Sunday, September 30, 2012

Lecturas simultáneas



        Tengo el (¿mal?) hábito de leer varios libros en simultáneo. A veces lo dejo pero recaigo fácilmente. Es un orden dentro del desorden lo que hago. ¿Un coqueteo con el caos? No lo creo así.
        Dependiendo del estado de ánimo voy a uno o a otro libro. Y les confieso que he estado leyendo a “La conjura de los Necios” de John Kennedy Toole, “Buda” de Deepak Chopra, “La vida privada de los árboles” y “Bonsái” de Alejandro Zambra, “El cuaderno rojo” y “Diario de Invierno” de Paul Auster, “La estepa infinita” de Esther Hautzig, “Conversations with Capote” de Lawrence Grobel y la “Antología del cuento triste” de Bárbara Jacobs y Augusto Monterroso.
        Una auténtica locura ¿verdad? Bueno, más o menos, lo admito.
         Son libros que abordan diversos temas y que curiosamente tienen algo en común (menos la Antología): son biográficos o autobiográficos. Aunque algunos se disfracen de ficción.
        He terminado los dos de Zambra, el de la señora Hautzig y “El cuaderno rojo” de Auster. Todos altamente recomendables.
        De los que faltan, les cuento que en la Antología voy por la mitad y me ha hecho llorar tantas veces como cuentos he leído. No es masoquismo, aunque parezca. Son cuentos tristes, como lo dice su título, y no por ello menos hermosos. Como la tristeza es muy contagiosa los intercalo con otras lecturas, para equilibrar el ánimo. El señor Monterroso ha escrito en el prefacio: “La vida es triste. Y si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, un buen cuento será siempre un cuento triste.”
        “La conjura”, “Buda” y las “Conversaciones” con Truman Capote pintan muy bien. Les cuento porqué los he escogido: El primero porque me han dicho que es muy parecido a “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger (en el Top Ten de mis favoritos). El segundo para comparar la visión de Buda que tiene Chopra con la de Herman Hesse en “Siddartha”. El tercero es un paso previo a mi lectura de “A sangre fría”. Las conversaciones con Capote lo muestran al desnudo y lo definen como escritor.
        “Diario de Invierno” ha venido a continuar una especie de appetizer o entrada para la lectura posterior de “Trilogía de Nueva York”. “El cuaderno rojo” es el libro de iniciación con Paul Auster. Cuando conoces aspectos claves de su vida, disfrutas mucho más la lectura de sus libros. Y creo que me encuentro ante un autor excepcional.
        Cuando lean a Zambra, especialmente en “La vida privada de los árboles”, comprenderán claramente el significado de novela breve. No he dejado de pensar en ella desde que la terminé. Y es digna de aplausos. 

Wednesday, September 19, 2012

Siete años



Siete años tiene una criatura que va por primera vez a la escuela. Por lo general se encuentra dando sus primeros pasos en la lectura y la escritura. Va con la expectativa de enfrentarse a un mundo nuevo, diferente, distante del concepto que tenía antes de atravesar la cerca perimetral del colegio.

Esa criatura, a pesar de todo, ya tiene idea de lo que se va a encontrar. Tiene tiempo recopilando información, a través de sus hermanos mayores, de sus amigos, de sus padres, y así, como quien no quiere la cosa, ya tiene una idea formada de lo que se vive intramuros.

Por eso, cuando se encuentra como ahora, sentado frente a la maestra que le da la bienvenida, es invadido por una especie de déjà vu. Su mirada cómplice se cruza con la de sus amigos, tanto los nuevos como los viejos conocidos de la vecindad, todos asombrados, todos expectantes.

Durante esa primera larga hora en el salón de clases, mientras contestan el llamado de la lista a la maestra, una gran cantidad de imágenes pasa frente a ellos, especie de cine mudo de sus propias experiencias. Miran los pupitres, los olfatean disimuladamente, intentan resolver los enigmas que les plantean los graffitis escritos antes por otros que, como ellos, alguna vez estuvieron en los mismos asientos y con las mismas dudas que ahora tienen.

