Saturday, April 26, 2008

Historia de un coleccionista (Parte 1)


¡Hola a todos! El post de hoy es una traducción que hice de un artículo que me envió mi amigo y melómano Julio Flores por correo electrónico, el cual, desde el momento de su lectura, me ha hecho reflexionar bastante, dada la circunstancia de ser yo un coleccionista de CDs y LPs de jazz. El origen del artículo es la columna “Soulseeking”, escrita por Nick Southall en la revista on-line Stylus, que data de noviembre del 2006.



“La muerte de una colección de discos”



La semana pasada volé a Guernsey, una de las islas del Canal (de La Mancha), para ser testigo de la muerte de una colección de discos.


Debo explicarlo, estoy a cargo de la sección de cine y música de la Biblioteca de la Universidad, un departamento que tiene una extensa colección de música norteamericana –unos 6000 LPs y 3000 CDs de jazz, blues, country, rock, pop, bandas de sonido de películas, Cajun, clásicos modernos, electrónica de los primeros tiempos, música de discoteca, grabaciones de campo de indígenas americanos, y cualquier cosa que pueda pensarse como de origen estadounidense (o cercano –hay una pequeña sub-colección de reggae, dub y soca).

Hace unos años. La biblioteca acordó aceptar una donación de unos 4000 LPs y 2000 CDs de un coleccionista privado de jazz cercano a morir. Aunque todavía vive, tiene 80 y tantos años, pero está muy frágil física y mentalmente, por lo que su hermano menor hizo los arreglos para donar la colección tempranamente.

Mi trabajo era meramente diplomático, esencialmente monitorear el empacado y mudanza de la colección, llevado a cabo por una empresa de logística, como una especie de mediador, en caso de que hubiese algún inconveniente.
No lo hubo. De hecho, sólo tomó apenas una hora a cuatro hombres empacar y mudar la colección completa.

Me tocó observarlos hacer esto encontrándome en un estado de melancolía y sobrecogimiento, ya que me golpeó el hecho de que hubiesen desmantelado la pasión de un hombre, la vida de un hombre, en apenas el tiempo que tomaría escuchar “Kind of Blue” (la obra maestra del quinteto de Miles Davis).

En años recientes el coleccionista había perdido interés en su colección. Una salud deteriorada, el dolor de una pérdida familiar y una audición que declinaba lentamente habían mermado su alguna vez inmensa pasión por la música, y lo había dejado con apenas palabras cruzadas y recuerdos de springer spaniels (perros de raza), gatos con rayas y una esposa, todos fallecidos.

Durante un largo tiempo ni siquiera había tenido un tocadiscos en el cual escuchar su colección, la cual se había aletargado, inmóvil e intocable, en su sala de estar, cual criatura gigante hibernando, recogiendo polvo.

La colección había comenzado como un intento de reunir tantas copias como fuese posible de “Tiger Rag”. En un punto había pasado a contener grabaciones de tantos sellos disqueros como fuese posible, LPs ordenados o pedidos de su propio país y de más allá, los cuales eran solicitados por medio de catálogos prestados por el dueño de una tienda independiente de la isla (Guernsey), a cambio de una modesta tarifa por sus servicios de intermediación.
Cuarenta y tantas versiones de “Tiger Rag” fueron adquiridas, y no sólo versiones de jazz sino de calypso con tambores de acero y otras.

El coleccionista, sorprendentemente por ser apenas una pequeña isla (Guernsey tiene hoy en día una población de 65000 habitantes), no coleccionaba en solitario –un amigo de la isla reunió un lote similar de discos, en su mayoría de jazz, y trabajaron casi en equipo, cada uno adquiriendo en diferentes áreas e intercambiando lo que les gustaba a ambos.

En los últimos años, el amigo del coleccionista había comenzado a archivar digitalmente las colecciones de ambos, conectando un tocadiscos a un computador (ordenador), transfiriendo de esta forma LPs a MP3s. El propio coleccionista (objeto de esta historia) no tenía interés en los computadores (ordenadores). De hecho, en ese momento tenía ya muy poco interés en la música, o en otra cosa, cualquiera que fuese.

Todos los discos de la colección habían sido escuchados al menos una vez.

Hay cosas en mi colección (la del autor del artículo, Nick Southall), una modesta suma de unos 1500 CDs y unos cientos de LPs, que no han sido escuchados jamás. De paso, no tengo versiones de “Tiger Rag” y ni siquiera la he escuchado todavía.
*Fotografía: http://www.soundadviceblog.com/

Esta historia continuará…

Sunday, April 20, 2008

Meu samba...



