Thursday, December 27, 2012

Mis lecturas del 2012



Escribo este post para contarles sobre los libros que he logrado leer durante este año. Son libros que escogí al azar, o me recomendaron, o tenía pendiente de otros años y no había logrado culminar.

Cada libro en sí encierra una magia a través de las palabras del autor. Descubres escenarios y personajes que se perfilan en tu mente y que corresponden a un universo que solo está en tu mente o en tu imaginación. Algunos personajes te llevan consigo, otros te absorben y se hacen parte de ti.

Mi deseo principal para el año que viene es el mismo del año pasado: lean, lean mucho, porque leer mucho los hace diferentes. Así que lean lo que se les antoje, disfruten esas líneas que otros han escrito para nosotros. La lectura nos deja mucho, así que busquen, indaguen, prueben autores, que en algún momento se encontrarán enganchados con un libro, y después otro, y otro más, es algo maravilloso.

Este año pude leer 35 libros, 10 más que en el 2011. Leí de todo, crónica, ficción, motivación. Mucha buena literatura en mis manos.

¿Cuál fue el que más me gustó? En la escogencia, difícil como siempre, solo incluyo los de crónica y ficción. Lo que considero buena literatura, aquella que me hace reír, llorar, entristecerme, reflexionar, al tiempo que no puedo parar de leer. Ha ganado “En la carretera” (El rollo mecanografiado original) de Jack Kerouac (Anagrama, 2009). Un libro tan interesante que me hizo viajar imaginariamente por el corazón de Estados Unidos, de Nueva York a California, con paradas en Denver y un millón de lugares, a la vez que seguía el trayecto de Kerouac con ayuda de un Atlas de carreteras de Estados Unidos de Rand McNally. Un libro que viví y disfruté al máximo. Una delicia de prosa. El mejor.

Menciones para: “La estepa infinita” de Esther Hautzig, maravillosa aventura autobiográfica cargada de sentimiento y sacrificio. “Sólo quiero que amanezca” de Oscar Marcano, crudos relatos excelentemente narrados, provenientes de la vida misma. “El astillero” de Juan Carlos Onetti, una vez más el Maestro Onetti recreándonos con episodios ocurridos en un Astillero que se niega a morir.
                                       
¿La lista (de los que terminé de leer)?

“La Nube”. Menena Cottin. Cyngular Asesoría 357, 2011.

“El aplauso va por dentro (y otras que van por fuera)”. Mónica Montañés, Ediciones B, 2010.

“Los buenos deseos”. Yiyun Li. RandomHouse Mondadori, 2010.

“Víctor Davalillo”. Asdrubal Fuenmayor Pérez. De Bolsillo-Radio Deporte, 2006.

“No me iré sin decirte adónde voy”. Laurent Gounelle. Planeta, 2011.

“Recuerdos de un callejón sin salida”. Banana Yoshimoto. Tusquets, 2011.

“Vivir”. Yu Hua. Seix Barral, 2010.

“Contra el viento del norte”. Daniel Glattauer. Alfaguara, 2010.

“Fábulas de carne y huesos”. Manuel Felipe Sierra. Ficción Breve Libros, 2011.

“El tiempo que querría”. Fabio Volo. RandomHouse Mondadori, 2011.

“Rumble”. Maitena Burundarena. Lumen, 2011.

“La huella del bisonte”. Héctor Torres. Editorial Norma, 2008.

“En la carretera”. Jack Kerouac. Anagrama, 2009.

“Sólo quiero que amanezca”. Oscar Marcano. Punto Cero, 2012.

“No es cuestión de leche. Es cuestión de actitud”. Carlos Saúl Rodriguez. Todo Actitud, 2012.

“La maestría del amor”. Miguel Ruiz. Urano, 2001.

“El pozo”. Juan Carlos Onetti. Santillana, 2007.

“Los desterrados”. Eduardo Sánchez Rugeles. Ediciones B, 2011.

“Con el corazón en la mano”. Chris Cleave. Maeva, 2011.

“El Astillero”. Juan Carlos Onetti. Santillana, 2007.

“El anclaje del subdesarrollo”. Carolina Jaimes Branger. Fundación Andrés Mata-El Universal, 2002.

