibiótico, el dolor me despertó casi a las 3:00am. Son como latidos infernales, que van in crescendo sin dejarme respirar. Me levanté y fui por más calmante. Mientras hacía efecto me vine a divagar, pero los latidos no me lo permitieron. Abrí mis páginas habituales y leí (o releí) mientras pasaba la molestia. Finalmente volví a la cama.


Hoy me he levantado temprano, pendiente de la planilla del impuesto (latecomer, last day). Luego de desayunar, y tomar el antibiótico y los calmantes, me dispuse a llenarla. No tuve problemas. Me toca ir al banco a pagar. Primero una buena ducha. Sin eso no salgo porque me siento adormitado. Ya se verá después.


Salí a pagar el impuesto. El nombre le va muy bien. Suena a obligado. O algo así. El banco estaba vacío. Pocas personas, igual que en la calle. Miércoles santo. No pude pagar en el banco. Problemas con el tipo de planilla. Me indican que debo ir al SENIAT (ente recaudador). Pasé por Arábica Coffee pero no me atreví a probar café. No quise agregar calor a mis encías. Tuve miedo. Evadí el café. Cosa rara. Seguí mi camino.


Mucha gente en el SENIAT. Muy bien organizado el proceso. En tres minutos estaba sentado frente al empleado de rigor. Muestro mi planilla. Me hace preguntas. Respondo. Se cae el sistema y no puede registrarme. Menos mal que traía un libro de ingeniería (la ficción no me va con el dolor presente). Me puse a estudiar. Me dio sueño. Mucha gente alrededor. El vecino pagador, y además conversador, me aborda: “Hace años que no pagaba. Me dieron un tiro en un robo y pasé seis meses en silla de ruedas. Nadie me ayudó. Me sentí solo en el mundo. Después dejé de pagar un tiempo. Ahora estoy de vuelta”. Historias. Intuyo que quiere contarme los pormenores del robo pero, muy sutilmente, lo evado. Mi libro, la excusa perfecta. Pasa el tiempo. El sistema sigue sin funcionar. Sigo estudiando.


Finalmente se reanuda el sistema. No sé cuantos minutos llevaba frente al empleado. El quemaba el tiempo conversando por teléfono con alguien. Me indica el monto. Pago. Aún estoy bajo los efectos del calmante. Pienso en ir al supermercado. Paso antes por la tienda de CDs. No sería yo. Me hago con uno de Alcione. Me encanta su portentosa y melódica voz. Muchos años escuchándola. Veinte quizás. Ahora suena en mi auto. Mientras manejo hago percusión con la caja del CD. Me encanta Alcione. Llego al super.


Encuentro al super abarrotado de clientes. Media Caracas decidió ir allí, al mismo sitio. Pienso que el efecto del calmante está llegando a su fin. Más que pensar, lo siento en mi encía. Doy media vuelta. Regreso a casa.


En el camino las primeras puntadas. Me concentro y manejo. Alcione canta y casi no la escucho. Poco tráfico afortunadamente. Ya en casa voy con el antibiótico. Espero un rato para el calmante. Craso error. El dolor estalla de repente.


Es como una espada caliente que, saliendo de mi encía, me quema el oído por dentro, y el ardor llega hasta los confines de mi cráneo. Y abajo, hasta el cuello y la mandíbula. Me agarro la cara con ambas manos. Me duele el oído profundamente, tanto como la encía, los ojos, todo. Quiero llorar y no tengo lágrimas. Solo dolor, y más dolor. Ahí va el calmante. Tarde, muy tarde. Me duele todo el lado izquierdo de mi cara. Creo que quisiera estallar en pedazos. Me aprieto con ambas manos la cara. Respiro profundo. El dolor me mata. Mojo la encía con Listerine. Nada que se calma. Agua con sal marina. Ligeramente mejor. El calmante comienza a hacer efecto. Ya mi cara no estallará. Siento que mi cerebro se recompone muy lentamente. Vuelven los pensamientos. Extraño a Alcione. Ya pronto nos volveremos a encontrar. Si el antibiótico hace su trabajo.


¿Cuál es la función verdadera del dolor en el organismo? Mi hija dice que es avisar cuando algo anda mal en el cuerpo…aparte de destruirme mentalmente y desligarme del mundo exterior.

