Saturday, January 24, 2015

Leer en la librería


Leer en la librería es un verdadero placer dentro del placer que ya es el mero acto de leer. Es como comerse la jugosa cereza que adorna en el tope a la exquisita limonada frappé.

Es una costumbre que adquirí en las extintas librerías “Borders” en Estados Unidos. En ellas había plenitud de sillas y sofás donde podías sentarte y leer todo el día hasta la hora del cierre si era tu gusto, con música de fondo y sin obligarte a comprar ningún libro.

Sabido es que el que entra a leer en una librería y se engancha con algún texto, no va a permitir que el placer termine cuando sea la hora de cierre del lugar, y hará todo lo posible con hacerse del ejemplar que tiene en la mano. Dicho esto así confieso que muchos de mis fines de semana en Houston se circunscribían a pasar el día en “Borders” inmerso en alguna buena lectura aderezada de un café y uno que otro muffin de banana.

Cuando te sientas en el sofá y te zambulles en la lectura, son muchas las cosas que te ocurren: yo leo poniendo voces tanto a los personajes como al narrador si fuese el caso. Entre esas voces del universo paralelo a veces se entremezclan las de los asiduos a la librería, que hacen comentarios que a veces son muy interesantes, tanto que te sacan de la atmósfera de lectura y terminas entablando un diálogo sobre un autor o un libro que complementa lo que ya sabías del mismo. Esas tertulias no tienen precio y cuando ya retornas al libro, como venido de un intermedio, la aventura de retomar la lectura es mucho más bonita. Eso cuando retornas porque a veces la tertulia se extiende y se alimenta de otros actores que se unen a la misma y la enriquecen, y aprenden, y aprendes mucho de las percepciones de otros sobre un mismo libro, lo cual más de una vez te lleva a la relectura.

Por esas y otras razones adoraba pasar el día en “Borders” y lamenté bastante su partida. Aquí en Venezuela la aventura es diferente. Claro que me sigue gustando leer en las librerías pero siento que no es tan permisivo como en Houston. Hay librerías donde simplemente no puedes entrar con un libro tuyo, ni siquiera cuando se sabe que el mismo no se encuentra exhibido en los anaqueles de la misma o ni siquiera ha llegado al país.

A veces aplico el truco de continuar la lectura del libro decomisado en la puerta con otro ejemplar del mismo tenor que sé que se halla en los anaqueles, y al salir de la librería lo que hago es cambiar el “marcalibro” de página. A veces es mucho lo que avanzo y otras veces es poco, dependiendo del interés por el libro, de la existencia o no de lugares para sentarse (no siempre los hay) o de un insistente “¿lo puedo ayudar en algo?” del empleado que persigue el objetivo de que te decidas a comprar la lectura y no a aprovecharte de leerlo sin pagar.

Hay librerías donde sí son bienvenidos los que entran a leer, bien sea trayendo su propio libro (que sí lo dejan pasar) o que lo tomes del anaquel. No hace ninguna diferencia que leas el tuyo o el de ellos que muchas veces termina siendo tuyo porque te niegas a separarte. Ellos parecen saberlo y han introducido hasta la máquina de café espresso como en “Borders” lo cual merece un caluroso aplauso (Librería LC). 

Hay una librería que tiene un sofá pequeño y muy acogedor, pero juraría que está encantado, porque apenas te sientas traspasas el agujero negro espacio-tiempo (como en la película Interestelar) y caes en un sopor del que no te recuperas sin un sueño muy placentero mientras el librero se ríe de saber que has caído una vez más en él. Cuando despiertas no quieres sino seguir leyendo hasta traspasar de nuevo la frontera invisible del sueño. Eso pasa en la “Noctua”.

Y así, cada librería tiene su encanto, llámese librero, la excelente música de fondo, el público asiduo y amante de los libros, la ventana a un jardín hermoso que evoca otros lugares, la atmósfera de biblioteca pública, los sofás, el café espresso en taza de porcelana o la mayoría de público femenino (o masculino). Usted decide lo que le gusta más para acompañar su lectura.


Yo por mi parte ya siento que es un vicio ir a leer dentro de sus recintos, que es algo que me gusta mucho y me separa de esta dura realidad que a veces nos ahoga y no nos deja respirar. Y ya usted sabe que donde le permitan leer sin acoso, es allí donde debe ubicarse y engancharse en la lectura de su libro favorito.

*Imagen: http://stormberry.blogspot.com/