Saturday, November 28, 2009

El Jazz y Jacques Braunstein (In memoriam)


Se nos fue el Maestro Jacques Braunstein. Una gran pérdida para todos los que amamos el Jazz.
Aprendí muchas cosas de tan sólo escuchar sus programas en las emisoras 95.5FM y 97.7FM de Caracas. Gracias a él tengo la costumbre de escuchar cada tema, y luego leer completamente la reseña que trae el CD sobre el mismo, indagar acerca de cada ejecutante de instrumentos, sobre la atmósfera que envolvía la sesión de grabación, las anécdotas, lo que estaba sucediendo en ese momento en la escena jazzística norteamericana.

Con él aprendí sobre lo que es la sección rítmica, la sección de metales, la síncopa; conocí a través de su programa a grandes músicos, como Johnny Hodges, saxo alto de la orquesta del Duke Ellington, y Russell Procope, clarinetista de la misma.

El Maestro Braunstein fue una auténtica enciclopedia, teniendo como base una modestia a prueba de todo. Gran promotor del jazz en Venezuela, muchos músicos lo extrañarán por siempre.

Lo vi por última vez en el Concierto del pianista Leo Blanco en el auditorio de Corp Group en Caracas. Muy querido por músicos y asistentes al concierto, su vida, interesantísima, tuvo al jazz como una brújula, a través de la cual se movió durante más de cincuenta años.

Cuando pienso en la gente que más me ha enseñado en materia de jazz, no puedo evitar recordarlo, junto a Federico Pacaníns, Gregorio Montiel Cupello y Alejandro Tovar (de Allums, Centro Plaza).

Sus memorias, con mucha fortuna, han quedado plasmadas en el libro de Jacqueline Goldberg: “En Idioma de Jazz. Memorias Provisorias de Jacques Braunstein” (Fundación para la Cultura Urbana, 2004). Recomiendo ampliamente su lectura, especialmente para aquellos que, como yo, aman al Jazz.
A su alma...paz y jazz!!!

Saturday, November 21, 2009

Leonardo, tan sabio siempre...


Una imagen vale más que mil palabras...

*Imagen extraída del menú de la Trattoria "Da Vinci" en Maracaibo, Venezuela

Saturday, November 14, 2009

Confesiones Oníricas II

Los sueños… Bastante se ha escrito acerca de ellos y son muchas las horas que se han dedicado a estudiarlos, investigarlos, y a tratar de descifrarlos. Los hay húmedos, trágicos, misteriosos y reveladores, entre tantos otros adjetivos.

También se sueña despierto, como le sucedió, con terribles resultados a la bella Keiko, cuando, compartiendo emociones íntimas con el joven Oki, se desplazó sin querer al terreno de lo onírico y entonces pronunció lo inesperado, como relata magistralmente el laureado escritor japonés Yasunari Kawabata en el cuento “Un cielo cargado de lluvia”, parte del hermosísimo y ampliamente recomendado libro “Lo bello y lo triste” (Emecé Editores, 2007):

“La muchacha asintió con la cabeza y se dirigió al cuarto de baño. No se oyeron chapoteos, pero cuando regresó se la veía fresca y renovada. Se sentó al tocador y abrió su bolso.

Oki se aproximó por detrás.

–Me he lavado la cabeza en la ducha, pero no encontré más que crema fijadora, y no me gusta su olor.

–Póngase un poco de mi perfume –dijo Keiko, y le tendió un frasquito.

Oki lo olió.

–¿Qué hago? ¿me lo echo encima de la crema fijadora?

–¡Una gotita! –dijo ella sonriendo.

Él le tomó la mano.

–Keiko, no te maquilles.

–¡Me hace daño! –protestó ella y se volvió para mirarlo. Es usted es malo, ¿eh?

–Me gustas tal como eres. Tienes unos dientes y unas cejas tan bonitos.

Tocó con los labios las mejillas ardientes de Keiko. Ella lanzó un gritito cuando su silla se tumbó y la arrastró en la caída. Ahora, los labios de Oki estaban sobre los de ella.

Fue un beso muy largo.

Oki echó la cabeza para atrás para recobrar aliento.

–No, no. No te detengas –susurró Keiko y lo apretó contra sí.

El trató de bromear para ocultar su sorpresa.

–Ni los pescadores de perlas resisten tanto tiempo sin respirar. Te desmayarás.

–Haz que me desmaye…

–Ya sé que las mujeres tienes más energías…

Una vez más la beso largamente. Cuando quedó sin aliento la levantó en vilo y la depositó sobre la cama. Ella se ovilló.

No ofreció resistencia, pero a Oki le resultó difícil lograr que distendiera las piernas. No tardó en comprobar que no era virgen. Comenzó a embestirla con más rudeza.

En ese momento Keiko gimió bajo él:

–¡Ay!...¡Otoko, Otoko!

–¿Qué?

Oki creyó que pronunciaría su nombre, pero su vigor cedió al advertir que nombraba a Otoko.

–¿Qué has dicho? ¡Otoko! –Su tono era frio.

Ella se hizo a un lado sin responder.”

*Imagen: "Osaka", bello personaje del manga "Azumanga Deioh", soñando despierta...

Saturday, November 07, 2009

Confesiones oníricas

Sucedió hace mucho tiempo, pero el recuerdo de las escenas permanece en mí, como tinta indeleble.

Recostaba mi cabeza sobre sus piernas para descansar un poco, luego de un arduo día de trabajo. Sucedía lo mismo cada vez. Terminaba en los brazos de Morfeo. Tardaría unos diez minutos. Reparador para mí. Automático. Posar mi cabeza y perder el sentido.

