Sandy
estrelló toda su fuerza contra Nueva York anoche. El agua hizo estragos y a eso le sumamos un voraz incendio que ha consumido unas cien casas.
Donde
ayer todo aparentaba estar bien hoy hay destrucción. Las fuerzas de la
naturaleza siempre se encargan de hacernos ver lo pequeños y frágiles que
somos. Lo insignificantes que podemos ser de un momento a otro.
Siempre
nos arreglamos para ignorar esas fuerzas naturales, provengan estas del fuego,
de la tierra, del agua o del viento. Vivimos como si esos fenómenos no fuesen a
pasar jamás en nuestra ciudad.
Se
forma un tornado y en cuestión de minutos vuelve trizas un conjunto de casas.
Un huracán va devastando todo a su paso. Un terremoto seguido de un maremoto y
un centro turístico queda reducido a escombros. Un volcán entra en erupción y
cubre de lava cientos de kilómetros a la redonda.
Todo
eso ocurre muy rápido.
La preparación contra desastres es vital en esos casos. Un
buen entrenamiento de la población y una buena organización en caso de ocurrir
un evento de ese tipo quizás no mitigue totalmente la destrucción y los daños a
las personas pero garantiza que en pocos días se recupere la normalidad, se reanude el abastecimiento de alimentos, se
puedan abrir las escuelas, se recupere la rutina del trabajo y la
infraestructura sea reparada con la urgencia del caso.
Lo
vimos en Japón. Y lo veremos en Nueva York.
*Imagen de Euronews
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