Sunday, July 26, 2009

Silencios que dicen mucho...


"Cuando estás silencioso, hablas.
Cuando hablas, estás silencioso"

Yoka Daishi, Maestro Zen

Friday, July 24, 2009

Freddie el minero


Sus días transcurrían en la monotonía, el absoluto aburrimiento. Un aburrimiento que tan solo se justificaba por el placer que para él constituía el ejercer la actividad minera en el largo y tedioso camino a casa. Era minero de su propia nariz. Al punto que desesperaba en los días en que no encontraba las ansiadas vetas del mineral.

Su vida en sí era bastante anodina. Fredesvindo, que así se llamaba, no encontraba placer en las mujeres, ni en los juegos de envite y azar que tanto se habían difundido con la crisis. Freddie, como le conocían todos allí, desempeñaba diversas misiones dentro de la oficina. Preparaba el café como nadie, unos días mejor que en otros, sin revelar a nadie su secreto. Desde que lo comisionaron para ello, ya pocos empleados se atrevían a bajar a la cafetería de la esquina. Todos daban vueltas alrededor de la máquina de café esperando el tiempo preciso en que la misma terminara de colar la deliciosa bebida que los ayudaba a mantenerse despiertos en un ambiente de tanto tedio y rutina.

Claro que Freddie hacía otras cosas, algunas de ellas un tanto difíciles de ejecutar, como dirigirse al Instituto Geográfico “Simón Bolivar” a comprar los “ortofotomapas” (fotografías aéreas de uso cartográfico) específicos para una región del país, en la escala y el tamaño adecuados. Nadie como él para conseguirlos. Podían enviar a otros, que ya volverían fracasados, sin cumplir con la misión encomendada. Con Freddie era otra cosa. No se sabe cómo ni con que contactos, pero lograba conseguir el plano o la carta geográfica más difícil, en la escala necesaria. Muchas veces regresaba con material que se encontraba agotado, con años fuera de imprenta, muy útil para los ingenieros de la empresa. Freddie tenía sus contactos, obviamente, pero nadie nunca lo supo, mucho menos de su boca.

Freddie era entonces una especie de ministro plenipotenciario para lo que fuese. La envidia de otros empleados, profesionales o no. Se dice que una vez logró salvar financieramente a la empresa al conseguir que un importante cliente pagara una factura por un gran monto, vencida hacía largo tiempo. El sólo pidió sus viáticos por tres días, los gastos de pasajes y hotel, a los cuales anexó una que otra factura por consumos de bebidas alcohólicas en bares de aquella ciudad. No se supo de él durante esos tres días, y al regresar, fue directamente a la oficina del presidente a entregar el cheque salvador. Por eso y otras cosas, todos lo respetaban mucho, y no tenía necesidad alguna de, como todas las mañanas, hacer el café para los otros empleados. Pero nadie logró sacarlo de allí. Tampoco nadie quería. Ni el mismo presidente, que era el primero que se acercaba a disfrutar del oscuro líquido humeante, deliciosamente aromatizado.

Pero lo de él era la minería, endógena, para más señas. A pesar de que muchos atribuían su eterna sonrisa a alguna misteriosa mujer que, según contaban quienes se situaban cerca de él, lo llamaba a diario, llamadas que el contestaba en susurros que nadie escuchaba, apenas si se oía levemente la voz chillona de la susodicha, a través del auricular.

Freddie guardaba para sí el secreto de su sonrisa, que no era otro que la felicidad que le causaba el hecho de que, en solitario, cada tres días, sentado en su coche, escuchando su música favorita de Beethoven, dirigía su dedo meñique hacia la mina, en cualquiera de sus dos entradas, y el mismo hacía contacto con una gran veta acumulada. La alegría era patente. Sólo para él. Alrededor, todos lo ignoraban, escudado como estaba tras los vidrios oscuros de su auto, formando parte de la gigantesca serpiente metálica que recorría la ciudad en las llamadas horas pico.

Freddie tocaba repetidas veces la veta, imaginaba su tamaño y su forma, su textura, los colores de la misma. Poco a poco, en estado de éxtasis, lograba extraerla de la mina, encendía, como en una ceremonia premeditada, la lamparilla interna del auto y observaba minuciosamente y por largo tiempo el hallazgo, sonrisa de por medio. Mientras más grande, mayor era su alegría. Luego procedía a aplastarlo con los dedos para finalmente convertirlo en una bola que desprendía, con certero movimiento, de su mano. Y a partir de allí volvía a por más. Hasta dejar la mina completamente despejada.

