Sunday, October 31, 2010

En la cocina...


Yo siempre he creído que los buenos momentos en una casa se viven en la cocina y no en el recibo o la sala de estar.

Siempre lo he pensado así porque en mi vida los mejores encuentros y conversaciones han transcurrido allí, las mejores palabras las he escuchado allí, y esa mezcla entre la buena conversa, la buena comida y la buena bebida que se sucede allí es lo mejor que tiene la vida para darnos.







Nada mejor que dejar colar un buen vino tinto, mientras se pican la carne o el pescado, los ajíes, el célery, el pimentón, el jengibre, el cilantro, el perejíl,  y al mismo tiempo se disfrutan sus olores, texturas y sabores, combinados con la uva que permanece en tu paladar.





A medida que avanzan las cocciones y corren los caldos, las conversas se desinhiben y se hacen más cálidas y personales, el ambiente se hace más íntimo y es justo allí cuando se hacen tan particulares esos momentos. Es allí cuando la conversación se hace sublime y la inspiración sube hasta la estratósfera, logrando una atmósfera muy especial.





Me ha tocado aprender a preparar un plato peruano, el ceviche de pescado, en buena compañía y en tres diferentes sesiones: la primera fue esperar fuera de la cocina mientras una pareja peruana experta preparaba el singular plato gastronómico. Nuestra labor era degustarlo y adivinar los ingredientes y los pasos a seguir para su elaboración. La segunda sesión consistió en elaborar uno mismo el plato, según lo que se haya entendido de la sesión anterior. Allí se cometen errores que se ven reflejados en los sabores finales del plato. Uno a uno son detectados y corregidos por los expertos para finalmente hacer una tercera sesión, donde, en teoría, todo debería salir bien.





A mi parecer, el hecho de que una comida salga mal o bien depende mucho del estado de ánimo del cocinero. Si éste está de mal humor no hay sapiencia que valga, y todo se irá al traste, lo que se constatará al probar el producto final. Y lo que es más, soy capaz de saber el humor del cocinero, aún sin haberlo visto, probando su comida.

Mi profesora de italiano, quien es excelente cocinera de platos italianos y postres decía siempre que “no hay comidas malas sino malos cocineros”, queriendo decir con esto que el mal sabor de una comida nunca debería atribuírsele a ésta sino a la mala preparación o falta de conocimiento de la misma por parte del cocinero de turno. Nada más cierto, según he podido ir comprobando en la vida.







La receta varía un poco según la región del Perú donde se prepare, y según el gusto del cocinero que le da sus toques particulares. La pueden ver en muchas páginas de internet. Sin embargo a mí me gusta ésta.

A los que se atrevan, que la disfruten tanto como yo, en sus sabores, texturas, olores, aderezada con muy buena conversa, buen vino y mejor humor, eso sí, que no falte la belleza femenina, que es “la guinda del pastel”. ¡Buen provecho!



Sunday, October 24, 2010

Naturaleza humana



Recoger las cosas es tarea extenuante. Uno no sabe cómo llega a acumular tantos y tan diversos objetos.


Muchos tienen un valor sentimental y uno se niega a desprenderse de ellos, no importa el tamaño o el peso. Sin embargo nos damos cuenta de que hay otros, infinidad de ellos, que tan solo ocupaban un espacio, habiendo perdido su vigencia hace muchos años, pero descansaban protegidos en una caja durante mucho tiempo.


Tarea triste, lo admito. Desprenderse de esos objetos es aceptar el cambio, reencontrarse con la armonía del ciclo vital, todo cambia, todo muta, todo se supedita, quiera o no, a la danza indetenible del universo.


El fondo musical de estos días lo ha copado María Bethânia. Calza perfecto en el ambiente, en mi estado mental. Ya había escuchado hablar del hecho de que estas situaciones quedan siempre amarradas a un soundtrack que, generalmente, pertenece a un mismo autor. Eso lo escuché alguna vez, cuando pensaba que este tipo de conversaciones me eran ajenas. Ahora sé que no es así. Que no eran tan ajenas. Siempre se aprende, así sea a trancas y barrancas.


La voz de la cantante brasileña me acompaña en estos días y me llena de energía. Su tono es fuerte y tierno al mismo tiempo. Me arrulla y me despierta. No sé realmente cual es la fórmula que ella utiliza pero de lo que si estoy seguro es que funciona para mí. Canciones, tristes algunas, otras alegres y hay las que forman una mezcla de ambas cosas, cantadas en portugués, un idioma que se me ha quedado prendado en el alma desde hace mucho tiempo, desde mis primeros contactos con la bossa.


Cuando recoges tus cosas se empieza a notar un cambio en el ambiente. Es como si recogieras tus huellas, o tu presencia, que lentamente se desvanece. Se nota hasta en lo más simple. A veces quitas una tarjeta postal de una mesita y la propia mesa cambia hasta de forma y apariencia, cambia el paisaje en ese rincón. Y es tan solo una tarjeta postal que muestra una escena significativa para mí, y un escrito en la parte posterior de alguien que, en un momento dado y un lugar diferente, pensó en mí y me lo ha dedicado.

