Sunday, November 26, 2006

Manos que oran...


“Cuánto control, y cuánto amor,
tiene que haber en una casa (país, en este caso).
Mucho control, y mucho amor,
para enfrentar a la desgracia”
Rubén Blades, juglar.

Cuesta un poco escribir serenamente en estos días. La confrontación política se ha intensificado en mi país. Hay dos bandos claramente identificados, chavismo y oposición, enfrentados sin, prácticamente, ninguna posibilidad de diálogo. Se ha alimentado el odio de clases a niveles explosivos y esto me causa bastante angustia.

Hasta ayer fuimos un pueblo hermano con cualidades pocas veces vista en los conglomerados humanos actuales, como son la igualdad, la hermandad, la amistad. Claro testimonio de esto ocurrió en 1999 cuando grandes aludes de tierra, piedras y agua arrasaron la costa del litoral central llevándose consigo a cientos de miles de pobladores. En esos días podías ver a gente de todas las clases sociales juntas, como una sola, en las operaciones de ayuda a los damnificados de la tragedia. Allí pude constatar con mis propios ojos que niñas de colegios de clase alta entregaban alimentos a madres provenientes de los lugares de la tragedia, limpiando los lugares de refugio con un amor pocas veces visto.

¿Dónde ha quedado todo eso en estos días?

El proceso electoral se llevará a cabo el próximo domingo 3 de diciembre y lo ideal es que la pugna terminase en las urnas, de las cuales saliera la resolución del conflicto, pero muchas cosas me dicen que no será así. El clima político se caldea cada vez más y más sin signos de bajar al menos el tono beligerante en los discursos políticos de los últimos días.

Ojalá esté equivocado y sea sólo una angustia personal. Mis manos se levantan en oración.

Las manos de la fotografía del post fueron dibujadas por el famoso pintor alemán Albretch Durer, o Alberto Durero, en homenaje a las de su hermano, quién se sacrificó para que él fuese lo que llegó a ser. La historia, contada por Og Mandino en su libro "Una mejor manera de vivir", a continuación…

“En el siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nüremberg, vivía una familia con varios hijos. Para poner en aquella mesa pan para todos, el padre trabajaba casi 18 horas diarias en las minas de carbón y en cualquier otra cosa que se presentara.

Dos de sus hijos tenían un sueño: Querían dedicarse a la pintura, pero sabían que su padre jamás podría enviar a ninguno de ellos a la Academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas, los dos hermanos llegaron a un acuerdo. Lanzarían una moneda y el perdedor trabajaría en las minas para pagar los estudios del hermano que ganara. Al terminar los estudios, el ganador pagaría entonces los estudios del que se quedaba en casa, con el dinero procedente de la venta de sus obras. Así, los dos hermanos podrían ser artistas.
Lanzaron la moneda un domingo al salir de la iglesia. Uno de ellos, llamado Albretch Dürer, ganó y se fue a estudiar a Nüremberg.

Entonces el otro hermano, comenzó el peligroso trabajo en las minas, donde permaneció durante cuatro años, pagando los estudios de su hermano, que desde el primer momento causó sensación en la Academia. Los grabados de Albretch, sus tallados y sus óleos, llegaron a ser mucho mejores que los de muchos de sus profesores, y para el momento de su graduación ya había comenzado a ganar considerables sumas con las ventas de sus trabajos.

Cuando el joven artista regresó a su aldea, la familia se reunió para celebrar una cena festiva en su honor. Al finalizar la memorable velada, Albretch se puso de pie en su lugar de honor en la mesa y propuso un brindis por su hermano querido que tanto se había sacrificado por él para hacer sus estudios realidad. Y dijo: Ahora hermano mío, es tu turno. Ahora ya puedes ir a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de todos tus gastos. Todos los ojos se volvieron hacia el rincón de la mesa que ocupaba el hermano. Pero éste, con el rostro empapado por las lágrimas, se puso de pie y dijo suavemente: No, hermano, no puedo ir a Nüremberg. Es muy tarde para mí. Estos cuatro años de trabajo han destruido mis manos. Cada hueso de mis dedos se ha roto al menos una vez, y la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto que hasta me ha costado trabajo levantar la copa durante tu brindis. No podría trabajar con delicadas líneas el compás o el pergamino, y no podría manejar la pluma ni el pincel. No, hermano, para mí ya es tarde. Pero soy feliz de que mis manos deformes hayan servido para que las tuyas hayan cumplido su sueño.

Más de 450 años han pasado desde ese día. Hoy, los grabados, los óleos, las acuarelas, las tallas y demás obras de Albretch Dürer, pueden ser vistos en los museos alrededor del mundo.

Una de las obras más conocida es la que dibujó para rendir homenaje al sacrificio de su hermano: sus manos maltratadas, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esta poderosa obra, simplemente, "Manos". Pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón a su obra de arte y le puso por nombre "Manos que oran".

La próxima vez que vea una copia de esa creación, mírela bien. Permita que sirva de recordatorio, si es que lo necesita, de que nadie, nunca, ¡triunfa solo!"

