Saturday, November 24, 2012

Microcuentos



Saudade de Tequila. Días de mucho trabajo y de tiempo que pasa muy rápido. Días de detenerse a ratos a pensar en el objetivo de esa vida que vivimos. Días de extrañar a Tequila, la perra Yorkie de mi hija. Un ser que encuentra la paz cuando lo tengo en mis brazos, y en cierto modo yo también me siento en paz cuando estoy con ella. No se puede explicar.

Álvaro y la ensalada de atún. Tengo que pasar por Café Arábica a comprar un pie de limón para Álvaro, quien me trajo para degustar una ensalada de atún mediterránea que comí con fruición. Pronto vamos a compartir una velada de amigos, pero no quiero esperar, porque además tengo que devolverle el envase donde vino la ensalada. Y no quiero que esté vacío.

La hoja roja. Tengo sueño, es tarde, y mañana debo seguir en el vértigo. Pasan cosas horribles en estos días. Lo sé porque tengo la insana costumbre de revisar las páginas rojas de los periódicos. ¿Por qué no podemos vivir en sana paz? ¿Cuánto más tendremos que sufrir?

El jardín de Lola. Afuera hay un jardín en rotonda. Durante el día es hermoso. De noche es pardo como los gatos. Solo realza su forma circular. Nada más se observa en él. Silencioso. ¿Quién sabe qué bichos lo habitan en la penumbra? De día se posan pájaros que cantan alegremente, como banda musical de la hermosa vista de flores y hojas de colores. Es artificial, y aunque es bonito, me gustan más los naturales. Como las mamas.

Auster Books. Míster Bones es el perro de Willy G. Christmas. Es capaz de entender lo que su amo le cuenta. Pero el amo está en sus últimas, y el perro lo sabe. Como también sabe de su destino cuando el dueño pase a mejor vida. Está preocupado. Busco el tiempo para seguir leyendo a “Tombuctu”. Me preocupa el futuro de Míster Bones.

Agua y sed. Tengo sed. Y mira que he tomado agua en cantidad. Pero mi garganta está reseca. Más agua con ella. Y a llorar al valle. Comeré una manzana y luego a dormir un poco. La manzana también tiene agua. ¿Bebo o no bebo? Si lo haré. La sed podría despertarme. El agua es vida. Agua de manzanares.

El pie de Álvaro. Entro a mirar los pies en el Arábica. Hay unos cuyo amarillo es más intenso. Pregunto. Es pie de parchita, me dicen. Lo veo más bonito, más atractivo. Entonces el pie de Álvaro es de parchita, que no de limón. Llega el día de devolver el envase. El pie está dentro, en la dulce espera. Mientras me doy una ducha, pienso: “El pie de Álvaro está en la nevera." Salgo y entro en el vértigo. Recojo mis cosas y vuelo al ascensor. Cuando manejo, ya lejos de casa, me viene una imagen: en la oscuridad del interior de la nevera, a puerta cerrada, yace, muy frío, el pie de Álvaro.

Saturday, November 17, 2012

Rubén Blades, El Juglar



La realidad latinoamericana es muy particular. Hay cosas muy comunes en nuestros países, cosas que nos unen, que curiosamente son más de las que nos separan. De allí que nos identificamos bastante con la música y con las letras de algunas canciones.

Yo me identifico con la música y las letras de Rubén Blades.

Cuando escucho “Pablo Pueblo” tengo un flashback a los seis años de edad y veo claramente a mi papá llegando a casa del trabajo. Tratando de poner su mejor cara a un ambiente que gritaba todo lo contrario: techo de láminas de zinc, aun caliente por el solazo del día, el piso de tierra rojiza, ardiente, que producía una sensación permanente de calor y plagado de escorpiones grandes, con los que mi mamá mantenía una lucha constante, de gladiadora, para protegernos de sus terribles picadas, ayudada por el infalible galón de queroseno. Son estampas que conservo de una niñez muy pobre. Y no puedo olvidar que en ese entonces ya pensaba que tenía que haber una mejor forma de vivir, cuando aún no había visto el mundo a conciencia, porque muy poco habíamos salido del barrio. O por lo menos yo era muy niño y no estaba consciente.