La maestra pasa a ser esa persona mágica, dueña de todos los conocimientos; los transmite con esa voz de locutora de noticiero de televisión. Es bella a más no poder. De sus labios brotan palabras maravillosas que guían a sus alumnos en su temprana educación. Pronto pasa a ser la novia, la dueña de sus pensamientos, la confidente, la segunda madre, la amiga y la estrella que los orienta en esta nueva aventura de la vida.

La pizarra con su fondo verde es el lienzo en el que la educadora escribe las palabras más importantes, con el tipo de letra más hermoso y jamás visto hasta entonces. Tanto así, que da rabia cuando borra lo que creíamos iba a ser una imagen eterna.

Los olores del salón de clase quedan marcados para siempre en el espíritu, olor a madera de lápiz y a grafito, olor a colonia y almizcle de niño, a la fragancia de flores de la maestra, a tiza y a papel de cuaderno.
La luz natural y artificial que se entremezcla y cubre todo de una pátina inconfundible que permanecerá en el recuerdo.

Esta casa virtual cumple siete años y hoy precisamente me siento como ese niño, tengo esas mismas sensaciones, esas ganas de aprender a leer y a escribir, veo esa luz y la pátina de los objetos, percibo esos olores a almizcle, a madera de lápiz, tengo la misma inquietud de conocimiento, las mismas expectativas.

Estoy agradecido de haber venido un día, hace siete años y de haber abierto este camino, enfermo como estaba de “literatosis”; aún lo estoy, cada día con más ganas de leer y de escribir.

Se ha abierto ante mi un mundo hermoso, desconocido en parte pero fascinante, atractivo. Ese mundo paralelo donde ocurren tantas historias bonitas, y tristes, y alegres, e insulsas. Ese mundo que apenas se asoma ante mí y me hace sonreír.

Gracias a todos los que me han acompañado en ese camino. Bienvenidos los que se incorporan. Vamos andando juntos y descubriendo facetas, personajes, anécdotas, reflexiones, aprendizajes, personalidades. Los quiero mucho, extraño su presencia cuando no están y nunca los olvido. Ya saben que ésta es su casa.

*Imagen: "Dew on grass" de Luc Viatour en Wikimedia Commons

Saturday, September 08, 2012

Tengo fe en la Vinotinto



Ahora me ha dado por escribir los sábados en la mañana. En realidad uno debería escribir cuando, donde, como y lo que le plazca, pero a veces lo finito del tiempo atenta contra los propios deseos.

Sin embargo me tomaré en serio el “lo que le plazca” y escribiré de fútbol. Es típico que luego de cada partido aparezcan en Venezuela casi 30 millones de Directores Técnicos a pontificar lo que estuvo bien y lo que no, con una sapiencia que ya Pelé y Beckenbauer desearían para sí.

A pesar de ello voy a hacer un ejercicio de opinión sobre el particular.

Acabamos de perder en la eliminatoria sudamericana al Mundial Brasil 2014 con la selección de Perú. Una selección con pedigrí. Tanto así que cuando era pequeño y me gustaba más el fútbol, entre mis héroes se encontraba Teófilo Cubillas, aquel crack peruano que deslumbraba en los años 70 con su fútbol ofensivo desde el medio campo. Y no era el único peruano en mi espacio estelar. También estaban Héctor Chumpitaz, César Cueto, Juan Carlos Oblitas y Percy Rojas, referencias obligadas cuando de buen futbol se hablaba. Tenían un DT de lujo, un gordito llamado Marcos Calderón, que lo sabía todo.

Ayer, viendo a Jefferson Farfán jugar, recordé a Cubillas, hubo destellos de Cubillas en el Estadio Nacional de Lima.
Los tiempos han cambiado y la selección peruana lucha por cambiarle la cara a un once que hace mucho tiempo no va a un Mundial.

La historia de nuestra selección, la Vinotinto, es diferente. Cuando yo tuve uso de razón fui testigo de que íbamos a la Eliminatoria a cubrir una vacante. Éramos el hazmerreír de los otros equipos, goleadas iban y venían sin despertar mayores comentarios en el país. Nadie iba a despedir a la selección cuando viajaba y mucho menos a recibirla cuando llegaba.

