
Los fines de semana mi papá nos hacia tragar nuestra ración obligatoria de Radio Nacional de Venezuela, con su programación de música académica. Papá nos ordenaba escuchar conciertos completos de Bach, Beethoven, Prokofiev, Vivaldi, Tchaikovsky y tantos otros. Nuestra cultura musical creció en ese entonces, pero a ninguno nos gustaba la música académica, quizás, más que todo, porque era impuesta y no voluntaria su audición.
En la radio que había en casa, se podían sintonizar emisoras de onda corta, sobre todo en las noches, y fue así como pude escuchar transmisiones de Radio Habana Cuba, la BBC de Londres y La Voz de los Estados Unidos de América, entre otras. Buscar emisoras de onda corta, en las noches, era una gran aventura para mi. Nada más imaginarme a los locutores, las ciudades desde las que transmitían, el estudio, mi creatividad no tenía límites.
Los juegos de béisbol, mi deporte favorito, narrados por las legendarias voces de Don Carlos Tovar Bracho, Delio Amado León, Musiú Lacavalerie, los comentarios de Carlitos González, Néstor López, Mario Dubois, Carlos Castillo y Gonzalo López Silvero. Años después, cuando un narrador de futbol popularizó un slogan que decía que “escuchar es como ver”, me venían a la mente aquellas narraciones que hacía Delio Amado, donde, no se cómo ni porqué, te hacía ver las jugadas, pegado como estabas al aparato de radio.
Eran días bonitos, donde cada uno de mis hermanos tenía un programa de radio favorito, y lo comparábamos y comentábamos. Cuando la televisión irrumpió con fuerza, nosotros seguimos apegados a la radio, donde, al ir creciendo, cambiamos el estilo, y buscábamos entonces estaciones de corte musical, como Éxitos 1090 y Radio Caracas 750.
Jesús Leandro, Carlos Eduardo Ball, Carlos Efraín Martinez McCartney, Ivan Loscher, todos ellos eran los locutores favoritos de nosotros, y yo diría que lo fueron hasta bien entrada la Universidad.
Después recuerdo que la televisión atacó con fuerza y prácticamente las emisoras de radio desaparecieron, ahogadas en una crisis económica, debido en gran parte a que los anunciantes publicitarios prefirieron la televisión para invertir comercialmente.
La radio estuvo en un gran letargo en los años 80 hasta que, a comienzos de los 90 se afianzaron las emisoras F.M. con transmisiones en estéreo que cautivaron de nuevo a la audiencia.
Por mi parte, nunca me he despegado de la radio, un medio que he considerado como más íntimo, donde puedes hacer contacto e intercambiar experiencias con un locutor que te escucha y atiende. Siempre he tenido un programa favorito de radio al que he seguido por años, como “Mundo Exclusivo”, de Jesús Leandro, y más recientemente “Circuito Cerrado” con Julio César III Venegas, quien me impresiona con sus enormes conocimientos musicales y Polo Troconis en las mañanas. También me agrada escuchar una voz radial en particular, que me relaje durante el tráfico automotor de Caracas, y que actualmente comparto entre Raquel Lares y Astrid Aurora Martínez. Escuchar esa gran dicción, dulzura y sensualidad al hablar no tiene precio. Eran, son y serán siempre mis días de radio.