Friday, May 24, 2013

La picada de la araña



Transcurren las horas y no termino de convencerme de querer salir de casa a pasear librerías. No tengo la fe de encontrar sosiego en aquellos anaqueles que hoy lucen tristes y muestran lo mismo que hace tres meses.

Tampoco quisiera encontrarme con ese señor que acude con mucha frecuencia a la librería que más visito. Aquel que me espera como fiera al acecho para, cuando apenas entre, volar hacia mí y decirme que tal libro está en oferta en tal parte, o que leyó tal otro y no terminó de gustarle. Que si tal autor está escribiendo muy mal y un fastidioso y largo etcétera.

Es tan solo mirarlo y ver el aburrimiento reflejado en sus ojos. Es intuir que quizás lo han echado de casa, donde ya no lo soportan y se ha venido derechito a la librería a sentarse al acecho de los asiduos, de los que como yo no tardarán en caer en ese oasis en busca de una conversación gratificante con el librero, que es tan sabio y sereno.

Allí está, listo para verter sobre el ambiente sus anodinas palabras, y en el tono pétreo de su voz discernir su punto de vista sobre tal o cual literatura, o sobre éste o aquel autor.

Si, una vez caído en sus redes, por más que intente profundizar en lo que dice, no pasará mucho tiempo sin que perciba que lo que hago es sumirme aún más en esa espesa neblina que lo rodea, y que como tela de araña y sin ningún pudor suelta sobre mí.

El librero, conocedor ya del fenómeno, escapa sigilosamente, aprovechando la distracción del saludo, a tomarse un café al tiempo que soy devorado lentamente por el sujeto que minutos antes acechaba desde el sofá.

Allí yacía, agazapado por horas, esperando pacientemente a su víctima que sabía no tardaría en aparecer. Y no era otro que yo.

Y sin atisbo de inocencia, sabía que estaba dentro de las posibilidades la de encontrarlo y caer en sus garras. Pensar que el solo hecho de abandonar el recinto por días, quizás meses, deseando que el individuo olvidara mi cara, o los temas de la última conversa que había dañado y se fuera a esparcir su telaraña en otros lugares.

Durante mi ausencia, cada tarde volvía al sofá donde se situaba a la espera y comenzaba a tejer su gran red algodonada.

Mientras más tardaba en volver, más espesa encontraría la telaraña. Me tiene el tiempo tomado. La trampa consiste en la necesidad que tengo de sentarme a conversar con el sereno y sabio librero sobre los temas comunes a ambos, la política y la literatura oriental. Y el sujeto al acecho sabe que lo disfruto, y que en breve voy a volver a caer en su nívea red.

No importa que, a manera de precaución, me alce sobre la vitrina tratando de detectar su presencia desde afuera. Es menudo, difícil de advertir desde el exterior.

Como la araña en su tela, me espera pacientemente. 

Las cosas no siempre salen como me las imagino.

*Imagen de Carmela Lozzia en www.revistaohlala.com

Sunday, May 12, 2013

Mis lecturas de Murakami



Ayer leí en la red que por primera vez en 18 años Murakami se ha puesto cara a cara con sus lectores en Japón.

Quienes hemos seguido su trayectoria sabemos que no le gustan las entrevistas y poco se expone a la vida pública.

Aún así, cada vez tiene más seguidores de sus novelas. Cada día en alguna parte del mundo alguien se conecta con sus personajes para siempre.

En enero de 2006 leí por primera vez una obra suya, y hasta ahora considero que es la más trascendental: “Tokio Blues. Norwegian Wood”. Allí quedé prendado. No solo de la forma como narra, sino también de sus personajes. Me sentí identificado con Toru Watanabe y a través de él viví la novela. La leí con tal pasión que recuerdo releerla muchas veces antes de terminarla. Era mirar a través de los ojos de Toru, volver a capítulos anteriores y repetir la lectura para cerciorarme de no haber dejado detalle por fuera. Nunca antes me había pasado algo así con una novela.

Luego de ello, muy entusiasmado seguí con “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, “Al sur de la frontera, al oeste del sol” y “Kafka en la orilla en el año 2007. Cada uno de esos libros ratificó que no estaba equivocado en mi percepción de la clase de escritor ante el cual me hallaba.

En el 2008 leí sus novelas “Sputnik mi amor” y “After dark”. También comencé a leer su libro de cuentos “Sauce ciego, mujer dormida”. Son 24 cuentos interesantísimos. Tanto que los leo de a poco y ahora es que voy por el número 12 de 24 que compiló el libro. A Murakami hay que dosificarlo porque no se sabe hasta cuándo escribirá.