Los jugadores eran gente que trabajaba en otras cosas y al final del día, por amor al arte, jugaban al fútbol. Nada que ver con los países a los que enfrentaba, donde el fútbol es la vida misma.

Entrenadores iban y venían y los resultados eran los mismos: últimos en la tabla. Ni soñar con ir a un Mundial. Los fanáticos ahogaban sus penas con camisetas de otros países, a los que seguían con una pasión que aquí en casa no tenía como o con quién desbordarse.

Como estrellas solitarias en un cielo oscuro brillaban nombres como Luis Mendoza, Cheché Vidal, César Baena, Nelson Carrero, Bernardo Añor, René Torres, Herbert Márquez, Carlos Maldonado, Vicente Vega, Pedro Febles.

Llegó un día Richard Páez como Director Técnico y le cambió la cara a la Selección. Jugar de tú a tú, con un esquema moderno e irreverente. Mentalidad ganadora. Nada fácil para un equipo acostumbrado a perder por goleada. Hoy nuestros jugadores son referencia, individualmente y como equipo.

Estamos luchando por conseguir un cupo en el Mundial Brasil 2014. La lucha ha sido dura, feroz. La Eliminatoria Sudamericana es quizás una de las más difíciles del mundo, pero es allí donde nos ha tocado, y es allí donde nos haremos hombres y clasificaremos a un Mundial.

Ayer celebré con vehemencia el gol de Arango aunque finalmente los destellos de Farfán nos hicieron morder el polvo. Esa derrota nos hace sentir que somos humanos, que debemos seguir luchando para lograr el objetivo. Nadie dijo que era fácil.

Ahora vamos contra Paraguay. También tienen pedigrí pero esa es otra historia. Vamos con hambre de puntos y necesidad de victoria. A nueve partidos por jugar, con los jugadores que tenemos, haciendo las correcciones del caso y con renovada fe iremos al Mundial.

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1.
*Fotografía de Angel Colmenares en el diario "Lider".

Saturday, September 01, 2012

Septiembre



Finalmente llegó septiembre. No puedo ver aquella gama de ocres que dibujan las hojas secas en las calles de algunos lugares. En el trópico las estaciones son imperceptibles.

Aún así, hay algo en el ambiente que cambia cuando llega septiembre. Hay un anuncio invisible, inaudible, pero sensible que lo indica.

Es ahora cuando miramos al retrovisor de nuestras vidas, a ver qué hemos hecho desde aquel abrazo de año nuevo, qué metas nos habíamos planteado y qué cosas hemos hecho o estamos haciendo para lograrlas.

Viene diciembre a paso muy veloz, y a pesar de saber que ya mañana estaremos escuchando música de Navidad, sé también que muchas cosas van a cambiar de aquí a allá.

El ritmo de vida en una ciudad como Caracas es vertiginoso. Todos los días pasan miles de cosas que nos alteran la rutina. Y da la impresión de que todos los días salimos a enterarnos, cuando no somos protagonistas, de lo que pasa alrededor.

Aunque sigamos la misma ruta, aunque abastezcamos combustible en la misma estación, subamos a la oficina en el mismo elevador y nos encontremos casi siempre con las mismas personas, hay cosas, en principio leves, que nos anuncian que algo ha cambiado.

