Wednesday, March 06, 2013

Miedo



Atento a las miradas que lucen impacientes, me dejo llevar por el camino de entrada. Sé que todos esperan saber lo que voy a decir; es la misma certeza que tienen atravesada entre pecho y espalda.

Fui testigo. Estuve allí. Lo vi. Y no tengo pelos en la lengua. Quiero hablar. No importa lo que cueste.

Subo lentamente las escaleras del estrado, escuchando uno a uno mis pasos sumergirse en el silencio que lo envuelve todo.
Al llegar al escenario me doy cuenta que mis piernas están temblando. Hago el esfuerzo de disimularlo mientras un frío recorre mi cuerpo.

Miro al público y veo muchas caras iluminadas por los rayos del sol. Son como miles de pantallas que me enfocan. Los pies me pesan cada vez más, a medida que me aproximo al micrófono. Al llegar casi lo tumbo. Trato de sostenerlo con las manos, que también me tiemblan.

Tengo la sensación de que una vez que me suelte a hablar ya el mundo no será el mismo. Mi casa no será mi casa. Y no podré andar libremente por los bares de la ciudad, como solía hacerlo. “La madre que lo parió”, pienso.

Al instante, la gente empieza a aplaudir. Suenan como pasos. Atronadores. Uno tras otro con una leve pausa. Conminándome a comenzar. Siento que estoy en un trampolín, justo al borde de la piscina. Al fondo veo el agua quieta de la que seré parte en segundos. Respiro profundo…

Y comienza a llover. Había notado unas gotas en el piso del escenario pero las atribuí a otras cosas. Ahora percibo que son más. Y que en el público se han abierto unos paraguas.
El horizonte empieza a cubrirse con una pátina gris y el ruido de la lluvia lo invade todo. La gente sigue firme, expectante, ilusionados unos, con rictus de terror otros. Y yo no empiezo. 

Ya lo he intentado pero no me sale voz alguna. Disimulo como puedo, doy vueltas, miro a la gente que comienza a pedirme que hable, desesperada como está, y mojada.

No puedo hacerlo. Lo he visto todo, todos saben que estuve allí, que lo viví, pero no puedo hablar. No tengo voz. Soy el único con arrestos para decir la verdad, pero no puedo.

Comienzan a lanzarme objetos. Una piedra nefasta da con mi cabeza y pierdo la visión antes de caer al piso. Quiero gritar pero no puedo. Escucho voces que se acercan. Me hundo en un sopor. Gritos. Siento que me dan con los pies. Me escupen. Vociferan cosas que no alcanzo a entender. Intento respirar un aire que ya no existe. Son muchos sobre mí. Me duele todo. El calor y el olor de la sangre sobre mi cara me anuncian el fin.

Me voy con el secreto. Siento que me elevo y al fondo una muchedumbre destroza un cadáver. Hay una luz muy brillante, como viniendo de un túnel. Camino hacia la luz. Alguien me espera. 

Es él. Se ve sereno. Me abraza. Caminamos. No puedo creer que sea el mismo y lo miro de nuevo a la cara. Si. Es el. Lo que no pude decir se muestra ante mis ojos. Yo era el único que podía hablar. Los demás tienen miedo. Jamás contarán lo que saben.

*Imagen: Hablarenpúblico1a.wordpress.com

5 comments:

Romina Muñoz S. Psicóloga said...
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rominita said...

AY, OSWALDITOOOO!!! QUE TENSIÓN!!!
Quiero saber que es lo que tenía que decir, quiero saber el secreto que se llevó lejos.
Me encantó lo que leí
Besotes inmensos!!

Oswaldo Aiffil said...

Hoooolaaaa Rominita bellaaaaa!! Ficción, ficción solamente. Aunque a veces me pongo a evocar y siento que, decididamente, hay bastante gente que intuye lo que el hombre iba a decir, y no dijo, y que hay gente que sabe lo que iba a decir porque también fue testigo, y va a costar mucho que lo confiesen. Time will tell, el tiempo lo dirá. Un beso enorme mi Rominita bella!

RosaMaría said...

Desde luego la faceta de escritor está a tope en este relato. El ying y el yang del que hablabas en tu último post están en equilibrio. Muy bueno. Beso.

Oswaldo Aiffil said...

Hola RosaMaría! Gracias! Estaba muy inspirado cuando lo escribí. Beso grande!