Es por ello que dejé de leerlo hasta 2010, cuando lo intenté con “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”. Sinceramente no me gustó esa novela. No sé si tenga que ver el hecho de que fue una de las primeras novelas de Murakami, a pesar de haber sido editada en español en el 2009. Nunca me enganchó, ni al principio ni al final. Luego leí una especie de crónica que hizo sobre su hobby de correr maratones, “De qué hablo cuando hablo de correr”, el cual revela interesantes aspectos de su personalidad y "After dark", un interesantísimo relato que transcurre entre medianoche y el amanecer.

En 2011 comencé a leer parte de su obra editada en inglés, debido a la tardanza de las editoriales en traducirlas al español. Así fue como leí “After the quake”, relatos que tienen en común el terremoto de Kobe en 1995 y “Underground”, crónicas sobre el ataque terrorista con gas sarín al Metro de Tokio en 1995. También compré ese año 2011 un libro de cuentos titulado “The elephant vanishes” y la novela “Dance, dance, dance”, que aún no he leído.

En español conseguí “La caza del carnero salvaje”, que es el único traducido al español que editó Anagrama (los demás son de Tusquets).

Últimamente compre los libros “1Q84”, casi homónimo de “1984” de Orwell. Me he prometido leerlos todos a partir de junio de este año.

De todo lo publicado en inglés y en español por Murakami solo me falta obtener “Pinball” y “Hear the wind sings”, que son difíciles de encontrar.

Acaba de publicarse su último libro en Japón, "El descolorido Tsukuru Tazaki y sus años de peregrinación". Ha dicho en conferencia que la considera una prueba para demostrar su talento, como si no supiera que lo tiene y por demás.


Sigue siendo Murakami mi autor favorito de ficción. La forma como logra que el lector se compenetre con lo que escribe es única e inimitable.

*Imagen de ZoomNews

Sunday, May 05, 2013

Llueve dos veces...



Lluvia copiosa es esa que cae desde esta madrugada. El sol sale, a juzgar por el blanco de las nubes pero nada que asome alguno de sus rayos al traspasar la espesa capa de algodón en el cielo.

Ya vamos a tener una semana de lluvia continua. Eso es muy bueno porque se reducen los incendios forestales que ya habían consumido bastante vegetación.

El sonido de la lluvia es relajante. Sea que las gotas caigan en el asfalto, donde producen una especie de ovación, o sobre un techo de láminas de zinc, donde el escándalo de los goterones es de marca mayor, igualmente me relaja escuchar ese ruido que es como música a mis oídos.

Ya los cerros que he venido viendo teñidos de ocres van a ir mutando a las diversas tonalidades de verde. Es asombrosa la rapidez con que se recuperan las plantas. Sobre todo las enredaderas, que crecen rapidísimo, de la nada, y rodean a sus pares como queriéndoles decir “¡Vamos, despierten, que ya ha llovido!”.

Mucha neblina cubriendo la mañana. La garúa que no cesa. Los pájaros, que aparecen a estas horas con su canto, están ausentes. Quien sabe si en su nido, achicando el agua, o a la intemperie, mojados y con frío, aguantando estoicos en las copas de los árboles. No han venido y no se espera que lo hagan, a menos que el sol milagroso haga su aparición en la mañana, cosa que dudo bastante.

Casualmente leo “Lluvia”, de Victoria de Stefano (Candaya, 2006). Nadie como ella para describir al mínimo detalle los aspectos de un aguacero como el de esta madrugada. Leerla a esta hora es beber agua cuando se tiene sed. 

No hay cabos sueltos. La lluvia afuera y la narración de Victoria adentro, en el alma.

Con precisión matemática, el todo es igual a la suma de sus partes.

Llueve dos veces 

Sunday, April 28, 2013

Tramposería sale



No se sabe cuando comenzó todo. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que algo malo estaba pasando. La naturaleza siempre avisa. La sequía comenzó a poner toda la vegetación amarilla. Hubo incendios aquí y allá. Según el pronóstico, las lluvias vendrían pronto y la hierba comenzaría a reverdecer.

Hay una gran desazón en el ambiente. Tan grande que si la lluvia cayera ahora mismo le costaría mucho amainar.