Como los otros mineros, aunque sin lograr vender el mineral, Freddie volvía irreconocible al día siguiente. Y es entonces cuando su café, ése café de fama extraordinaria, se convertía en el mejor de todos. La voz se corría, y los empleados hacían fila frente a la máquina, para obtener aunque fuese un sorbito del oscuro y estimulante líquido.

Saturday, July 18, 2009

¿Adónde crees que vas?

Mark Knopfler es el guitarrista más elegante del rock and roll. Nunca olvido el sonido de su guitarra en “Money for nothing”. Mark compone también, y luego acompaña esas letras sencillas y bonitas con el melodioso sonido de su guitarra excelsa.


Hay una de esas hermosas melodías que ha venido a mi mente, impulsada por no se sabe qué energía, a propósito del tiempo que he tardado en volver a esta casa virtual.

Yo siento que el blog me reclamaba la presencia. Por una lejanía que nunca había sido tanta. Una señora fantasmal, que algunos llaman Ausencia ha dejado su huella por la casa virtual. Y ello ha despertado unas olas que han venido a reventar a las costas de mi mente. Ese fantasma ha hecho sonar las alarmas, en forma de ondas marinas, ruidosas, con fuerza inusitada. Las musas se han asustado mucho. Para ellas, yo soy su médium, su libertad de expresión. Por eso estoy aquí.

Todos los días pienso en esta bitácora de vuelo e imaginación, de creación, de conocimiento e intercambio. Impulsado por la melodía y la letra de Knopfler he vuelto. Nunca pensé que pudiese existir una comunicación tan profunda entre mi bitácora y yo. Y si, ella está viva, y se hace sentir…la melodía que me ha enviado es hermosa, y tiene un mensaje. Espero que la disfruten…

¿A dónde crees que vas?

¿No sabes que está oscuro afuera?

¿A dónde crees que vas?

¿No te importa mi orgullo?

¿A dónde crees que vas?

Yo creo que no lo sabes.

No tienes forma de saberlo.

No tienes adónde ir.

Entiendo tus cambios.

Desde mucho antes que alcances la puerta.

Sé a dónde crees que te diriges.

Y sé a qué viniste.

Y estoy harto de bromas.

Sabes que quiero que seas libre.

¿A dónde crees que vas?

Creo que mejor vienes conmigo.

Dices que no hay razón para ello.

Pero aún dudas de mí cuando no estamos juntos.


Estarás sin mi.

¿Y adónde crees que irás?

¿No sabes que está oscuro afuera?

¿A dónde crees que vas?

¿No te importa mi orgullo?

Y ya estoy harto de bromas.

Sabes que quiero que seas libre.

¿A dónde crees que vas?

Creo que mejor te vienes conmigo...

Tuesday, July 07, 2009

Mi día

Hoy no he ido a trabajar. Un quebranto producto de una gripe repentina me lo ha impedido. Me encuentro en casa descansando. El trabajo últimamente ha sido extenuante. Y no hay signos de cambio. El patrón parece haber cambiado luego de que muchos de mis colegas decidieran marcharse a otros países en busca de mejores oportunidades. Los que nos quedamos hemos sido testigos del aumento de la carga de trabajo generada por este fenómeno. Ahora hay que enseñar mucho de lo que se hace cuando antes se compartía el tiempo entre enseñar y aprender de los otros. Unos otros que ya no están. Y los sustitutos están para aprender.

El día de descanso me ha permitido indagar en la literatura técnica. Ya saben los que me conocen que en mi cohabitan dos seres cuyos objetivos no se comparten en lo absoluto, el de la ingeniería y el de la literatura. El uno calcula, ingenia, elabora estrategias, diseña. El otro en cambio quiere sumirse en los relatos, suyos y de otros, en la poesía, y luego quiere meditar sobre esos mismos relatos y poesías, descubrir lo que hay en esas letras, buscarle nuevos horizontes. Cuando no está en eso, va y se sumerge en el mundo de la música. Una música que no es muy comercial. Que más bien lo lleva a parajes que sólo él conoce. Y allí se ubica. Sólo. Como un navegante en un velero que surca mares hasta ese entonces desconocidos, buscando la armonía con la naturaleza, con el universo.

Hoy están aquí ambos conmigo, mientras uno busca el valor del amortiguamiento de estructuras costa afuera, el otro escucha “África Latina”, el último trabajo de Leo Blanco. Leo, pianista venezolano residenciado en Boston, se ha tomado el tiempo para investigar las raíces africanas en la música latina, o las raíces latinas de la música africana, no sabría definirlo. El producto es una obra hermosísima, bellísima, que me ha hecho placentero el día de descanso. Leo visitó Caracas hace unas semanas y tuve el placer de ir a su presentación en el Auditorio de Corp Group en Caracas. Un músico sencillo, sin poses, pero con un talento y una calidad musical universal, de esos que están para grandes cosas.

