Abrí la ventana para que
la claridad invadiera la habitación. Al principio pensé que estaba nublado. Fue
entonces cuando la vi. Una araña enorme, colgada en su telaraña con las patas
tan abiertas como una flor, estaba frente a mis ojos.
La araña era grande y
negra, con rayas amarillas. La telaraña parecía haber sido tejida con paciencia
infinita durante toda la noche. Era armónica, una especie de mandala en blanco
y negro. Cerré la cortina para borrar la horrible visión que me presentaba el
día que recién nacía. Recogí mis cosas y me fui a la Universidad pensando en esa
horrible araña, en cómo había llegado allí y en qué momento había pintado mi
ventana con tan macabra imagen. Recuerdo haberme asomado a la ventana antes de
acostarme a espiar, como hago siempre, a la vecina del frente, quien suele ir
semidesnuda de un lado a otro en su cuarto, haciendo cosas, ordenando aquí y
allá antes de irse a dormir. Esa noche, cosa rara, la luz de mi vecina estaba
apagada y lo que me quedó fue mirar las estrellas en la noche oscura, hasta que
se me empezaron a cerrar los ojos del cansancio del día y me fui a dormir.
Puedo jurar que la bendita
araña no estaba allí.
Tenía un examen a
primera hora, y luego dos clases seguidas antes de mediodía. Luego la tarde
libre.
La visión de la
araña se fue diluyendo en la medida en que me acercaba al edificio de aulas y
pensaba en el contenido del examen. Hacía frio y por eso no había mucha gente
en los pasillos externos. Me senté un rato a relajarme, a respirar, para no
entrar al salón en estado de agitación.
Sentado en un
banco azul que olía a pintura de aceite, me puse a crear figuras con los
pequeños cuadraditos de un mural de cerámica que estaba en la pared del frente,
y a imaginar una escalera e ir subiendo en ella para ver a donde me llevaba. A
veces pasaba alguien e interrumpía la visual momentáneamente, por lo que tenía
que reconstruir la figura imaginaria o volver a subir la escalera. Alguien me
saludó. Era Máximo que entraba. Me levanté y me fui con él. Nunca lo veías
antes del examen en los alrededores. No sé dónde se escondía pero aparecía
siempre en el momento justo de entrar. Por eso no dudé en seguirlo.
El examen estuvo
tenso, y largo para mis gustos. Creo que me fue bien. Pude resolver los
ejercicios y apenas tengo dudas en unas respuestas que di a dos preguntas de
selección. Ya Dios dirá cómo me fue.
Como me tardé
bastante en entregar tuve que salir volando a otra clase que tenía a las 9. Y
de allí a una práctica de laboratorio hasta las doce, desde donde salí hacia el
Comedor.
La cola para
entrar estaba larga. Tanto que salía de los predios del edificio y se internaba
en el pasillo. A veces podías adelantar para saludar a un compañero y quedarte
disimulado hablando con el hasta que entrabas y te ahorrabas el tramo de cola
que te tocaba. Ese día no quise hacerlo. No quería hablar con nadie de nada. Me
puse de último y esperé que la cola avanzara. Fue allí cuando la bendita araña
volvió a mi pensamiento. No me gustó para nada esa imagen en mi ventana de
aquella mañana. Y no quería que estuviese siempre allí, por lo que tenía que
buscar la forma de sacarla. Precisamente yo, que le tengo fobia a los insectos.
Entré a comer y el pensamiento se desvaneció.
Sirvieron una carne horrible con
un arroz espeso y pegajoso que redujo mi hambre a la mitad de una vez. Ni
siquiera el olor ayudaba. Los compañeros bromeaban y comían con apetito sin
importarles el aspecto del plato. Pensaba en mi madre, que me había
acostumbrado al buen aspecto y el sabor de la comida. Pensaba en las madres de
ellos y en las cosas que les habían enseñado para que esto les fuera
indiferente. El hambre apremiaba, comí algo y me uní a las chanzas.
En la tarde nadaba
una o dos horas. A veces coincidía con Carolina, una bella rubia de Economía,
con la que nadaba en grupo las rutinas que imponía el entrenador. Nunca aceptó
que cuadráramos una hora para vernos. “Si yo vengo y estás, nadamos. Igual yo siempre
acudo y antes de empezar hago estiramientos. Si llegas, nadamos.” Para mí
estaba bien. Me gustaba verla en traje de baño. Y con el cabello mojado. Era
bella, simpática, pero algo distante a la hora de encarar una aproximación. No
me dejaba preguntar la causa de ese misterioso distanciamiento. Al final me
acostumbré a su método. Si estás, bien. Si no, también.
Cuando llegué ya
estaba nadando. No me esperó. Eso me desanimó un poco, por lo que subí a la
grada y me puse a verla nadar desde allí. Nadaba lento, sin ninguna prisa.
Muchas veces me fui molesto por su indiferencia. Sin contar las veces en que
pasaba días sin venir. Me devanaba los sesos pensando qué le habría pasado.
Cuando creía que no volvería a verla aparecía, con el aspecto normal de quien
nunca había faltado. Ni una explicación. Nada.
Entré a nadar
mucho después. Como ya estaba nadando, apenas nos saludamos. El entrenador
habló largo rato conmigo acerca de la modificación de mi rutina de
entrenamiento. Para cuando terminó y salté al agua ya Carolina no estaba. Se
había ido. Eso me desmotivaba un poco pero igual tenía que seguir. Total, no
éramos nada. Yo no tenía novia. De ella no sabía nada.
Cuando salí de la
piscina caminé un poco sin rumbo por los pasillos de la Universidad. Era presa
de mis pensamientos. Carolina, los estudios, mi futuro, la vida con mis padres.
