Hace
poco leí un libro de Haruki Murakami, “Underground” (Vintage Books, 2001) donde
realiza una serie de entrevistas a las víctimas y victimarios del ataque con
gas Sarin efectuado en varias estaciones del Metro de Tokio el 20 de marzo de
1995 por integrantes de la Secta Aum Shinrikyo.
Los
testimonios recogidos por Murakami dan cuenta de los terribles y nocivos
efectos que produce el gas Sarin cuando es inhalado por un ser humano.
Los
efectos por inhalación del gas, relata Murakami, varían considerablemente, según la exposición de la persona al gas. Daños
simples (como una simple jaqueca, nariz tupida, vómitos o la pérdida momentánea
de la visión) hasta la muerte por colapso generado por la paralización del
mecanismo mediante el cual el sistema nervioso envía mensajes a los órganos del
cuerpo.
Los
sobrevivientes deben enfrentarse a una serie de problemas que van desde el
estrés postraumático, fallas permanentes de la visión, migrañas y problemas
respiratorios permanentes.
Cuando
en 1995 los médicos en Tokio detectaron intoxicación por inhalación de
sustancias organofosforadas, debido principalmente a la contracción de las
pupilas, fue cuando se logró dar el tratamiento apropiado a las víctimas que
llegaban a los hospitales. Ya en ese momento trece personas habían muerto y
alrededor de cincuenta presentaban fuertes convulsiones.
Había
un antecedente clave para dar con la causa, y era un ataque previo perpetrado
por la misma Secta en junio de 1994, cuando una nube de gas Sarin mató a 7
personas y dejó 500 heridos en Matsumoto, Japón. El doctor Nobuo Yanagisawa, de
la Universidad de Shinsu logró amarrar ambos incidentes por lo parecido de los
síntomas y fue la persona que llamó a
los principales hospitales de Tokio para ordenar el tratamiento adecuado de
antitoxinas.
¿Y
qué es el Sarin? Es un compuesto organofosforado descubierto por científicos
alemanes en 1939 cuando investigaban sobre pesticidas. Su poder letal es 26
veces mayor que el cianuro. Una sola gota de Sarin del tamaño de la cabeza de
un alfiler puede matar un adulto. Se presenta en forma de líquido pero se evapora
fácilmente y se propaga en el ambiente.
La
ONU clasifica al Sarin como arma de destrucción masiva y su producción y
almacenamiento está prohibido por la Convención sobre Armas Químicas de 1993.
Este Tratado no ha sido firmado por solo cinco países: Angola, Corea del Sur,
Sudán, Egipto y Siria.
El
Sarin cobró una triste fama como arma química en la masacre de Halabja, al norte de Irak,
cuando aviones enviados por Saddam Hussein bombardearon esa localidad de mayoría kurda,
matando a 5.000 personas y dejando heridas a 65.000.
Actualmente
se desarrolla en Siria una Guerra Civil y las tropas gubernamentales al mando
del Presidente Bashar al-Assad acaban de perpetrar uno de los mayores ataques con
gas Sarín, ocurrido una madrugada de agosto (que en principio negaron pero al
verse amenazados por Estados Unidos de bombardeo finalmente admitieron). Se
habla de 1.300 víctimas que incluyen población civil, ya que el gas
evidentemente no discrimina.
Ahora,
con el apoyo de Rusia, se dice que Siria finalmente firmará el tratado y se
deshará de más de mil toneladas del químico almacenado. Pero el daño está
hecho. Un gran ataque con gas Sarin ha sido perpetrado nuevamente ante los ojos
del mundo. Lo más triste es que, de nuevo, lo ha ordenado un Presidente contra
su propio pueblo. Genocidio lo llaman. Y como el de Saddam, no debe quedar en la impunidad.
*Infografía: valenciainforma.wordpress.com
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