“La estepa infinita”. Esther Hautzig. Salamandra, 2009.

“La vida privada de los árboles”. Alejandro Zambra. Anagrama, 2007.

“Bonsái”. Alejandro Zambra. Anagrama, 2006.

“El cuaderno rojo”. Paul Auster. Seix Barral, 2012.

“Diario de Invierno”. Paul Auster. Anagrama, 2012.

“La invención de la soledad”. Paul Auster. Anagrama, 2012.

“Historia secreta de una novela”. Mario Vargas Llosa. Tusquets, 2008.

“La alegría triste de emigrar”. Carlos Subero. Editorial Melvin, 2012.

“Antología del cuento triste”. Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs. Suma de Letras, 2004.

“Tombuctú”. Paul Auster. Seix Barral, 2012.

“Miniaturas Salvajes”. Salvador Fleján. PuntoCero, 2012.

“Intriga en el Car Wash”. Salvador Fleján. Random House Mondadori, 2006.

“Esta gente”. Francisco Suniaga. Random House Mondadori, 2012.

“Underground. The Tokyo Gas Attack and the Japanese Psyche”. Haruki Murakami. Vintage Books, 2001.


Como pueden notar, son muchos libros buenos los que leí (crónicas, ficciones, de motivación), y me costó escoger el ganador y las menciones.

Ojalá que hayan podido disfrutar de la lectura, tanto como yo lo hice en el 2012.

* Anexo links a las escogencias de 2011, 2010 y 2009.

Saturday, December 22, 2012

Las palabras...



“La vida no tiene destino en el vivir. Desde la muerte venimos cuando nacimos. Hacia la muerte vamos cuando morimos. En el camino estamos cuando vivimos. Poco tiempo, en general, según cada destino.”
Oswaldo Vigas. Pintor venezolano.

Sabias palabras de alguien que ha recorrido un largo camino de vivencias.

Esta mañana salí a hacer mis cosas cotidianas y por cosas del destino fui a parar a una Galería de Arte. En una de las paredes estaban escritas estas palabras. Más que las obras que se exponían me impactaron las palabras. Y la causalidad de salir una mañana de sábado a encontrarme con ellas. Las sabias. Las necesarias.

Las leí varias veces. Y agradecía al mismo tiempo que alguien las hubiese puesto en mi camino. Siempre hay alguien que escribe cosas que son tan necesarias para comprender que estamos aquí de paso y que el tiempo de estadía no es infinito.

Al salir subí por una calle hermosa y tranquila esa mañana. Llegué hasta la esquina y de un local comercial, mejor dicho, de un enorme altavoz salía una melodía bien ingrata. Más que melodía era un ruido que parecía querer taladrar mi cerebro. Ni siquiera miré de qué iba el local. 

Crucé la calle y caminé alrededor de la plaza. Había poca gente en ella. Estaba adornada de Navidad, con un nacimiento enorme.
Pude haberme quedado leyendo en un banco. Pero no quise entrar.

Busqué una tienda para comprar un portarretratos donde colocar la fotografía de mis dos hijos. Un parroquiano me indicó dónde hacerlo. Entré y vi mucha artesanía. Figuras, tapices. Pregunté a una empleada por los portarretratos y me dijo que subiera un piso. Allí encontré varios, de madera y de metal. Me costó decidirme por uno de madera.

Ahora está allí, en casa, con la fotografía de mis hijos. Me gusta cómo se ve. Sobre un mueble y bajo un cuadro de calas blancas. Al lado de un bambucito chino. Los hijos están sonrientes. Con la certeza, en su juventud, de que vienen mejores tiempos.

C'est la vie…

Saturday, December 08, 2012

Caracas sufre...



Ya llegamos a diciembre de 2012 y quiero resaltar un fenómeno que nos está sucediendo y que no sabemos por qué razón sigue en aumento a niveles alarmantes.

Vamos camino de batir el récord de 19.000 homicidios en Venezuela para el año 2011. ¿A alguien le importa? A nadie, a juzgar por las cifras de asesinatos que no bajan. No hay alarmas. Pareciera que como es una acción repetida, generalizada, se hace algo común, sin importancia, se banaliza.

