Friday, April 21, 2006

Kamikazes


En estos tiempos escuchamos casi todos los meses de los atentados que efectúan los hombres de las brigadas Al-aqsa en Israel. Los así llamados mártires se forran el cuerpo con explosivos y penetran en territorio israelí para hacerse estallar en sitios públicos donde puedan causar el mayor numero de bajas posibles.

Se dice que lo hacen con mucha alegría porque con ello tienen ganado el cielo.

Todos recordamos también los atentados del 11 de septiembre. Las grabaciones de las cajas negras de los aviones estrellados y los videos obtenidos de las cámaras de seguridad de los aeropuertos muestran a unos hombres muy felices mientras se dirigían a ejecutar el atentado suicida.

¿De donde viene esa tendencia a luchar mediante la entrega voluntaria de la propia vida por obtener una causa?

Se ha hablado de que la aviación rusa, durante la invasión alemana, tenía instrucciones de estrellar en algunos casos sus aviones contra los bombarderos de la Luftwaffe para evitar daños mayores durante los bombardeos a Moscú, pero los más famosos evidentemente son los aviadores japoneses conocidos mundialmente como “kamikazes”.

La palabra proviene de unas tormentas que arrasaron la flota invasora de los mongoles en su intento de invadir a Japón en el siglo XIII. Los japoneses las llamaron Kami Kaze o “Vientos Divinos”.

Hace poco terminé de leer el libro de Albert Axell e Hideaki Kase (ver fotografía) con el mismo título del post.

Impresionante y estremecedor.

El Cuerpo de Ataque Especial, Tokkotai o Kamikaze, se creó en octubre de 1944 como una forma de dar vuelta a lo que parecía ser una derrota inminente de Japón dada la superioridad tecnológica y numérica (en hombres, aviones, barcos y armamentos) de las fuerzas aliadas en el Pacífico Sur. Fue creado por el Almirante Takijiro Onishi, de la armada japonesa.

El numero de voluntarios para las misiones suicidas era tres veces superior al numero de aviones disponibles para el ataque. Pertenecer al grupo era considerado una cuestión de honor y lealtad al país y al Emperador.

El capitán del primer ataque especial, como fueron llamados, fue el Teniente Yukio Seki. Fue el 26 de octubre de 1944 contra el buque norteamericano “Saint Lo”. Participaron 26 aviones de los cuales la mitad iba de escolta y la otra mitad en acción suicida.

Muchos de los pilotos voluntarios tenían edades comprendidas entre los 17 y 20 años. La mayoría lo hacía por extremo patriotismo. También se les decía que morir así era vivir para siempre porque inmediatamente se convertirían en dioses que serían venerados en el templo Yasukuni de Tokio.

No se requería gran experiencia de vuelo y el entrenamiento por lo general tomaba muy poco tiempo. Eso si, los pilotos instructores eran por lo general expertos pilotos de combate con muchas horas de vuelo a sus espaldas. Se comprende el poco tiempo del entrenamiento cuando se observa que los noveles pilotos ni siquiera tenían que aprender a aterrizar porque simplemente no era necesario.

Entre octubre de 1944 y enero de 1945 los aviones kamikaze hundieron 16 barcos aliados y causaron daños a mas de 90. En ese lapso los japoneses perdieron 1200 pilotos (700 del ala aérea del Ejercito Imperial al mando del General Tominaga y 500 de la armada, al mando del Almirante Onishi).

Nada mas en la batalla de Okinawa hubo mas de 900 ataques aéreos contra los aliados, cayeron mas de 4000 aviones japoneses de los cuales 1900 eran vuelos kamikazes. Se cuenta que el aspecto mas terrorífico y espectacular de esa batalla fue la intensidad de los ataques kamikazes contra la flota aliada, que en algunos días rebasaron las 10 horas continuas de ataque, el infierno mismo pues. Se dice también que eran espectaculares las muestras de valentía de los soldados aliados en las naves de combate ante un enemigo que caía sobre ellos como un enjambre de abejas desde todas las direcciones posibles.

Los ataques kamikazes sembraron de horror y destrucción el Pacífico pero no pudieron cambiar el curso de la guerra, que culminó como sabemos con la rendición incondicional de Japón y aunque causaron enormes daños nunca llegaron a hundir a ningún portaaviones grande.

Son famosas las cartas de los pilotos antes de despegar. Muchas se encuentran en museos en Kyushu y otras partes de Japón como testimonio de lo que fueron estos pilotos. He aquí un fragmento de una de ellas, escrita por el Teniente Isao Mazuo, en vísperas de despegar hacia la muerte:

“Queridos padres. Felicítenme. Me han ofrecido una espléndida oportunidad para morir. Este es mi último día. El destino de nuestra patria depende de la batalla decisiva en los mares del sur, donde caeré como lo hacen las flores de los cerezos lozanos. Seré un escudo para Su Majestad y moriré limpiamente con el jefe de mi escuadrón y otros amigos. Me gustaría poder nacer siete veces para poder castigar al enemigo en cada una de ellas. ¡Cuánto aprecio esta oportunidad que se me ofrece para morir como un hombre! (…) Seremos 16 guerreros cayendo sobre el objetivo. Nuestra muerte será rápida y limpia como el cristal que se hace añicos”

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