Cuando era un niño, en los campos de béisbol, había días en que nos daba por hacer trampa en una decisión del árbitro, que no era otro que nosotros mismos. En ese momento alguien (del bando de los agraviados por la decisión) saltaba y gritaba, para acabar con la discusión que paralizaba el juego: “¡Está bien, déjenlo así que ´tramposería sale´!

En el transcurso, algo ocurría a favor de los perjudicados por la trampa. Era como un designio de Dios, una ley. De tal modo que al final, nadie dudaba que cuando alguien había dicho ´tramposería sale´ algo inevitable pasaría más adelante para revertir la trampa.

Como resultado de ello, cada vez las trampas eran menos. Aprendimos que si la hacíamos, más temprano que tarde la pagaríamos por algún designio del cielo.

En momentos como los que vivimos no dejo de recordarlo, y de saber que en algún momento las cosas tomarán el rumbo correcto, sin que podamos hacer nada para evitarlo. En el ínterin podremos ver movimientos que en nada cambiarán el curso de los acontecimientos. Simples pataleos de ahogado. El designio del cielo volverá a imponerse. Como era en el principio, ahora y siempre…

Nota del autor: “Tramposería” tiene un equivalente en el diccionario de la RAE: trampería.
*Imagen: www.prensalibre.com

Saturday, April 20, 2013

Otros tiempos...



Los tiempos cambian vertiginosamente. Recuerdo que cuando era un niño, la ropa para lavar en tintorería la venían a buscar a la casa, te dejaban un recibo indicando cuando la traerían y el costo. Nunca llegó a perderse una pieza.

Eran tiempos en los que la leche y el pan los dejaban muy temprano en la puerta y nunca se los robaban. Era una alegría levantarse temprano, abrir la puerta y dejar que la bolsa de pan cayese, porque estaba apoyada. Luego recogerla y disfrutar el olor a pan recién horneado.

Evidentemente otros tiempos. Tiempos en los que las amas de casa tenían sus productos de confianza y los nombres de los mismos pasaban a ser, como genéricos, los de la marca líder en el mercado. Tal era el caso de Toddy, una bebida achocolatada tan buena que pasó a distinguir las bebidas de ese tipo. O el “Corn Flakes”, hasta el sol de hoy.

Claro que había competencia, pero de la sana, como la que había entre las leches líquidas “Silsa” y “Mamá Carabobo”. Había un 50% de amas de casa que tenían dos mil razones para comprar “Mamá Carabobo”, y el otro 50% tenía dos mil razones más para comprar la “Silsa”. A mí personalmente me gustaba más la “Silsa”. A pesar de tener menor presencia en los comerciales de radio, TV y prensa, su sabor era único, más espesa y con muy buen olor.

Otra buena competencia era la que había entre Pepsicola y Cocacola. Cada una arrastraba su segmento de público que la defendía a capa y espada. Y así como defendían a una lanzaban su artillería contra la otra. Calificativos como “muy dulce” o “sabe a cartón” volaban por el espacio. Creo que en ese entonces Venezuela era uno de los pocos países del mundo donde la Pepsicola lideraba el mercado sobre Cocacola. Sin embargo los “bartenders” preferían a Cocacola para preparar sus cocteles.

Eran tiempos en los que los niños como yo jugábamos con las cartulinas sobrantes de las elecciones para presidente, y la parte seria de aquel asunto pertenecía a los adultos. Total, ganadores y perdedores seguirían conviviendo y siendo amigos al final de todo.

Otros tiempos…

Sunday, April 07, 2013

Entre dos aguas



Tenía tiempo sin escribir. La técnica a veces se impone y vaya que me ha mantenido ocupado en estos días. Necesito volver al Zen. A los pequeños detalles. Los números son cuadrados. Las letras son más redondas, nos dan más libertad. El problema es cuando ambos conviven dentro del mismo cuerpo. Y el cuerpo, hay que decirlo, los quiere a ambos.

Porque la ingeniería me gusta mucho, me sumerjo en ella y pierdo la noción de lo que pasa alrededor. Lo mismo me pasa con la literatura. Están en campos diferentes. Yuxtapuestos. Cóncavo y convexo. Ying y yang.

La ingeniería me ayuda a formarme como ser humano completo. Estoy en ella desde los 18, cuando entré en la Universidad, y desde entonces no he cesado de aprender no solo la técnica sino una filosofía de vivir y ver las cosas. Entender la ingeniería es comprender la naturaleza en todas sus formas, perseguir el intento de domarla que algunas veces tiene éxito y otras no tanto. Es triunfo y también es derrota.

