El ruido del mar es una música de
fondo. La gruesa alfombra de arena un complemento. Los colores en los que se
torna el mar con la incidencia de la luz son la guinda del pastel.
Dentro de este paraíso, que es más
que un sueño, me pregunto: ¿qué fue lo que vinimos a hacer en esta vida? ¿Lo
habremos hecho? ¿Estamos en proceso? ¿De dónde venimos y hacia dónde vamos?
En la ciudad el ambiente es cada vez
más confuso. Grupos en pugna. Policías desbordadas. La gente está muy
estresada. Hay mucha violencia en el ambiente. Muchos se han ido, huyendo de
una violencia que se llevan tras de sí.
No tenemos tiempo para pensar en el
otro. En los otros. En el destino que ya nos está alcanzando. Podemos sentir su
presencia. Busco una pausa. Pido licencia. Voy a una isla.
En el bote hay gente que viaja como
rutina. Niños que van a la escuela. Mujeres volviendo del mercado. Mascotas que
van a donde las lleven. Y estoy yo, que quiero escapar por un momento de la
guerra inminente. Que quiero respirar profundo. Mirar al cielo. Las nubes. Las
gaviotas en vuelo libre. Y meditar.
Me acerco a un faro y veo lo
necesitados que estamos de él. La falta que nos hace. Tiene la guía de la que
carecemos. Ante mí se yergue estoico. Con sus franjas enormes, rojas y blancas,
hasta el cenit donde converge el azul. Y me surgen más preguntas.
Sin embargo, y pese a la inminencia
del caos, sé que hay gente que sonríe. Que guarda como un secreto su pedacito
de esperanza. Que se aferra a ella como si de Dios se tratara.
¿Dónde está la clave? ¿Qué cosa ven
que yo no puedo? ¿En qué piensan? ¿De dónde sacan esa paz?
Sigo en esa búsqueda. Ojalá la
respuesta llegue a tiempo. Y pueda encontrar esa paz que tanto anhelo…
No comments:
Post a Comment