Sunday, September 30, 2012

Lecturas simultáneas



        Tengo el (¿mal?) hábito de leer varios libros en simultáneo. A veces lo dejo pero recaigo fácilmente. Es un orden dentro del desorden lo que hago. ¿Un coqueteo con el caos? No lo creo así.
        Dependiendo del estado de ánimo voy a uno o a otro libro. Y les confieso que he estado leyendo a “La conjura de los Necios” de John Kennedy Toole, “Buda” de Deepak Chopra, “La vida privada de los árboles” y “Bonsái” de Alejandro Zambra, “El cuaderno rojo” y “Diario de Invierno” de Paul Auster, “La estepa infinita” de Esther Hautzig, “Conversations with Capote” de Lawrence Grobel y la “Antología del cuento triste” de Bárbara Jacobs y Augusto Monterroso.
        Una auténtica locura ¿verdad? Bueno, más o menos, lo admito.
         Son libros que abordan diversos temas y que curiosamente tienen algo en común (menos la Antología): son biográficos o autobiográficos. Aunque algunos se disfracen de ficción.
        He terminado los dos de Zambra, el de la señora Hautzig y “El cuaderno rojo” de Auster. Todos altamente recomendables.
        De los que faltan, les cuento que en la Antología voy por la mitad y me ha hecho llorar tantas veces como cuentos he leído. No es masoquismo, aunque parezca. Son cuentos tristes, como lo dice su título, y no por ello menos hermosos. Como la tristeza es muy contagiosa los intercalo con otras lecturas, para equilibrar el ánimo. El señor Monterroso ha escrito en el prefacio: “La vida es triste. Y si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, un buen cuento será siempre un cuento triste.”
        “La conjura”, “Buda” y las “Conversaciones” con Truman Capote pintan muy bien. Les cuento porqué los he escogido: El primero porque me han dicho que es muy parecido a “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger (en el Top Ten de mis favoritos). El segundo para comparar la visión de Buda que tiene Chopra con la de Herman Hesse en “Siddartha”. El tercero es un paso previo a mi lectura de “A sangre fría”. Las conversaciones con Capote lo muestran al desnudo y lo definen como escritor.
        “Diario de Invierno” ha venido a continuar una especie de appetizer o entrada para la lectura posterior de “Trilogía de Nueva York”. “El cuaderno rojo” es el libro de iniciación con Paul Auster. Cuando conoces aspectos claves de su vida, disfrutas mucho más la lectura de sus libros. Y creo que me encuentro ante un autor excepcional.
        Cuando lean a Zambra, especialmente en “La vida privada de los árboles”, comprenderán claramente el significado de novela breve. No he dejado de pensar en ella desde que la terminé. Y es digna de aplausos. 

Wednesday, September 19, 2012

Siete años



Siete años tiene una criatura que va por primera vez a la escuela. Por lo general se encuentra dando sus primeros pasos en la lectura y la escritura. Va con la expectativa de enfrentarse a un mundo nuevo, diferente, distante del concepto que tenía antes de atravesar la cerca perimetral del colegio.

Esa criatura, a pesar de todo, ya tiene idea de lo que se va a encontrar. Tiene tiempo recopilando información, a través de sus hermanos mayores, de sus amigos, de sus padres, y así, como quien no quiere la cosa, ya tiene una idea formada de lo que se vive intramuros.

Por eso, cuando se encuentra como ahora, sentado frente a la maestra que le da la bienvenida, es invadido por una especie de déjà vu. Su mirada cómplice se cruza con la de sus amigos, tanto los nuevos como los viejos conocidos de la vecindad, todos asombrados, todos expectantes.

Durante esa primera larga hora en el salón de clases, mientras contestan el llamado de la lista a la maestra, una gran cantidad de imágenes pasa frente a ellos, especie de cine mudo de sus propias experiencias. Miran los pupitres, los olfatean disimuladamente, intentan resolver los enigmas que les plantean los graffitis escritos antes por otros que, como ellos, alguna vez estuvieron en los mismos asientos y con las mismas dudas que ahora tienen.

La maestra pasa a ser esa persona mágica, dueña de todos los conocimientos; los transmite con esa voz de locutora de noticiero de televisión. Es bella a más no poder. De sus labios brotan palabras maravillosas que guían a sus alumnos en su temprana educación. Pronto pasa a ser la novia, la dueña de sus pensamientos, la confidente, la segunda madre, la amiga y la estrella que los orienta en esta nueva aventura de la vida.