Triunfo, como cuando ves a la niña que vende bocadillos y café en el tren bala de Japón, viajando a más de 250 kilómetros por hora, sin perder el equilibrio, sin que nada se derrame, como si el tren estuviese detenido.

Derrota, cuando el tsunami destrozó la Central Nuclear de Fukushima y la radiactividad afectó a gran parte de la población. Cuando la producción de bienes de alta tecnología, a la par de proporcionarnos mayor confort, trae como consecuencia la destrucción y contaminación del ambiente natural. Ejemplos sobran.

La literatura es algo diferente. Me permite ocupar un espacio que físicamente es inconcebible, desdoblarme en formas que pueden llegar a todas partes, que llenan todo el espacio. Cuando leo y me identifico con el personaje/narrador, siento que a través de él viajo, traspaso paredes, cruzo fronteras de países, mares, vivo intensas situaciones, veo personas, lugares, paisajes, nunca experimentados. Es la noción más cercana al concepto de libertad. O al de soñar. Es algo que llena el espíritu de buena vibra y hace que un día cualquiera sea triste o muy alegre, dependiendo de lo que leas y de cómo te mueva esa lectura.

Es triunfo cuando a través del personaje, sueños inconfesables se convierten en realidad pura y dura.

Es derrota cuando, como muchas veces pasa, lo que lees te lanza de cabeza, y de forma irremediable contra una dura realidad que quisiste evadir, o más bien, salvar a través de la lectura de un libro.

*Imagen: literaturacervantes.wordpress.com

Thursday, March 28, 2013

El "cardio"

Llevo casi dos semanas haciendo ejercicio con una máquina. Lo hago así porque siempre se me hace difícil salir a ejercitarme. Los imponderables de siempre.


Resulta que hacer ejercicios en la máquina no es tan sencillo como parece. Hay que medirse las pulsaciones so riesgo de sufrir un accidente cardiovascular.

Nunca antes me había pasado por esta dificultad. Quizás el tener cincuenta trae como consecuencia cosas como ésta.

Ya Google me dijo que debía realizar una ecuación: 220-(mi edad) = máximas pulsaciones. Y además me dijo que no debía sobrepasar el 60%, máximo el 70% de las mismas. Lo cierto es que la cuenta me da como tope 120 pulsaciones durante el ejercicio.

Siempre había escuchado la palabra “cardio” relacionada con el ejercicio. Y la gente corriendo en el parque con unos medidores que sonaban una alarma en el preciso momento en que las pulsaciones marcaban un valor. No sabía porqué.

También recuerdo que el cardiólogo me hizo una prueba de esfuerzo hace más de diez años y me llevó a 180 pulsaciones por minuto durante un lapso que no recuerdo, pero que para mí fue eterno, para ver cómo estaba funcionando mi corazón. Pero “mi cuore” ya no es el mismo y debo cuidarlo mucho.

Hoy, luego de 20 minutos continuos de ejercicio medí las pulsaciones. Estaban en 110. Por lo menos estoy en la cuenta. Vamos a ver cómo funciona todo. Lo bueno es que estoy bajando de peso poco a poco. Esperemos que todo vaya bien.

Sunday, March 24, 2013

Sabor amargo...



Amarga resultó la derrota de la Selección de Fútbol ante Argentina, en el inicio de la segunda parte de las eliminatorias a la Copa del Mundo Brasil 2014.

Como muchos, puse toda mi energía en el equipo pero la demostración que dieron en la cancha fue pobre, carente de ideas en todo el juego.

Argentina comenzó cautelosa, quizás pensando en la derrota que sufrió con Venezuela en el partido de casa. Poco a poco fue tomando confianza y sus estrellas mostraron lo que son capaces de hacer en una cancha.

A falta de 6 partidos por jugarse, la “Vinotinto” deberá darlo todo si quiere lograr una plaza en el Mundial. La lucha será a muerte en una eliminatoria donde apenas sobresalen Argentina y Colombia.

Este martes va contra una Colombia crecida por los últimos resultados que ha obtenido. Esperamos una vuelta de página y poder obtener un buen resultado para seguir con vida ante unos rivales también comprometidos con la clasificación.

¡Vamos Vinotinto!

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1.
Update: el 26 de marzo la Vinotinto ganó 1x0 a Colombia.
*Fotografía de Associated Press.

Friday, March 15, 2013

Arena negra



Día soleado en el que no podemos salir con libertad. Hay muchas vías cerradas por el cortejo fúnebre del Presidente. Mejor es quedarse en casa y ver películas en la TV. Leer también es una alternativa.