Buenas noticias y malas noticias van cayendo como las hojas de los árboles de los países que están en otoño. Algunas no provocan reacciones pero otras nos paralizan. La niña lucha por su vida. Neil Armstrong ya no está. El niño se graduó. La mujer se fue de vacaciones. El amigo se cortó el cabello. La dama se divorcia. ¿Quién mandó a podar el árbol? No hay agua en las tuberías. El portón se dañó. El tráfico en la ruta secreta está atascado. Mi jefe ya no lo es. Amanecí con diarrea. Qué bello es éste hotel. Robaron en la cuadra. Terminaron los juegos olímpicos. Apple ganó la demanda. Lewis Hamilton muere por las Haribo. Explosión en la Refinería. Se cayó un puente. Hay problemas en el ferry. Rubén Limardo gana el oro. La nieta está embarazada. Me voy a Nueva York. Tiroteo en el Empire State. Mi amiga deja el trabajo. Su esposo se va del país. Mañana lloverá de nuevo. Comienzan las clases. Maickel Melamed va a correr los 5 Majors. Destruí un hormiguero. Las hormigas están furiosas. Coco se exhibe y le toman fotografías (¡Sí!). Obama lee a Franzen. El calentador no funciona. El cura ya no manda en Paraguay. La radiactividad cubre de nuevo a Japón. La luna está redonda como una arepa. Me dio hambre. Llueve mucho en Cumanacoa. Las FARC quieren la paz.

Todo ocurre bajo el leve manto de la rutina. Porque aparentemente nada pasa. Y todo pasa. La rutina esconde el vértigo con el que pasan las cosas. Pero hay cambios. Perceptibles o no. Importantes o no. Los hay. Y los habrá. ¡Atención!

*Imagen: Kari Andresen "Mantén tu cabeza en las nubes y los pies en la tierra" en www.smashingmagazine.com

Thursday, August 23, 2012

El mundo de Juan Carlos Onetti



Juan Carlos Onetti fue un escritor uruguayo nacido en 1909 y fallecido en 1994.

Descubrí a Onetti mediante la lectura de un maravilloso ensayo escrito por el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, titulado “El viaje a la ficción: el mundo de Juan Carlos Onetti” (Alfaguara, 2008).

En ese libro, Vargas Llosa nos muestra la intensa e interesante personalidad de Onetti a través de un paseo por sus obras narrativas, entre las cuales sobresale “El Astillero”, “Juntacadáveres”, “El pozo” y “La vida breve”.

Vargas Llosa define la ficción en su ensayo como “esa otra realidad inventada por el ser humano a partir de su experiencia de lo vivido, y amasada con la levadura de sus deseos insatisfechos y su imaginación”.

La ficción en Onetti es la propia vida, tanto que más de uno ha estado escudriñando en Uruguay para ver si encuentra, aunque sea con otro nombre, el ficticio pueblo de Santa María, donde Onetti ambienta algunas de sus novelas como “El Astillero” y “La vida breve”.

Onetti le aseguró a un amigo escritor que inventó Santa María luego de un viaje que hizo a la provincia argentina de Entre Ríos, donde “tuve una sensación de felicidad. Sólo fui una vez, ni un día completo y en pleno verano. Pero aún recuerdo el aire, los árboles frente al hotel, la placidez con que se desplazaba y abordó la balsa, así como la sencillez de los habitantes, que no tienen nada que ver con los porteños”.

Después de leer con fruición la obra de Vargas Llosa sobre Onetti en 2010, quedó en mí impregnado el gusanito de la curiosidad por leer sus novelas y cuentos, cosa que no había hecho hasta este año de 2012, cuando por fin empecé con “El pozo” (Punto de Lectura, 2007). Fue grande la felicidad de conocerlo a través de ésta, su primera novela (1939). La curiosidad se hizo aún mayor, y no tardé en encontrar “El Astillero” (1961), quizás la más deseada, luego de haber leído el ensayo de Vargas Llosa.

“El Astillero” (Punto de Lectura, 2007) es una novela maravillosa. Conocí a través de ella el famoso pueblo de Santa María, y a personajes tan enigmáticos como Larsen, alias “Juntacadáveres”. Las razones de ese alias están quizás reveladas en “La vida breve” o “Juntacadáveres”, pero no me pienso adelantar al misterio.

La prosa de Onetti enamora al que le gusta la narrativa. Es fina, precisa, rica en imágenes. Los personajes de Onetti son sacados de la vida misma, con su carga de miserias y de virtudes. Son personajes que terminas viendo muchos días después de haber terminado la lectura, pues se quedan en tu mente y revolotean a diario, hasta hacer que vuelvas a leer extractos de la novela en los que tal vez descubras facetas que a la primera pasaron inadvertidas.