En esos diez minutos hablaba en sueños. Coherente. Perfectamente audible. Como pasar un fragmento de la película de mi vida. Confesión involuntaria. Al despertar, ella preguntaba por nombres, situaciones en las que, a todas luces, no había estado presente. “¿Cómo sabes?”, sorprendido, inquiría yo. “Lo has dicho todo hace poco, mientras dormías”, me respondía ella. Nunca supe la causa de la alquimia del momento, pero, apoyada mi cabeza sobre esas hermosas piernas, confesaba, en cortas escenas, diversos aspectos de mi pasado. Hechos recientes y no tan recientes. Nunca supe todo lo que dije. Tenía que limitarme a lo que ella me relatara. No recordaba haber soñado con nadie, de nada.

Y no era común que yo hablara dormido. Nunca nadie me comentó sobre eso. Ni mi hermano, ni mi madre. Pero sobre esas piernas entraba en trance. Un trance divino. Como perder el sentido. Completamente reparador. Diez minutos quizá. Suficiente para contar una historia, o un episodio de la misma, con lujo de detalles, y nombres de personajes y lugares. Recuerdo que el cuerpo estaba horizontal a excepción de la cabeza, que reposaba inclinada sobre las preciosas piernas. Muchas veces abría los ojos y podía ver que me miraba con atención, como escuchando. Yo no tenía idea del tema sobre el cual hablaba, ni siquiera del hecho de que, segundos antes conversaba espontáneamente, trasladado en el tiempo, con otra persona, en otro lugar, y en otra situación.

Cuando me preguntaban, por los nombres de las personas y los lugares, podía rememorar el hecho acontecido, y cuando volvía a relatarlo, esta vez en plenas facultades sensoriales, ella, asintiendo, me decía: “eso es justo lo que acabas de decir mientras dormías”.
La situación se repitió muchas veces. Y hablé sobre muchas cosas. Pude haber dicho algo inapropiado alguna vez, pero nunca me lo dijo. Ni pareció molesta, al despertar. Más bien, y eso puedo recordarlo claramente, parecía sorprendida de la misteriosa situación, yo hablando, contando, conversando con alguien que no estaba presente allí, y al mismo tiempo, corporalmente entregado a los brazos de Morfeo. Confesiones oníricas…

*Imagen de www.oddee.com

Sunday, November 01, 2009

¡Brilla el sol!


Acabo de retornar de una visita fugaz a la linda ciudad de Maracaibo (occidente de Venezuela). Es lo que llamamos en Venezuela un “toque técnico”, por razones familiares.

Allá asistí a la graduación de uno de mis hijos (tengo cuatro, dos biológicos y dos adoptados en mi corazón). La historia del muchacho es digna de reseñarse para aquellos que con excusas no logran nada en la vida. Su madre y su padre se divorciaron hace unos años, cuando el comenzaba a cursar la secundaria. Confieso que temí lo peor, ya que el divorcio fue traumático. Eso y una fiebre enorme por ese juego de video llamado “Counterstrike”, que lo hacía dejar de hacer las tareas escolares por correr al centro de videojuegos más cercano a su casa y pasar allí horas y horas sin que nadie pudiese hacer nada me hicieron pensar muchas cosas. Lo llamaba semanalmente por teléfono y conversaba mucho con él, y debo reconocer que no me sentía escuchado. Por las cosas que me comentaba y el tono de su voz lo sentía incomprendido. El videojuego se convirtió en su válvula de escape, su forma de aislarse un poco de la realidad circundante. De poco valieron entonces los consejos de su madre para que bajara el ímpetu por el juego. Se hizo un experto en “Counterstrike”, al punto que otros niños lo buscaban par hacer equipo; tal era su maestría.

Lo sorprendente de todo eran las notas tan buenas que obtenía, excelentes calificaciones. Cuando su madre se mudó de casa lo cambió de escuela, y las notas continuaron altas. Hasta que llegó la Universidad. Le dimos todo el apoyo y la solidaridad del caso; lo alentamos a presentar la batalla; total, sabíamos que era muy joven aún para ese reto, y nada se perdía con probar.

La dificultad principal fue que tuvo que aprender a vivir fuera de casa, puesto que consiguió cupo en una Universidad de otra ciudad, a donde tuvo que ir a hospedarse, y aprender a cocinar, a hacer sus deberes de la casa, como lavar y limpiar la habitación. Se lo tomó en serio, y el “Counterstrike” pasó a ser historia, siendo sustituido por las materias universitarias. Excelentes notas rubricaron su pasantía por la Universidad. En la etapa final de su carrera fue elegido Presidente del Centro de Estudiantes, cargo que mantuvo hasta el final de su carrera universitaria. Ayer lo vi graduarse con honores, siendo el estudiante de mejores calificaciones de su promoción, que integraban 110 alumnos.

Cuando miro hacia atrás, y veo que un estudiante de pocos recursos como él, con las desventajas económicas y emocionales que tuvo, ha logrado laurearse con honores, recobro la confianza en que la patria es, ni más ni menos, lo que es cada uno de los individuos que la formamos. Y si cada uno de nosotros da pasos como los que mi hijo de corazón acaba de dar, tendremos un país decente, un país donde se pueda vivir en paz y prosperidad.

Hay siempre un millón de excusas disponibles cuando no se quiere hacer algo. Sobran siempre motivos para culpar a otros de nuestro propio fracaso. Levantemos nuestra mirada hacia el sol radiante, y entendamos de una buena vez que no podemos ocultarlo con un dedo. Y que nuestro futuro es tan brillante como lo queramos imaginar.