Según cifras de la ONG mexicana “Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal”, Caracas fue en el año 2011 la sexta ciudad más violenta del mundo, con un total de 3164 homicidios registrados, para un promedio de 98,71 asesinatos por cada 100 mil habitantes.

Las cifras son alarmantes y dan idea de lo peligroso que es estar en las calles caraqueñas, sobre todo en las noches y fines de semana, que es cuando se registra la mayor cantidad de casos.

Las políticas gubernamentales para reducir este flagelo simplemente no están dando los resultados esperados.

Creo que sería muy útil que algún organismo, público o privado, explicara a los ciudadanos las razones por las cuales no se han logrado, al menos, contener estas cifras.

*Imagen: Foro Penal Venezolano, ONG.

Sunday, December 02, 2012

Black Coffee



I'm feeling mighty lonesome

Haven't slept a wink


I walk the floor and watch the door


And in between I drink



Caminando por el parque con las manos en los bolsillos, a veces mirando las puntas de los zapatos, otras veces mirando al frente sin ver a nada ni nadie en particular.


Y de repente unos ojos, que llevados en dirección contraria, te someten, te poseen por instantes, antes de salir de tu campo visual.


Te niegas a voltear. Esos ojos son parte del pasado. Son historia. Aunque en el fondo sabes que te han matado.



Black coffee


Love's a hand me down brew


I'll never know a Sunday


In this weekday room



Miras la hilera de palmeras que se yerguen en el horizonte, jugando con la luz y el viento, tratando de opacar el majestuoso cerro que se oculta en vano al fondo. Las palmeras son hermosas y están ubicadas en un punto preciso en el espacio. Desde allí son protagonistas de todas las miradas. Desde allí lo observan todo.



I'm talking to the shadows


1 o'clock to 4


And Lord, how slow the moments go


When all I do is pour



Al continuar, inmerso en tus pensamientos, con la vista puesta en el horizonte, vas cerrando el ángulo visual al mismo tiempo que aparecen esos ojos que ya dejaste atrás. Se repite el fenómeno, vuelves a quedar en vilo. No sabes que hacer con esa mirada que te remueve el espíritu. Sales del inconsciente y entras en el consciente buscando la causa del desmadre de sentimientos. Son esos ojos que viste antes y que ahora son parte de tus pensamientos, de una mente que los ha logrado revivir para ti.



Black coffee


Since the blues caught my eye


I'm hanging out on Monday


My Sunday dream's too dry



Ya no están las palmeras en el horizonte. Ya el cerro es dueño del paisaje. Buscas inspiración entre los tonos del verde. Juegas con ellos. Creas formas. Concatenas. Buscas la nube que contrasta la luz y crea el tono preciso. Y caminas. No paras.


Now a man is born to go a lovin'


A woman's born to weep and fret


To stay at home and tend her oven


And drown her past regrets


In coffee and cigarettes



Una ráfaga de aire fresco acaricia tu cara. Olor a tierra mojada producto de una lluvia reciente. Ruidos de voces a lo lejos, que no alcanzas a entender. Un ligero silbido que haces al romper la trayectoria del aire que viene de frente hacia ti. Un ave ruidosa que se posa en los árboles cercanos y canta de felicidad, agradeciendo la vida que trae la lluvia. Y tú sigues. Nadie te espera. A nadie esperas.



I'm moody all the morning


Mourning all the night


And in between it's nicotine


And not much hard to fight



Aligeras el paso al entrar en la bajada. Te sientes más cómodo así. Continúas cortando el aire que se empeña en llevarte la contraria. En el horizonte aparecen unas casas. No sabes si hay alguien en ellas. No hay ruido. Nadie se asoma. Una antena maltrecha se yergue en un techo, y sobre la antena un zamuro que te observa, impertérrito, en silencio, parece parte de la estructura. Pero no es de metal. Es un plumaje negro y brilloso. Un corazón late dentro, con pulsaciones que ni se sienten.



Black coffee


Feelin' low as the ground


It's driving me crazy just waiting for my baby


To maybe come around



Dejas la antigua y horrorosa escena. Y en tu continuo andar percibes a lo lejos una figura femenina. Puede que sea la portadora de esos ojos que te han hecho daño. Lo intuyes. Mientras caminas aguzas la visión. Desde el espacio se observan dos figures que se acercan. Un hombre y una mujer. El hombre eres tú. Se te ve algo ansioso.


