Thursday, July 19, 2012

Palmera



El día ha estado extraño hoy. Luminoso y radiante al mediodía, se ha dejado caer en la tarde con vientos fuertes y un olor a lluvia proveniente de quién sabe dónde, que presagia mucha agua a caer durante la noche.

Bajo a comer en el restaurante de siempre, donde ya todos me conocen (mesonero, clientes, etcétera) y da la impresión de que hasta saben lo que voy a pedir. El menú, que poco cambia, no ayuda. La gente es más o menos la misma siempre. Nos miramos como se miran los niños en el aula de clases. Ya cada uno imagina lo que hace cada quién antes de sentarse en su puesto. ¿Rutina? Quizás.

Nos saludamos como siempre. Ni siquiera nos piden lo que vamos a beber. Escucho la licuadora a lo lejos. Ese ruido me anuncia que alguien me ha visto desde adentro y ha puesto en marcha el mecanismo. Automático. 
Todo lo hace la costumbre.

Sin embargo pienso que la vida es un eterno cambio. Quisiera estar en otra parte, haciendo otras cosas, visitando otros lugares donde al principio no me conozcan. Que muestre otros colores y olores, otras voces. Al final volverá a ser habitual porque suelo visitar los mismos lugares, es decir, me convierto rápidamente en habitué. De ello no puedo ni quiero escapar porque me amoldo a los sitios donde me siento bien. Soy así.

Suelo comer en la terraza, al aire libre. Allí, al lado de un jardín que alberga a una especie de palmera cuya flor es un extraño bulbo grande y amarillo. Esa palmera expele, de vez en cuando, un olor fuerte, medio cítrico, que produce una leve dificultad al respirar. ¿Es su defensa acaso contra los enemigos naturales? Puede ser, pero no me toma en cuenta. Ni siquiera le importa que vaya a comer.

A veces pienso que sabe, muy adentro, que no soy muy amigo de las palmeras y que prefiero a las coníferas. ¿Por que? No sé bien. Algo natural en mí. La venganza es dulce, pensará la palmera. No me quieres, no te quiero.

Miro su tronco enrevesado y la siento complicada. Incómoda con su propio cuerpo. Ella lo sabe y el olor se intensifica. Al final la olvido, entre la conversa y la indiferencia. Y la dejo de sentir. La veo triste. ¿Percepción o señal que me envía? No lo sé.

Lo que no pierde nunca es la coquetería. Ha floreado varias veces en un año. Las flores son raras. Ella es rara. Pero eso no es importante.

Igual se siente mujer. Y se enfada, expeliendo su olor, cuando tiene cerca a tipos como yo a los que no le gustan mucho las palmeras.

Monday, July 16, 2012

Música por Dervis



El pasado 12 de julio nos dejó un gran amigo, mejor persona, ingeniero y percusionista llamado Dervis Romero. Esa pérdida la he lamentado en lo más profundo de mi ser, dada la calidad humana de mi amigo. 

Ese día le escribí una nota a Bismarck Lara (otro amigo) diciéndole que Dervis era una de esas personas de las cuales tu deseas irte primero para no tener que sobrellevar la pena de extrañarlo por siempre.

Su amiga del alma, la periodista Lil Rodríguez le escribió una reseña para el diario Últimas Noticias de Caracas el domingo pasado. Lil gentilmente me ha permitido reproducirla, porque mis palabras no alcanzan la belleza de las suyas en este triste momento.

“Música por Dervis”, por Lil Rodríguez en “La Cota Lil”

Hizo su propio llamado a las cuatro de la mañana del pasado jueves. A esa hora se despertó mi hijo en su casa, a esa hora se cayó de la cama bruscamente por un sobresalto su nieta Dahomey, a esa hora se despertó alarmada una de sus hermanas, a esa hora varios amigos, como Martha López y Agapito Hernández también se levantaron a dar vueltas sin saber por qué, pero deprimidos; a esa hora quien escribe pegaba un brinco sobresaltado. 

Fue la hora que escogió Dervis Romero para avisarnos que iba a entregar el testigo. Y personalmente no me cabe duda, porque a falta de habla, el espíritu escoge la forma de avisar lo que el cuerpo no puede.
Hasta ese preciso instante nos negábamos a la idea de que pudiera irse el amigo, el confidente, el consejero, el asesor, el músico, el profesional, el hombre que fue Dervis.

Sano por dentro y por fuera, limpio de alma y dotado de virtudes tan escasas hoy, Dervis era el auxilio permanente, la mirada precisa, la sonrisa perfecta…

Con él como amigo era imposible que uno se sintiera solo. Y es que Dervis era también como un médium, que sabía, aunque uno no le contara.