*Imagen: es.engadget.com

Saturday, March 27, 2010

¡Que dolor cuando se quema mi Ávila!


Se quema mi Ávila. La sequia intensa ha pintado de amarillo ocre muchas de tus otrora verdes hojas y permitido que el fuego sea dueño de todo.

Tú, mi Ávila que me has dado tantas alegrías, que me has dado sin mezquindad toda tu energía vital.

Tantas tonalidades de verde que nacen de la luz reflejada en tus taludes y pliegues. Tantos olores que emanan de tu tierra bendita.

Cuando la lluvia te moja la sensación es indescriptible, los olores de la tierra, que emanan y lo envuelven todo.

Tus flores, tus pájaros que vienen a comer en mi mano, tus bromelias y orquídeas, tus grandes árboles, tus enormes piedras, tus nubes que van y vienen, tu silencio turbado a veces por la brisa.

Tus gotas de rocío en la mañana, tu frio sanador, tus laderas que nos muestran por un lado a una Caracas que nunca deja de hacer ruido, y por el otro a un inmenso mar que contrasta con el cielo en el horizonte.

Tus muchísimas leyendas y fantasmas, tus hermosas quebradas y caídas de agua, tus pozos, tu gente que te quiere y que se consigue en las alturas de tus cumbres, gente diferente, gente buena, tenaz, contagiosa de buena vibra.

Tus caminos al Oriental, la fila, el Naiguatá, el Humboldt, visitante eterno, Galipán, Sabas Nieves, La Julia, Cachimbo, Catuche, Noteapures, Paraíso, El Edén, Lagunazo, Göering, Platos del Diablo, Rancho Grande y tantos otros sitios que están llenos de recuerdos compartidos entre tú y yo.

Quiero que venga la lluvia y te moje, que te cubra y te inunde, y que tus verdes vuelvan a cubrirte a lo largo y ancho. Que sigas siendo por siempre nuestro símbolo de vida, nuestro horizonte, nuestro punto de orientación, el lugar que más extrañamos cuando salimos allende los mares.

Quiero que sigas siendo nuestra mayor referencia cuando hablamos de Caracas, nuestra acuarela de verdes, nuestra montaña de recuerdos y de vibraciones, porque hasta las pisadas suenan más bonito cuando son sobre tu suelo sagrado.

Ávila, te amaremos por siempre. Gracias por ser nuestra fuente de vida y de colores hermosos que nos alegran la vista. Prometemos que cuando el fuego se haya ido y llegue la lluvia te vamos a reforestar, para devolverte apenas un poquito de lo mucho que nos has dado siempre…


Saturday, March 20, 2010

Cuando llega la noche...


Cuando llega la noche comienza el reino de las sombras. Mucha gente va y viene. Todos evitan mirarse. Cada quién en lo suyo.


A medida que la noche avanza, el frenesí en la calle disminuye. Todos parecen haber llegado a su destino. Los empleados del aparcamiento reciben las llaves de los autos y tratan familiarmente a sus clientes, preguntan por hijos, hablan de deudas, de enfermedades. Familiaridades. Intercambian saludos, consejos, luego de lo cual cada quién vuelve a lo suyo.


Va saliendo una chica hermosa. Decido seguirla. Me aburro mucho en el aparcamiento, viendo personajes cuya vida parece ser más interesante en otra parte, y no en los flashes que se suceden allí. Quiero comprobarlo. Por eso voy tras ella.

Camina sin prisa, y a la vez sin pausa. Cada minuto cuenta. La saludan los vendedores de baratijas en la calle y contesta con ademanes. No alcanzo a escuchar su voz. Disminuyo el paso para encender un cigarrillo. Acción de distracción. Disimulo, tal vez. Repentinamente cruza en una especie de umbral, de túnel iluminado. Luces rojas en el techo. Escaleras alfombradas con colores a juego con la iluminación. Suelto el cigarro a medio fumar en la entrada, y lo piso para apagarlo. La última bocanada de humo queda en la calle. Me interno.

