Camino por la playa al tiempo que escucho el ruido que hace el agua
mientras acaricia la arena a lo lejos. Más cerca, un río tranquilo recibe las
aguas marinas, a contracorriente, y las mezcla con las suyas, en una especie de
contorneo sexual. Total fluidez.
"Es la marea que sube", pienso.
Arriba, el cielo pleno de nubes oscuras presagia tormenta.
Abajo yo, pensando. "¿Por qué el río no descarga al mar sus aguas sino
que más bien recibe las de él?". "La marea", dice el viento. La respuesta en manos
de la Luna. Queda claro. Y estamos de acuerdo, el viento y yo. Así las cosas, prosigo
mi andar.
Más adelante tropiezo con unos árboles que parecen palmeras, pero no estoy seguro
de que lo sean. Su tronco termina en unas raíces, aéreas parcialmente, verdaderamente
particulares. Parecen piernas femeninas en serie, cruzadas en la barra de un bar. O
quizá, mucho mejor, un instantáneo cruce de piernas coreográfico, como bailarinas de cancán
en el Moulin Rouge. ¿Mejor?
Me pregunto de dónde vienen esos raros árboles. ¿Quién los sembró? ¿Cómo
se llaman?
Los miro, como esperando la respuesta, y ellos devuelven la mirada, sorprendidos ante mi ingenuidad, sin pizca de piedad, ¿cómo se me ocurre esperar a que ellos me
cuenten sobre su origen?
Aún así, expectante espero, con mirada sostenida.
Hay un vaho en el ambiente, como queriendo dibujar algo. No alcanzo a
comprender. Buscando la respuesta, camino en derredor, sin dejar de mirar hacia los árboles, que tampoco dejan de mirarme. Hay un susurro en el aire. No alcanzo a entender.
¿Qué idioma hablan? ¿Por qué no me lo dicen en mi lengua?
Continúo mi andar con un poco de frustración. Hay gente que pasa. Presumo que podrían saber. Resolver mi duda. No les pregunto nada. Y una vez que han quedado atrás me percato que el susurro
permanece inalterable en el aire vespertino. ¿Qué dice? ¿Quiénes son? ¿De dónde han venido esos árboles cuyas raíces bailan el Can-Can?
*Fotografía de la casa. Cartel del siglo XIX, extraído de Wikipedia
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