Hablando de lecturas, hace poco leí una joya del escritor venezolano Juan Carlos Méndez Guédez, titulado “Arena Negra” (Lugar Común, 2012). Extraordinaria novela, plagada de imágenes que nos terminan poseyendo y no nos permiten avanzar a la velocidad que queremos sino que por el contrario, se empeñan en retenernos y en compararse con experiencias de vida propias o ajenas que nos han sido contadas.

Arena negra, como en algunas playas de las Islas Canarias, donde se ambienta gran parte de la novela, un hecho que considero exótico al compararla con los colores de las arenas de las playas de Venezuela. Uno de los muchos cambios que genera el vivir en tierras lejanas.

Un hombre que se marcha a Venezuela dejando atrás a su familia. Una hija que espera siempre un retorno que no termina de ocurrir, y termina cobijándose en su ausencia. Una madre que lo espera cada día, escondiendo inútilmente sus penas ante sus hijos. Y un narrador omnisciente, que aparece y desaparece cada tanto.

El estilo es único, con capítulos titulados con las letras del alfabeto, que cambian a medida que se pasa de un personaje a otro, o al narrador. Me ha parecido un gran acierto la selección de este libro para leer en estos momentos que vivimos, donde hay tanta gente querida afuera, añorando el terruño, y otro grupo que más bien se quiere ir, cuando ya no soporta tanto desorden y confusión.

En parte por eso, las escenas narradas en el libro te retienen y te llevan a rememorar las de los tuyos viviendo situaciones muy parecidas.

Las imágenes que vienen a mi mente son de amigos y amigas que hace rato se marcharon, algunos con la mente en lo temporal, otros con la idea de quemar las velas y quedarse a vivir en otros suelos. 

Hoy los extraño en muchas situaciones en que se me hace necesaria su presencia, pero no están. 

Donde quiera que estén, se que reniegan de ciertas cosas a las que nunca se acostumbraron y no dejan de pensar en volver en cuanto vean vientos de cambio que no terminan de surgir. Y como no pueden volver, suelen reunirse en grupos del mismo origen a rumiar su descontento y soñar con una vuelta a una tierra que poco a poco se les va haciendo lejana, y en algunos casos imposible.

Por eso, y por la belleza de una prosa que merecemos en los libros que leemos, recomiendo de corazón internarse en la narrativa de “Arena Negra”.

*Imagen: www.playascalas.com

Wednesday, March 06, 2013

Miedo



Atento a las miradas que lucen impacientes, me dejo llevar por el camino de entrada. Sé que todos esperan saber lo que voy a decir; es la misma certeza que tienen atravesada entre pecho y espalda.

Fui testigo. Estuve allí. Lo vi. Y no tengo pelos en la lengua. Quiero hablar. No importa lo que cueste.

Subo lentamente las escaleras del estrado, escuchando uno a uno mis pasos sumergirse en el silencio que lo envuelve todo.
Al llegar al escenario me doy cuenta que mis piernas están temblando. Hago el esfuerzo de disimularlo mientras un frío recorre mi cuerpo.

Miro al público y veo muchas caras iluminadas por los rayos del sol. Son como miles de pantallas que me enfocan. Los pies me pesan cada vez más, a medida que me aproximo al micrófono. Al llegar casi lo tumbo. Trato de sostenerlo con las manos, que también me tiemblan.

Tengo la sensación de que una vez que me suelte a hablar ya el mundo no será el mismo. Mi casa no será mi casa. Y no podré andar libremente por los bares de la ciudad, como solía hacerlo. “La madre que lo parió”, pienso.

Al instante, la gente empieza a aplaudir. Suenan como pasos. Atronadores. Uno tras otro con una leve pausa. Conminándome a comenzar. Siento que estoy en un trampolín, justo al borde de la piscina. Al fondo veo el agua quieta de la que seré parte en segundos. Respiro profundo…

Y comienza a llover. Había notado unas gotas en el piso del escenario pero las atribuí a otras cosas. Ahora percibo que son más. Y que en el público se han abierto unos paraguas.
El horizonte empieza a cubrirse con una pátina gris y el ruido de la lluvia lo invade todo. La gente sigue firme, expectante, ilusionados unos, con rictus de terror otros. Y yo no empiezo. 

Ya lo he intentado pero no me sale voz alguna. Disimulo como puedo, doy vueltas, miro a la gente que comienza a pedirme que hable, desesperada como está, y mojada.

