Friday, July 12, 2013

Cuentos de aeropuertos


Hace casi dos meses iba a volar a Cumaná y en el trayecto hacia el aeropuerto de Maiquetía hubo un accidente con un camión. La suficiente pérdida de tiempo como para que, al apenas llegar, 55 minutos antes del vuelo, me dijera el funcionario de la aerolínea: “¡El vuelo está cerrado!”. Es decir, los vuelos los cierran una hora antes del tiempo pautado para el despegue, sólo que ése último tiempo casi no se cumple, y el vuelo puede demorarse una y más horas antes de partir.

La semana pasada volvía a Cumaná y ocurrió otro cuento de la cripta: vuelo pautado para las 8:30pm. A las 9:30pm informan por los parlantes que mi vuelo saldría a las 11:30pm, así, sin una disculpa, sin la presencia de algún funcionario de la aerolínea. Lo peor de todo es que, por cosas de la tecnología, un pasajero se enteró que presuntamente nuestro avión había sido desviado a Maracaibo (otra ciudad) y que al regresar es que nos íbamos a embarcar para ir a Cumaná. El desastre. Lo gritó a viva voz y provocó la ira y el desplazamiento de los pasajeros hasta la puerta desde donde embarcaría el de Maracaibo. Resultado: amenaza de motín, y vuelo que no sale ni a Maracaibo ni a Cumaná. Presencia de la Guardia Nacional, ánimos caldeados. Decido ir a comer algo porque si algún día llegaba a Cumaná, ya los restaurantes estarían cerrados. Resultado: apenas me fui llegó un funcionario de la Aerolínea y bajo amenaza de multa habilitó un avión para volar a Cumaná. El vuelo no fue anunciado finalmente por parlantes y partieron dos aviones, uno a Cumaná y otro a Maracaibo. Los pasajeros que, como yo, se alejaron del área del motín nunca se enteraron del despegue y nos quedamos varados en Maiquetía.

Antes de ayer volé de nuevo a Cumaná. Esta vez estuve dos horas antes del vuelo. No quería correr riesgos. Quince minutos antes de partir se me acerca una señora y me pregunta si por esa puerta sale el vuelo a Cumaná. Le digo que sí, que esa es y me pregunta si le dará tiempo de ir a comer algo. No sé qué responder. La señora igual se marcha a comer. En el ínterin, cambian la puerta de embarque, de la 10 a la 8. La señora no aparece. Nunca supe si llegó a enterarse del cambio.

Ayer regresé. Nos tocó un Boeing 737. Seis asientos por cada fila, tres a cada lado. Quedo en el medio de los tres de mi lado. Una joven muy simpática, de Maracaibo y un señor que se quedó dormido apenas se sentó. Resultado: amena charla entre dos. De Maracaibo, de las vicisitudes en los vuelos, de la vida. La vida. Me dice que está triste. Se acaba de separar de su pareja. Infidelidad. Todos los días él se pierde. Llega tarde y de mal humor. Nada de amor. No aguantó más mentiras. Abandonó el hogar. Le pregunto si se llegaron a casar. Me dice que no. Que ella ya estuvo casada. Y enviudó. “¿Y eso?”, le pregunto. “A mi marido lo mató su hermano”. “¿Cómo así?”. “Bueno, el hermano cayó en las drogas. Él trató de salvarlo. Primero por las buenas. Después por las malas. Pelearon un día. Afloró un cuchillo. Él llevó la peor parte. Fue asesinado por su propio hermano. Me dejó con tres niños. Ellos ya están grandes. El hermano está libre. Salió a los dos años de la cárcel. Ya no albergo odios. Tengo mis hijos y mi misión es velar por ellos.”


En ese mismo vuelo ocurrió otra historia. No todo es tan malo. Sobreventa de pasajes. Sobra un pasajero. Verificación por las azafatas. Si, falta un puesto. O sobra un pasaje. Deliberaciones. Solución genial por parte del Capitán. “Si algún niño quiere viajar en cabina…” (Muerto: ¿Quieres misa?). Aparece un candidato. Presto. Sin pedir autorización a su mamá, que también quedó fría con la decisión del chaval. Al final, ella acepta (ni más remedio). Chaval feliz a la cabina del piloto. No creo que haya algo que pueda hacer más feliz a un niño que viajar en cabina. Y a más de un adulto también le gustaría. Como yo, que siempre he querido y nunca he podido. El niño va hacia cabina dando saltos de alegría. La madre preocupada. Parte el vuelo. Hay muchas turbulencias por inestabilidad atmosférica. Maniobras del piloto. Extiende los flaps. Cambia de altura. Hace giros. Me imagino al chaval disfrutando. Al final del vuelo, cuando salgo del avión me encuentro al niño. Tengo que hacerme a un lado. La cara de felicidad no cabe en el avión. Son cosas que jamás se olvidan. Quizás allí nació un piloto de aviones.
*Imagen: Boeing.com

2 comments:

David said...

Todo lo que tenga que ver con los aviones me gusta mucho ya que disfruto mucho de llegar distintos sitios. Con avantrip.com tengo la posibilidad de encontrar buenas ofertas en traslados en avión y asi poder llegar a donde yo quiero

Oswaldo Aiffil said...

Muchas gracias por el dato David, lo voy a examinar. Un abrazo!