La pizarra con su fondo verde es el lienzo en el que la educadora escribe las palabras más importantes, con el tipo de letra más hermoso y jamás visto hasta entonces. Tanto así, que da rabia cuando borra lo que creíamos iba a ser una imagen eterna.

Los olores del salón de clase quedan marcados para siempre en el espíritu, olor a madera de lápiz y a grafito, olor a colonia y almizcle de niño, a la fragancia de flores de la maestra, a tiza y a papel de cuaderno.
La luz natural y artificial que se entremezcla y cubre todo de una pátina inconfundible que permanecerá en el recuerdo.

Esta casa virtual cumple siete años y hoy precisamente me siento como ese niño, tengo esas mismas sensaciones, esas ganas de aprender a leer y a escribir, veo esa luz y la pátina de los objetos, percibo esos olores a almizcle, a madera de lápiz, tengo la misma inquietud de conocimiento, las mismas expectativas.

Estoy agradecido de haber venido un día, hace siete años y de haber abierto este camino, enfermo como estaba de “literatosis”; aún lo estoy, cada día con más ganas de leer y de escribir.

Se ha abierto ante mi un mundo hermoso, desconocido en parte pero fascinante, atractivo. Ese mundo paralelo donde ocurren tantas historias bonitas, y tristes, y alegres, e insulsas. Ese mundo que apenas se asoma ante mí y me hace sonreír.

Gracias a todos los que me han acompañado en ese camino. Bienvenidos los que se incorporan. Vamos andando juntos y descubriendo facetas, personajes, anécdotas, reflexiones, aprendizajes, personalidades. Los quiero mucho, extraño su presencia cuando no están y nunca los olvido. Ya saben que ésta es su casa.

*Imagen: "Dew on grass" de Luc Viatour en Wikimedia Commons

Saturday, September 08, 2012

Tengo fe en la Vinotinto



Ahora me ha dado por escribir los sábados en la mañana. En realidad uno debería escribir cuando, donde, como y lo que le plazca, pero a veces lo finito del tiempo atenta contra los propios deseos.

Sin embargo me tomaré en serio el “lo que le plazca” y escribiré de fútbol. Es típico que luego de cada partido aparezcan en Venezuela casi 30 millones de Directores Técnicos a pontificar lo que estuvo bien y lo que no, con una sapiencia que ya Pelé y Beckenbauer desearían para sí.

A pesar de ello voy a hacer un ejercicio de opinión sobre el particular.

Acabamos de perder en la eliminatoria sudamericana al Mundial Brasil 2014 con la selección de Perú. Una selección con pedigrí. Tanto así que cuando era pequeño y me gustaba más el fútbol, entre mis héroes se encontraba Teófilo Cubillas, aquel crack peruano que deslumbraba en los años 70 con su fútbol ofensivo desde el medio campo. Y no era el único peruano en mi espacio estelar. También estaban Héctor Chumpitaz, César Cueto, Juan Carlos Oblitas y Percy Rojas, referencias obligadas cuando de buen futbol se hablaba. Tenían un DT de lujo, un gordito llamado Marcos Calderón, que lo sabía todo.

Ayer, viendo a Jefferson Farfán jugar, recordé a Cubillas, hubo destellos de Cubillas en el Estadio Nacional de Lima.
Los tiempos han cambiado y la selección peruana lucha por cambiarle la cara a un once que hace mucho tiempo no va a un Mundial.

La historia de nuestra selección, la Vinotinto, es diferente. Cuando yo tuve uso de razón fui testigo de que íbamos a la Eliminatoria a cubrir una vacante. Éramos el hazmerreír de los otros equipos, goleadas iban y venían sin despertar mayores comentarios en el país. Nadie iba a despedir a la selección cuando viajaba y mucho menos a recibirla cuando llegaba.

Los jugadores eran gente que trabajaba en otras cosas y al final del día, por amor al arte, jugaban al fútbol. Nada que ver con los países a los que enfrentaba, donde el fútbol es la vida misma.

Entrenadores iban y venían y los resultados eran los mismos: últimos en la tabla. Ni soñar con ir a un Mundial. Los fanáticos ahogaban sus penas con camisetas de otros países, a los que seguían con una pasión que aquí en casa no tenía como o con quién desbordarse.

Como estrellas solitarias en un cielo oscuro brillaban nombres como Luis Mendoza, Cheché Vidal, César Baena, Nelson Carrero, Bernardo Añor, René Torres, Herbert Márquez, Carlos Maldonado, Vicente Vega, Pedro Febles.