No puedo hacerlo. Lo he visto todo, todos saben que estuve allí, que lo viví, pero no puedo hablar. No tengo voz. Soy el único con arrestos para decir la verdad, pero no puedo.

Comienzan a lanzarme objetos. Una piedra nefasta da con mi cabeza y pierdo la visión antes de caer al piso. Quiero gritar pero no puedo. Escucho voces que se acercan. Me hundo en un sopor. Gritos. Siento que me dan con los pies. Me escupen. Vociferan cosas que no alcanzo a entender. Intento respirar un aire que ya no existe. Son muchos sobre mí. Me duele todo. El calor y el olor de la sangre sobre mi cara me anuncian el fin.

Me voy con el secreto. Siento que me elevo y al fondo una muchedumbre destroza un cadáver. Hay una luz muy brillante, como viniendo de un túnel. Camino hacia la luz. Alguien me espera. 

Es él. Se ve sereno. Me abraza. Caminamos. No puedo creer que sea el mismo y lo miro de nuevo a la cara. Si. Es el. Lo que no pude decir se muestra ante mis ojos. Yo era el único que podía hablar. Los demás tienen miedo. Jamás contarán lo que saben.

*Imagen: Hablarenpúblico1a.wordpress.com

Thursday, February 28, 2013

El amor según Bob Marley



“Solo una vez en la vida, realmente lo creo así, encuentras a alguien que le da un vuelco a tu vida. Le dices cosas que nunca habías compartido con alguien y absorbe todo lo que dices y quiere realmente escuchar más. 

Compartes esperanzas para el futuro, sueños que jamás se harán realidad, metas que nunca fueron alcanzadas y los muchos disgustos que la vida ha puesto ante ti. Cuando algo maravilloso sucede, no puedes esperar para decírselo, sabiendo que compartirá tu alegría. 

No le da vergüenza llorar contigo cuando estás hiriente o ríe contigo cuando cometes alguna tontería. Nunca hiere tus sentimientos o te hace sentir que no eres tan bueno sino que más bien te apuntala y muestra las cosas tuyas que te hacen especial, y  más que eso, bonito. 

Nunca hay presión, celos o competencia sino una quieta calma cuando está alrededor. Puedes ser tú mismo y no preocuparte de lo que pensará de ti porque te ama por lo que eres. Las cosas que para los demás son insignificantes, como una nota, una canción o un paseo se convierten en tesoros invalorables que guardas para siempre en tu corazón. 

Recuerdos de tu niñez que vuelven a ser tan claros y vívidos que es como volver a ser joven otra vez. Los colores parecen más vivos y más brillantes. La risa se hace parte de la vida diaria donde antes era poco frecuente o no existía del todo. Una o dos llamadas al día te ayudan a sobrellevar un largo día de trabajo y traen una sonrisa a tu cara. 

En su presencia no hay la necesidad de una conversación continua. Descubres que estás lo suficientemente contento tan solo con su presencia alrededor. Las cosas que antes no te interesaban se vuelven fascinantes porque sabes que son importantes precisamente para esa persona que es tan especial para ti. 

Piensas en esa persona en toda ocasión y en todo lo que haces. Cosas sencillas la traen a la mente como un cielo azul y despejado, una brisa suave o aun una nube de lluvia en el horizonte. Abres tu corazón a sabiendas de que te lo pueden romper algún día y abriendo tu corazón, experimentas un amor y una alegría que nunca soñaste como posible. 

Encuentras que el hacerse vulnerable es la única forma de permitir a tu corazón sentir el verdadero placer, tan verdadero que asusta. Encuentras fuerza sabiendo que tienes a un verdadero amigo o amiga y posiblemente un compañero del alma que permanecerá fielmente hasta el final. La vida parece completamente diferente, excitante y te aseguras que merece la pena vivirla. Tu única esperanza y certeza es saber que ella/el es parte de tu vida.” 
Fuente original: www.goodreads.com (en inglés).

Saturday, February 23, 2013

Sin arroz para vender



Carga al niño en una especie de sabana que se amarra al cuello. Camina con seguridad por caminos que conoce desde que tiene uso de razón.

Sus pies salvan piedras, charcos, animales y objetos dejados a propósito. Va al mercado a vender arroz. Es su medio de subsistencia. Y el del niño, que aun no va a la escuela y que tampoco conoce la figura de un padre.