El sábado pasado fui a conocer una nueva librería (nueva para mí). Se llama “Sopa de Letras” y está ubicada en terrenos de una hacienda antigua llamada “La Trinidad”, aquí en Caracas. Además de disfrutar las imágenes retro de la casa de la Hacienda y descubrir lo que había en la “Sopa”, encontré sobre una mesa unos libros usados, ofrecidos en remate, apilados. Entre ellos pude rescatar, a un módico precio, la “Antología del Cuento Triste” de Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs (Suma de Letras, 2004). Dentro del libro encontré un cuento de Onetti titulado “Un sueño realizado” (1951). Mi admiración por el autor creció exponencialmente por la maestría de este cuento.

Ahora espero por “La Vida Breve” para seguir disfrutando la dura y hermosa prosa de este gran maestro de la narrativa, que es Onetti. Los invito a descubrirlo.

Monday, August 13, 2012

Isla de Margarita, parte de mi mundo. Tercera Parte


"Yo tengo un mundo mío, y voy a compartirlo con alguien como yo, sueños de amor y fantasía serán las normas mías para regir mi vida, mi mundo es complicado, difícil de explorarlo, difícil de vivir, pero es mio, es el mundo mío, lleno de triunfos y fracasos, virtudes y pecados, y en él no cabes tú".

He vuelto a Margarita, mi mundo, luego de dos años de sequia, es decir, dos años sin visitarla.




La encuentro bella, como siempre, y me vienen a la mente mis posts del 2006 y del 2010.

Como siempre, me he recluido en las playas del norte de la isla, que son las que más me gustan, con el mar azul turquesa hermosísimo.




La isla vive un auge a nivel de bienes raíces, que se nota mucho en zonas como Pampatar, con lujosos condominios de hermosa arquitectura combinada con unas vistas espectaculares de las riberas del Mar Caribe.




Al mismo tiempo pude notar una reducción en el número de turistas que visitan las playas del norte de la isla. Indagando por aquí y por allá supe que en parte se debe al incremento de la criminalidad en los últimos años, manifestado en asaltos con uso de violencia hacia los turistas.




Yo mismo estuve a punto de ser víctima de los vándalos que la azotan. Gracias a Dios pude evitarlo pero no siempre se tiene la suerte de poder evadir los asaltos.




Yo estoy seguro que mi isla bonita no merece ese trato y exijo a las autoridades gubernamentales que pongan a la seguridad como máxima prioridad en sus políticas.



No hay una isla más bella en el Caribe pero la gente quiere sentirse segura al 100% y para ello hay que hacer un gran esfuerzo que permita recuperar la confianza de la gente que la visita.



"Mío, yo tengo un mundo mío, de grandes desafíos, de eterna evolución. Raro, inmensamente humano, de paz y sobresaltos, extraño pero mío, mi mundo es complicado, difícil de explorarlo, difícil de vivir. Me recibe ese mundo mío… "



Volveré a ti mi isla bella, lloraré por ti, brindaré por ti y haré todo lo posible porque recibas el trato que mereces, tú que eres tan preciosa, tan generosa y que guardas en tu seno la imagen de la Virgen del Valle. 

Buscaré con mi lente y mostraré la belleza de tus paisajes únicos y hablaré maravillas de la calidez de tu gente. Eres parte de mi mundo, y es para siempre.

Thursday, August 02, 2012

Andrés




Sorprende el paso del tiempo. Lo rápido que ocurre todo. Tenía la costumbre de llevar a mi hijo a la escuela, para lo cual caminábamos cuatro cuadras cada mañana.

En esas cuadras, tomados de la mano, hablábamos de cosas personales, yo respondía la curiosidad infantil de mi hijo por todo, saludábamos a otros padres y madres que, con el mismo propósito, llevaban a otros niños de la mano y disfrutábamos de la humedad que, en las mejillas provocaba el rocío de la mañana.

Cuando, luego de dejarlo en la escuela, devolvía el camino hasta mi casa, era un hombre feliz de vivir esa experiencia diaria, que no cambiaría por nada del mundo.