Que Dios nos ilumine en estas horas por venir…

Wednesday, November 22, 2006

El atolladero



Ayer descubrí que alguien robó mi CD de Ana Torroja. "Esencial" se titulaba, y para mi lo era. Ana canta como los dioses. La vengo siguiendo desde su estadía en "Mecano", por allá por los 80. Pues he tenido que dejar las llaves de mi carro en manos de un "perito" de la compañía que me lo asegura mientras hacía trámites y mucho después de haberme ído fue que me di cuenta. Habían pasado muchas horas por lo que consideré inútil realizar el reclamo. Sólo se que ya está en otras manos, deshonestas por lo demás. Espero que al menos lo disfrute como yo lo hice durante el poco tiempo que estuvimos juntos.

Quien quiera que haya sido, y si por casualidad llega a este blog, le regalo esta historia que le da título al post. Algo bueno podría dejarle:

"He aqui que un hombre entró en una pollería. Vió un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:
-Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿cuánto pesa éste?
El pollero repuso:
-Dos kilos, señor.
El cliente meció ligeramente la cabeza, en un gesto dubitativo, y dijo:
-Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito unos más grande.
Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión. Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:
-No se preocupe, señor, enseguida la traeré un pollo mayor.
Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:
-Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.
-¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.
-Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.
Y entonces el cliente dijo:
-Bueno, me quedo con los dos."
(Fuente: "101 Cuentos Clásicos de la India. La tradición de un legado espiritual". Recopilación de Ramiro Calle)
La honestidad, por sobre todas las cosas...

Wednesday, November 15, 2006

Travesía energética


Sucede a diario. Casi nadie lo nota pero ella siempre me espera allí, en el mismo sitio, impertérrita. Me observa por encima de sus modernos lentes de pasta. Yo permanezco inquieto, mirándola también, tratando de corresponder, contemplándola.

Quisiera saber qué me dicen sus ojos. Qué cosas quiere indicarme con su mirada inquisitiva. Pero nada, no me dice nada, permanece en completo silencio, sólo me mira.

El trayecto de mi casa al trabajo es de apenas 12 kilómetros, mas, debido a lo intenso del tráfico, a las largas hileras de vehículos que fluyen y se detienen a cada instante, el trayecto lo hago en no menos de una hora, todos los días.

Nada que hacer, debo aprovechar esos momentos, el tiempo es oro y la vida es corta. Escucho la mejor música que llega a mis manos, una y otra vez mientras observo el paisaje urbano, árido a veces, amigable en otras tantas, el majestuoso cerro Ávila con sus diversas tonalidades de verdes, y la dulce espera hasta encontrarme con ella.

Cuando me aproximo ya se que me está esperando. Se entretiene leyendo el diario mientras yo hago acto de presencia. Apenas me percibe, lo baja, casi hasta sus espectaculares piernas, y comienza a mirarme en directo, sin hacer uso de sus anteojos a la moda.

Allí, a un lado de la calzada, sentadita, de piernas cruzadas, levemente vestida de negro, ojos negros, mirada fulminante…

No tengo argumentos para defenderme. Mi corazón palpita fuerte mientras se acorta la distancia entre los dos, y a la vez observo a los otros conductores para verificar que no es a ellos a quienes ilumina y envuelve con su mirada radiante, pero al regresar mi vista hacia el sitio desde el cual procede la luz que me encandila, que me enciende y me hace vibrar, allí está de nuevo ella, ratificándome que soy yo el elegido…y que no tengo salida.

Y termino dejándome tentar por sus ojos azabache… y sus piernas espectaculares... Nada que hacer. Me siento como el insecto que cae inevitablemente en la telaraña. Estoy atrapado, o mejor dicho, queriendo estar atrapado, irresistiblemente, inmóvil ante el volante.

La música dentro de mi carro pasa a un segundo plano. No la alcanzo a escuchar. Estoy absorto. Soy todo ojo, escudriñando los de ella. Y ella los míos. Mi única opción es entregarme. Cedo ante la energía emanada por sus negros ojos. Me dejo llevar. Mi imaginación vuela haciendo vanos mis intentos por descubrir lo que transmiten sus ojitos azabache.

Cuando finalmente el tráfico avanza vuelvo en mí. Debo continuar la marcha. En la oficina me esperan. Me despido con la mirada. Ella me devuelve la suya, tan enigmática como el primer día. Escucho un muy dulce “hasta mañana” en el ambiente. Sonrío.

Mañana será otro día, que me llevará inexorablemente hasta una nueva “travesía energética”, tal como reza el titular del diario que siempre, y a manera de excusa ante los otros conductores, tiene sobre sus piernas, sin alcanzar a cubrirlas de un todo.

¿Qué tiene esa mirada de particular que la hace interesante y, por sobre todas las cosas, tan cautivante?

Sunday, November 12, 2006

Oración...


Hoy estuve en casa de mi hermana mayor. Tiene tantas cosas bonitas colgadas de las paredes. Adornos, plantas, retratos familiares, que su casa siempre me ha parecido un museo, y paso horas curioseando las paredes cada vez que voy. Entre tantas cosas, tantos recuerdos, vi algo que me gustó, que me puso a pensar mientras lo leía, y que inmediatamente pensé postear para compartirlo con ustedes.

