Friday, April 28, 2006

Amores del siglo XXI


En estos días de píldoras de repotenciación sexual, de muñecas inflables que satisfacen el deseo, de sexo virtual vía internet, de matrimonios que duran minutos, y a veces hasta segundos, en estos mismos días sobrevive el amor.

Son historias de todos los días, con protagonistas de carne y hueso que nos pasan por el lado mientras caminamos por las calles de nuestras ciudades, sin que tengamos el mas ligero pálpito de lo que ocurre en su interior.

Ella trabaja en una prestigiosa cadena de tiendas de la ciudad. Muy linda, preciosa, ya entrados sus cincuenta, con sus hijos profesionales, ya casados, viviendo sus vidas independientes. Mucha gente va a la tienda no sólo por comprar sino por hablar con ella. Ella habla con todos. Derrocha simpatía, a raudales. Comparte con todos. Los quiere como su familia, y ellos le retribuyen.

Vive con su esposo, quien está hastiado ya de la vida en matrimonio. Busca cualquier excusa para no estar en casa, sobre todo cuando ella más lo necesita. Los fines de semana se marcha hacia la casa de campo que ambos comparten en las afueras de la ciudad. Allí se pierde entre el follaje, la plantación, las cervezas, los amigos. Nada quiere saber de su casa. La misma donde ella lo espera infructuosamente. Prefiere estar allí a sus anchas, sin deberes, sin reproches, sin ella, por que no decirlo.

Mientras, y para no quedarse sola en casa, ella toma guardias adicionales en su trabajo. Va los fines de semana y de verdad que la pasa muy bien, porque todos la conocen y la consienten. Son felices de verla allí durante el fin de semana. Ajenos a su triste realidad. Una realidad que ella no refleja en su amplia sonrisa y en sus bellos ojos.

Uno de esos dias, estaba atareada como de costumbre, cuando de pronto se tropezaron las miradas. Fue algo inusitado. Algo decían esas miradas. Algo muy particular. No era un cliente más. No se sabe cuando tiempo duró la mutua contemplación. Quizás segundos. Quizás minutos. Y luego todo continuó como de costumbre. Pero ya no volvería a ser igual para ninguno de los dos.

El tardó varios días en volver. Quizás atormentado por sus pensamientos. Sabía en el fondo que días atrás no había visto a alguien más. En su mente la escena se repetía infinidad de veces. No resistió y regresó. No iba sólo esa vez. Iba de la mano con su esposa. A medida que avanzaban dentro de la tienda, su corazón latía cada vez más fuerte. Su esposa no lo notaba, distraída como andaba mirando los perfumes y las cremas. Las miradas se volvieron a encontrar.

Ella no pudo evitar que de sus ojos brotara una lágrima. Como pudo la disimuló. El no estaba sólo. Era evidente. Su esposa era incisiva. Miraba los perfumes y lo miraba de vez en cuando. Le preguntaba cosas. El respondía con monosílabos. Su mente no estaba allí. Estaba en esos ojos a los que había vuelto, según el sin proponérselo.

Ella se sentía triste porque una vez mas el destino le había dicho que no tendría oportunidad. Pero el regresó de nuevo, esta vez sólo. Y hablaron. En pocos minutos parecía que se hubiesen conocido de toda la vida. Y ambos sentían algo. Algo diferente. Mariposas en el estómago, por decir algo. Se citaron. Salieron a cenar en un restaurante y buscaron un rincón muy discreto para platicar. Pocas palabras bastaron para decir lo que ya se sabía. Era amor. Hubo flores de por medio. Mucho cariño. Hablaron de sus destinos. Sabían que la sociedad los condenaría. Pero ninguno de los dos quiso dar un paso atrás. De nuevo era amor. Lo que a ambos les había sido negado en sus respectivos hogares. ¿Serían almas gemelas según Brian Weiss? Quien sabe.

Desde ese día volvieron a verse muchas veces. Unas a escondidas y otras no tanto. La felicidad había venido para quedarse.

Los clientes de la tienda notaron un brillo extraño en sus ojos, mas luminosos que de costumbre. Pero como amigos que eran no se atrevieron a preguntar. Tan sólo la halagaban con cumplidos que ella recibía alegremente. Ella era feliz como pocas veces en su vida. Estaba viviendo su segundo debut. O puede ser que nunca había recibido amor de verdad. Estaba viviendo.

Un buen día, después de una exquisita cena, durante la sobremesa, vino lo inesperado. El se llevó las manos a la cabeza. No atinaba a decir palabra alguna. Se quejaba débilmente. Ella lloraba y lloraba sin saber que hacer. Ni mucho menos que decir. ¡Terror! Vinieron los paramédicos y lo llevaron con urgencia a una clínica. Había perdido el conocimiento.

Después vino el vía crucis. Ella temía ir a verlo. Sabía que no debía. Allá lo rodeaban sus familiares, su esposa, sus hijos. ¿Quién era ella para ellos? A través de una enfermera supo que estaba internado en terapia intensiva, en estado muy grave. Accidente cerebro-vascular fue el diagnóstico. Al borde de la muerte.

Y lloró muchísimo en su soledad. Los días se hicieron interminables. Las horas muy pesadas. Trató infructuosamente de comunicarse con la clínica pero todas las llamadas terminaban en un ¿Quién es usted? Lloró lo inimaginable. El cuento de hadas había terminado de la manera menos esperada.

Su mirada volvió a ser triste. Supo por un amigo común que su adorado había superado lo mas difícil. Sobrevivió. Pero había perdido el habla y la movilidad de algunos miembros de su cuerpo. Se hallaba postrado en una silla de ruedas y no podía articular palabras. Se comunicaba por señas.

Nunca más lo volvería a ver de nuevo. Era lo lógico de pensar. La vida había sido muy dura con ella. Tan difícil que es encontrar el amor verdadero y tan fácil y repentino que fue dejarlo ir. ¿Será que no era su momento? ¿Qué no era su alma gemela?

Esta mañana se levantó como de costumbre. Tomó su auto y se dirigió hasta la tienda. Día normal. Sin vicisitudes a la vista. Los clientes. Los empleados. Lo de siempre. Un día extrañamente agitado en la tienda. Mucha gente vino. Todos esmerados en atender, en servir. Dentro de todo este agite se acerca alguien en silla de ruedas. Es costumbre ver gente así en la tienda pues hay un centro de rehabilitación en la misma cuadra. ¡Lo imposible! ¡Era él!

¿Cómo llegaste aquí? ¿Cómo has estado todo este tiempo? Tantas preguntas acumuladas. Sin respuesta. Sólo señas. El no puede hablar. Lo acompaña una enfermera, quien cuenta que llegaron allí guiados por el, quien señalaba en una revista el logotipo de la tienda. Al preguntársele si quería ir hasta allí asintió. Y estaba allí de nuevo. En su silla de ruedas, sin poder articular palabras pero estaba allí. Es el amor que todo lo puede. Con las miradas se dijeron todo. Queda pendiente su restablecimiento. De nuevo el amor, que todo lo puede. Son amores del siglo XXI…

4 comments:

Unknown said...

muy bonito. Pero asi es el amor, escurridizo.

Khabiria said...

NOOOOOOO Oswaldo, casi lloro, que historia tan triste y tan real...cuanto amor.....

Ysondra said...

Me ha gustado mucho la historia, y para no variar, me dio para pensar bastante.

Creo que se la enseñaré a un amigo.

Oswaldo Aiffil said...

Hola Ysondra! Quizás la historia de tu maigo se asemeje a ésta, y a muchas otras. La historia vuelve a repetirse, dicen por allí. Un beso!