El tiempo siguió su curso y el niño fue creciendo y haciéndose un hombrecito. Hasta que llegó el día en que me dijo que podía y quería irse solo, que a sus amigos, como muestra de madurez y confianza, sus padres los dejaban ir solos a la escuela. Y tuve que prescindir de esos momentos diarios que me hacían sentir tanta alegría.

Tuve que admitir que el niño ya era grande, que había crecido y madurado, y que, en verdad, podía irse solo.

Fue cambiando de aspecto, de altura, de tono de voz y yo sentía que no quería darme cuenta de que en efecto era así, que había crecido. Para mí siempre sería el niño que llevaba de la mano en la mañana.

Esta semana terminó la escuela secundaria, y en tres meses estará en las aulas universitarias que un día me recibieron a mí. Y sigo sin creerlo.

Me presentó a su novia. Lo vi recibir su diploma. Lo sentí abrazarme agradecido. Y lo que hice fue llorar en silencio. Llorar de alegría. Evocar sus primeros días en la escuela, que como tinta indeleble han quedado en mi corazón.

El niño ha crecido. Y cada mañana, cuando me despierto, sigo pensando en aquellos momentos cuando el frío rocío en las mejillas y el calor de su mano apretada con la mía, me hacían sentir que la vida es bella.

Mi hijo es un hombre, con sus criterios, con su propia forma de vivir y de pensar. Y me mata cuando lo veo hacer sus cosas como la gente grande, cuando con su fuerte voz me abraza y me dice: “Te amo papá”.

Thursday, July 19, 2012

Palmera



El día ha estado extraño hoy. Luminoso y radiante al mediodía, se ha dejado caer en la tarde con vientos fuertes y un olor a lluvia proveniente de quién sabe dónde, que presagia mucha agua a caer durante la noche.

Bajo a comer en el restaurante de siempre, donde ya todos me conocen (mesonero, clientes, etcétera) y da la impresión de que hasta saben lo que voy a pedir. El menú, que poco cambia, no ayuda. La gente es más o menos la misma siempre. Nos miramos como se miran los niños en el aula de clases. Ya cada uno imagina lo que hace cada quién antes de sentarse en su puesto. ¿Rutina? Quizás.

Nos saludamos como siempre. Ni siquiera nos piden lo que vamos a beber. Escucho la licuadora a lo lejos. Ese ruido me anuncia que alguien me ha visto desde adentro y ha puesto en marcha el mecanismo. Automático. 
Todo lo hace la costumbre.

Sin embargo pienso que la vida es un eterno cambio. Quisiera estar en otra parte, haciendo otras cosas, visitando otros lugares donde al principio no me conozcan. Que muestre otros colores y olores, otras voces. Al final volverá a ser habitual porque suelo visitar los mismos lugares, es decir, me convierto rápidamente en habitué. De ello no puedo ni quiero escapar porque me amoldo a los sitios donde me siento bien. Soy así.

Suelo comer en la terraza, al aire libre. Allí, al lado de un jardín que alberga a una especie de palmera cuya flor es un extraño bulbo grande y amarillo. Esa palmera expele, de vez en cuando, un olor fuerte, medio cítrico, que produce una leve dificultad al respirar. ¿Es su defensa acaso contra los enemigos naturales? Puede ser, pero no me toma en cuenta. Ni siquiera le importa que vaya a comer.

A veces pienso que sabe, muy adentro, que no soy muy amigo de las palmeras y que prefiero a las coníferas. ¿Por que? No sé bien. Algo natural en mí. La venganza es dulce, pensará la palmera. No me quieres, no te quiero.

Miro su tronco enrevesado y la siento complicada. Incómoda con su propio cuerpo. Ella lo sabe y el olor se intensifica. Al final la olvido, entre la conversa y la indiferencia. Y la dejo de sentir. La veo triste. ¿Percepción o señal que me envía? No lo sé.

Lo que no pierde nunca es la coquetería. Ha floreado varias veces en un año. Las flores son raras. Ella es rara. Pero eso no es importante.

Igual se siente mujer. Y se enfada, expeliendo su olor, cuando tiene cerca a tipos como yo a los que no le gustan mucho las palmeras.