Lo acompaño con un trabajo denominado “Quartet”, de Pat Metheny, guitarrista, y Brad Mehldau, pianista, norteamericanos ambos, quienes, junto a Larry Grenadier en el bajo y Jeff Ballard en la batería, interpretan once piezas también hermosas, que me transportan, que me hacen surcar espacios que desconozco, que me hacen sentir la frescura del aire contra mi cara, en un vuelo por escenarios que ya encontraré algún día, y en ese entonces saborearé la sensación de haber estado allí antes.

Y como colofón escucho “Portraits” de Vangelis, tecladista y músico electrónico griego, de larga trayectoria. El que no lo haya escuchado aún le sale penitencia. Es verdaderamente extraordinario. Hasta un asteroide fue denominado “Vangelis” en su honor. Famosas, entre otras, son sus piezas “Chariots of fire”, ganadora del Oscar como parte de la banda sonora del film del mismo nombre, “State of Independence”, cantada por Jon Anderson, en la época del célebre dúo “Jon & Vangelis” (versionada luego por Donna Summer, quien le introdujo un coro formado por, entre otros, Michael Jackson, Kenny Loggins, Lionel Richie, Steve Wonder y Dionne Warwick), “I hear you now” y “I´ll find my way home”. Que gusto escuchar este trabajo.

Cuando vuelvo en mí, retomo la búsqueda del aspecto técnico, vuelven a mis manos los libros de ingeniería y diseño, el amortiguamiento, concepto algo complicado para quien no se dedica a las estructuras. Alguien me ha pedido investigarlo, a sabiendas de lo acucioso que soy en estas cosas, y aquí estoy, leyendo, buscando. Como mi laptop está cerca, pues me han dado ganas de escribir sobre lo que hago. Y así se va consumiendo este día tan particular, que he disfrutado junto al descanso necesario, mientras el virus de la gripe decide navegar a otros puertos. Eso espero...

Saturday, July 04, 2009

Rompecabezas de la vida

Muchas veces la gente resulta ser como te la habías imaginado. Otras tantas te llevas una sorpresa, y tiendes a pensar que las apariencias siempre engañan. Salida fácil. Las apariencias sólo llegan a engañar cuando no miras el corazón, cuando te quedas en superficie. Lo esencial es invisible a los ojos dijo El Principito. Vaya que tiene razón. Más cosas enseña la propia mirada que los mismos ojos. Esa mirada que dice lo que la boca decide callar.

Un ejercicio dulce es ése de tratar de dibujar a la persona con las palabras que salen de su corazón. Con la entonación que da a esas palabras en diversas ocasiones. Con lo que escribe en su diario, o bitácora.

Cuando se juntan ambas cosas y empiezas a conocer a la persona, cuando estás ante su presencia, al final se convierte en el ejercicio maravilloso de armar un rompecabezas cuyas piezas ya conoces de antemano. Cuyos colores te resultan muy familiares. Déjà vu. Lo que lees es lo que escuchas. Confirmación.

Ante ti su fortaleza. Ante ti su fragilidad. Su transparencia. Su estado mental. Sus silencios, que dicen tanto. Como si hubieses asistido a los ensayos y ahora estás ante la puesta en escena. El conjunto. El todo. La suma de las partes.

Y es allí donde el tiempo muestra su relatividad. Puedes conocer muchísimo en un lapso más corto de lo que pensabas. A veces el lapso es muchísimo mayor y no alcanzas a comprender a alguien. O no tienes sus piezas. No te son familiares. No te importa. No te provoca. No quieres.

Y cada día hay más cosas que aprender de ese otro. Porque el mismo aprendizaje es dinámico. No cesa. Cambia. Modula. Traspasa un estadio. Comienza una nueva etapa.

Y sus reacciones pueden no ser las mismas. Sus percepciones varían. Sus colores adquieren nuevos matices dentro de la gama en la que se sitúan. La atracción por los sabores puede modificarse, y llegar a gustarte lo que ayer aborrecías, o al menos eso decías. Todo muta. Siempre se aprende.

Y no deja de ser delicioso el ejercicio de armar el rompecabezas de los seres que nos rodean y por los cuales sentimos afinidad, cariño, amor, amistad, paz. Es el ejercicio de conocer, incluso, de conocerse a sí mismo.

“No tomo tus palabras meramente como tales. Todo lo contrario. Escucho sólo lo que hace que tú hables y yo escuche.” Shinkichi Takahashi, poeta japonés (1901-1987).

*Imagen: CD "Puzzle" del grupo de rock escocés Biffy Clyro