-Ringgg
-¿Aló?
-¿Qué te pasa Lil del Valle?

Siempre me llamó por mis dos nombres…

Una gaita

Dejando a un lado sus condiciones de ingeniero humanista, o de humanista ingeniero, Dervis Romero poseía otra virtud escasa: nunca se encasilló musicalmente en un ritmo. Sabía de todas las músicas, y bien, con conocimiento de causa. No en balde pasaba horas escuchando y apuntando, para luego compartir. 

Con amor infinito hablaba de la monumental obra de Juan de Dios Martínez, allí, en el sur del lago de Maracaibo, y con ternura desglosaba las etapas de Cesária Évora, o los aportes de Miguelito Cuní al fraseo en el son montuno, para pasar con deleite a analizar el mundo de los arreglos hechos por el Pavo Frank, o las novedades de la salsa de los barrios, y seguía con intensidad mostrando las sutiles diferencias entre un joropo oriental y uno del llano, o expresando su admiración por José Romero Bello. Y así seguía delineando la actualidad de la música en África, pero no con generalidades sino país por país, con los nombres de los intérpretes, y sobre todo, de los instrumentos. 

Sentía especial predilección por el sonido de la Kora, y distinguía sin problemas las profundidades de la percusión en el Bendir, el Yembé o el Atabaque. Y nos enseñaba. Así de prodigioso y bien formado era su oído. Cuando Dervis sacaba un habano ya uno sabía que lo que venía era para coger palco.

Tan hermosa como su cultura era su estampa. Siempre me pareció que Dervis era la reencarnación de un fino sonero de la década de los treinta o de los cuarenta. Siempre combinado, bien arreglado, mucho blanco y guayabera, el infaltable gorro, como si tuviera un egbó permanente mandado por Shangó.

Y el abuelo

Nació el 23 de agosto de 1962 en Maracaibo, y en su seno familiar fue el único varón. Tal vez por eso el apego profundo al abuelo, figura indispensable en su conversación para hilvanar historias de la gaita, de la zulianía, de los personajes que ofrendaron perfil a la tierra por el sol amada.

Amante de las tradiciones venezolanas, a Dervis le encantaba cargar con los aperos de la cocina, las verduras, los aliños, las cervezas, los discos, las libretas, el carbón, todo con tal de que un buen almuerzo tuviera sabor de tierra adentro. 

Tal vez por ese amor a lo genuino fue que se enamoró de Nelly Ramos, la amada a la que ofreció el brazo y el alma cuando ella estoicamente se reponía de tanta pérdida con la tragedia del “Madera” (hermanas incluidas) y de golpes que hicieron mella en sus sentimientos.

Ese amor de Nelly y Dervis era para nosotros como el Hans y Jenny, que inmortalizara Aquiles Nazoa: Hans y Jenny eran soñadores y hermosos, y su amor compartían como dos colegiales comparten sus almendras… Por ejemplo, Hans reconocía y amaba a Jenny en la transparencia de las fuentes y en la mirada de los niños, y en las hojas secas. Jenny reconocía y amaba a Hans en las barbas de los mendigos y en el perfume del pan tierno, y en las más humildes monedas.

Así, con problemas y todo, se sentía la energía amorosa de Dervis y Nelly, rompecabezas colorido, siempre oloroso a ámbar.

Y la muerte pisó el huerto

Muchos en el barrio comenzaron a darse cuenta de que algo no encajaba cuando observaron que no era Dervis el que estaba sacando a pasear a la perra, a esa perrita que salvó magullada, herida de debajo de un carro. 

Y es que Nelly no avisaba a nadie de tan llena de angustia por lo que veía: Dervis daba tumbos. Lo que supusieron los médicos que era laberintitis, era un derrame. Johany, la hija de Nelly que con tanto amor Dervis levantó fue la que comenzó a avisar. Ya lo habían operado, y el pronóstico no era bueno.

Entonces vino la rebelión de todos como forma de esquivar la realidad. Pero ella, la realidad, se hizo presente a pedacitos.

Vi a nuestra amiga del alma, siempre tan fuerte y animosa, colocar en el oído de Dervis la voz infantil de Dahomey diciendo “te quiero abuelo, te quiero”, y los compases de uno de sus temas favoritos, el Donna Lee de Miles Davis con arreglos y ejecución del Pavo Frank, para luego caer desplomada en llanto sobre el pecho amado. Su mano en el corazón de Dervis le daba el tiempo. “No se siente, manita, no se siente”. 