Monday, July 16, 2012

Música por Dervis



El pasado 12 de julio nos dejó un gran amigo, mejor persona, ingeniero y percusionista llamado Dervis Romero. Esa pérdida la he lamentado en lo más profundo de mi ser, dada la calidad humana de mi amigo. 

Ese día le escribí una nota a Bismarck Lara (otro amigo) diciéndole que Dervis era una de esas personas de las cuales tu deseas irte primero para no tener que sobrellevar la pena de extrañarlo por siempre.

Su amiga del alma, la periodista Lil Rodríguez le escribió una reseña para el diario Últimas Noticias de Caracas el domingo pasado. Lil gentilmente me ha permitido reproducirla, porque mis palabras no alcanzan la belleza de las suyas en este triste momento.

“Música por Dervis”, por Lil Rodríguez en “La Cota Lil”

Hizo su propio llamado a las cuatro de la mañana del pasado jueves. A esa hora se despertó mi hijo en su casa, a esa hora se cayó de la cama bruscamente por un sobresalto su nieta Dahomey, a esa hora se despertó alarmada una de sus hermanas, a esa hora varios amigos, como Martha López y Agapito Hernández también se levantaron a dar vueltas sin saber por qué, pero deprimidos; a esa hora quien escribe pegaba un brinco sobresaltado. 

Fue la hora que escogió Dervis Romero para avisarnos que iba a entregar el testigo. Y personalmente no me cabe duda, porque a falta de habla, el espíritu escoge la forma de avisar lo que el cuerpo no puede.
Hasta ese preciso instante nos negábamos a la idea de que pudiera irse el amigo, el confidente, el consejero, el asesor, el músico, el profesional, el hombre que fue Dervis.

Sano por dentro y por fuera, limpio de alma y dotado de virtudes tan escasas hoy, Dervis era el auxilio permanente, la mirada precisa, la sonrisa perfecta…

Con él como amigo era imposible que uno se sintiera solo. Y es que Dervis era también como un médium, que sabía, aunque uno no le contara.

-Ringgg
-¿Aló?
-¿Qué te pasa Lil del Valle?

Siempre me llamó por mis dos nombres…

Una gaita

Dejando a un lado sus condiciones de ingeniero humanista, o de humanista ingeniero, Dervis Romero poseía otra virtud escasa: nunca se encasilló musicalmente en un ritmo. Sabía de todas las músicas, y bien, con conocimiento de causa. No en balde pasaba horas escuchando y apuntando, para luego compartir. 

Con amor infinito hablaba de la monumental obra de Juan de Dios Martínez, allí, en el sur del lago de Maracaibo, y con ternura desglosaba las etapas de Cesária Évora, o los aportes de Miguelito Cuní al fraseo en el son montuno, para pasar con deleite a analizar el mundo de los arreglos hechos por el Pavo Frank, o las novedades de la salsa de los barrios, y seguía con intensidad mostrando las sutiles diferencias entre un joropo oriental y uno del llano, o expresando su admiración por José Romero Bello. Y así seguía delineando la actualidad de la música en África, pero no con generalidades sino país por país, con los nombres de los intérpretes, y sobre todo, de los instrumentos. 

Sentía especial predilección por el sonido de la Kora, y distinguía sin problemas las profundidades de la percusión en el Bendir, el Yembé o el Atabaque. Y nos enseñaba. Así de prodigioso y bien formado era su oído. Cuando Dervis sacaba un habano ya uno sabía que lo que venía era para coger palco.

Tan hermosa como su cultura era su estampa. Siempre me pareció que Dervis era la reencarnación de un fino sonero de la década de los treinta o de los cuarenta. Siempre combinado, bien arreglado, mucho blanco y guayabera, el infaltable gorro, como si tuviera un egbó permanente mandado por Shangó.

Y el abuelo

Nació el 23 de agosto de 1962 en Maracaibo, y en su seno familiar fue el único varón. Tal vez por eso el apego profundo al abuelo, figura indispensable en su conversación para hilvanar historias de la gaita, de la zulianía, de los personajes que ofrendaron perfil a la tierra por el sol amada.

