Tuesday, May 27, 2008

Carriacou, Grenada, West Indies























Carriacou (tierra de arrecifes en la lengua caribe), es una islita que está ubicada al noreste de la isla de Grenada (bajo cuya jurisdicción se encuentra).

Allá fui a parar buscando mis orígenes, por el lado de mi madre. Antes de eso sólo sabía que mi abuelo, Stephen Lambert, salió un día de allí hacia Venezuela, y nunca más regresó.

La familia, allá, poco supo de él durante unos 80 años (el abuelo falleció hace 30 años), mucho menos de su familia aquí. Nosotros tampoco sabíamos de allá.

Internet permitió los primeros contactos, los cuales nos han ido acercando poco a poco, a pesar de estar regados por todas partes del mundo.

Yo siempre tuve la curiosidad de ver las tierras desde las cuales vinieron mis abuelos (Grenada y Martinique por parte de mi madre y Barbados por parte de mi padre), de ver los rostros, los paisajes, las fotografías de aquellos años.
Esta vez se presentó una oportunidad y no la desperdicié.

Descubrí una tierra bellísima, una gente hermosísima, unos corazones difíciles de olvidar, un reencuentro luego de tantos años, sin tener ni siquiera un testimonio de cada uno, un dibujo, una imagen. Una experiencia inolvidable. Juzquen ustedes por las imágenes.
¿No es eso un paraíso?

Thursday, May 15, 2008

El mejor regalo...

Esta es una historia real, de cómo un día pasé a saludar a una anciana que limpiaba un jardín de una casita en un pequeño poblado de mayoría alemana en Venezuela (Colonia Tovar).
La señora y yo acostumbramos a saludarnos cuando nos cruzábamos, ella siempre en su casita, arreglando sus plantas, y yo pasaba al frente y le hacía señas de saludo con las manos.
El tiempo fue pasando y cuando ya se terminaba mi estancia de trabajo en ese poblado, pasé a despedirme. Estaba acompañada de unas personas que miraban las plantas que ella cultivaba. Finalmente se llevaron algunas y le pagaron.
Allí pensé que se trataba de un vivero (sitio donde se cuidan plantas para venderlas posteriormente). Le pregunté y me respondió que exactamente no se trataba de un vivero, que ella le tenía amor a las plantas y por eso las cuidaba, pero esas personas tocaron a su puerta y pidieron comprar algunas de ellas, que les habían gustado. Su único sustento era un sobrino, que acudía intermitentemente a subsidiarla, lo cual le permitía apenas comer.
Como se aproximaba el día de la madre, hace ya unos 22 años de ello, le pedí que me escogiera una de las plantas para regalársela a mi madre. Así lo hizo, y le compré un lirio, común y corriente, sin flores.
Le pregunté si tenía algo de especial, ya que se tardó algo de tiempo en escogerlo, y me dijo que lo bonito vendría cuando floreciera, que tuviera paciencia de esperar ese momento. Que las flores parecían pintadas a mano. Me despedí, prometiendo volver, un volver que con los avatares de mi vida nunca llegó a ocurrir, y hoy día no creo que aún viva.

Lo cierto es que el año siguiente, 1987, la segunda semana de mayo, mi madre me llamó para que viniera a ver el lirio que le había regalado. Cuando fui a su casa me quedé sorprendido de tanta belleza en esos pétalos, como pintados a mano. Abracé a mi mamá y recordé a la viejecita, que con su sonrisa en los labios me dijo que tuviese la paciencia de esperar el mejor regalo.
Todos los años florecía para la segunda semana de mayo, y las flores eran cada vez más hermosas. Un día, diez años después, le pedí a mi hermana que me cortara un brote, y lo planté en la jardinera de mi casa. Al año siguiente, para la segunda semana de mayo, tenía mis hermosas flores en el balcón.
A través de esas flores veo la linda sonrisa de la viejecita que con paciencia cuidaba de sus plantas y tuvo a bien escogerla para mi madre.

Hace unos dos años decidí transplantar el lirio desde mi jardinera al jardín principal del edificio donde vivo, porque la raíz del lirio es un bulbo, que crece y crece, y ocupa el espacio de las raíces de las otras plantas y las ahoga. Mala suerte ha tenido el pobre, pues el jardinero que le ha tocado, cada vez que viene a desmalezar le corta las hojas, lo que le impide hacer su ciclo normal y florecer en mayo. He dejado un cartel al lado, he hablado con la conserje para que lo ponga al tanto, pero nada. Cada vez que viene lo mutila. Ya he decidido transplantarlo a otro sitio.

