Gone fishin’...
Hubo
un momento en el que yo entendía que pescar era tan simple como acercarse a una
orilla con una caña, un pedazo de nylon, un anzuelo y un poco de carnada. Es lo
que siempre vi en los comics. Pues no.
La
primera vez fuimos con un experto. Lo vimos juntar el equipo y allí empezó el
aprendizaje. Esto es para trolear. Esto es para pescar en reposo. Estos son los
anzuelos. Los anzuelos pueden ir con señuelos, que son imitaciones de peces
brillantes o camarones. La carnada no siempre son lombrices de tierra.
Antes
de montarse en el bote se debe hacer una promesa. No importa como nos vaya, no
vamos a regresar a menos que sea una estricta emergencia. Por lo tanto, para
estómagos traicioneros es bueno comer bien la noche anterior, evitar comidas
pesadas. Los que sean propensos a mareos deben tomarse su dramamine.
En
el mar hay sitios que se conocen como puntos de pesca. Cada pescador conoce los
suyos y los guarda como un secreto. En esos puntos es donde los peces suelen reunirse
a comer. Los pescadores tienen gran sentido de la ubicación. Sin embargo,
algunos dejan pequeñas boyas para identificar el punto. Dependiendo de la
profundidad del agua o de la cercanía a la costa, las especies varían. Es así
como el mero es un pez de aguas profundas y rara vez se consigue en aguas
someras.
Cuando
la lancha está en movimiento a baja velocidad se puede trolear, es decir,
pescar con señuelos flotantes, muy brillantes, que atraen la atención de los
peces y al morder, están llenos de anzuelos.
Al
detenerse el bote, comienza la verdadera odisea. Todos quedamos en profundo
silencio, expuestos al vaivén de las olas. Cada quien lanza sus anzuelos a la
espera de que algún pez pique. Pero el bote no cesa de moverse por el vaivén de
las olas. Y es allí donde la estabilidad de tu estómago juega un papel
fundamental. Si se pierde el equilibrio allí, sobrevienen los mareos, y luego
los vómitos. Pero ya se ha hecho una promesa, y no vamos a regresar a la costa.
Hay trucos para lidiar con los mareos. Algunos funcionan y otros no, dependiendo
de la persona. Morder un limón, acostarse y cerrar los ojos, fijar la vista en
el horizonte y no mirar objetos fijos en el bote, todo por lograr que el estómago
asiente y permita que la cabeza deje de dar vueltas.
Fui
varias veces. Algunas pude controlar el mareo y logré pescar algunos meros
pequeños. Otras, cuando llegó el mareo, y después de vomitar varias veces, tuve
que acostarme y permanecer así, con los ojos cerrados durante toda la jornada de
pesca.
Otra
característica de la pesca es la introspección. Durante los largos ratos de
silencio y paciencia, mientras se espera que el pez venga a picar, el azul del
mar, el viento, el cielo azul y el sol son una buena combinación que te permite
alejarte un poco de la realidad y pensar muchísimo, evaluar situaciones y
llegar a buenas conclusiones. Esas evocaciones solo son interrumpidas cuando
sientes la vibración en el nylon, que indica que algún vecino está tratando de
agarrar la carnada. Cuando sientes el estirón debes despertar rápido y halar. A
veces el pez tiene fuerza y comienza una pequeña batalla entre él y tú. Debes
soltar y halar en procura del cansancio del pez. Sabes que lo vas logrando
cuando la fuerza con que se hala disminuye en forma progresiva. Hasta que
logras sacarlo a la superficie. Se convierte entonces en tu trofeo y hay
alegría en el bote, porque los triunfos son de todos en la jornada de pesca.
Al
final del día llegas a la costa extenuado pero satisfecho. Y feliz porque sabes
que lo que viene es una exquisita cena.