Conozco a Henry desde hace más de 30 años. Era un niño meditativo, siempre pensativo e inteligente, cosa que llamó mi atención. En ese tiempo de la infancia, cuando hablaba con él, el tema era siempre la naturaleza, especialmente la descripción de sus experiencias en excursiones a El Avila y al Parque Nacional de Guatopo.
De adolescente tuvo sus primeros contactos con la escalada, acercándose cada domingo al Parque “Las Cuevas del Indio”, en El Cafetal, Caracas, donde existe una pared montañosa que permite la práctica del ascenso vertical. Recuerdo mucho cuando me decía que estaba reuniendo dinero para comprarse su propia cuerda de escalar, lo que me demuestra que Henry es una persona de grandes logros, con la persistencia y tenacidad que muy pocos tienen, pues hoy por hoy es uno de los mejores representantes del montañismo y el ascenso vertical (Sub-Campeón Suramericano de Escalada Deportiva en Curitiba, Brasil), convirtiéndose al mismo tiempo en uno de los mejores fotógrafos de la naturaleza a nivel mundial.
Las más de 12.000 fotografías que enriquecen su colección, las cuales se han expuesto en diversos lugares de América y Europa, y que son solicitadas por diversas entidades, medios de comunicación y publicaciones a nivel mundial, hablan de la calidad de su trabajo.
Henry conoce el Parque Nacional “La Gran Sabana” , aquel que inspiró a Sir Arthur Conan Doyle en su novela “El Mundo Perdido, como la palma de su mano y ha ascendido a la cumbre de todos los tepuyes que se encuentran en la zona. Para los que no saben del término, un tepuy es una formación natural muy antigua (de origen precámbrico), un tipo de meseta montañosa de paredes verticales y cumbre aplanada, de apariencia imponente, cuyo nombre es una derivación del original, en idioma pemón, tepu, que significa montaña de los dioses.
Además de la fotografía y la escalada, Henry organiza excursiones a cualquiera de los tepuyes y diferentes escenarios naturales de “La Gran Sabana”, un parque natural único en el mundo, donde se concentra una energía natural sin precedentes, una magia que envuelve en esos lugares al visitante y lo transforma. La vida nunca vuelve a ser igual al asistir a la experiencia de ascender y coronar un tepuy, y mirar desde allá arriba la naturaleza alrededor. Todos los testimonios que poseo lo confirman, y es para mí un poderoso sueño el poder coronar el Roraima Tepuy este mismo año, acompañado de mi hijo Andrés, y bajo la guía de mi amigo de tantos años, Henry González, siempre sencillo, de conversaciones interesantes, de tenacidad a toda prueba.
A aquellos a los que les gustan las fotografías de paisajes naturales, no pueden perderse el disfrute de éste libro, un verdadero colirio, en el cual, a través de la ventana de Henry, veremos paisajes únicos, irrepetibles, increíblemente espectaculares, que atraen a científicos y exploradores de todo el mundo, todo el año, todos los años.