Lo bueno de todo, es que en mi jardinera, en el mismo sitio donde estaba el que sembré como un brote del original, un buen día aparecieron unas hojas, brotando desde la tierra. Alguna semilla habrá quedado, pues una nueva planta creció, y hace dos días me di cuenta de que iba a florecer, esta vez, para que no haya más dudas, para mi cumpleaños. Lo veo, y además de disfrutar de sus pinceladas de rojo en los pétalos blancos, pienso en la sonrisa de la viejecita, y en su original y paciente forma de alegrar la vida de mi mamá, y la mía, porque es el mejor regalo que recibo todos los años.

Tuesday, May 13, 2008

Chet Baker


Hace 20 años, un día como hoy, nos dejaste. Pero nos queda tu legado, el sonido dulce de tu trompeta, inigualable. Tu voz, tu forma de cantar, que solamente evoca ternura.

“My funny valentine”, grabada en 1600 álbumes, pero solo la tuya (en cualquiera de sus versiones) tiene ese encanto, ese terciopelo en la voz y en el instrumento, esa cadencia particular que nos mueve las fibras…

Sufriste mucho en vida, por causa de tu adicción, lo que al final te llevó a la muerte, pero nunca perdiste oportunidad de regalarnos tus interpretaciones, cosa que te agradeceremos por siempre todos los admiradores de tu música y de tu canto en el mundo.

My funny valentine,
Sweet comic valentine…

Irrepetible…

Monday, May 05, 2008

Filosofía y experiencia...

Experiencia es lo que me viene a la mente al observar estas ramas deshojadas por la temporada, que ayer no más estuvieron pobladas de hojas, quizás de flores, o de ambas, y de frutos, y que hoy no están, porque se han ido, para que otros vuelvan por los mismos lugares, alimentados por la misma savia, proveniente de las mismas raíces.

Experiencia, la que se gana con los años, a través de las decisiones, que se toman para bien o para mal. Bien sabemos que la vida no trae manual. Y que esto aplica para todos los casos; en la crianza de los hijos, en comenzar una nueva actividad; en el caminar sin rumbo y llegar a una encrucijada de caminos, en encontrar el amor, muchas veces cuando pensamos que no lo encontraríamos, o que era algo inexistente.

A veces intentas trazar una ruta a seguir, y haces todo lo posible, y hasta lo imposible, para que esa sea tu ruta, pero entonces la vida te detiene, y te saca del camino, porque hay cosas que quizás no has aprendido, o no has asimilado, o debes sumergirte en ellas, o no has vivido, o es la ruta equivocada simplemente, y así no puedes seguir.

Al principio no te lo explicas, y si no eres fuerte de espíritu hasta percibas un poco de frustración, inconformidad, desasosiego, irritación, y puede que hasta te sientas hacer el ridículo, imagínate, el ridículo que tanto criticaste en otros, llama a tu puerta. Pero existe un amigo, o enemigo (según como lo veas), que siempre está allí, como tu sombra que te sigue a todas partes: es el tiempo, que se encarga de decirte que algo te faltaba por aprender, por vivir, por percibir, por experimentar.

Es claro que en esos momentos, por aquello del libre albedrío, podemos elegir continuar en la misma senda en que veníamos, no aceptar los cambios, mantenerse en lo conocido a rajatabla, como un pez en el acuario, que da vueltas y vueltas, voluntaria e involuntariamente, siempre por los mismos lugares, los mismos recovecos, las mismas piedras mohosas, las algas artificiales, la misma hilera de burbujas, las mismas visiones y sensaciones hasta morir.

El cambio es necesario para madurar en la vida. Y está siempre allí, acechando, atacando, volteándonos la papeleta, lanzándonos tierra en los ojos si es posible, para que sepamos que está allí, y que desea que lo tomemos en cuenta.

Es allí, en el momento de las decisiones, donde miramos al cielo en búsqueda del consabido manual, que sabemos que no existe, de una guía para que nuestra decisión sea la mejor para nosotros y los que nos rodean. Es allí donde tomamos conciencia de la existencia de una energía que rige el Universo, que unos llamamos Dios, otros Alá, otros Buda, y algunos simplemente la fuerza superior que rige y guía el Universo.

