Saturday, July 24, 2010

Una carta para ti...


Das media vuelta y te vas, irritada, sin encontrar un punto en común, un punto de encuentro. Te cierras y dejas que tu verdad sea dueña de todo. No miras atrás, hacia las fuentes de donde nace todo. Te encegueces y permaneces cerrada.



Hay días de días. Días malos. Días buenos. Pero son días que pasan, que cuentan menos en el calendario de nuestras vidas. Por eso no debemos desperdiciar ningún momento de nuestra existencia. Siempre hay tiempo para dar, tiempo para recibir, y tiempo para estar con nosotros mismos, y con los demás.


Por eso cada día tiene que tener algo de especial. Un motivo para compartir, un aprendizaje, una experiencia.


No se pueden desperdiciar los días tratando de vivir una vida que no nos pertenece. Tenemos que vivir la nuestra, la propia, la única y original.


Para eso debemos buscar la manera de minimizar los malos momentos, y engrandecer los buenos. Tener un objetivo que perseguir, una razón de ser, o de existir.


No más ayer tenía 25 años y hoy ya está a punto de cumplirse 25 años de ese momento. Es mucha agua la que ha corrido bajo el puente. La corriente es en una sola dirección. Lo que significa que hay momentos que no volverán a ser. Vendrán otros, nunca los mismos.


Quedan las vivencias, los hitos que nos marcan y nos configuran como seres humanos. Una vez que se tienen 48 años ya la gente alrededor nos conoce muy bien. Ya tenemos la certeza de que nadie va a ir a decirle a los demás quienes somos. Ya todo está a la vista, reflejado en la mirada, esa mirada que nos delata aunque nuestra boca permanezca cerrada. Ya se sabe qué esperar de cada quien. Pocas cosas nos sorprenden.


Dice Gibrán en su libro “Cartas de amor del profeta” (Planeta, 1998):


“Que el hombre y la mujer sean capaces de llenar cada uno la copa del otro, pero que no beban de la misma copa”. “¿Qué quiero decir? Que una pareja no puede vivir la misma vida. Cuando se empieza a hacer esto por amor, se termina descubriendo que este camino conduce al odio”.


No se puede pedir mayor claridad de pensamiento. Ven, lee. No quiero que respondas, sino que te sientes, en la paz que se respira en esta casa virtual (que también es tuya), a reflexionar. Es mi deseo…

Wednesday, July 14, 2010

Aprender a escuchar con el Maestro Krishnamurti


¡Hola a todos! Ya terminó el vértigo y el furor que causa ese fenómeno de masas que denominan “La Copa” unos, “El Mundial” otros, en el cual se enfrentan equipos de fútbol representativos de los cinco continentes, y que en esta edición ganó España por primera vez. ¡Enhorabuena a todos mis amigos y amigas de España!

Luego de finalizado el evento, viene un período de calma, de ensimismamiento, de reflexión entre lo que fue y lo que pudo ser.

Es muy interesante, en momentos como éste, dedicarse a escuchar, que no a oír. ¿Qué es escuchar? Parece simple la respuesta pero no lo es tanto. Dejemos que sea el Maestro Krishnamurti quien nos lo explique:

“Pienso que es muy importante saber cómo escuchar. Si saben cómo escuchar, llegarán inmediatamente a la raíz de las cosas. Si escuchan el sonido puro, tendrán un contacto instantáneo con su belleza. De igual manera, si supieran cómo escuchar lo que se está diciendo, habría una comprensión instantánea. Escuchar es enfocar completamente la atención. Ustedes piensan que la atención es una cosa cansadora, que aprender a concentrarse es un largo proceso. Pero si realmente saben cómo escuchar, entonces la atención no es difícil y encontrarán que llegan inmediatamente al corazón de las cosas, con un estado extraordinario de alerta.

La mayoría de nosotros no escucha realmente. Nos distraen los ruidos externos o tenemos algún prejuicio, alguna propensión que deforma nuestra mente, y eso nos impide escuchar verdaderamente lo que se dice. Esto es especialmente así con las personas mayores, porque tienen tras de sí una larga serie de logros y fracasos; son alguien o no son nadie en el mundo, y es muy difícil penetrar las capas de sus formulaciones, de sus conceptos previos. Su imaginación, su condicionamiento, su sentido de la realización personal impedirán que lo que se dice pueda penetrar. Pero si sabemos cómo escuchar lo que se está diciendo, si podemos escuchar como si escucháramos el canto de un pájaro en la mañana, entonces el escuchar es una cosa extraordinaria, especialmente cuando lo que se dice es algo verdadero. Puede no gustamos, puede que lo resistamos instintivamente; pero si realmente podemos escuchar, veremos la verdad de ello. De ese modo, el auténtico escuchar quita la carga de la mente, limpia los desperdicios de muchos años de fracasos, éxitos, anhelos.

Ahora ustedes me están escuchando; no están haciendo un esfuerzo para prestar atención, simplemente están escuchando; y si hay verdad en lo que oyen, encontrarán que dentro de ustedes ocurre algo notable: un cambio no premeditado ni deseado, una transformación, una revolución completa en la que sólo reina la verdad y no las creaciones de la mente. Si puedo sugerirlo, de ese modo tienen que escucharlo todo, no sólo lo que estoy diciendo sino también lo que dicen otras personas; así tienen que escuchar a los pájaros, el silbido de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrarán que cuanto más lo escuchan todo, mayor es el silencio, y ese silencio no es roto por el ruido. ”

Monday, July 05, 2010

Respirar nuestro aire, respirar otros aires...


