Sunday, May 31, 2009

Beatriz, el menú y los idiomas...


A propósito de mis posts titulados “El Chop Suey agradecido” y “El menú y la ortografía” , mi hermana Beatriz me ha enviado un e-mail/comentario que, amén de parecerme a lugar, me hizo pensar –guardando las distancias, claro está -en aquella famosa columna de Anibal Nazoa en el diario “El Nacional” titulada “Aquí hace calor”, por lo graciosa, punzante y original. Aquí se la dejo publicada para que disfruten también ustedes de los vericuetos en que nos meten los idiomas:

Astutamente inteligente eso de combinar las “grasias” (craso error del editor de la carta-menú) con el chop suey para el título de este reportaje.

Te comento que, en principio, el asunto luce jocoso, pero si nos ponemos profundos… fíjate que hiciste una pregunta: ¿Será que no es tan importante llamar a las comidas por su nombre de creación?

A ella te respondo que en mi opinión es importante llamar las comidas por su nombre original, sin embargo es válido adaptarlas al idioma local. No te extrañe que haya sido un chino quien hizo esa adaptación del chop suey, pues así, chosué, lo tendrían que escribir ellos mismos en nuestro idioma. De hecho ya está usando símbolos que no le son propios.

A mí particularmente me encanta esa adaptación y no que nos veamos obligados a leer y a la vez pronunciar en perfecto francés el cordon blue o el soufflé o el foie gras (cordon bluú, suflé o fuagrá). Si no digerimos el inglés, segurito que pronunciaremos roastbeef con todas sus letras en vez de decir rostbif. Si no masticamos el italiano, tendremos que tragarnos los spaghetti o fetuccini (spagueti o fetuchini), cuando nuestra tendencia es decir espaguetis o fetuchinis. Ah, y al momento de beber podemos destrozar a una botella de refrescante caipirinha (caipiriña) y, si nos alcanzan los realitos, a un elegante champagne veuve clicquot ponsardin (champaña la viuda, familiarmente).

Al leer usamos, por lógica, los sonidos castellanos y al pluralizar automáticamente usamos ‘s’ o ‘es’. No quiero ni hablar del enredo cuando el bendito menú es marroquí, coreano, indio, tailandés, senegalés, japonés… se pierde uno entre babaganush, sushi, yakitori, tabbule, falafel, labne, hummus, fattoush, kibbes, chutney de mango o de tamarindo, cous-cous, ashura, chanclish y rotí.

Afortunadamente hay menús amigables que guían la selección explicando: ceebu jen (arroz con pescado), entonces uno puede señalarle con el dedito al mesonero que eso es lo que quiere comer, pero en caso contrario, estamos en todo nuestro derecho a preguntar y los mesoneros, o el chef, están (deben estarlo) siempre dispuestos a echarnos el cuento.

El lenguaje es dinámico y acepta todas esas variaciones, hermanito. Se deja la palabra tal como está con pronunciación y todo (pizza es pizza), o se traduce el significado (los noodles son fideos), o se toma la fonética de la palabra y se la reescribe (fondue es fondiú).

El béisbol es, a mi parecer, un buen ejemplo de las “ganancias” que ha tenido nuestro idioma, ir de baseball a béisbol nos llevó al jonrón, al flaicito, al ponche y sus víctimas que son los ponchados (ponchaos). ¿Recuerdas que cuando éramos chicos comprábamos chicle (chiclet) baseball desde la b hasta la l? Sí, pedíamos un “basebal” y no un chicle béisbol. Esa era la lectura perfecta para unos infantes como nosotros que recién empezábamos a usar el castellano.

Ya de por sí, al transcribir del chino, árabe, tailandés, ruso, griego al castellano incurrimos en serias modificaciones de los originales, pues, para esas culturas son otros los símbolos que se utilizan para escribir.

Me parece que es un perfecto favor que ese chinito haya usado “chosué” partiendo del sonido y llegando a su escritura en castellano, porque lo correcto sería usar caligrafía china y en ese caso estaríamos en graves aprietos… y con hambre…

Saturday, May 23, 2009

Adiós Maria Amelia!


Hoy apenas me enteré de la ingrata noticia. La abuelita blogger, Maria Amelia López murió este miércoles 20 de mayo de 2009. La blogger más anciana, reconocida con entrevistas de muchos diarios importantes del mundo, leída por gente de China y más lejos, la mata de la dulzura y el cariño hacia nosotros, sus "blogueriños", nos ha dejado, y ahora bloguea desde el cielo.

