Sunday, November 17, 2013

Una tarde con campanas


Termino de leer “Una tarde con campanas” de Juan Carlos Méndez Guédez (Equinoccio, 2012) y ya estoy considerando mi adicción a la narrativa de este autor, nacido en Venezuela y residenciado en España.

Hace un tiempo me lo había recomendado una amiga, y había comprado “La bicicleta de Bruno y otros cuentos” (Bruguera, 2008) y “El libro de Esther” (Lugar Común, 2011) pero no había encontrado el momento de comenzar con su lectura.

Fue con “Arena negra” (Lugar Común, 2012) que me inicié en la lectura de su prosa y me identifiqué de una vez. Es un libro desarrollado con una original óptica de capítulos identificados con letras del alfabeto. Va desarrollando una historia hermosa y triste al mismo tiempo, que tiene que ver con la emigración y sus consecuencias: la soledad, la separación de las familias, la adaptación al nuevo entorno, la nostalgia de los que se quedan por los que se van y viceversa, el amor (correspondido o no), el desarraigo y la tristeza. La construcción de la novela se hizo sobre la base de una prosa muy fina, sin palabras rebuscadas sino más bien precisas, unos personajes de carne y hueso que bien pueden tomar el nombre y las caras de muchos que uno mismo conoce y ha escuchado sus vivencias. Escribí sobre ella aquí.

Esta semana, en una visita que hice a una librería, tropecé con “Una tarde con campanas”, la abrí en el mismo anaquel y comencé a leer, y no me pude despegar de ella en un par de días, suficiente para devorarla de principio a fin y confirmar la clase de autor que es Méndez Guédez. De nuevo el tema de las migraciones y sus secuelas, esta vez contada en primera persona, en la voz de un niño que es arrancado de su pueblo natal y va a parar a su nuevo entorno de Madrid, donde, a pesar de hablar el mismo idioma, las palabras que trae causan gracia en las personas que va conociendo, y se ve obligado a explicarles su significado, cuando se puede porque a veces no se puede, como en el “chévere cambur” que acostumbra a decir su padre.


Estoy realmente feliz de tener como lecturas pendientes a “La bicicleta de Bruno y otros cuentos” y “El libro de Esther”. 

Y demás está decir que voy a traerme todo lo que vea de Méndez Guédez, porque sé que es en verdad un autor extraordinario.

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