Saturday, May 13, 2006

¿Cual debe ser nuestra actitud?


Somos seres humanos. Tenemos sangre en las venas. Muchas veces no podemos dominar nuestros propios sentimientos. Y es allí donde debe encenderse la luz de alerta. Todos tenemos ataques de mal humor. Pero no todos podemos controlarlo de la misma manera. A veces la situación nos domina y las cosas se nos van de las manos.

¿La clave?

Mantener la ecuanimidad. Cosa difícil a veces, lo reconozco. Tengo en mis manos un libro del escritor argentino Alejandro Gorojovsky titulado “Cuentos de la India”. Como su nombre lo indica son recopilaciones de cuentos ancestrales transmitidos oralmente durante generaciones en la India. Hay uno que viene a colación con lo que hablamos.

Se llama “Un hombre ecuánime”, a continuación:

“En un pueblo del interior de la India vivía un hombre al que todos respetaban por su rectitud y bondad. Había enviudado tempranamente y tenía un hijo.

Entre sus pocas posesiones, contaba con un caballo.

Una mañana, cuando como de costumbre fue al establo para dar de comer al animal, se sorprendió al no encontrarlo allí. Resignadamente, aceptó que se había escapado.

Como suele suceder en los pueblos pequeños, la novedad se difundió rápidamente. Comenzaron a llegar los vecinos y, con ellos, los comentarios, habitualmente de este tenor:

-En verdad, la fortuna ha sido ingrata contigo. Sólo poseías un caballo y se ha marchado.

-Así es –dijo el hombre.

Pocos días habían pasado desde la huída del caballo. Una soleada mañana, cuando el hombre salía de su casa, se sorprendió al ver en la puerta a su caballo, que había regresado. Mayor aún fue su sorpresa al comprobar que había traído a otro con él.

Los vecinos volvieron para verlo. Dijeron esta vez:

-¡Qué buena suerte la tuya! No sólo recuperas tu caballo, sino que ahora tienes dos.

-Si, así es –dijo el hombre.

Ahora, como disponía de dos caballos, podía salir a montar con su hijo. Iban a cabalgar juntos con frecuencia, hasta que un día, mientras galopaban, el hijo se cayó del caballo y se fracturó una pierna.

Cuando los vecinos lo supieron, fueron a ver al hombre y opinaron:

-¡Lo tuyo si es verdadera mala suerte! Si tu caballo no hubiera traído un compañero consigo, tu hijo no se habría accidentado.

-Si, así es –dijo el hombre sin perder la tranquilidad.

Algunas semanas después, se declaró la guerra y todos los jóvenes del pueblo fueron convocados para la batalla. Todos, con excepción del muchacho que tenía la pierna fracturada. Los vecinos fueron a visitar al hombre y exclamaron:

-¡Qué buena suerte la tuya! Por no poder andar, tu hijo se ha librado de la guerra.

-Si, así es –convino una vez mas, sin inmutarse, el hombre ecuánime”.

2 comments:

New Sensation said...

Todo tiene su razón de ser, en la vida nada es casualidad ni coincidencia.
Excelente cuento!
Saludos :)

Khabiria said...

Oswaldo excelente relato, todo pasa por algo, yo no creo en las casualidades si no en la causalidad...a veces no comprendemos las situaciones adversas y siempe, siempre tienen una muy buena razon, como la fractura del chico...Gracias!! un beso