El país convulso. ¿El ambiente en la calle? De mucha agresividad. No se respetan las normas mínimas de convivencia.

Sin embargo no perdemos la esperanza. Las cosas pueden cambiar, como el mar, que a veces está turbulento, tormentoso, y luego viene una calma que lo convierte en un espejo.

Cuando se puede, buscamos oxigeno en otras tierras, de manera temporal.

Al tomar el vuelo y despedir nuestro suelo, la sensación es de tristeza por lo que se deja atrás. Es la tierra a la que estamos unidos con lazos de sangre; la que fue testigo de nuestras vivencias de niño y de adolescente, de nuestro primer beso y nuestro grado académico. De nuestro primer trabajo y de nuestros errores por inexperiencia.

Ella queda atrás. Sentimos que nos mira, con ojos compasivos, cuando despegamos, como si no quisiera estar sola. Desde el aire contemplamos con estupor, a través de la ventanilla, como nos dice adiós con la mano, y vemos en su mirada la esperanza de que un día, no tan lejano, volvamos a pisarla, a sentirla, a abrazarla.

Pronto desaparece de nuestra visión, y por más que miremos entre las nubes, confundiendo muchas veces mar con cielo en el horizonte, ella ya no está, se ha perdido en la lejanía.

En algún momento aterrizamos en otra tierra, que nos recibe con algo de indiferencia. No nos sentimos el hijo que vuelve a casa. Es otra casa, con otros muebles y otros habitantes. Otras reglas, otro aire, otras vidas.

A veces caemos en el odioso terreno de las comparaciones, de ver todo lo bueno e ignorar lo malo, que también está presente, aunque de modo diferente, y a veces hasta sutil. Estamos preparados mentalmente para insertarnos, que nunca es tal, porque siempre aparece la tendencia a la patria, el corazón que la llama. Cuando escuchamos a alguien hablar nuestro español característico, o hasta en la forma en que las madres regañan a sus hijos, la sangre vuelve a relucir.

Mientras más tiempo pasamos en la otra casa, más nos acostumbramos a ella, a sus vivencias, a su forma de vida, a su gente, porque, al fin y al cabo, la vida es algo que nunca se detiene.

Y luego nos toca volver, y el corazón se nos llena de emoción, nada más imaginar su calor, su gente, sus paisajes tan familiares para nosotros. Y a medida que se aproxima la partida se empiezan a cruzar los sentimientos. Unos de nostalgia por lo que se deja, las amistades, lo vivido, la tranquilidad que no tiene precio, la organización, presente en todas partes. Otros por lo que nos vamos a encontrar a la vuelta. Mucha incertidumbre, que no se calma ni siquiera por el hecho de seguir a diario las noticias locales, vía web. Nunca es igual que te lo cuenten a que lo vivas.

Los primeros días del regreso son de un shock cultural que comienza en el mismo aeropuerto. A reorganizar nuestra vida y adaptarla a las “condiciones de borde” originales. Nos llenamos de “¡no dejes la cartera en la silla!”, “¡no estaciones el coche allí, que es muy oscuro!”, “¡esa calle está muy sola!”, “¡en ese banco no podemos sacar dinero!” y un sinfín de advertencias que nos hacen poner rápidamente los pies sobre la tierra, nuestra tierra.

Paramos en un semáforo con luz roja y el de atrás nos suena la bocina insistentemente, todo porque en la transversal no vienen coches. En medio de la calle, sin importar nuestra escena cotidiana, una joven hace malabares con unas teas encendidas que dan giros en el aire, con preciosismo de circo, y luego, con rigurosidad de relojero suizo, detiene su acto segundos antes de que la luz cambie a verde, con el tiempo suficiente para pasar pidiendo dinero por las ventanillas.

Un enjambre de motociclistas conduce por los espacios entre los canales de circulación a velocidades extremas. A su vez, los vendedores ambulantes se apartan raudos, haciendo detenerse a los vehículos, todo para evitar la embestida de la motocicleta. Escena típica que nos arrastra con su carga de anormalidad.

A nuestro lado, una joven lanza por la ventana del autobús la lata de la Coca Cola que acaba de tomarse, convirtiendo a la calle en una inmensa cesta de basura. La miramos a los ojos desde el coche y nos sonríe con dulzura, inocente de todo mal, con una cara bellísima, como es característico en estos lados del mundo.

Llegamos a casa y nos refugiamos en nuestros libros, buscando una salida momentánea al bizarro mundo que está allá afuera. Y digo bizarro con el significado que tiene en el idioma inglés, es decir, extraño, extravagante.

Friday, July 02, 2010

No me olvides...



Hoy escuche esta pieza musical de Era. La verdad, me partió el alma. Es un diálogo entre dos niños en desamparo. Escúchenla. A mi me mató. Besos y abrazos. Oz
Mom´s sick. She says she can´t get up. (Mami está enferma. Dice que no puede pararse).
My little brother is getting hungry. (Mi hermanito tiene hambre).
I must go to the village and ask for some food. Would you help me? (Debo ir al pueblo a pedir comida. ¿Me ayudas?).
Sure Connie, I´ll help ya! (¡Claro Connie! ¡Te ayudaré!).
I always feel good when you´re with me. (Siempre me siento bien cuando estás conmigo).
You´re my friend Connie. (Eres mi amiga Connie).
Are you always gonna be there when I grow up, are you? (Vas a estar siempre allí cuando yo crezca, ¿cierto?).
Cross my heart! (¡Te lo juro!).