Con “Paula C” recuerdo todos esos amores no correspondidos de adolescencia. Amores imaginados, recreados con nitidez en la pantalla gigante de mi almohada cada noche. De esos amores que han quedado prendados en nuestra mente y de vez en cuando reflotan, removiendo diálogos inútiles, sonrisas robadas, besos lanzados furtivamente en medio de un salón de clases, muchos suspiros y “te quiero solo como un amigo” estrellados sin piedad en nuestra frente. Las “Paulas C” tienen muchos nombres, que no olvidaremos nunca. Ni sus bocas, ni sus ojos, ni los tonos de sus voces. Ni la suavidad de sus manos aterciopeladas. Aquellas “Paulas C” que con el silencio se marcharon sin contestar jamás a esa declaración y dejaron ese corazón hirviendo de pasión. No las olvido.

Le comenté una vez a un amigo la tristeza instantánea que me producía “Amor y Control”. Allí supe, por boca de él, que Rubén la escribió cuando su madre agonizaba en un hospital, víctima de un cáncer incurable. Su madre que lo era todo, que era el centro de su universo. Entonces presté mucha atención a la letra escrita en un momento de tragedia familiar. Cuenta mi amigo que Rubén rompió en llanto una vez mientras la cantaba en Caracas. Son esos amores que duran toda la vida. “Las cuentas del alma no se acaban nunca de pagar” dice el propio Juglar.

Después “Maestra Vida”, canción que describe con agudeza el sentido vital, de forma dura e impenitente, pero sobre todo real. Es su poesía, con la que me identifico a cada instante y que va conmigo a todas partes. Letras que me inspiran a cantar, me llenan de recuerdos claros de una película de muchos matices, de muchas escenas, que juntas conforman mi propia vida. Las palabras de esos poemas son como chispas que hacen estallar con nitidez los recuerdos de mi vida. Palabras que solo Rubén Blades ha sabido plasmar con maestría singular para la eternidad. ¡Bravo Maestro!

Sunday, November 04, 2012

Antología del cuento triste



Terminando de leer la “Antología del cuento triste”, de Bárbara Jacobs y Augusto Monterroso (Suma de letras, 2004). Son 24 los cuentos escogidos por la pareja con el criterio de ser los más tristes que recordaran haber leído.

Dice Monterroso en el prefacio: “La vida es triste. Y si es verdad que en un buen cuento se concentra toda la vida, un buen cuento será siempre un cuento triste.”

Y si, son bastante sentidos los cuentos, sin embargo poseen una belleza narrativa pocas veces vista. No es una lectura de esas que te gustaría recomendar a esos lectores que dicen que compran un libro para huir de la dura realidad y divertirse.

No, este no es ese libro. Aquí nadie va a esbozar una sonrisa. Por el contrario, más de una lágrima va a quedar en el camino. 

Hay un cuento titulado “Madre de pueblo”, del escritor italiano Corrado Alvaro, que me mantuvo pensando en mi madre de principio a fin. Toca de una manera magistral esa relación que existe de por vida entre madre e hijos, esa cantidad de cosas que se dicen sin formular palabras, solo con miradas y monosílabos. Alvaro encontró la forma más bella de retratar esa relación.

Hay unos más tristes que otros, de personajes solitarios, crueles, angustiantes, irascibles y todas esas formas de conducta humana con las que nos topamos calle arriba y calle abajo.

Los autores van desde James Joyce, pasando por William Faulkner, Flaubert, Melville, Chejov, Thomas Mann, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Leopoldo Lugones, Iván Bunin, Sherwood Anderson, Katherine Mansfield, Dorothy Parker, Corrado Alvaro, Salarrué, Arna Bontemps, Saul Bellow, Carson McCullers, Leopoldo Alas, Grace Paley, René Marqués hasta el propio Monterroso (4 de ellos ganadores del Nobel de Literatura).

En uno de los cuentos, el de Herman Melville, titulado “Bartleby el escribiente”, el abogado protagonista de la historia nos dice: “la felicidad busca la luz, por eso juzgamos que el mundo es alegre; pero el dolor se esconde en la soledad, por eso juzgamos que el dolor no existe.”

Si alguien quiere adentrarse en estos cuentos tristes pero profundamente humanos y hermosos, le recomiendo de corazón leer este libro.