Bajo con rapidez para no perderla de vista. Siento que me miran fulminantemente, y de soslayo. Es el portero. No noté su presencia al entrar pero, todo un arte, el hombrecillo se ha encargado de mostrarme que está allí, y que nos volveremos a ver, dependiendo de mi comportamiento allá adentro.

Continuo bajando y el aire se hace más denso. No veo nada. Pierdo de vista a mi chica. No me importa ahora porque sólo trato de orientarme en ese laberinto en el que me he metido voluntariamente. Hay mucho humo en el ambiente. En la penumbra hay gente sentada, fumando, riendo a carcajadas, bebiendo. Ruido de vasos, y voces, muchas voces.

Busco la barra, que encuentro finalmente y me siento. Los vecinos comentan en voz baja. Ríen. Pido una cerveza. El empleado niega con la cabeza y me señala una pizarra. “Bebidas: Vodka, Ron, Tequila, Whisky, Coctel…” Más abajo, “Raciones: Parrilla de mariscos, calamares al ajillo, mar y tierra, boquerones…”. Siento hambre pero no comeré aquí. Pido un whisky en las rocas. El empleado me lo sirve presto y generoso. Coloca una servilleta alrededor del vaso y me dice: “Salud!”. Levanto el vaso y agradezco con un gesto.


El local atestado. Movimiento alrededor. Risas en las mesas. Sonido de copas. Musica de fondo. La nube densa de humo lo abarca todo.

De repente todos callan, la música de fondo se detiene, y unas luces iluminan la pista, mientras lo demás se oscurece un poco más. Aparece un hombre bajo, vestido con camisa blanca y pajarita. Se dirige a los presentes y anuncia el show. De nuevo la música. Ahora mas fuerte. Esta vez se siente en todas partes: “My mama done tol meee! Whaaaack!! When I was in pigtails!”. La reconozco. Es “Blues in the night” con Ella Fitzgerald. La orquesta es de Billy May. Wow. “Ta ta ra tataraaaá!” Un solo haz de luz ilumina ahora a una estampa de leyenda. Si. Es ella. La chica del aparcamiento. Esta vez está vestida ligeramente, con una figura espectacular. Todos la miran. Todos suspiran (me incluyo). “Now the rains a fallin. Hear the train a callin whooeeee! My mama done tol meeee! Whaaaaaack!”

La gente se aglomera poco a poco alrededor de la pista y el suspiro se hace único. Ella es la reina del lugar, no me queda la menor duda. Todo gira a su alrededor. La música, las miradas de todos allí, incluso de las otras mujeres.

Se mueve al ritmo, hace malabares con su cuerpo, algunos silban, otros aplauden frenéticamente. Ella mira al infinito, sabiéndose dominante, y desprendiéndose poco a poco de la poca tela que la acompaña, mostrando más y más su cuerpo avasallante.

Entra el saxo alto en acción. Éxtasis colectivo. Batería. Suspiros. Ella Fitzgerald y su voz alucinante. Senos hermosos al aire. Exuberancia sin par. Mucho humo en el ambiente. Más suspiros. Muchos más. Muchísimos al mismo tiempo.

Ahora danza desde el piso. Teniendo como única vestimenta su propia piel. Es realmente hermosa. Dios no le ha negado nada, se lo ha dado todo, absolutamente todo. Muchos, muchísimos espectadores con la cara pegada del escenario, a nivel de los ojos, mirando fijamente al horizonte, justo al centro del mundo. Silencio sepulcral, tan solo turbado por los suspiros, las trompetas de la orquesta de May y la prodigiosa voz de Ella.

Salgo por momentos del trance y miro alrededor. Totalmente paralizado el ambiente. Nadie sirve licor. Nadie lo pide. Todos absortos. Entran los trombones al unísono. ¡Quiero morir! La voz de Ella, como un veneno certero que nos termina de embobar:

“A man´s a two-face, a worrisome thing


Who´ll leave ya to sing the bluuuueees in the night


Yes the lonely, lonely bluuuueees in the night”


*Para los que no conocen la canción, "Blues in the night", de Harold Arlen y Johnny Mercer, cantada por la prodigiosa voz de la grande entre las grandes, Ella Fitzgerald (hagan click aquí y disfrútenla)

Saturday, March 13, 2010

Con las primeras luces...