Amante de las tradiciones venezolanas, a Dervis le encantaba cargar con los aperos de la cocina, las verduras, los aliños, las cervezas, los discos, las libretas, el carbón, todo con tal de que un buen almuerzo tuviera sabor de tierra adentro. 

Tal vez por ese amor a lo genuino fue que se enamoró de Nelly Ramos, la amada a la que ofreció el brazo y el alma cuando ella estoicamente se reponía de tanta pérdida con la tragedia del “Madera” (hermanas incluidas) y de golpes que hicieron mella en sus sentimientos.

Ese amor de Nelly y Dervis era para nosotros como el Hans y Jenny, que inmortalizara Aquiles Nazoa: Hans y Jenny eran soñadores y hermosos, y su amor compartían como dos colegiales comparten sus almendras… Por ejemplo, Hans reconocía y amaba a Jenny en la transparencia de las fuentes y en la mirada de los niños, y en las hojas secas. Jenny reconocía y amaba a Hans en las barbas de los mendigos y en el perfume del pan tierno, y en las más humildes monedas.

Así, con problemas y todo, se sentía la energía amorosa de Dervis y Nelly, rompecabezas colorido, siempre oloroso a ámbar.

Y la muerte pisó el huerto

Muchos en el barrio comenzaron a darse cuenta de que algo no encajaba cuando observaron que no era Dervis el que estaba sacando a pasear a la perra, a esa perrita que salvó magullada, herida de debajo de un carro. 

Y es que Nelly no avisaba a nadie de tan llena de angustia por lo que veía: Dervis daba tumbos. Lo que supusieron los médicos que era laberintitis, era un derrame. Johany, la hija de Nelly que con tanto amor Dervis levantó fue la que comenzó a avisar. Ya lo habían operado, y el pronóstico no era bueno.

Entonces vino la rebelión de todos como forma de esquivar la realidad. Pero ella, la realidad, se hizo presente a pedacitos.

Vi a nuestra amiga del alma, siempre tan fuerte y animosa, colocar en el oído de Dervis la voz infantil de Dahomey diciendo “te quiero abuelo, te quiero”, y los compases de uno de sus temas favoritos, el Donna Lee de Miles Davis con arreglos y ejecución del Pavo Frank, para luego caer desplomada en llanto sobre el pecho amado. Su mano en el corazón de Dervis le daba el tiempo. “No se siente, manita, no se siente”. 

Era temprano ese jueves, y estábamos con Nelly, ya que después del aviso de las 4 de la madrugada habíamos enrumbado mi hijo y yo desde Guarenas a La Floresta. Las hermanas de Dervis, ejemplares y dignas, Nelly, Uncas y yo entonces lo supimos: no había sístole y diástole sino una inmensa paz de ojos cerrados con un gorrito puesto y una vía abierta hacia la eternidad.

Si la muerte pisa mi huerto/¿quién firmará que he muerto de muerte natural?
¿Quién lo voceará en mi pueblo?/¿quién pondrá un lazo negro al entreabierto portal?

Hoy descansará en su amado Maracaibo, el de Chinco y Rafael Rincón, el de Ricardo, el de su abuelo del alma, la tierra de donde salió para encontrarse con San Agustín para siempre. Por eso este viernes, en su despedida, todos cantaron:

Compañero de cantos y labores, compañero de la libertad/ en el campo donde dejas tu vida tu presente y tu futuro está.

No abandones la tierra, compañero…

Lil Rodríguez

Imagen: Cortesía de Uncas Montilla

Saturday, July 14, 2012

Internet, el nuevo vecino de la cuadra. En fotografías...

Hace apenas un mes escribí este post. Hoy un amigo me envía un correo con estas fotos que son testimonio gráfico de lo que escribí. Sean ustedes los jueces...


Cita en un restaurant...



Paseo en auto por la ciudad...



 En la playa con los amigos...



 En el estadio mirando el juego...




De museos...


 Compartiendo unos tragos...



 En el aniversario de graduación...



 Cenita entre amigas...