Saturday, November 05, 2011

Radiografía de Caracas


Caracas es una, y mil cosas a la vez.

La ciudad es tosca a veces, caótica y dura como el acero, agreste, dinámica, natural, artificial y acogedora al mismo tiempo, y por sobre todas las cosas, bella.

Y cuando digo ciudad me refiero también al conglomerado que la habita, y es también parte de ella.

Lo es la abuelita que vende las peras y las manzanas desde hace más de veinte años en la esquina de Hoyo. Lo es el policía que se enfrenta en manada, con furia y traje de Robocop incluido a la manifestación que cierra la calle al tráfico automotor para pedir justicia por el asesinato de un chofer. Lo es la bella joven con tatuajes que hace malabares en el semáforo de una calle de La Urbina. Es Alejandro, que viene desde San José, muy temprano en la mañana, y antes de entrar a su trabajo se va a consentir a los perros de Los Palos Grandes. También soy yo.

En ella se ven aún aves de muchos colores, negadas a marcharse, posadas sobre el cemento invasor del antiguo jardín. Es la gente que todavía trae flores desde Galipán hasta el mercado de San Luis. El señor que pinta y exhibe sus cuadros en la Avenida Casanova. El Gran Café de Sabana Grande y el Café Vómero en Campo Claro.

Los Bloques de El Silencio, con su belleza inalterable y su inconfundible acento urbano. El Helicoide, que quiso ser y no pudo, pero allí está, erguido, esperando aún mejores tiempos. El Billar italiano de la Avenida Victoria. La fila de chaguaramos en el Parque del Este, con el Ávila de fondo. Los árboles que se cierran como un túnel vegetal en la autopista a Caricuao. Petare, con su zona colonial que es un oasis permanente, sus mil barrios de ranchos multicolores y su redoma congestionada y llena de humo, vendedores de cualquier cosa y mucho hollín.

Si, así es Caracas, como la gente que se reúne en las librerías de librero a dialogar sobre diversos temas, y terminan viajando en el tiempo a través de civilizaciones extintas que han dejado huella. Es Biella Da Costa cantando jazz y blues en el auditorio de Corp Group, que cae rendido a sus pies. Son los fuegos artificiales que inundan el cielo de ruido y colores en la madrugada de un primero de enero.

Es un edificio cerca del templo de San Francisco al cual su dueño decidió un día despojar (con quién sabe qué propósito) de su fachada de mármol, y ahora luce triste, añorando viejos tiempos. Son las viejas casa-quintas de Campo Alegre, que aún resisten estoicas el paso del tiempo y las nuevas construcciones.

Son los señores que venden chicha en la Plaza del Rectorado de la UCV, es Cindy, la mujer que canta rap en los vagones del Metro de Caracas, son los vendedores de perros calientes “con todo” en la Plaza Venezuela, los bares nocturnos de la Avenida Nueva Granada con sus strippers y sus cantantes de una sola noche, el Jardín Botánico y su paz perturbada por la cercana autopista, es el silencioso Pastor de Nubes de Jean Arp, la Avenida Boyacá y su cortina verde de Ávila, los millones de motorizados que, un día cualquiera, recorren cual enjambre la Avenida Francisco de Miranda, es el fantasma de Le Drugstore que se sigue observando en el Centro Comercial Chacaíto, a pesar del tiempo en que ya no está.

Es el infinito zumbido que se escucha desde la Estación del Teleférico, arriba en el Pico El Ávila, mezcla de gritos, ruido de motores, sirenas y pare usted de contar.

Es la valla publicitaria de Savoy en Bello Monte, el reloj de la Torre La Previsora, los bares del Callejón de la Puñalada en las cercanías del Boulevard de Sabana Grande, la Avenida Libertador con sus noches de lingerie. Es San Bernardino y su encanto que permanece.

Son las cosas que he omitido…

Caracas, definitivamente, es una fiesta… con la Billo´s y Los Melódicos…

2 comments:

Benedetto said...

... Son las cosas que no mencionan, y que hacen que Roma, Madrid o Paris tengan sabores diferentes, insìpidos...

Porque entendiendo esta gran verdad; comprendo porquè Sousy (el cocinero) afirma que Paris es fea.

Fea es la sensaciòn de vacìo, cuando miramos a nuestro Morte, y no vemos las faldas verdes a las que le cantaba Ilan; o cuando miramos los cerritos y no vemos lucecitas (digno de un post).

Caracas -para mi- es algo parecido al amor extremo. Es insensata, juvenil y promiscua en todas sus formas. Se explora con todos, a la vez, en un frenesì de carrousel.


Un abrazo !

Oswaldo Aiffil said...

Hola Beny! Y lo que falta por decir...Caracas es misteriosa, dinámica y bella, a pesar del maltrato de que es objeto, es bella, tan bella que a veces con barrer una calle, con quitar la basura, el aspecto de la misma cambia 180 grados. Así como es yo la amo!
Un abbraccio mio caro amico!