Estoy escuchando el tercer CD de María Rita, “Samba Meu”, dedicado en su totalidad al samba. Una voz melodiosa y una escogencia hermosísima de canciones hacen de este CD una joya de colección.

Es que esta ganadora de Grammys, hija de la leyenda Elis Regina y del famoso pianista Cesar Camargo Mariano no podía estar exenta de esa saudade, de ese sabor único, de esa belleza que acompaña a las mejores voces del gigante del sur.

La poesía no está ausente, está presente, junto a la tristeza, el amor, la ternura. Mi pieza favorita es “Cría”, un auténtico homenaje a nuestros hijos, lo rápido que crecen, lo sorprendentes que son, lo que nos enseñan, todo ello enmarcado en un ritmo de samba.

Hay otra pieza muy bonita (todas lo son, en realidad), de Rodrigo Bittencourt, llamada “Meu samba”, y que da título al album. Aquí se las dejo, con mi traducción al español. Si la quieren escuchar, entren a la página oficial de María Rita, y disfruten de esa prodigiosa, maravillosa, extraordinaria y dulce voz.

Meu samba vai curar teu abandono
Meu samba vai te acordar do sono
Meu samba não quer ver você tão triste
Meu samba vai curar a dor que existe
Meu samba vai fazer ela dançar
É o samba certo pra você cantar
Meu samba é de vida e não de morte
Meu samba vem pra cá e traz a sorte
E celebra tudo o que é bonito
Meu samba não despreza o esquisito
Meu Samba vai tocar no infinito
Meu Samba é de bossa e não de grito
Meu Samba, defendi com alegria
Deixe que a noite vadia
Vai saber lhe coroar
Deixo entregue aos bambas de verdade
Que estão nos morros da cidade
Peço a benção pra passar
Mi samba va a curar tu abandono
Mi samba te va a despertar de un sueño
Mi samba no te quiere ver tan triste
Mi samba va a curar el dolor que existe
Mi samba va a hacerla bailar
Es el samba preciso para que cantes

Mi samba es de vida y no de muerte
Mi samba viene aquí y trae la suerte
Y celebra todo lo que es bonito
Mi samba no desprecia lo que es feo
Mi samba va a tocar en el infinito
Mi samba es de voz y no de grito

Mi samba defendí con alegría
Deje que la noche vagabunda
Le va a saber coronar
Dejo la entrega a los bravos de verdad
Que están en los cerros de la ciudad
Pido la bendición para pasar

Sunday, April 13, 2008

Diez mil brazos

¡Hola a todos! Hoy les escribo para contarles una vieja anécdota zen sobre un hecho que muchas veces ocurre por una falta de comprensión hacia otras culturas. Es que a veces nos cegamos y nos creemos dueños de la verdad absoluta, juzgando a otros por cosas que, entendiéndolas bien, tienen su razón de ser.

Antes les he comentado de los amigos libreros, esos que tienen algunas librerías, y que conocen mucho de los gustos literarios y hasta personales de uno. En este caso, entré a la librería de Andrés Boersner. Luego de saludarnos, cada quién se dispuso a hacer lo suyo, él a sus actividades en la librería y yo a buscar a mis autores favoritos, o quizá algún libro de interés personal. Luego de una pequeña búsqueda, por lo corto del tiempo disponible, me dispuse a irme, y Andrés me atajó con un pequeño libro titulado “El Cuenco y El Bastón”, 120 cuentos zen recopilados por Taisen Deshimaru (Edicomunicación, S.A. Madrid, 2002).

Uno de los cuentos versa sobre lo que escribí en el primer párrafo y da título al presente post, a continuación:

“La Kannon original es Sen ju Kannon, la Kannon de los mil brazos. Existen también Bato Kannon, la Kannon de la cabeza de caballo (solamente la parte alta de su cabeza tiene esa forma). La Kannon de once caras. La Kannon de la libertad. Roku Kannon, con seis cuerpos, como un monstruo. La Kannon del agua y de la luna, o bien la Kannon de la Vacuidad. Ryuzu Kannon, la Kannon de la cabeza de dragón, aunque su cara no tiene esa forma.

Todas estas estatuas son orgullo del arte budista japonés. Sucede que un día llegaron unas visitantes americanas al templo donde se encontraba la Kannon de los mil brazos, y al verla, se pusieron a reír groseramente.
El Superior del Templo, al ver la escena anterior, se le acercó a una de ellas y le preguntó:
-¿Tiene usted hijos?
-Si, uno solamente.
-¿Qué método emplea para educarle?
-Muchas técnicas me son necesarias.

Entonces el Superior del templo le replicó:
-Cuando una madre educa a un solo hijo, necesita diferentes métodos y mucho tacto. De la misma manera, para salvar a todos los seres, el Buda debe tener ¡mil o diez mil brazos!