Llegó un día Richard Páez como Director Técnico y le cambió la cara a la Selección. Jugar de tú a tú, con un esquema moderno e irreverente. Mentalidad ganadora. Nada fácil para un equipo acostumbrado a perder por goleada. Hoy nuestros jugadores son referencia, individualmente y como equipo.

Estamos luchando por conseguir un cupo en el Mundial Brasil 2014. La lucha ha sido dura, feroz. La Eliminatoria Sudamericana es quizás una de las más difíciles del mundo, pero es allí donde nos ha tocado, y es allí donde nos haremos hombres y clasificaremos a un Mundial.

Ayer celebré con vehemencia el gol de Arango aunque finalmente los destellos de Farfán nos hicieron morder el polvo. Esa derrota nos hace sentir que somos humanos, que debemos seguir luchando para lograr el objetivo. Nadie dijo que era fácil.

Ahora vamos contra Paraguay. También tienen pedigrí pero esa es otra historia. Vamos con hambre de puntos y necesidad de victoria. A nueve partidos por jugar, con los jugadores que tenemos, haciendo las correcciones del caso y con renovada fe iremos al Mundial.

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1.
*Fotografía de Angel Colmenares en el diario "Lider".

Saturday, September 01, 2012

Septiembre



Finalmente llegó septiembre. No puedo ver aquella gama de ocres que dibujan las hojas secas en las calles de algunos lugares. En el trópico las estaciones son imperceptibles.

Aún así, hay algo en el ambiente que cambia cuando llega septiembre. Hay un anuncio invisible, inaudible, pero sensible que lo indica.

Es ahora cuando miramos al retrovisor de nuestras vidas, a ver qué hemos hecho desde aquel abrazo de año nuevo, qué metas nos habíamos planteado y qué cosas hemos hecho o estamos haciendo para lograrlas.

Viene diciembre a paso muy veloz, y a pesar de saber que ya mañana estaremos escuchando música de Navidad, sé también que muchas cosas van a cambiar de aquí a allá.

El ritmo de vida en una ciudad como Caracas es vertiginoso. Todos los días pasan miles de cosas que nos alteran la rutina. Y da la impresión de que todos los días salimos a enterarnos, cuando no somos protagonistas, de lo que pasa alrededor.

Aunque sigamos la misma ruta, aunque abastezcamos combustible en la misma estación, subamos a la oficina en el mismo elevador y nos encontremos casi siempre con las mismas personas, hay cosas, en principio leves, que nos anuncian que algo ha cambiado.

Buenas noticias y malas noticias van cayendo como las hojas de los árboles de los países que están en otoño. Algunas no provocan reacciones pero otras nos paralizan. La niña lucha por su vida. Neil Armstrong ya no está. El niño se graduó. La mujer se fue de vacaciones. El amigo se cortó el cabello. La dama se divorcia. ¿Quién mandó a podar el árbol? No hay agua en las tuberías. El portón se dañó. El tráfico en la ruta secreta está atascado. Mi jefe ya no lo es. Amanecí con diarrea. Qué bello es éste hotel. Robaron en la cuadra. Terminaron los juegos olímpicos. Apple ganó la demanda. Lewis Hamilton muere por las Haribo. Explosión en la Refinería. Se cayó un puente. Hay problemas en el ferry. Rubén Limardo gana el oro. La nieta está embarazada. Me voy a Nueva York. Tiroteo en el Empire State. Mi amiga deja el trabajo. Su esposo se va del país. Mañana lloverá de nuevo. Comienzan las clases. Maickel Melamed va a correr los 5 Majors. Destruí un hormiguero. Las hormigas están furiosas. Coco se exhibe y le toman fotografías (¡Sí!). Obama lee a Franzen. El calentador no funciona. El cura ya no manda en Paraguay. La radiactividad cubre de nuevo a Japón. La luna está redonda como una arepa. Me dio hambre. Llueve mucho en Cumanacoa. Las FARC quieren la paz.

Todo ocurre bajo el leve manto de la rutina. Porque aparentemente nada pasa. Y todo pasa. La rutina esconde el vértigo con el que pasan las cosas. Pero hay cambios. Perceptibles o no. Importantes o no. Los hay. Y los habrá. ¡Atención!

*Imagen: Kari Andresen "Mantén tu cabeza en las nubes y los pies en la tierra" en www.smashingmagazine.com