El niño se aferra a lo que constituye su mundo, y que no es más que una manta que lo envuelve y lo sostiene, pegado como está a una espalda de la que, de vez en cuando, emerge un crujido de huesos, cansados como están de ir y venir al mercado.

El infante no ve la espalda, solo la siente. En su lugar hay unas trenzas de pelo que cubren una tela plagada de arabescos de muchos colores, sobresaliendo el rojo y el amarillo. Es una tela muy fina y suave. El niño aferra su mejilla y a través de la misma siente el ritmo de respiración de su madre, a veces ajetreado, a veces tranquilo, según vaya andando por los caminos o descansando a la sombra de un árbol de las orillas.

Cuando se siente intranquilo, o con un poco de hambre, el sabe que solo tiene que aferrarse a esa espalda que es su mundo, y escuchar los latidos del corazón de mamá: pum, pum, pum, pupúm. Ellos lo aquietan, lo ponen a soñar despierto, y a veces, cuando se rinde, lo domina un sueño que es interrumpido siempre con un alboroto de los muchos que se suceden a diario en el mercado. Y despierta.

Esta vez le han quitado el saco de arroz a su madre que, cansada como está, no puede correr detrás del juvenil ladronzuelo que se pierde entre los puestos con la velocidad de una gacela.

La madre se desespera y grita, llora, pide una ayuda que nadie presta. Cada quien está en lo suyo. Apenas algunos voltean a ver a donde apunta su dedo y la miran después con lástima.

No solo se ha ido el arroz del sustento sino también el dinero recogido en las pocas ventas que había hecho. A falta de cartera lo había guardado en una pequeña bolsa de papel dentro del saco de arroz.


Ya en las afueras del mercado, con las piernas cansadas por la corrida, se deja abatir por la pena que la embarga, y llora amargamente, sentada como está sobre una caja de madera llena de desperdicios cuyo olor no percibe, pero que alcanzan a poner al niño a estornudar.

Llora y se cubre el rostro con sus manos sucias y callosas. Gime y se desahoga. El niño atrás no comprende lo que dice, pero lo siente. Ya conoce esa vibra. Ya sabe pegar su oreja y escuchar el gemido desde su propio origen. Le pasa su manito por los hombros, intentando en vano consolarla. Sabe que no comerán esta noche otra cosa que desperdicios de frutas que pronto recogerá mamá de la basura.

Así y todo, retoman el camino a casa. El sol ya cae y lo llena todo de tonos rojizos y amarillentos. El niño mira por sobre los hombros de su madre el camino polvoriento que recorren. Una carreta les pasa por un lado y todo se cubre de polvo. El tose, igual que su madre, y le arden los ojitos. Mira hacia los lados y contempla los arrozales llenos de agua, adonde habrán de volver para de nuevo iniciar la cosecha. Se entristece y de nuevo pega su mejilla a la espalda de su madre y se va dejando embrujar por el ritmo de unos latidos quejumbrosos: pum, pum, pum, pupúm. Pum, pum, pum, pupúm. 

Ya está oscuro y el sueño lo vence de nuevo, a pesar de los crujidos de su estómago, que se confunden con los de su madre. Ella, por su parte, prosigue su largo peregrinar, con la frustración en puertas, y las lágrimas que silenciosamente van cayendo y desapareciendo entre las piedras del camino.

Wednesday, February 13, 2013

Presbicia y anteojos...



Hace muchos años que uso lentes. Cuando la presbicia tocó a mi puerta, tuve que cambiar los cristales, muchos me decían que costaba mucho adaptarse a ellos, por aquello del doble lente y el movimiento del ojo para ver de cerca o lejos.

No obstante, tras la aparición demorada de la pérdida de nitidez en mi visión para leer, decidí cambiar a multifocales.

No corrí riesgos innecesarios y fui a un oftalmólogo de confianza, quien me realizó todas las pruebas necesarias hasta obtener la fórmula correcta de los cristales. Me indicó también que una vez que me hicieran los lentes, se los llevara para confirmar que los habían fabricado con la fórmula correcta, como en efecto lo fue.

Contra todo pronóstico, me adapté fácilmente. Veía perfecto tanto de lejos como de cerca, con un ligero movimiento de cabeza.

Sin embargo no tardó en aparecer un viejo resabio. Mirar por encima del lente para ver de cerca. La maña fue apareciendo poco a poco, sin querer queriendo, y casi sin darme cuenta la adopté.

En la oficina la gente también se fue adaptando a verme leer los documentos por encima de los anteojos. Tal fue la costumbre que dejé de usar el lente para ver de cerca o leer.

