Sunday, April 28, 2013

Tramposería sale



No se sabe cuando comenzó todo. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que algo malo estaba pasando. La naturaleza siempre avisa. La sequía comenzó a poner toda la vegetación amarilla. Hubo incendios aquí y allá. Según el pronóstico, las lluvias vendrían pronto y la hierba comenzaría a reverdecer.

Hay una gran desazón en el ambiente. Tan grande que si la lluvia cayera ahora mismo le costaría mucho amainar.

Cuando era un niño, en los campos de béisbol, había días en que nos daba por hacer trampa en una decisión del árbitro, que no era otro que nosotros mismos. En ese momento alguien (del bando de los agraviados por la decisión) saltaba y gritaba, para acabar con la discusión que paralizaba el juego: “¡Está bien, déjenlo así que ´tramposería sale´!

En el transcurso, algo ocurría a favor de los perjudicados por la trampa. Era como un designio de Dios, una ley. De tal modo que al final, nadie dudaba que cuando alguien había dicho ´tramposería sale´ algo inevitable pasaría más adelante para revertir la trampa.

Como resultado de ello, cada vez las trampas eran menos. Aprendimos que si la hacíamos, más temprano que tarde la pagaríamos por algún designio del cielo.

En momentos como los que vivimos no dejo de recordarlo, y de saber que en algún momento las cosas tomarán el rumbo correcto, sin que podamos hacer nada para evitarlo. En el ínterin podremos ver movimientos que en nada cambiarán el curso de los acontecimientos. Simples pataleos de ahogado. El designio del cielo volverá a imponerse. Como era en el principio, ahora y siempre…

Nota del autor: “Tramposería” tiene un equivalente en el diccionario de la RAE: trampería.
*Imagen: www.prensalibre.com

Saturday, April 20, 2013

Otros tiempos...



Los tiempos cambian vertiginosamente. Recuerdo que cuando era un niño, la ropa para lavar en tintorería la venían a buscar a la casa, te dejaban un recibo indicando cuando la traerían y el costo. Nunca llegó a perderse una pieza.

Eran tiempos en los que la leche y el pan los dejaban muy temprano en la puerta y nunca se los robaban. Era una alegría levantarse temprano, abrir la puerta y dejar que la bolsa de pan cayese, porque estaba apoyada. Luego recogerla y disfrutar el olor a pan recién horneado.

Evidentemente otros tiempos. Tiempos en los que las amas de casa tenían sus productos de confianza y los nombres de los mismos pasaban a ser, como genéricos, los de la marca líder en el mercado. Tal era el caso de Toddy, una bebida achocolatada tan buena que pasó a distinguir las bebidas de ese tipo. O el “Corn Flakes”, hasta el sol de hoy.

Claro que había competencia, pero de la sana, como la que había entre las leches líquidas “Silsa” y “Mamá Carabobo”. Había un 50% de amas de casa que tenían dos mil razones para comprar “Mamá Carabobo”, y el otro 50% tenía dos mil razones más para comprar la “Silsa”. A mí personalmente me gustaba más la “Silsa”. A pesar de tener menor presencia en los comerciales de radio, TV y prensa, su sabor era único, más espesa y con muy buen olor.

Otra buena competencia era la que había entre Pepsicola y Cocacola. Cada una arrastraba su segmento de público que la defendía a capa y espada. Y así como defendían a una lanzaban su artillería contra la otra. Calificativos como “muy dulce” o “sabe a cartón” volaban por el espacio. Creo que en ese entonces Venezuela era uno de los pocos países del mundo donde la Pepsicola lideraba el mercado sobre Cocacola. Sin embargo los “bartenders” preferían a Cocacola para preparar sus cocteles.

Eran tiempos en los que los niños como yo jugábamos con las cartulinas sobrantes de las elecciones para presidente, y la parte seria de aquel asunto pertenecía a los adultos. Total, ganadores y perdedores seguirían conviviendo y siendo amigos al final de todo.

Otros tiempos…

Sunday, April 07, 2013

Entre dos aguas



Tenía tiempo sin escribir. La técnica a veces se impone y vaya que me ha mantenido ocupado en estos días. Necesito volver al Zen. A los pequeños detalles. Los números son cuadrados. Las letras son más redondas, nos dan más libertad. El problema es cuando ambos conviven dentro del mismo cuerpo. Y el cuerpo, hay que decirlo, los quiere a ambos.

Porque la ingeniería me gusta mucho, me sumerjo en ella y pierdo la noción de lo que pasa alrededor. Lo mismo me pasa con la literatura. Están en campos diferentes. Yuxtapuestos. Cóncavo y convexo. Ying y yang.

La ingeniería me ayuda a formarme como ser humano completo. Estoy en ella desde los 18, cuando entré en la Universidad, y desde entonces no he cesado de aprender no solo la técnica sino una filosofía de vivir y ver las cosas. Entender la ingeniería es comprender la naturaleza en todas sus formas, perseguir el intento de domarla que algunas veces tiene éxito y otras no tanto. Es triunfo y también es derrota.

Triunfo, como cuando ves a la niña que vende bocadillos y café en el tren bala de Japón, viajando a más de 250 kilómetros por hora, sin perder el equilibrio, sin que nada se derrame, como si el tren estuviese detenido.

Derrota, cuando el tsunami destrozó la Central Nuclear de Fukushima y la radiactividad afectó a gran parte de la población. Cuando la producción de bienes de alta tecnología, a la par de proporcionarnos mayor confort, trae como consecuencia la destrucción y contaminación del ambiente natural. Ejemplos sobran.

La literatura es algo diferente. Me permite ocupar un espacio que físicamente es inconcebible, desdoblarme en formas que pueden llegar a todas partes, que llenan todo el espacio. Cuando leo y me identifico con el personaje/narrador, siento que a través de él viajo, traspaso paredes, cruzo fronteras de países, mares, vivo intensas situaciones, veo personas, lugares, paisajes, nunca experimentados. Es la noción más cercana al concepto de libertad. O al de soñar. Es algo que llena el espíritu de buena vibra y hace que un día cualquiera sea triste o muy alegre, dependiendo de lo que leas y de cómo te mueva esa lectura.

Es triunfo cuando a través del personaje, sueños inconfesables se convierten en realidad pura y dura.

Es derrota cuando, como muchas veces pasa, lo que lees te lanza de cabeza, y de forma irremediable contra una dura realidad que quisiste evadir, o más bien, salvar a través de la lectura de un libro.

*Imagen: literaturacervantes.wordpress.com