Un
avión surca el cielo dejando una estela blanca y larga, muy larga, que
permanece mucho tiempo sin deformarse.
La
raya blanca contrasta con el iluminado azul del cielo de la tarde caraqueña y
nos pone reflexivos.
Hay
quienes no atinan a saber que es un avión volando alto, muy alto en el cielo y
se preguntan sobre el origen de la raya blanca que, sin difuminarse, permanece
en las alturas.
“Debe
ser un avión”, dice un padre sin convencerse mucho. “¡Mira!” gritan otros niños al verla. La inmensa
mayoría calla y observa. Entre ellos estoy yo.
El
cielo azul iluminado con la raya blanca contrastando recuerda un enorme
cuaderno que espera por mí para escribir, de forma coherente, en esa línea, las
palabras que se arremolinan en mi mente desde hace días, buscando una salida.
Miro
al cielo y empiezo a imaginar las palabras saltando de mi mente al infinito y
posándose sobre la línea blanca en el orden que ellas creen que les corresponde,
y a mí corrigiendo ese orden, intentando dejar plasmado un texto antes que se
difumine la raya del cuaderno.
Pero,
¿qué texto es ése que quiere escribirse allá en lo alto, donde todos puedan
verlo?
Mientras
las palabras van subiendo e intentan buscar su lugar en la larga línea, yo
pienso en el orden y en lo que van queriendo decir.
Al tiempo voy impregnando
el cielo de masas de aire que mueven las palabras de lugar, unas más allá,
otras más acá, y voy soltando otras, las necesarias para dar sentido a la idea
que quiero dejar plasmada, al menos en lo que dure la blanca raya sin borrarse.
Palabras
que solo yo veo, ráfagas de viento que solo yo percibo y ordeno a mi antojo, y
palabras en movimiento. El lugar que van tomando va dando sentido al mensaje
que se va gestando, ráfagas sí, ráfagas no, y nuevas palabras se insertan en
los vacíos que van quedando.
Al
final leo el mensaje y sonrío pensando en los miles que están leyendo al mismo
tiempo, y en los más que ahora no solo tienen la duda de quién creó la raya
blanca en el cielo sino de donde surgieron esas palabras que de a poco se
fueron armando en el cielo.
Ahora
sí, todos callan, menos los niños que aún no saben leer y que preguntan a sus
padres por el mensaje. “Pá, ¿qué dice allí?” preguntan unos, y lo piensan
todos.
En
el cielo caraqueño de esta tarde hay un mensaje de Nelson Mandela: “Después de escalar una gran colina, uno se
encuentra sólo con que hay muchas más colinas que escalar”.
A partir de ahora solo quedan las conversaciones con los hijos para tratar de explicar el
sentido y la profundidad del texto escrito.
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