Eso me asusta a veces pero me tranquiliza saber que se trata de un cambio, de una mudanza a un nuevo lugar que me espera agazapado, y que aunque no sé realmente donde está ahora mismo, tengo la certeza de que en uno de los giros del universo se aparecerá frente a mí y yo sabré que se trata de mi lugar, mi nuevo lar en el mundo.


Soy fanático de armar rompecabezas, de los que tienen muchas piezas. Cuando lo hago, me entrego a ello, tanto que a veces comienzo una mañana y al día siguiente me encuentro aún como en trance, colocando piezas de un conjunto que en algún momento terminaré, con toda certeza y sin vacilaciones. Y aunque me digan que vaya a comer, que pare un poco y descanse, suelo seguir en mi trance hasta que mi propio cuerpo y mente lo decidan. Y ahora, que siento que se ha desordenado mi rompecabezas vital, sé que debo ordenarlo y continuarlo. Estoy en ese trance, y el espíritu es el mismo que cuando armo los otros. La certeza es la misma, que todo al final tomará su curso.

Al fondo se sigue escuchando a María Bethânia, cantando "Costume" (costumbre):


"Essas coisas só mesmo com o tempo se pode esquecer.

Esas cosas que sólo con el tiempo pueden olvidarse.

Então eu me vejo sozinha, como estou agora e respiro

Entonces me veo solita, como estoy ahora, y respiro

toda a liberdade que alguém pode ter.

toda la libertad que alguien puede tener.

De repente ser libre até me asusta, me aceitar sem você

De repente el ser libre hasta me asusta, el aceptarme sin ti

certas vezes me custa…

a veces me cuesta..."

Saturday, October 16, 2010

Caffé


Recorro una vez más esa calle, testigo muda de mis deseos no satisfechos, y donde tengo la certeza de que me encontraré con tus ojos color de mar, con la mirada que me ha hecho prisionero. Y allí estás.


No me reconoces. O eso finges. Son muchos años sin cruzar un diálogo contigo. Sin mirarnos de verdad, solo vernos.

En su momento no pasó de un diálogo fugaz, muy breve, tal vez sin importancia para ti. Un ligero compartir de opiniones. Por eso quizá me tratas con indiferencia. Eso si, de inmediato notas la intensidad de mi mirada, que no es normal. Se dispara el alerta.

Me tomas por un enamorado de tantos que pasan por ese Caffé, donde siempre estás, iluminando el ambiente con tus ojazos bellos. Sonríes nerviosamente, y de inmediato me esquivas la mirada.

No insisto, me siento en la barra y te pido un café. Mientras lo preparas, yo miro alrededor, sumido en mis cavilaciones, sintiendo que, una vez más, mi expresión facial me delata ante ti.

Y es que no. Resulta que no. Que no soy un enamoradizo más, de esos asiduos a tu Caffé, ocultos pretendientes, prestos a convertirse en objetos exclusivos de tu mirada. No. No es eso lo que soy. No uno más.

Que yo de vez en cuando voy a tu calle, a encontrarte en silencio. A disfrutar del espectáculo de tus ojos, con la breve excusa de un café. A aspirar a recibir un poco, aunque sea un poco, de lo que tiene tu mirar.

Incapaz de estructurar una estrategia de expresión que no resulte demolida de inmediato por la fuerza abrumadora de tu personalidad, disfruto el aroma y voy sorbiendo despacio el cafecito que recién me has servido.

Y el tiempo pasa, pero no mis deseos, ni la belleza de esmeralda de esos ojazos tuyos, y lo que producen en mí.

Sensación de paz y tranquilidad, de libertad, de llenar un espacio, de tristeza, ¿por qué no?, de alegría, de nostalgia por lo no vivido, de esperanza, de saber que existes y que estás allí; que para mí siempre estarás allí.

Doy vueltas alrededor, viendo las fotografías en las paredes, con la simple excusa de volver a encontrarme contigo, de mirarte y grabarte en mi pensamiento. Y con ello vivir hasta el próximo encuentro…

Hay una melodía de fondo, que escucho a medias mientras recorro esas paredes plagadas de recuerdos, sin que el ruido de la concurrencia me impida escuchar nítidamente, y reconocer la voz de Virginia López:

“Cariñito azucarado que sabe a bombón,

amorcito consentido de mi corazón,

sin saber cómo, ni cuándo, surgió este romance,

sin que yo supiera dónde iba a llegar…”

Decido irme y digo adiós, con el rico sabor del café aún en mis labios, y sigo andando, sin rumbo definido, hasta volver a tropezar con la realidad.


*Imagen: http://www.caffecalabria.com/

Tuesday, October 12, 2010

El curioso incidente del perro a medianoche


Es el nombre de una novela de Mark Haddon (Ediciones Salamandra, 2004). Cada vez que pasaba por el anaquel de la librería parecía llamarme a gritos.


Y yo no parecía escucharla, decantándome por otros títulos, que al final (algunos de ellos) no resultaron ser todo lo buenos que parecían en la semblanza y en la portada.