Era temprano ese jueves, y estábamos con Nelly, ya que después del aviso de las 4 de la madrugada habíamos enrumbado mi hijo y yo desde Guarenas a La Floresta. Las hermanas de Dervis, ejemplares y dignas, Nelly, Uncas y yo entonces lo supimos: no había sístole y diástole sino una inmensa paz de ojos cerrados con un gorrito puesto y una vía abierta hacia la eternidad.

Si la muerte pisa mi huerto/¿quién firmará que he muerto de muerte natural?
¿Quién lo voceará en mi pueblo?/¿quién pondrá un lazo negro al entreabierto portal?

Hoy descansará en su amado Maracaibo, el de Chinco y Rafael Rincón, el de Ricardo, el de su abuelo del alma, la tierra de donde salió para encontrarse con San Agustín para siempre. Por eso este viernes, en su despedida, todos cantaron:

Compañero de cantos y labores, compañero de la libertad/ en el campo donde dejas tu vida tu presente y tu futuro está.

No abandones la tierra, compañero…

Lil Rodríguez

Imagen: Cortesía de Uncas Montilla

Saturday, July 14, 2012

Internet, el nuevo vecino de la cuadra. En fotografías...

Hace apenas un mes escribí este post. Hoy un amigo me envía un correo con estas fotos que son testimonio gráfico de lo que escribí. Sean ustedes los jueces...


Cita en un restaurant...



Paseo en auto por la ciudad...



 En la playa con los amigos...



 En el estadio mirando el juego...




De museos...


 Compartiendo unos tragos...



 En el aniversario de graduación...



 Cenita entre amigas...



Saturday, July 07, 2012

Hablando de hamburguesas...



El flaco limpia las mesas y habla de todo: del gobierno, de béisbol, de la vida.

Yo me acerco. Nunca había visto ese restaurante, aunque mi hija me había comentado. Curioseo la preparación de la comida, el cartel con los precios. Los empleados también me miran con curiosidad, la cual no es mutua porque yo me fijo en lo que preparan, el aseo del local, los precios, todo mientras escucho la perorata del flaco limpiando las mesas.

En un instante pregunto si las hamburguesas son de carne de verdad y el flaco me salta, casi ofendido: “Claro que sí. Somos famosos es por ese pequeño detalle. Pruébala y no te arrepentirás.”.

Me lo pienso un rato y me atrevo. Pido la de media libra, 200 gramos de carne, para llevar a casa. Me piden tres minutos y medio para prepararla. Me siento en una mesa y hojeo un libro que llevo. No me dan tiempo de concentrarme. Me llaman y me informan que ya está lista. Sorpresa. Cumplen lo que dicen. Falta comprobar el estado de la hamburguesa. No resisto llegar a casa. El olor me hace cambiar de parecer. Abro el envoltorio plástico donde la han puesto. Agrego unos ingredientes en el salad bar y procedo a la ingesta. Mmmmm. Aprobada. De una buena vez. Recordé la del Sam´s Deli Diner de Houston, que es la gloria.

El flaco me mira y dispara: “¿Porqué la pediste para llevar? Estás comiendo incómodo. Te puedo traer un plato.”. Es tarde. Se ha esfumado. Ya no llegará a casa. Sigo hablando con el flaco y me cuenta la historia. Comenzó trabajando en McDonald´s. Ahora es piloto de aviones pero quiere tener algo para cuando no pueda volar más. Y eso es Juanchi´s Grill.

En el restaurant hay un TV que siempre transmite partidos de Grandes Ligas de Béisbol. Un adicional para los fanáticos del deporte, como yo. Le digo al flaco: “La pegaste de la pared.”. El me entiende porque en la jerga del béisbol es algo así como salirse con la suya, arriesgar y lograr el cometido.

Ayer volví. No estaba el flaco. Si todo lo demás, y en su santo lugar. El TV con las Grandes Ligas, la cheeseburger de media libra, el sabor inconfundible. Y los recuerdos del Sam´s.

En Caracas hay muchos sitios de hamburguesas. El más popular es McDonald´s. No me gusta la carne de su hamburguesa, aunque si la salsa de la Big Tasty. Mi hija me llevó a “Avila Burger” donde probé la “Lagunazo”, una hamburguesa gourmet hecha con salmón, espectacular. Pero la verdadera hamburguesa es de carne de res. La oferta es múltiple. Pero el sabor distingue unas de otras.

En Houston hay muy buenos restaurantes de hamburguesas, como el legendario Fuddruckers, pero el que más se acerca a mi concepto sencillo y personal de lo que debe ser una buena hamburguesa es Sam´s Deli Diner. Un restaurant más bien pequeño, con poco personal, pero unas hamburguesas gigantes con un sabor único e irrepetible. Salvando las distancias, así es Juanchi´s Grill, en Caurimare, Caracas.