La mujer es desconocida. Es alta. Espigada. Atlética. Su cabello parece danzar con el viento que esta vez te viene de atrás. Desde el aire, las dos figuras a punto de converger. Cuando la tienes a tiro de piedra, la detallas y tropiezas con esos ojos. La sacudida no se hace esperar.



My nerves have gone to pieces

My hair is turning gray


All I do is drink black coffee


Since my man's gone away



Esta vez volteas a verla. Qué magnetismo el de esos ojazos. Quieres más, mucho más. La joven no ha dejado de mirarte. No te lo crees. Pero es lo que está ocurriendo ahora mismo. Pupilas que se encuentran. Corrientes que sacuden. En tu Ipod ha sonado Ella Fitzgerald en “Black Coffee”. Tú ya no eres el mismo.

Saturday, November 24, 2012

Microcuentos



Saudade de Tequila. Días de mucho trabajo y de tiempo que pasa muy rápido. Días de detenerse a ratos a pensar en el objetivo de esa vida que vivimos. Días de extrañar a Tequila, la perra Yorkie de mi hija. Un ser que encuentra la paz cuando lo tengo en mis brazos, y en cierto modo yo también me siento en paz cuando estoy con ella. No se puede explicar.

Álvaro y la ensalada de atún. Tengo que pasar por Café Arábica a comprar un pie de limón para Álvaro, quien me trajo para degustar una ensalada de atún mediterránea que comí con fruición. Pronto vamos a compartir una velada de amigos, pero no quiero esperar, porque además tengo que devolverle el envase donde vino la ensalada. Y no quiero que esté vacío.

La hoja roja. Tengo sueño, es tarde, y mañana debo seguir en el vértigo. Pasan cosas horribles en estos días. Lo sé porque tengo la insana costumbre de revisar las páginas rojas de los periódicos. ¿Por qué no podemos vivir en sana paz? ¿Cuánto más tendremos que sufrir?

El jardín de Lola. Afuera hay un jardín en rotonda. Durante el día es hermoso. De noche es pardo como los gatos. Solo realza su forma circular. Nada más se observa en él. Silencioso. ¿Quién sabe qué bichos lo habitan en la penumbra? De día se posan pájaros que cantan alegremente, como banda musical de la hermosa vista de flores y hojas de colores. Es artificial, y aunque es bonito, me gustan más los naturales. Como las mamas.

Auster Books. Míster Bones es el perro de Willy G. Christmas. Es capaz de entender lo que su amo le cuenta. Pero el amo está en sus últimas, y el perro lo sabe. Como también sabe de su destino cuando el dueño pase a mejor vida. Está preocupado. Busco el tiempo para seguir leyendo a “Tombuctu”. Me preocupa el futuro de Míster Bones.

Agua y sed. Tengo sed. Y mira que he tomado agua en cantidad. Pero mi garganta está reseca. Más agua con ella. Y a llorar al valle. Comeré una manzana y luego a dormir un poco. La manzana también tiene agua. ¿Bebo o no bebo? Si lo haré. La sed podría despertarme. El agua es vida. Agua de manzanares.

El pie de Álvaro. Entro a mirar los pies en el Arábica. Hay unos cuyo amarillo es más intenso. Pregunto. Es pie de parchita, me dicen. Lo veo más bonito, más atractivo. Entonces el pie de Álvaro es de parchita, que no de limón. Llega el día de devolver el envase. El pie está dentro, en la dulce espera. Mientras me doy una ducha, pienso: “El pie de Álvaro está en la nevera." Salgo y entro en el vértigo. Recojo mis cosas y vuelo al ascensor. Cuando manejo, ya lejos de casa, me viene una imagen: en la oscuridad del interior de la nevera, a puerta cerrada, yace, muy frío, el pie de Álvaro.

Saturday, November 17, 2012

Rubén Blades, El Juglar



La realidad latinoamericana es muy particular. Hay cosas muy comunes en nuestros países, cosas que nos unen, que curiosamente son más de las que nos separan. De allí que nos identificamos bastante con la música y con las letras de algunas canciones.