Es que, como siempre digo, pero a veces no cumplo, debes comprar el libro que te llame. Ve, camina por los pasillos, mira todos los títulos que quieras, hojea los que gustes, lee las semblanzas que te apetezca, pero compra el que te llame, te parezca interesante o no, hayas leído una reseña o no, esté entre los best sellers o no, no importa. Si él te llama es porque tiene algo que decirte.


Finalmente entré un día y fui directo hasta él. Lo tomé en mis manos y tenía una cinta roja que rezaba, entre otras cosas lo siguiente: “17ª. Edición (wow!). “Obra perfecta”. Caballo Verde. “Reflexiones de una belleza y profundidad inusuales”. Babelia…


Y vino a mis manos una de las mejores lecturas que he hecho en los últimos tiempos.


La historia triste, tierna, dulce y complicada de un tenaz adolescente llamado Christopher Boone, quien padece del Síndrome de Asperger, una cierta forma de autismo.


Christopher es muy inteligente para unas cosas y muy torpe para otras. Le gustan las matemáticas, para las cuales muestra una habilidad excepcional, y sueña con ser astronauta. A la vez le cuesta mucho comunicarse con sus semejantes y hay muchas cosas que, a pesar de parecer sencillas, se le hacen muy difíciles de comprender.


Christopher adora al perro de su vecina, la señora Shears, y un día lo encuentra muerto en el jardín. Allí comienza una historia enmarcada en la obsesión de Chris por descubrir al criminal.


Al leerla tuve la misma sensación de cuando leía a Daniel El Travieso (Dennis the Menace) de Hank Ketcham o a Charlie Brown, de Charles Schulz, que son personajes con vida propia, niños que piensan como niños, y que a mí me cuesta mucho creer que hayan sido creados y sus diálogos escritos por un adulto.


Así es Christopher Boone, un muchacho con una gran personalidad y una tenacidad sin límites. La historia es narrada en primera persona, y no sé si es ésta la razón por la que te metes en el personaje y al final no quieres avanzar porque no quieres que se termine la novela. Algo que pocas veces sucede en una lectura.


El autor, Mark Haddon, trabajó un tiempo con niños excepcionales, fue ilustrador y escritor de cuentos infantiles, y yo pienso que este background le ayudó a crear su extraordinaria novela.


Es una excelente recomendación para los amigos de la buena lectura.

Saturday, October 09, 2010

Feliz y triste



Es Ceumar, hermosa cantante brasileña. La poesía me viene al dedillo. Hoy me ha preguntado alguien sobre cómo me siento. No supe responder al momento, pero sí, estoy feliz y triste. Como reza la dulce voz de Ceumar. Cerrar círculos no es fácil. Lo sabe quien lo ha vivido. Ahí vamos, pisando firme sobre los caminos que Dios me ha puesto.

"Creo que estoy feliz y triste,
todo lo que tengo cabe en mi mano,
y te lo doy de corazón.
No necesito nada más,
el mundo es mi hogar,
el cielo es mi camisa,
las estrellas visten mis pies."

Sunday, October 03, 2010

Eudoro López Legórburu. In memoriam


“El Profe” era un hombre excepcional. Gran compañero, excelente colega profesional, confidente, consejero. Un amigo en las buenas y en las malas. Alguien muy cercano, aún cuando a veces la distancia parecía separarnos.



Lo conocí en 1984, cuando tuve que ver una materia en la Escuela de Ingeniería Sanitaria. Trató de convencerme para estudiar la mención de Sanitaria pero yo ya estaba decidido a estudiar Estructuras.


Ello no fue óbice para continuar nuestra amistad, que fue creciendo poco a poco, alimentada con muchas conversaciones "after hour" en su oficina, sobre diversos temas, personales y profesionales, para las cuales él siempre tuvo el tiempo necesario para escucharme, comprenderme, aconsejarme, para dar unas palabras de aliento, para ayudar a tomar la decisión que pensábamos era la más adecuada.


En 1986 tuve la gran dicha de saber que era oficialmente nuestro padrino de grado.


Un amigo de siempre era ahora nuestro padre profesional, eso fue una alegría muy grande para mí.


En septiembre de 2009 nos dejó, en medio de grandes muestras de pesar de todos sus amigos, de estudiantes y colegas de la Universidad Central, la Casa que lo cobijó durante 43 años como docente, investigador y formador de varias generaciones de ingenieros, entre los cuales orgullosamente me encuentro.


Fotografías y presentes que conservo llevan su huella, aunque la más importante de todas es invisible, es la que llevo en el corazón. La misma que, de sólo recordarlo, me hace esbozar una sonrisa cómplice mientras escribo estas líneas.


Me lo imagino en el cielo, rodeado de gente, conversando de lo humano y lo divino, explicando, bromeando seriamente, como sólo él sabía hacerlo.


Hoy 3 de octubre te recuerdo mucho Profe, donde quiera que estés, te manda un fuerte abrazo tu querido amigo “El Puñal”.


*Puñal: término de la jerga universitaria, que alude a la persona que estudia con mucho ahínco. De allí proviene también el verbo puñalear, que significa estudiar con mucho ímpetu.