Puede interpretarse de muchas formas, adaptarse a muchas creencias, pero en la Oración de la Serenidad, escrita por el teólogo norteamericano Reinhold Niebuhr, evidentemente hay un mensaje para quien desee captarlo…

Dios, concédeme la serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar
y la sabiduría para conocer la diferencia.

Viviendo un día a la vez,
disfrutando un momento a la vez;
aceptando las adversidades como un camino hacia la paz;
tomando, como lo hizo Dios, este mundo pecador
tal y como es, y no como me gustaría que fuera;
creyendo que El hará que todas las cosas estén bien
si yo me entrego a Su voluntad;
de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida
e increíblemente feliz con El en la siguiente.
Amen

Es una oración preciosa, que puedo leerla desde el punto de vista cristiano como también desde el budismo Zen, percibiendo el mismo mensaje.

Siendo así, termino esta divagación filosófica con las sabias palabras del Maestro Daigu Ryokan: “libre de ataduras, como una bruma arrastrada por el aire, me dejo llevar hasta donde me quiera llevar el viento”.

Los quiero mucho a todos ustedes y les agradezco mucho el hecho de venir a esta bitácora a esparcir su buena vibra. Aquí se les recibe de brazos abiertos y se les invita a una infusión de cáscara de mandarinas, o un te, o un café, como prefieran. Esta es su casa…

Thursday, May 01, 2008

Historia de un coleccionista (Parte 2, y final)


…siguiendo con la historia del octogenario coleccionista…

Yo he sugerido en el pasado que si mi colección (de CDs y LPs) tuviese que ser destruida o desmantelada por cualquier motivo, más allá de mi propia voluntad, encontraría un nuevo objeto de interés para coleccionar.

Aún quiero seguir pensando así pero, mirando la colección de este hombre, amasada durante más de 60 años, siendo colocada en cajas de archivo, por gente que le pone el mismo cuidado como si de una tetera o una alfombra manchada se tratara, me quedo dudando, haciéndome conjeturas.

Siempre pensé que una colección de discos reflejaba la personalidad y la historia de su propietario. Ahora me he quedado pensando que, quizás, después de haber invertido una cierta cantidad de tiempo, esfuerzo y pasión en una colección, el coleccionista más bien comienza a parecerse a la colección –del mismo modo que los dueños comienzan a parecerse a sus perros. Y una vez que la colección se estanca y comienza a morir, por cualquier motivo, el coleccionista también se estanca.

Ese coleccionista, en sus 80 años, forma parte de la primera generación de personas que ha tenido la posibilidad de experimentar el escuchar música grabada casi durante toda su vida. Coleccionar discos ha sido realmente posible a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial (en la cual el coleccionista objeto de este artículo participó, específicamente en los desembarcos del día “D”), y la gente que ha amasado esos archivos de sonido se encuentra actualmente en las postrimerías de su vida, dejando tras de si montones de música grabada prácticamente desatendida.

Quién sabe cuantos miles, incontables cantidades de codiciados discos están ahora huérfanos, o destruidos, debido a que sus dueños murieron.

Y una colección de discos sin coleccionista, aunque esté completa, no tiene historia, no tiene personalidad, no tiene a nadie que cuente cómo comenzó ni cómo terminó. Aunque ya sabemos cómo terminan.

Para mediodía, esta sala de una casa de Guernsey, que una vez estuvo repleta de música, está ahora vacía, cubierta por gabinetes vacantes de CDs, gavetas vacías, y los recuerdos de la música apagándose rápidamente, sin recipientes físicos donde guardarlos.

La velocidad y la eficiencia con que la sala fue desocupada pudiera catalogarse como de intensa y también carente de sentido. Keats (John Keats, poeta inglés) escribió en su “Oda a una urna griega” que: “Las melodías oídas (de procedencia externa) son dulces, pero aquellas no oídas son más dulces; por lo tanto, tus suaves flautas suenan; no para el oído sensual sino para el más exquisito, flautas para silenciosas melodías espirituales”. Quiso decir, eso creo, que la música en nuestras mentes siempre será mejor que la música en nuestros oídos, simplemente porque el hombre es tan idealista, y aún tan imperfecto, que nunca podremos capturar íntegramente nuestros sueños.

Las melodías no oídas (de procedencia interna) probablemente sean las más dulces, pero las escuchadas que yacen en el olvido son probablemente las más tristes.


Publicado originalmente en inglés por Nick Southall en la revista on-line Stylus (www.stylusmagazine.com), noviembre de 2006.