Yo me identifico con la música y las letras de Rubén Blades.

Cuando escucho “Pablo Pueblo” tengo un flashback a los seis años de edad y veo claramente a mi papá llegando a casa del trabajo. Tratando de poner su mejor cara a un ambiente que gritaba todo lo contrario: techo de láminas de zinc, aun caliente por el solazo del día, el piso de tierra rojiza, ardiente, que producía una sensación permanente de calor y plagado de escorpiones grandes, con los que mi mamá mantenía una lucha constante, de gladiadora, para protegernos de sus terribles picadas, ayudada por el infalible galón de queroseno. Son estampas que conservo de una niñez muy pobre. Y no puedo olvidar que en ese entonces ya pensaba que tenía que haber una mejor forma de vivir, cuando aún no había visto el mundo a conciencia, porque muy poco habíamos salido del barrio. O por lo menos yo era muy niño y no estaba consciente.

Con “Paula C” recuerdo todos esos amores no correspondidos de adolescencia. Amores imaginados, recreados con nitidez en la pantalla gigante de mi almohada cada noche. De esos amores que han quedado prendados en nuestra mente y de vez en cuando reflotan, removiendo diálogos inútiles, sonrisas robadas, besos lanzados furtivamente en medio de un salón de clases, muchos suspiros y “te quiero solo como un amigo” estrellados sin piedad en nuestra frente. Las “Paulas C” tienen muchos nombres, que no olvidaremos nunca. Ni sus bocas, ni sus ojos, ni los tonos de sus voces. Ni la suavidad de sus manos aterciopeladas. Aquellas “Paulas C” que con el silencio se marcharon sin contestar jamás a esa declaración y dejaron ese corazón hirviendo de pasión. No las olvido.

Le comenté una vez a un amigo la tristeza instantánea que me producía “Amor y Control”. Allí supe, por boca de él, que Rubén la escribió cuando su madre agonizaba en un hospital, víctima de un cáncer incurable. Su madre que lo era todo, que era el centro de su universo. Entonces presté mucha atención a la letra escrita en un momento de tragedia familiar. Cuenta mi amigo que Rubén rompió en llanto una vez mientras la cantaba en Caracas. Son esos amores que duran toda la vida. “Las cuentas del alma no se acaban nunca de pagar” dice el propio Juglar.

Después “Maestra Vida”, canción que describe con agudeza el sentido vital, de forma dura e impenitente, pero sobre todo real. Es su poesía, con la que me identifico a cada instante y que va conmigo a todas partes. Letras que me inspiran a cantar, me llenan de recuerdos claros de una película de muchos matices, de muchas escenas, que juntas conforman mi propia vida. Las palabras de esos poemas son como chispas que hacen estallar con nitidez los recuerdos de mi vida. Palabras que solo Rubén Blades ha sabido plasmar con maestría singular para la eternidad. ¡Bravo Maestro!

Sunday, November 04, 2012

Antología del cuento triste



Terminando de leer la “Antología del cuento triste”, de Bárbara Jacobs y Augusto Monterroso (Suma de letras, 2004). Son 24 los cuentos escogidos por la pareja con el criterio de ser los más tristes que recordaran haber leído.

Dice Monterroso en el prefacio: “La vida es triste. Y si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, un buen cuento será siempre un cuento triste.”

Y si, son bastante sentidos los cuentos, sin embargo poseen una belleza narrativa pocas veces vista. No es una lectura de esas que te gustaría recomendar a esos lectores que dicen que compran un libro para huir de la dura realidad y divertirse.

No, este no es ese libro. Aquí nadie va a esbozar una sonrisa. Por el contrario, más de una lágrima va a quedar en el camino. 

Hay un cuento titulado “Madre de pueblo”, del escritor italiano Corrado Alvaro, que me mantuvo pensando en mi madre de principio a fin. Toca de una manera magistral esa relación que existe de por vida entre madre e hijos, esa cantidad de cosas que se dicen sin formular palabras, solo con miradas y monosílabos. Alvaro encontró la forma más bella de retratar esa relación.