Antes de hacerlo pregunté:

YO: “¿De dónde sacaste esta oración?”.

ELLA: “No lo se, creo que alguien me lo envió por e-mail”.

YO: “Pues lo voy a transcribir y luego lo voy a publicar en mi blog”.

ELLA: “Está bien, no hay ningún problema, aunque no poseo derechos de autor sobre esa oración”.

Entonces pensé: “Igualmente lo voy a compartir”. Aquí se los dejo…


Señor…

…como Tú sabes mejor que yo que un día seré vieja:

No permitas que me haga charlatana y sobre todo que no adquiera el hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en cada ocasión.

Libérame de las ansias de querer arreglar la vida de los demás.

Que sea pensativa pero no taciturna; solícita pero no mandona.

Con el vasto acopio de la sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda, pero tu sabes, Señor, que quiero que me queden algunos amigos al final…

Mantén mi mente libre de la recitación de infinitos detalles del pasado…

Dame las alas para ir derecho al grano.

Sella mis labios para que no hable de mis achaques y dolores…

Ellos van en aumento con el pasar de los años, como también mi gusto por recitarlos…

Pido la gracia de poder escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.

Enséñame la gloriosa lección de que, a veces, es posible que esté equivocada…

Mantén en mí una razonable dulzura.

No quiero ser santa…es difícil convivir con alguna de ellas; pero una vieja amargada es una de las obras maestras del diablo.

Ayúdame a extraer de la vida toda la diversión posible.

Nos rodean tantas cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna.

Amén

Tuesday, November 07, 2006

La respuesta del muerto


Cuando Mamiya, el más tarde famoso predicador, fue a ver a un maestro en busca de consejo, éste le pidió que le mostrara el sonido de una sola mano.

Mamiya se concentró profundamente.

“No trabajas con el suficiente interés” le reprendió el maestro. “Estás demasiado apegado a la comida, a la salud, a las cosas y a ese sonido. Sería mejor que estuvieses muerto. Eso solucionaría el problema”.

Cuando Mamiya fue por segunda vez a entrevistarse con el maestro, éste le volvió a preguntar por el sonido de una sola mano. Mamiya se echó entonces súbitamente al suelo, como si hubiera muerto.

“Representas muy bien el papel de cadáver” observó el maestro. “Pero, ¿qué me dices de ese sonido?”

“No lo he solucionado todavía” contestó Mamiya, abriendo los ojos.

“Los muertos no hablan”, dijo el maestro. “Lárgate de aquí”

Relato tomado del libro “Carne de Zen, Huesos de Zen"

Thursday, November 02, 2006

Una anécdota de Tania Sarabia


Tania Sarabia es una de las más versátiles actrices de Venezuela.
Favorita del dramaturgo Fausto Verdial, ha trabajado destacadamente en cine, televisión y teatro.
Superó con éxito un cáncer de mama, enfermedad de la que ella misma dice que “lo que hay es que echarle bolas, nada de estar deprimiéndose ni sintiéndose mal”.

La historia que les quiero mostrar la leí hace varios años en la revista Exceso, y cuenta una anécdota curiosísima que le sucedió a Tania en el teatro Alberto de Paz y Mateos de Caracas:

Con razón José Ignacio Cabrujas le dijo a Tania Sarabia, con una voz impostada, casi declamatoria: "Mi amor, en toda la historia del teatro, desde los griegos para acá, nunca había ocurrido algo asi".

El episodio sucedió durante el segundo acto de la obra “El día que me quieras”, allá por el año 1979.
Tania hacía el papel de la muchacha de los Ancízar, Matilde, que llegaba después de asistir a la presentación de Gardel en el teatro Principal.

-Entonces vengo yo a describir aquella situación que era divertidísima –recuerda Tania:
"Es que no te lo pueden contar, reúne a los escribas y a los fariseos de Jerusalén, al doctor Fortoul y al doctor Vallenilla...es que no te lo pueden contar, país, ¡qué grandeza!"
Y Matilde (Tania) sigue:
"No quiero bajar la voz; quiero que me oigan; quiero que se despierten. ¡Oh, Tutankamón! ¡Que maravilla es Tutankamón! Ebria como la Borgoña y París…Cuando cantó Tutankamón yo me sentí como una vestal y me dieron ganas de subir al escenario con la única intención de rescatarlo de las tablas".

-En medio de ese aluvión de frases un perro se había subido al escenario, no se de donde habrá salido, y me estaba montando, cogiéndo…se movía cogiéndome.

Alguien del público corrió a decirle a Cabrujas: "¡A Tania se la está cogiendo un perro!".
José Ignacio dijo:"¿Qué perro? ¡Eso no está en la obra!".
–Y un señor de la primera fila sube al escenario y me arranca el perro.
Justo en ese momento, yo digo con mi voz extasiada, en la última parte del parlamento:
"Dios del Sinaí, qué humedad de hombre…"
Y el público se vino abajo de la risa, como si el perro fuese la humedad de hombre.

"¡A ninguna actriz se la ha cogido un perro en escena!”.