La mujer se quedó impresionada.”

Queda claro el mensaje, les dejo una recreación de Sen ju Kannon que encontré en Youtube. ¡Espero que la disfruten!
*Kannon: nombre japonés de Kuan Yin, diosa de la misericordia en el budismo chino, Buda de la compasión en el budismo tibetano.
*Imagen de www.exoticindianart.com

Tuesday, April 08, 2008

¡¡El avión jefe!!

Al subirse a una cabina de un avión se activan en cada ser humano una serie de comandos y de comportamientos que muchos ni se imaginan.

La tipología de seres que se suben a los aviones es infinita. Hay desde el “valiente” que sube y se sienta a mirar a todo el que está embarcando con cara de “me he montado millones de veces en aviones, para mi es una costumbre, y no le tengo miedo a volar, soy un experto”. Con tan solo bajar la mirada, y ver el movimiento armónico simple y repetitivo al infinito de sus piernas ya uno se da cuenta de que es sólo una máscara la supuesta actitud de sobrado; hasta la señorita que no quiere que nadie la vea, ni la toque, ni le hable, dado su nerviosismo y miedo a volar. Basta que la aeronave caiga en un vacío de aire y pierda un poco de altura para que la susodicha deje escapar un suspiro/quejido profundo, casi un grito reprimido de terror, el cual pretende cubrir después con una cara de muy pocos amigos, habida cuenta de que todos los pasajeros en el avión escucharon el suspirito.

Volar es toda una experiencia. A mi me parece que es maravilloso viajar en aviones. Claro que mi comportamiento es también parte de las tipologías antes mencionadas.

Partiendo del hecho de que considero a los aviones como parte integrante del sexo femenino. Antes de subir la cabina les doy su sobadita, sus palmaditas al fuselaje, y les pido que se comporten bien durante el vuelo, todo ello (por supuesto) tratando de evitar que mucha gente lo perciba, cosa que no logro del todo. Las sonrisas y miradas de picardía de quienes me siguen al abordar me lo dicen todo.

Me encanta ver el cielo y las nubes desde ocho mil metros de altura. Por eso odio los aviones cuyas ventanillas están rayadas. Dentro de la cabina me gusta mucho mirar a la cabina del piloto, con sus miles de instrumentos de todos colores y sabores, lo que, unido a la expresión de confianza y el muy pulcro uniforme que siempre visten los pilotos me produce una sensación de satisfacción y seguridad.

A veces las filas de asientos están muy pegadas entre si, y a pesar de la incomodidad, el solo hecho de sentir la velocidad y la vibración mínima del fuselaje cuando corta el viento me libran de cualquier falta de confort. El ruido de los aviones grandes también me gusta mucho. Es el sonido que asocio a la alta tecnología.

Claro que también me produce miedo volar, porque también vienen a mi mente las tragedias aéreas que han ocurrido, donde he perdido incluso amigos, y me pregunto a veces si saldré vivo de la cabina, o cómo será la experiencia de los momentos previos al accidente. Espeluznante, inimaginable. Confieso que lo pienso, y solo me tranquiliza el saber que nuestra suerte está en manos de Dios, o del destino, como quieran pensarlo. Si está escrito que no vas a morir allí, no morirás allí por más veces que se repita la experiencia. Eso me calma, me da paz.

Hoy experimenté un viaje en avión más en mi vida, y la curiosidad principal fue que saqué un libro titulado “Sauce ciego, mujer dormida” de Murakami. Son 24 cuentos, de los cuales había leído tres. Tenía un marca-libros en la página donde quedé hacía unos días, y al abrirla me encontré con el cuarto de los cuentos, cuyo título era “Avión…o cómo hablaba él a solas como si recitara un poema”. No quiero referirme a la trama del cuento sino brevemente a explicar que se trata de un individuo que tenía la rara costumbre de hablar solo, y una muchacha que lo observaba llegó a hacérselo notar, y no sólo eso, sino que le escribió lo que hablaba en una oportunidad, que parecía (o es) poesía:


El avión
Vuela el avión
Yo en el avión
Vuela
El avión
Pero aunque vuele
¿Es el cielo
El avión?


Esta lectura ocurrió en pleno vuelo, yo sentado, leyendo esto, en la cabina de un avión, y justo me tocaba ese cuento, que no sabía que tenía al avión como tema involucrado. ¡Yo en el avión leyendo "Yo en el avión"! Vaya coincidencia…

Sunday, April 06, 2008

poesía...


Sobre la gran campana
se detiene una mariposa,
y duerme.
Poesía japonesa por:
Yosa Buson (1716-1784)