Carpe Diem, quam mínimum credula postero
(aprovecha el día presente, no confíes en el mañana).
Nunca olvido al profesor John Keating
(Robin Williams) en la cinta “La sociedad de los poetas
muertos” (Peter Weir, 1989), especialmente en esta parte:
“El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante,
lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a
cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del
otro; y examinándote de la asignatura fundamental: el amor. Para que un día no
lamentes haber malgastado de forma egoísta tu capacidad de amar y dar vida.”
Y es que volvemos, con mucha ilusión,
a lugares que solíamos frecuentar y encontramos, físicamente, las mismas
paredes (quizás de otro color), las mismas señales y detalles que hacen propio
el lugar, pero no a la misma gente con la que acudías o que encontrabas en el
lugar. Esa gente ya pasó. Ya se fue. Y aún si te topas con alguien que
permanece (o vegeta en el lugar), poco tiempo tendrás para darte cuenta que ya
cambió, que no es el mismo, que no te mira igual, que casi no te recuerda o no
le importas en absoluto.
Cuando vamos a revivir esos paisajes,
antes de llegar nos inundan los recuerdos de momentos vividos. Y la fantasía de
que los volveremos a encontrar. Y no. Ya no están. Ya no pertenecen.
El lugar puede llamarse escuela, club
deportivo, academia, parada de autobús, ministerio, bar, supermercado, plaza,
parque. A la vez puede encontrarse en cualquier ciudad. Dentro del país o fuera
de él. Incluso puede ser un sitio virtual, como un foro o un blog, por decir
algo. Si te vas por mucho tiempo, no intentes volver. Porque inevitablemente
chocarás con los aires del tiempo y del olvido. Serás polvo cósmico.
Es la danza de la vida. Ella, con
humildad, se empeña en mostrarnos que todo cambia, segundo a segundo todo
cambia. Y nos empeñamos en pensar que todo permanece. No. La gente viene, se va
y no vuelve. Y si vuelve ya no es el mismo. Ya mutó. Ya le pasaron cosas. Ya
evolucionó (o involucionó). Ya no te siente el mismo. Y tú tampoco lo sientes a
él.
El mensaje es claro. Prepárate para
vivir el momento. Disfruta al máximo de las situaciones cotidianas. Sácales el
jugo. Y llena tu memoria de recuerdos bonitos. De cómo saliste de aquel
aprieto. De cómo te enamoraste. De cómo el amigo logró, con la palabra clave, salvarte en aquel examen
pendiente. Del gol que anotaste y la persona que te dio el pase. De los paseos
por el campo en bicicleta, mientras conversaban intentando cambiar el mundo. De
la mano salvadora y sanadora de la mujer que te sacó de la playa cuando la corriente te llevaba. De la
sonrisa inapreciable e inabarcable de un bebé. Del compañero que te enseñó un
arte que no está en los libros. De aquel día en que diste el batazo para ganar
el juego y tu enamorada (que rara vez venía) te estaba mirando en la grada. Llena tu mente de esos recuerdos
que irán contigo hasta el final de tu estadía terrenal.
Eso sí, no regreses a terminar lo que
no terminaste en su momento. No regreses a pedir lo que no te dieron. A abrazar
lo que no abrazaste. A buscar la boca que no besaste. Porque ya nada será igual. Y si pasa (porque las cosas pueden
pasar) no sabrá igual. A pesar de tus quejas y pataletas el mundo seguirá
girando, buscando otras emociones en otras personas que viven su momento con
intensidad. El tuyo (para ti que regresas a buscar lo que no encontraste o no
supiste buscar) ya pasó.
*Imagen: wradio.com.ec