Un fondo musical de Simply Red (Holding back the years) que me transporta a aquel día en que me encontraba inmerso en la librería “Borders” durante muchas, muchísimas horas, tantas que cuando salí ya era de noche.
Me quedé sorprendido de que sólo al salir fue que sentí hambre, ganas de ir al baño, solo allí pensé en las cosas que tenía pendientes para ese día, las mismas para las cuales ya no tenía tiempo. Estaba en trance.
Las librerías ejercen esa influencia sobre mí. No importa si son pequeñas o grandes. Es la magia que ejercen sobre mi mente, que hace que transcurran horas, muchas horas, en un trance que por lo general termina en un timbre telefónico, en un tropezón con algún otro fantasma de pasillo, que como yo, extasiado camina sin ver a quién tiene frente a sí.
Y siempre encuentro cosas interesantes para mirar. Buenos recuerdos de lecturas pasadas. Nuevos temas sobre los que me gustaría indagar. Títulos que no pensaba encontrar en esta época de escasez y de limitaciones de importación en Venezuela. Títulos que me recuerdan a mí mismo, y a otras personas, fielmente retratadas en ellos.
Cambia el fondo a Al Stewart y su “Year of the Cat”. Claro que también las hay espantosas, mal llevadas, peor manejadas, porque llevar una librería no es igual a llevar un restaurant ni mucho menos una tienda de zapatos. No es mercancía que se expone para vender y obtener un beneficio, aunque eso esté implícito en el negocio. Yo he salido con libros bajo el brazo por los cuales no he pagado un céntimo. Que el librero me los ha obsequiado, y que yo he leído con muchísimo placer. He mantenido unas tertulias interesantísimas sobre autores y libros que ya me gustaría haberlas grabado para escucharlas en el tiempo. Aprendo mucho de ellos, y ellos de mí. Es nutrición en ambos sentidos. Es algo hermoso y al alcance de todos. Algo que te llena el espíritu de lumbre.
Suena Dido y “Hunter”…en estos tiempos de mucha superficialidad es bueno dedicar un tiempo a leer, lo que les guste, lo que les atraiga, pero leer, abstraerse y vivir lo que se nos muestra en el papel. Oler el libro, si, ese olor a tinta y a fibra vegetal, disfrutar de las palabras y su infinito poder. Si por casualidad se les contagia este placer, yo les aseguro que van a ver la vida de un modo distinto, mucho más bonito, porque parte de la vida, una parte muy importante, implica vivir otros mundos, con personajes tan reales como ficticios, implica soñar, y como varias veces he escrito para terminar mis posts, los sueños se cumplen…
Suena ahora Tracy Chapman y su “Fast Car”, hermosísima canción, y mientras Tracy canta, yo quiero citar a Orhan Pamuk en su libro “La maleta de mi padre” (Random House/Mondadori, 2007):
“Todos los días necesito ocuparme de la literatura para ser feliz. Como esos enfermos que tienen que tomar cada día una cucharada de su medicamento para seguir vivos”. ¡Ha dicho!