Tantas cosas pasaban por mi mente mientras caminaba por pasillos rodeados a
veces de jardines, a veces de edificios, a veces de bancos con o sin
estudiantes, a los que igual no prestaba atención, inmerso como estaba en mis
pensamientos.
Volví a la
Facultad y vi a mi amigo Iván. Siempre me esperaba en el salón de lectura o en
la biblioteca para pedirme los cuadernos y copiar las clases de la mañana. Él
trabajaba medio turno por necesidad. Yo tenía una beca y no había esa
necesidad. Conversaba conmigo mientras copiaba las clases. Preguntaba cosas de
lo que anotaba. Me dijo que había sido invitado a una fiesta en Guarenas, como
a una hora de Caracas. Le dije que teníamos clase al día siguiente y dijo que
no estaríamos mucho tiempo. Lo suficiente para unos tragos y bailar un rato con
unas chicas que conocía. Nos fuimos.
Costó llegar a la
casa de la fiesta. La encontramos más bien por el ruido que por las
indicaciones que nos dieron. Era una casa vieja. Con zaguán a la entrada y
cerámica de arabescos en el piso. Luego atravesamos un salón con un sofá grande
y una mesa de comedor. Al final había una puerta que daba a un jardín interno,
donde estaban los invitados sentados conversando.
Iván saludó a
las chicas y me las presentó. No hubo interés de parte y parte. No me gustaron
y no les gusté. Mi amigo si tenía interés en una de ellas. De una vez salieron
a bailar en un salón aledaño al jardín desde donde salía la música. De lejos vi
otras parejas. Miré a mi alrededor y no vi nada que robara mi atención. Me senté
un rato y luego me paré a servirme un trago. Por la mirada de mi amigo ya no
estaba tan seguro de lo corto de la estadía. El aburrimiento fue cayendo sobre
mi como un largo velo.
Gente iba y venía
a mi alrededor. Unos reían y se gastaban bromas. Un grupo de damas miraban un
álbum de fotos e intercambiaban comentarios. Yo no me veía haciendo migas con
nadie allí. De vez en cuando Iván aparecía con su amiga, que ya no tenía los
labios pintados y, como él, sudaba. Me conminaban a bailar, más por extender su
encuentro que por mi aburrimiento. Me traían más bebida. Y yo allí sentado ya
de todas las formas posibles, por la incomodidad del asiento, luchando contra
un sueño que crecía a grandes pasos, muy a pesar de mis tragos, cada vez más
fuertes en un intento de Iván por animarme.
Me dieron ganas de
orinar y no tenía a quién preguntar dónde quedaba el baño. Me paré y caminé
hacia donde estaba el comedor, a ver si lo veía o encontraba a alguien de la
casa que me indicara su ubicación. Lo vi por una puerta a medio abrir cuya luz
interior estaba encendida. Entré casi corriendo, cerré la puerta y apenas dio
tiempo de levantar la tapa. Tuve que interrumpir el chorro y sentarme porque
estaba mareado y de seguir en pie era posible que cayera. Cuando me senté me
puse peor y vomité en la cesta de basura que logré asir con desespero. Después
no supe de mí y no sé cuánto tiempo estuve allí sentado, como desmayado.
Me
despertó una voz como del más allá que me llamaba. Era Iván que me buscaba. Le
dije que estaba bien. Me paré dispuesto a lavar el desastre de la cesta de
basura, pero no había agua. Entré en pánico. El olor era terrible. La volví a
poner en su sitio. Abrí la puerta. Iván me miraba preocupado. Estoy mejor -le
dije- pero dejé un desastre en el baño. Vomité y no hay agua. Mejor nos vamos ya,
me contestó. Déjame despedirme.
Lo esperé frente a una ventana que daba a la
calle. Intenté ver dónde estábamos y al mover la cortina vi una enorme araña que
colgaba en la parte externa, justo frente a mis ojos. Era grande, negra con
rayas claras. No pude evitar recordar la de mi ventana. Un frío me recorrió de
arriba abajo. Iván llegó y salimos. Justo antes de pasar al zaguán escuché a
una mujer gritando por el desastre en el baño. Volamos hacia el Volkswagen de
Iván y nos fuimos. Me quedé viendo la casa por última vez. Una mujer salió a la
calle y miró a los lados cuando cruzábamos la esquina.
Era medianoche
cuando Iván me dejó en la casa. Estuve durmiendo todo el viaje de regreso. Al
principio no sabía dónde diablos había despertado. Nos despedimos y subí. Caí
rendido en mi cama.
En la mañana sonó
el despertador. Tenía clase temprano. Me paré y recordé la visión del arácnido
el día anterior. Corrí la cortina y, sorpresa, no estaba. Ni rastro de la
telaraña. Fue entonces cuando recordé la ventana de la casa de Guarenas, antes
de partir. Tenía recuerdos vagos de esa noche y una tremenda resaca. Pero la
imagen de la araña era nítida.
*Imagen: Fotografía de Manuel Santos Sánchez.
2 comments:
Hola Oswaldo , como estas? buscando escapar de tantas noticias volví a leer tu blog y ha sido refrescante.
Me encanto tu relato de la araña,desde el nombre porque por alguna razón que desconozco este animalito ha estado en mi vida estos días, y eso que no he visto una real, sabes que soñar con arañas trae felicidad? Bueno depende de que tipo de araña...pero es mejor quedarnos con el significado mas positivo que podamos encontrar. Un abrazote
Hola querida Silvia. Tanto tiempo. Sabes que aquí eres bienvenida siempre. Las arañas son misteriosas e inspiran miedo desde tiempos inmemoriales. Buenísimo que te gusto el relato. Un beso grande y vuelve cuando gustes.
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