Saturday, March 20, 2010

Cuando llega la noche...


Cuando llega la noche comienza el reino de las sombras. Mucha gente va y viene. Todos evitan mirarse. Cada quién en lo suyo.


A medida que la noche avanza, el frenesí en la calle disminuye. Todos parecen haber llegado a su destino. Los empleados del aparcamiento reciben las llaves de los autos y tratan familiarmente a sus clientes, preguntan por hijos, hablan de deudas, de enfermedades. Familiaridades. Intercambian saludos, consejos, luego de lo cual cada quién vuelve a lo suyo.


Va saliendo una chica hermosa. Decido seguirla. Me aburro mucho en el aparcamiento, viendo personajes cuya vida parece ser más interesante en otra parte, y no en los flashes que se suceden allí. Quiero comprobarlo. Por eso voy tras ella.

Camina sin prisa, y a la vez sin pausa. Cada minuto cuenta. La saludan los vendedores de baratijas en la calle y contesta con ademanes. No alcanzo a escuchar su voz. Disminuyo el paso para encender un cigarrillo. Acción de distracción. Disimulo, tal vez. Repentinamente cruza en una especie de umbral, de túnel iluminado. Luces rojas en el techo. Escaleras alfombradas con colores a juego con la iluminación. Suelto el cigarro a medio fumar en la entrada, y lo piso para apagarlo. La última bocanada de humo queda en la calle. Me interno.

Bajo con rapidez para no perderla de vista. Siento que me miran fulminantemente, y de soslayo. Es el portero. No noté su presencia al entrar pero, todo un arte, el hombrecillo se ha encargado de mostrarme que está allí, y que nos volveremos a ver, dependiendo de mi comportamiento allá adentro.

Continuo bajando y el aire se hace más denso. No veo nada. Pierdo de vista a mi chica. No me importa ahora porque sólo trato de orientarme en ese laberinto en el que me he metido voluntariamente. Hay mucho humo en el ambiente. En la penumbra hay gente sentada, fumando, riendo a carcajadas, bebiendo. Ruido de vasos, y voces, muchas voces.

Busco la barra, que encuentro finalmente y me siento. Los vecinos comentan en voz baja. Ríen. Pido una cerveza. El empleado niega con la cabeza y me señala una pizarra. “Bebidas: Vodka, Ron, Tequila, Whisky, Coctel…” Más abajo, “Raciones: Parrilla de mariscos, calamares al ajillo, mar y tierra, boquerones…”. Siento hambre pero no comeré aquí. Pido un whisky en las rocas. El empleado me lo sirve presto y generoso. Coloca una servilleta alrededor del vaso y me dice: “Salud!”. Levanto el vaso y agradezco con un gesto.


El local atestado. Movimiento alrededor. Risas en las mesas. Sonido de copas. Musica de fondo. La nube densa de humo lo abarca todo.

De repente todos callan, la música de fondo se detiene, y unas luces iluminan la pista, mientras lo demás se oscurece un poco más. Aparece un hombre bajo, vestido con camisa blanca y pajarita. Se dirige a los presentes y anuncia el show. De nuevo la música. Ahora mas fuerte. Esta vez se siente en todas partes: “My mama done tol meee! Whaaaack!! When I was in pigtails!”. La reconozco. Es “Blues in the night” con Ella Fitzgerald. La orquesta es de Billy May. Wow. “Ta ta ra tataraaaá!” Un solo haz de luz ilumina ahora a una estampa de leyenda. Si. Es ella. La chica del aparcamiento. Esta vez está vestida ligeramente, con una figura espectacular. Todos la miran. Todos suspiran (me incluyo). “Now the rains a fallin. Hear the train a callin whooeeee! My mama done tol meeee! Whaaaaaack!”

La gente se aglomera poco a poco alrededor de la pista y el suspiro se hace único. Ella es la reina del lugar, no me queda la menor duda. Todo gira a su alrededor. La música, las miradas de todos allí, incluso de las otras mujeres.

Se mueve al ritmo, hace malabares con su cuerpo, algunos silban, otros aplauden frenéticamente. Ella mira al infinito, sabiéndose dominante, y desprendiéndose poco a poco de la poca tela que la acompaña, mostrando más y más su cuerpo avasallante.

Entra el saxo alto en acción. Éxtasis colectivo. Batería. Suspiros. Ella Fitzgerald y su voz alucinante. Senos hermosos al aire. Exuberancia sin par. Mucho humo en el ambiente. Más suspiros. Muchos más. Muchísimos al mismo tiempo.

Ahora danza desde el piso. Teniendo como única vestimenta su propia piel. Es realmente hermosa. Dios no le ha negado nada, se lo ha dado todo, absolutamente todo. Muchos, muchísimos espectadores con la cara pegada del escenario, a nivel de los ojos, mirando fijamente al horizonte, justo al centro del mundo. Silencio sepulcral, tan solo turbado por los suspiros, las trompetas de la orquesta de May y la prodigiosa voz de Ella.

Salgo por momentos del trance y miro alrededor. Totalmente paralizado el ambiente. Nadie sirve licor. Nadie lo pide. Todos absortos. Entran los trombones al unísono. ¡Quiero morir! La voz de Ella, como un veneno certero que nos termina de embobar:

“A man´s a two-face, a worrisome thing


Who´ll leave ya to sing the bluuuueees in the night


Yes the lonely, lonely bluuuueees in the night”


*Para los que no conocen la canción, "Blues in the night", de Harold Arlen y Johnny Mercer, cantada por la prodigiosa voz de la grande entre las grandes, Ella Fitzgerald (hagan click aquí y disfrútenla)

2 comments:

Oswaldo Aiffil said...

Hola Torneo de Caballeros! Muchas gracias por la deferencia. Saludos cordiales y bienvenido a esta casa virtual que te recibe con los brazos abiertos. Un abrazo!

Franck said...

Hola soy administrador de una red de blogs estuve visitando tu página http://oswaldo-aiffil.blogspot.com/ y me pareció muy interesante. Me encantaría que pudiéramos intercambiar links y de esta forma ambos nos ayudamos a difundir nuestros páginas.
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