Hay unos más tristes que otros, de personajes solitarios, crueles, angustiantes, irascibles y todas esas formas de conducta humana con las que nos topamos calle arriba y calle abajo.

Los autores van desde James Joyce, pasando por William Faulkner, Flaubert, Melville, Chejov, Thomas Mann, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Leopoldo Lugones, Iván Bunin, Sherwood Anderson, Katherine Mansfield, Dorothy Parker, Corrado Alvaro, Salarrué, Arna Bontemps, Saul Bellow, Carson McCullers, Leopoldo Alas, Grace Paley, René Marqués hasta el propio Monterroso (4 de ellos ganadores del Nobel de Literatura).

En uno de los cuentos, el de Herman Melville, titulado “Bartleby el escribiente”, el abogado protagonista de la historia nos dice: “la felicidad busca la luz, por eso juzgamos que el mundo es alegre; pero el dolor se esconde en la soledad, por eso juzgamos que el dolor no existe.”

Si alguien quiere adentrarse en estos cuentos tristes pero profundamente humanos y hermosos, le recomiendo de corazón leer este libro.

Tuesday, October 30, 2012

Preparación ante desastres



Sandy estrelló toda su fuerza contra Nueva York anoche. El agua hizo estragos y a eso le sumamos un voraz incendio que ha consumido unas cien casas.

Donde ayer todo aparentaba estar bien hoy hay destrucción. Las fuerzas de la naturaleza siempre se encargan de hacernos ver lo pequeños y frágiles que somos. Lo insignificantes que podemos ser de un momento a otro.

Siempre nos arreglamos para ignorar esas fuerzas naturales, provengan estas del fuego, de la tierra, del agua o del viento. Vivimos como si esos fenómenos no fuesen a pasar jamás en nuestra ciudad.

Se forma un tornado y en cuestión de minutos vuelve trizas un conjunto de casas. Un huracán va devastando todo a su paso. Un terremoto seguido de un maremoto y un centro turístico queda reducido a escombros. Un volcán entra en erupción y cubre de lava cientos de kilómetros a la redonda.

Todo eso ocurre muy rápido. 

La preparación contra desastres es vital en esos casos. Un buen entrenamiento de la población y una buena organización en caso de ocurrir un evento de ese tipo quizás no mitigue totalmente la destrucción y los daños a las personas pero garantiza que en pocos días se recupere la normalidad, se reanude el abastecimiento de alimentos, se puedan abrir las escuelas, se recupere la rutina del trabajo y la infraestructura sea reparada con la urgencia del caso.

Lo vimos en Japón. Y lo veremos en Nueva York.

*Imagen de Euronews

Saturday, October 27, 2012

Sábado silencioso



En estos días he estado leyendo a Paul Auster, los libros autobiográficos (El cuaderno rojo, Diario de Invierno y La Invención de la Soledad). Interesante saber que dentro de cada ser humano se repiten los mismos pensamientos, las mismas situaciones, arde la llama de la misma esperanza.

He rescatado pensamientos que Auster ha recopilado y tenido presentes a lo largo de su vida. En “Diario de Invierno” hay una parte donde nos cuenta como un padre moribundo, en su lecho de enfermo, le dio a su amigo un último consejo: “Nunca dejes pasar la oportunidad de mear”. En mi vida, cuando he desobedecido ese consejo la he pasado muy mal, y hasta he llegado a hacerme encima.

En “La Invención de la Soledad”, parte 2, “El Libro de la Memoria”, comienza y termina diciendo: “Fue. Nunca volverá a ser. Recuérdalo”. Nada más cierto. Se puede volver a los mismos lugares, encontrar en el tiempo a las mismas personas, pero nada vuelve a ser igual, nada vuelve a repetirse. Es como el tren que ya pasó. Si lo vuelves a ver, no será el mismo.

Cómo me ha dado material para reflexionar este autor. Los libros son lentos, como una película de Woody Allen, pero te hacen recorrer aspectos de tu vida a través de la experiencia de lo vivido (por Auster), que no es para nada despreciable.
La vida está siempre allí. La vamos dibujando en nuestra tela. Trazos van, trazos vienen. Recuerdos van, encuentros vienen.

