Saturday, March 04, 2017

Estampida


Viviendo en una época donde cada vez que tratas de localizar a alguien te estrellas contra un “se fue del país”, te vas dando cuenta rápido que tu círculo de amistades y conexiones profesionales se ha ido limitando y con ello tus capacidades de hacer propuestas o negocios se cierran bastante.

Es como un virus, que va atacando lentamente. Y así, sin que lo notes, te vas quedando en soledad. Hoy fui a dos librerías y no vi ninguna novedad. La historia se repite. No están tampoco los que te atendían en un negocio que frecuentas.  Ni el que barre la calle, ni el señor del kiosco.

En el supermercado no encuentras ese ingrediente que necesitas para hacer un plato. Cuesta ubicarlo, y cuando lo haces te advierten que es lo que queda en existencia, que no esperes verlo cuando regreses. Y así, poco a poco, nos vamos convirtiendo en el país del “no está” o del “no hay”.

En estos días intentamos hacer una reunión de amigos que estudiábamos en el mismo sitio durante nuestra época universitaria, sólo para darnos cuenta que íbamos a asistir únicamente los que aún quedamos en el país. Varios se habían ido. Algunos recientemente.

Al principio se decía que se iban los buenos, los imprescindibles. Resulta que ahora se van ellos y también los otros, incluidos los simpatizantes del partido de gobierno y aquellos de los que se decía que no iban a servir para nada. Pareciera que nadie quiere quedarse, ni siquiera a apagar la luz.

Cada uno de los que va partiendo, va consolando a los que se quedan, diciendo que estarán cerca a través de las redes sociales, lo cual termina siendo incierto, porque al llegar a sus nuevos países de acogida, cambian las costumbres, las maneras, los usos, las estaciones, la ruta del trabajo y hasta la manera de expresarse en un mismo idioma. Al final la persona termina absorbida en su nueva realidad y el contacto por las redes va quedando apenas para los familiares cercanos.

El librero con el que me gustaba conversar sobre cierto autor está en Medellín. El otro con el que contrastaba la opinión sobre un libro antes de comprarlo está en Argentina. El que le gustaba la literatura de los beatniks está en Chile. Y así van cambiando las costumbres y los usos en todos los ámbitos.

Los cuentos que se oyen son como de la cripta. Jóvenes que se arriesgan a viajar a Chile en autobús a través de una ruta que los lleva a Brasil, Bolivia y Chile solo porque el costo es menor que viajar a través de Colombia, Ecuador y Perú. Alguien de mi edad debe pasar dos días durmiendo al llegar, producto del enorme cansancio que genera la larga travesía.

Me cuenta una amiga que su hijo emigró a la isla de Malta, en el Mediterráneo. Allá se encontró en los tres días que siguieron a su llegada a tres amigos de la infancia que habían vivido en el mismo barrio de Caracas. Tal parece que donde quiera que vayas vas a encontrar a un venezolano que ha emigrado de su país.

Emigrar es tan común y cotidiano que ya ni se cuenta a las amistades. La gente se va y ya. No avisa. La cantidad no disminuye. A pesar de los cuentos de los que no han podido “hacer” el nuevo país. Nada los amilana. Ni siquiera el desconocimiento de la situación laboral en el país de destino. Lo llaman “irse al rompe”, es decir, con rumbo a lo desconocido. Hay páginas web de los que han hecho la travesía, advirtiendo a los recién llegados sobre los peligros e inconvenientes que le esperan y la manera de solventarlos. Todo un manual en constante desarrollo.

Muchos han logrado insertarse en sus nuevas sociedades como uno más. Otros están sufriendo en carne propia lo que significa ser extranjero. Y cada vez son menos los que no están dispuestos a vivir la experiencia. Hay mucha búsqueda de información relativa al vivir en el exterior. Los pros y los contras. Mucha gente midiendo los riesgos. Basta ir un día cualquiera al aeropuerto internacional para saber quién está ganando la partida.


Es como los elefantes, que antes estaban tranquilos en la pradera, como en una fotografía, y ahora van con todo, entre el ruido y el polvo, en una gran estampida…

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