Su blog, "amis95.blogspot.com" fue un regalo de cumpleaños hecho por su nieto en diciembre del 2006. Y desde el principio le encantó bloguear, comunicarse con todos, descubrió que tenía muchos amigos en todas partes e hizo del blogging parte de su vida diaria.

Dios te bendiga siempre María Amelia, nuestra abuela blogger, ¡nunca te olvidaremos!

Sunday, May 17, 2009

Una oración por la lluvia


Es el título del más reciente libro que ha caído en mis manos. Se trata del testimonio de un reportero polaco, Wojciech Jagielski, fruto de diez años de visitas a Afganistán. De ese libro dijo Ryszard Kapuscinski “¡Qué libro tan extraordinario, emocionante y bello!”. Es uno de los regalos de cumpleaños que recibí de alguien que me aprecia mucho y me entiende, porque yo tenía muchas ganas de leerlo.
Me mata la curiosidad por saber de Afganistán, un país cuya área es equivalente a la del estado de Texas, en Estados Unidos, que fue invadido por los rusos, quienes se mantuvieron allí por diez años, en apoyo de un régimen comunista imperante en esos años hasta que se vieron obligados a retirarse, diezmados por la guerra de guerrillas a la que estuvieron sometidos. Un país cuya geografía montañosa en un 75% no le permitió mayores libertades a los rusos para desarrollar su ofensiva. Un país cuyas tierras cultivables cubren apenas el 12% del territorio. Luego de la salida de los soviéticos se impuso un régimen islámico que fue desalojado del poder por una coalición internacional liderada por Estados Unidos, que no las han tenido fáciles, por razones similares a las que provocaron la salida de los rusos.
El país tiene una posición geopolítica interesante para las grandes potencias pues, entre otras razones, es un país que acorta enormes distancias a los gasoductos que suplen a Europa. Posee inmensas riquezas minerales no exploradas en su totalidad ni explotadas aún, como petróleo y gas.
Es el mismo país donde en 1984 el fotógrafo Steve McCurry, de la revista National Geographic, tomó la imagen de una chica de ojos verdes, refugiada de guerra, llamada Sharbat Gula, una de las portadas más famosas de todos los tiempos para la revista. Mc Curry se tomó la idea de buscar la chica a posteriori, y de hecho al consiguió en 2001.
El mismo de la destrucción, por el régimen talibán, de unas estatuas de Buda que datan de hace más de 1500 años, las cuales están ahora en proceso de reconstrucción. El lugar de la destrucción de las estatuas es Bamiyán. Supe de ese lugar en 2001, mientras me encontraba en Yokohama, Japón. Era el nombre de un restaurant de comida asiática extraordinario, cuyos empleados no pudieron satisfacer mi curiosidad sobre el nombre por ser de origen chino y no hablar japonés ni inglés. Allí, en ese sitio, quien habla es la extraordinaria comida, pero ese es tema de otro post.
Lo cierto es que me quedó el nombre de Bamiyán en la mente hasta que pude investigar y descubrir que se trataba de un lugar en Afganistán, considerado patrimonio cultural de la humanidad, gracias a los Budas esculpidos en piedra. Se encuentra en la famosa ruta de la seda, y muy cerca de la hermosísima región de Cachemira, tan bella como conflictiva a través de los años.
Otro caso que puso a Afganistán en el foco de mi atención es el hecho de que allí se dice que se oculta Osama Bin Laden. La CIA ha utilizado a científicos norteamericanos que han investigado en sus montañas para tratar de descifrar el paradero de Bin Laden, de acuerdo con el tipo de roca de las montañas que se observan como fondo en sus videos transmitidos por la cadena Al Jazeera.
El libro ”Una oración por la lluvia. Historias de Afganistán” (Random House Mondadori, 2008) ha venido a cubrir un vacío, una asignatura pendiente. A juzgar por la rica prosa de sus comienzos, creo que lo voy a disfrutar bastante.

*Imagen: Steve McCurry en "National Geographic".

Sunday, May 10, 2009

Lo que quería Alejandro...


Cuenta la leyenda que Alejandro Magno, gran guerrero y conquistador, estando en vísperas de su muerte, hizo llamar a sus generales, llamados diádocos, para comunicarles sus tres últimos deseos.

Una vez venidos todos a su lecho, y rodeado de ellos, procedió a enumerar sus requerimientos postreros:

1.- Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.

2.- Que los tesoros que había conquistado durante toda su vida (plata, oro, piedras preciosas) fuesen esparcidos por el camino que llevaba hasta su propia tumba.

