Wednesday, December 07, 2005

MI VIDA EN JAPON, CAPITULO I


Llegué a Japón por primera vez en agosto de 1998 como parte de un equipo multidisciplinario enviado para realizar la ingeniería básica de un proyecto para mejorar la calidad del petróleo crudo que se extrae en la faja petrolífera del rio Orinoco, suroriente de Venezuela.

No tenía mayor idea de lo que significaba esa cultura milenaria, salvo fugaces contactos con el origami, el judo y el karate en mi pais.

Viajé a traves de una larga ruta que incluyó escalas en Ciudad de México, Vancouver y finalmente aterrizamos despues de mas de 14 horas de vuelo en Narita, en las afueras de Tokio.

Mi primer contacto con un japonés fue con el funcionario de aduanas. El revisó minuciosamente mi pasaporte y me preguntó en japonés lo que supuse sería "¿que viene usted a hacer en Japón?" a lo cual le contesté muy apenadamente en inglés: "Business!". Inmediatamente me invitó a pasar hacia los sitios donde se recogen los efectos personales y maletas y luego fui al lugar donde se supone que se toman los autobuses hasta Tokio o Yokohama, que era mi destino final.

Otro golpe fuerte lo sentí al llegar a las taquillas de los taxis y autobuses. Nadie hablaba otra cosa que no fuera japonés, idioma totalmente desconocido para mi. Como pude llegué hasta la parada del autobús y pedí auxilio a la gente que hacía fila indicandole mi destino: "Yokohama Grand Intercontinental Hotel, 1-1-1 Minato Mirai, Nishi Ku, Yokohama" y diciendo tambien algo que leí en un librito de vocabulario japonés que compré en el Aeropuerto de Caracas: "Michi ni mayoimashita" que significa "estoy perdido".

Muy amablemente dos jóvenes con aspecto de adolescentes me ayudaron a conseguir el autobus indicado y como venían en el mismo tambien me consiguieron un taxi que me dejó en la planta principal del hotel. Alli por primera vez conseguí personas, empleadas del mismo, que hablaban algo de inglés.

En el camino pude ver la ciudad de Chiba y tambien la de Yokohama asi como fascinantes campos de arroz a la distancia. Me abrumaba el hecho de ver los letreros indicadores de las autopistas y no poder entender absolutamente nada de ellos asi como tambien los comerciales o propagandas. Pensé y verdaderamente me sentí analfabeta absoluto. Esto me abrumó muchísimo, pero la lección de vida que aprendí es que tan pronto como pudiese debía estudiar japonés (continuará...)