Un aquí y un allá, y a veces un más allá. Un querer brotar pero... hoy por hoy, las líneas son de otros, que también escriben. Algunos lo hacen muy bien. De otros quizás tengo el libro equivocado. No me atrae. No me atrapa. Ligero ensayo. Una mina ligeramente explotada. Es muy poco lo extraído. Pero hay más. Puedo observar las vetas que sobresalen del personaje.

Salgo de casa. Es muy temprano. Aún están apareciendo las primeras luces del alba. Quiero ver el sol, la calle, los sobrevivientes de la noche. La misma noche que encierra tantos peligros. De día es otra cosa. Son otros los personajes. Y las historias. Nos miramos de reojo. Ellos saben que he dormido, que no pertenezco a su mundo. De solo mirarme. No hace falta más.

Calles desoladas. La gente aún duerme. Yo me desplazo cautelosamente. Miro a todas partes. Nada. Ni un alma. De vez en cuando aparece alguna figura caminando con premura. El tiempo es oro. Tal vez salieron tarde y los esperan. No estarán a tiempo. Por la boca del metro salen almas procedentes del gusano metálico. Toman diferentes rumbos al llegar a la superficie. Afuera otros esperan. En apariencia indiferentes a los que salen. ¿A quién esperan? ¿Porqué? Quién sabe. Yo sigo. Nada espero.

Vuelvo a casa. Pienso en las escenas que precedieron a las que acabo de ver, temprano en la mañana. La prostituta que sale a comer algo, entre faena y faena. Está viva. Tiene hambre. Su estampa es familiar para todos los personajes de la noche. A algunos les resulta muy familiar. La saludan. Alguno la besa. Quiere un perro caliente con cebolla. Lo engulle con fruición. Toma una soda. Paga. Saca de su bolso un aerosol y lo apunta a su boca. Aprieta dos veces y lo guarda. No más cebolla en el aliento. Al marcharse deja en el aire su perfume. Según ella, muy sensual. Según ellos pura esencia de patchouli. Sin embargo la quieren, porque al fin y al cabo también es parte de la noche.

La fauna de la noche es variopinta. Desde el portero alto y fornido del local de strip-tease hasta el señor cuyo negocio es proveer llamadas desde teléfonos celulares, pasando por celadores, barrenderos, amantes furtivos, vagos que deambulan sin objetivo aparente, policías encubiertos, choferes de ambulancias y paramédicos, delincuentes. Y siendo tan variado el menú, las aventuras que se suceden desafían la imaginación.

Sin embargo todo enmudece y desaparece cuando el cielo muestra sus primeras tonalidades naranjas. Si las paredes hablaran. Llego a casa. No pienso más en eso. Solo una vuelta por la ciudad con las primeras luces del alba.

* Imagen de Caracas de noche: http://www.7medios.com/

Saturday, March 06, 2010

Firmin


Hay novelas que lees y te gustan tanto que deseas que no terminen jamás. Firmin (Sam Savage, Seix Barral, 2007) es una de ellas. Inolvidable. Tan bonita como triste.

El relato, narrado en primera persona, comienza con una búsqueda de una frase inicial que dé marco de apertura a la novela, y ésta es tomada prestada de un libro de Ford Madox Ford llamado “El buen soldado”: “Este es el relato más triste que jamás he oído”. Marco base para una historia triste de verdad, pero bonita como pocas.

Se trata de Firmin, hijo de Flo, un ratón nacido en el sótano de una librería, y que con el tiempo se encariña con los libros y los aprende a leer. Su imaginación no tiene límites y pronto entabla una amistad con el librero, que fue creciendo hasta desvanecerse con la triste realidad. Entonces huye del hogar y se encuentra ésta vez con un escritor que decide adoptarlo como mascota.

Firmin es la verdad de la vida, Firmin es el amor por los libros, y por los libreros, y por los escritores sencillos, no aquellos engreídos que buscan la fama a toda costa; Firmin soy yo, Firmin eres tú; Firmin es amor y es libertad, es ternura, es alegría, es tristeza y solidaridad. Es un ratón humano, o un humano con forma de ratón.

Firmin es una belleza de libro que les recomiendo leer, de todo corazón.