3.- Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, tuvo a bien preguntarle a Alejandro cuáles eran las razones para semejantes deseos.

Acto seguido, Alejandro argumentó:

1.- Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd, para así mostrarles a todos, y a ellos mismos, que no tienen, ante la muerte, el poder de curar.

2.- Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecerán, y no se irán con ninguno de nosotros, simples mortales.

3.- Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que así como vinimos a este mundo con las manos vacías, de igual forma nos iremos, cuando se nos termine el más valioso tesoro que poseemos, que no es otro que el tiempo.

Friday, May 01, 2009

Hablar sobre uno mismo...

Lo difícil de hablar de uno mismo consiste en que lo que se dice pasa, inevitablemente, por el filtro de nuestra visión subjetiva de lo que se vive o dice. Así que la realidad que describimos queda automáticamente desvirtuada desde el mismo instante en que comenzamos a describirnos, a relatar quienes somos.

Pero, ¿y quién mejor que nosotros mismos para describirnos? Mucho más cuando el auditorio no nos conoce. Todo un dilema que resolver.

Hace poco tuve frente a mí a un sujeto que se describió rápidamente como un hombre feliz. Mientras él se describía como tal, yo lo miraba directamente a sus ojos, y lo que ellos me transmitían no parecía tener puntos de acuerdo con lo que decían sus palabras. Sus gestos, su expresión facial lo desmentían categóricamente. Lo miré mientras me hablaba y sólo atiné a preguntarle a qué hecho atribuía él mismo ser un hombre feliz.

Su respuesta me sorprendió, no sé si por la prontitud de la misma, por el divorcio que representaban sus palabras con su comportamiento diario o por otras razones que harían muy larga esta divagación. Esbozó como causas de su felicidad una serie de factores de índole material. ¿Será posible? Aún así, su expresión corporal parecía no soportar lo que estaba escuchando de sí mismo. Su rostro se desdibujó ante mí. Yo solamente observaba. Y aprendía sobre lo complicada que puede llegar a ser en oportunidades la conducta humana.

Este es sólo un ejemplo que se repite a menudo. He tenido ante mí individuos que han pasado hablando de sí mismos más de una hora, sin percatarse que la razón principal de su presencia allí era el diálogo, y nunca el monólogo interminable sobre sí. He sido paciente, los he escuchado, y me he puesto luego a pensar y reflexionar sobre la conducta de nosotros, los humanos.

A mi escritor favorito, Haruki Murakami, no le gusta hablar de sí mismo. Es reacio a dar entrevistas, quizá por el mismo motivo. Y es su característica mostrar, según mi propia interpretación, en boca de sus personajes, rasgos importantes de su propia personalidad. Son rasgos muy interesantes desde mi punto de vista. Pienso a futuro escribir un post sobre lo que para mí son esos rasgos personales interesantes del escritor, mostrados a través de los personajes de sus obras.

En “Sputnik, mi amor”, una de sus obras, nos confiesa a través del protagonista, un profesor de primaria, las razones por las cuales rechaza hablar de sí mismo.

El profesor dice que cada vez que le toca hablar de sí mismo se siente confuso. Se ve atrapado en la clásica paradoja a la que conlleva el contestar a la interrogante de “¿Quién soy?”.

“Si se tratara –dice- de simple información, pues nadie mejor que yo para dar todos los detalles. Sin embargo, cuando hablo sobre mí, ese yo de quien hablo queda automáticamente empobrecido, limitado y condicionado precisamente por ese otro yo, que soy yo mismo, ¿victima de quién? Pues de mi propio sistema de valores, de mi sensibilidad, de mi capacidad de observación, y de otros condicionamientos. Por lo tanto, ¿hasta qué punto se ajusta a la realidad ese yo que retrato? Sin embargo, he visto otras personas que no parecen sentir el mismo temor cuando se trata de hablar de sí mismos. Se describen sin ningún pudor como seres sinceros y francos, y luego, a la vuelta de la esquina, he visto a esos mismos “sensibles” innumerables veces herir, así sin más, los sentimientos de los demás. Estas son cosas que me llevan a pensar sobre qué es lo que en realidad sabemos de nosotros mismos”.

Lo cierto del asunto es que cada vez que nos encontremos ante la disyuntiva de hablar sobre nosotros mismos tratemos de ser lo más objetivos en nuestras descripciones y al mismo tiempo, lo que decimos debe estar en completa armonía con lo que transmitimos a los demás, que en oportunidades nos describe mucho mejor.
*Fotografía: Leeni en Flickr.com