Saudade
de Tequila. Días de mucho trabajo y de tiempo que pasa muy rápido. Días de
detenerse a ratos a pensar en el objetivo de esa vida que vivimos. Días de
extrañar a Tequila, la perra Yorkie de mi hija. Un ser que encuentra la paz
cuando lo tengo en mis brazos, y en cierto modo yo también me siento en paz
cuando estoy con ella. No se puede explicar.
Álvaro
y la ensalada de atún. Tengo que pasar por Café Arábica a comprar un pie de
limón para Álvaro, quien me trajo para degustar una ensalada de atún
mediterránea que comí con fruición. Pronto vamos a compartir una velada de
amigos, pero no quiero esperar, porque además tengo que devolverle el envase
donde vino la ensalada. Y no quiero que esté vacío.
La hoja roja. Tengo sueño, es tarde, y mañana debo seguir en el vértigo. Pasan
cosas horribles en estos días. Lo sé porque tengo la insana costumbre de
revisar las páginas rojas de los periódicos. ¿Por qué no podemos vivir en sana
paz? ¿Cuánto más tendremos que sufrir?
El
jardín de Lola. Afuera hay un jardín en rotonda. Durante el día es hermoso. De
noche es pardo como los gatos. Solo realza su forma circular. Nada más se
observa en él. Silencioso. ¿Quién sabe qué bichos lo habitan en la penumbra? De
día se posan pájaros que cantan alegremente, como banda musical de la hermosa
vista de flores y hojas de colores. Es artificial, y aunque es bonito, me
gustan más los naturales. Como las mamas.
Auster
Books. Míster Bones es el perro de Willy G. Christmas. Es capaz de entender lo
que su amo le cuenta. Pero el amo está en sus últimas, y el perro lo sabe. Como
también sabe de su destino cuando el dueño pase a mejor vida. Está preocupado.
Busco el tiempo para seguir leyendo a “Tombuctu”. Me preocupa el futuro de Míster
Bones.
Agua
y sed. Tengo sed. Y mira que he tomado agua en cantidad. Pero mi garganta está
reseca. Más agua con ella. Y a llorar al valle. Comeré una manzana y luego a
dormir un poco. La manzana también tiene agua. ¿Bebo o no bebo? Si lo haré. La
sed podría despertarme. El agua es vida. Agua de manzanares.
El
pie de Álvaro. Entro a mirar los pies en el Arábica. Hay unos cuyo amarillo
es más intenso. Pregunto. Es pie de parchita, me dicen. Lo veo más bonito, más
atractivo. Entonces el pie de Álvaro es de parchita, que no de limón. Llega el
día de devolver el envase. El pie está dentro, en la dulce espera. Mientras me
doy una ducha, pienso: “El pie de Álvaro está en la nevera." Salgo y entro en el
vértigo. Recojo mis cosas y vuelo al ascensor. Cuando manejo, ya lejos de casa,
me viene una imagen: en la oscuridad del interior de la nevera, a puerta cerrada,
yace, muy frío, el pie de Álvaro.