Sunday, January 13, 2013

Volver a los orígenes



Salí de Caracas un 6 de enero para Trinidad, una tierra que no me es ajena, puesto que por allí pasó mi familia cuando buscaban El Dorado, ese pueblo mítico que muchos afirman que queda cerca de El Callao.

Ver a la ciudad desde el aire despertó una nostalgia en mi, algo que yacía dormido por años se desperezó al aterrizar en Piarco y me siguió hasta Puerto España.

No pude salir a patear la ciudad, como hubiese querido. La seguridad de la compañía para la que trabajo nos encerró en el hotel, hasta el día siguiente, cuando salimos a Chaguaramas, un puerto ubicado a media hora de camino hacia el oeste.

Tengo flashes de Puerto España, una que otra cara bajo la llovizna incesante, las casas con los techos muy inclinados, a dos aguas, y el verde de las montañas en el horizonte.

No llores por mí Puerto España, volveré para verte y conocerte como se debe.

En Chaguaramas no es que haya mucho que ver, aparte de las hermosas bahías, pero igual, debimos subir al barco y esperar dos días para zarpar.

Con tristeza vi que partimos en la noche oscura e imaginé la belleza que nos estábamos perdiendo al bordear la isla por un lado, y la punta este de Paria, por el otro. Noche oscura y tenebrosa, donde el cielo y el mar se pintaron del mismo color y me ocultaron tantos secretos, algunos familiares.

Como para hacerme olvidar el momento, las fuertes corrientes de la Boca del Dragón rugieron e hicieron saltar el barco muchas veces. El mar a veces asusta si se lo propone.

Ahora trabajamos en un mar azul, a veces encrespado y gris, otras convertido en un espejo azul verdoso. Algunos días, si la bruma lo permite, pueden verse los extremos de Trinidad y Venezuela.

Así pasan mis días, pensando mucho en la gente que extraño, en mis ancestros que surcaron este mar, en las profundas aguas sobre las cuales me hallo y que lo esconden todo.

He surcado un paso de mar que también han visto mis abuelos, bisabuelos y mis padres, y me habían contado de su fuerza, de su oleaje extremo y del terror que sintieron. Y yo lo viví.

*La fotografía de las Bocas del Dragón es de Ray_CCS en Panoramio.

2 comments:

Anna said...

Estar en el lugar donde sabes que tu familia ha estado, así sea de paso, es una experiencia que mezcla varios sentimientos. Tristeza por los ya que no están, agradecimiento a la vida por permitirte pisar el suelo que ellos pisaron. Ojalá puedas volver, ya sin reglas y horarios que tanto disgustan..;-). Ya falta poco para que estés otra vez con los tuyos.. Tqm

Oswaldo Aiffil said...

Hola Anna! Pues si, una sensación extraña saber que por allí entró tu familia procedente de Grenada y Barbados, buscando una vida mejor en Venezuela, persiguiendo el mito de El Dorado, y en condiciones de precariedad de embarcaciones en esa época. Las corrientes de la Boca del Dragón son muy fuertes y revulsivas. El paisaje de Paria y Chacachacare en Trinidad te hace pensar en la cercanía de el Paraíso Terrenal. Nunca olvidaré ese paso y esas tierras. Un beso enorme mi Anna bella!