Sin embargo podía usar ese lente a discreción, cuando me acordaba que el mismo existía, y funcionaba muy bien.

Con el pasar de los años y el uso continuo del computador, la vista se fue resintiendo nuevamente y aprovechando un examen médico de la empresa donde trabajo, obtuve una nueva fórmula.

Los lentes fueron fabricados con una nueva tecnología que prometía una excelente visión de cerca, intermedia y de lejos (mucho mejor que con un lente standard).

Pero he aquí que no puedo acostumbrarme al cristal del ojo derecho. Debo volver para verificar que el lente esté correctamente procesado, que sea de la calidad solicitada y que mi vista no se haya alterado desde el último examen oftalmológico. En otras palabras, aun no podré usar los nuevos anteojos.

Ya una vez me pasó algo similar. Quise ponerle la fórmula a unos lentes de sol, y al usarlos no podía ver bien. Tras largas deliberaciones con el dueño de la óptica logré que los corrigieran y mejoré la visión, pero nunca fue tan buena como cuando usaba los lentes transparentes. Alguien me explicó después que mi vista no se adapta bien a los cristales curvos y que debía usar los planos.

Veremos ahora que pasó con los nuevos anteojos. Nadie dijo que usar lentes fuera algo sencillo. Más aún cuando es el sentido de la vista lo que está en juego.

Wednesday, February 06, 2013

Margarita, parte de mi mundo. Cuarta parte.


"Yo tengo un mundo mío, y voy a compartirlo con alguien como yo, sueños de amor y fantasía serán las normas mías para regir mi vida, mi mundo es complicado, difícil de explorarlo, difícil de vivir, pero es mio, es el mundo mío, lleno de triunfos y fracasos, virtudes y pecados, y en él no cabes tú".



Esta vez llego a Margarita por helicóptero. Es extraño llegar así. El vuelo es muy ruidoso. Salí del barco por la parte más alta, que es donde se halla el helipuerto. Subí a un asiento incómodo, donde no me cabían las piernas, y volamos durante hora y media hasta el Aeropuerto de Margarita.



Apenas salir quise besar el suelo, como hace el Papa, pero me dio pena hacerlo de esa forma. Lo que hice fue bajar la mano disimuladamente, tocar la tierra y besar mi mano a continuación.



Estaba cansado luego de 22 días de trabajo en altamar. Llegué a la playa más cercana al aeropuerto, El Yaque, por primera vez.
El Yaque es una playa donde sopla bastante el viento, y por lo tanto es ideal para la práctica del windsurf y el kitesurf. Es emocionante y contagioso ver a las personas lanzarse a la mar con su tabla y sus velas, o llevados del parapente surcando las olas. Fue hermoso estar allí unos días.



Claro que visité a mis playas favoritas de la isla, “El Agua” y “Zaragoza”, y me detuve a disfrutar de ese turquesa único que tiene el mar en “Manzanillo”.
“El Agua” no estuvo en su mejor día pues el oleaje era intenso, así como también la resaca, lo que no me permitió disfrutar de nadar entre sus olas energizantes. No obstante la hermosa vista al archipiélago de Los Frailes y sus hileras de palmeras lograron relajarme completamente. 



En “Zaragoza” me di cuenta que en enero y febrero el agua es helada, tanto que pocos nos aventuramos en sus olas por mucho tiempo. Gocé la caminata hasta la Punta Zaragoza, donde hay un hermoso faro en blanco y rojo.
La mayor parte de los días el sol estuvo muy radiante, y entre las cocadas y la cerveza me ayudaron a sobrellevarlo.



Finalmente visité “Punta Arenas”, en el extremo oeste de la Península de Macanao, una playa que muchos consideran la mejor de la isla por sus características de aguas transparentes, arena blanca y mar azul. Como no era temporada de vacaciones la pude disfrutar mucho más, con caminatas extensas a lo largo de la orilla, con las olas rompiendo y mojándome los pies, haciendo ruido de burbujas, tan solo interrumpido por la voz de Anna, mi bella compañera de viaje. No se puede pedir más.



Es Margarita, una isla cautivadora, llena de parajes de ensueño, de esos que se te quedan pegados en la mente por mucho tiempo. Azules que son más azules en el mar, degradados en tonos turquesa y verde, combinados con un cielo despejado y una arena blanquísima, tan bonito a los ojos que cuesta creer que se está despierto contemplando el paisaje. Es mi isla bonita, amor total, mi mundo...