Cita Auster a su amigo poeta George Oppen: “Algunos de los sitios más hermosos del mundo están en el cuerpo de tu mujer”. Qué belleza de frase. Y cuando te pones a ver te das cuenta que es verdad, que si lo están y muchas veces te has quedado mudo en tu contemplación del paisaje. Nutre mucho leer a Paul.

El sabe que está entrando en el invierno de su vida. ¿Y yo en qué parte estoy? ¿Finalizando primavera? Ya tengo 50. Y aún sigo haciendo cosas que me sorprenden. El espíritu está intacto. Y también las ganas de vivir.

Saturday, October 13, 2012

El joven de tres orejas



El joven de tres orejas a menudo usaba un turbante para taparlas ante el asombro colectivo que provocaba.
Eso cuando tenía pena, porque por lo general paseaba su trío de orejotas ante el barullo general, importándole muy poco las expresiones de sorpresa que iba dejando, sobre todo en los niños.
Era capaz de oír un murmullo a kilómetros de distancia, el vuelo de los pájaros y las mariposas, el siseo permanente entre las hojas y el viento y el lento abrir de las flores en los jardines.
Siempre se le veía distraído cuando caminaba, mirando hacia los lados, observando no se qué fenómeno de la naturaleza. A su lado pasaba la gente rauda y veloz, pendiente de sus asuntos personales, de las llamadas en sus celulares o quizás diciéndole improperios por su lento deambular por las calles, hasta que se fijaban en su exagerada dotación auditiva.
Se dice que era el único humano en cuadras a la redonda capaz de distinguir a lo lejos un gonzalito, un cristofué, un tordo o una tortolita, apenas por su cantar.
A su vez le tenía el horario tomado a todos los habitantes del edificio donde vivía, porque identificaba sus voces desde horas antes del amanecer.
Cuando había mucho ruido se le veía angustiado. Era difícil para él poder procesar tanta algarabía proveniente de cada rincón del universo de su barrio. Bocinas de los carros, cornetas de manifestaciones políticas, gritos de consignas y pare de contar. Por eso el día 7 de octubre no se le vio deambular por las aceras del barrio, ni por los parques o jardines. Decidió quedarse en casa encerrado en su habitación, de la que solo salía para ir a comer o ir al baño. Malhumorado como estaba por tanto ruido, prefirió atrincherarse hasta el otro día, que, por lo que parecía venirse, también sería bullicioso, y quizás más que el día de la elección presidencial.
Pero he aquí que llegó el día esperado, el tan ansiado lunes 8, y el joven de tres orejas no percibió, como otros días, la llegada del alba. Se despertó de súbito, movido por la claridad que se colaba a través de las cortinas. Saltó de la cama y se asomó a la ventana.
Calles frías, calles vacías. Uno que otro transeúnte caminaba sin hacer sonar sus pasos, tratando a todas luces de pasar desapercibido. Ni un perro ladraba. Ni un pájaro cantaba. Ni un insecto chirriaba.
Ningún vecino se lavaba los dientes. Ninguno se bañaba. La vecina del 6-A no lavó. La gordita del 4-B no se paró a hacer ejercicios en la trotadora. Parecía un primero de enero. Claro, sin la resaca.
Dado lo raro del ambiente, el joven de tres orejas sintió que la gente se había ido a otra parte sin avisarle. El silencio era atronador. Y bajó a cerciorarse.
El único ruido que le llegaba, y como amplificado, era el de sus zapatos al tocar el piso en las escaleras. Salió a la calle y ni siquiera el viento salió a recibirlo.
No había nadie. Ni pájaros, ni los niños en el parque, ni el camión del aseo, ni el helicóptero del tránsito que a esa hora surcaba rutinariamente el cielo. La ciudad estaba enmudecida en su totalidad.
El joven retornó a casa y volvió a encerrarse en el cuarto. No entendía la razón de la ausencia total de ruido cotidiano, de la desaparición de la de gente en las calles. Era un ambiente como de luto. Un primero de enero sin resaca.
Un fenómeno. Algo que el joven de tres orejas era incapaz de explicarse. Y muchos de nosotros tampoco. Ocurrió un 8 de octubre.
*Imagen: "Joelson" en el blog "Hey Jerk, get off my lawn", por Oscar Rainbow