Estoy bajo los efectos de una tormenta
de libros. Formo parte de un grupo muy especial de lectura con el que nos
paseamos por un autor al mes.
Comenzamos hace dos meses por
Federico Vegas, que me sorprendió gratamente con sus cuentos y muy
especialmente con su novela “Falke”, una historia basada en un hecho real de
unos jóvenes venezolanos que se propusieron asaltar las costas venezolanas e
iniciar un movimiento armado dedicado a sacar del poder al dictador de turno,
Juan Vicente Gómez.
En el grupo leemos pasajes de la
novela y los cuentos, lo discutimos entre todos, generándose un ambiente muy
bonito, donde la literatura es lo que priva.
Pasamos luego a Jorge Luis Borges, a
quien no había leído previamente y fue todo un descubrimiento.
Al mismo tiempo, y mientras cumplo
con las actividades pautadas en el club, leo mis propios libros de cuentos, de
autores como Horacio Quiroga, Guillermo Meneses, Augusto Monterroso, Julio
Cortázar, un libro de compilación de cuentos de autores canadienses que
incluye, entre otros a Alice Munro.
Los cuentos son algo muy bonito y cuando
se hacen bien, como diría Cortázar, quedan redondos, esféricos. Como los de
Quiroga y de Cortázar.
Cuando me vuelque a escribir,
quisiera hacerlo en este género tan fascinante y difícil. Antes debo leer
muchísimo, que es la mejor manera de aprender a redondearlos. Leer y releer.
Luego escribir y corregir. Ahí está la clave.
“Hombres sin mujeres” es el nombre
del libro de Haruki Murakami que ha editado Tusquets en español. Son 7
historias que narran con maestría las emociones humanas, los sentimientos, la
soledad, como sólo el Maestro puede hacerlo. Voy leyendo poco a poco, que es la
mejor manera de degustar estos libros, y los buenos vinos. Ya llevo dos, “Drive
my car” y “Yesterday”. El libro promete.
Estuve hace unos meses en una
librería, y entre todo lo que había me llamó la atención un libro de James
Salter llamado “Todo lo que hay” (Anagrama). Lo tomé del anaquel y comencé a
leer su primer capítulo. Me gustó mucho pero no lo compré por no tener dinero
suficiente. Decidí esperar. Dos semanas tal vez. Cuando regresé, decidido a
comprarlo, ya no estaba. Hablé con el librero y me dijo: ese libro se lo llevó
Oscar Marcano (notable escritor venezolano).
Me había imaginado que iba a pasar alguien y se iba a fijar en él. En el
ínterin, pasé un día a saludar y vi a Rodrigo Blanco Calderón (otro escritor
muy bueno) adentro. Pensé que se lo iba a llevar y yo aún no podía comprarlo. Regresé al
día siguiente y el libro seguía allí, como el dinosaurio de Monterroso. Y me
confié. Ahora no se si alguien lo tenga en oferta en Caracas. A veces pasa.
James Salter, por cierto, murió hace cinco días.
La lectura, como ven, no para nunca. A
pesar de tener que invertir tiempo en mi trabajo, me encargo de que la
literatura no quede nunca en segundo plano. Porque para mí es una tabla de
salvación ante la realidad que nos agobia. Y no se sabe dónde está la frontera
entre lo que lees y lo que vives. Como el hombre aquel que al despertar no
sabía si era una mariposa soñando que era un hombre o un hombre que había
soñado ser una mariposa.
2 comments:
felicitaciones!!! me asombra todo lo que lees, yo por tiempo leería todo el día, pero se debe que trabajar y otras cosas
en este momento estoy leyendo un clásico chileno de ciencia ficción "Los Altísimos", de Hugo Correa
saludos!!
Hola Carlos. La lectura es algo que disfruto mucho, y si, es verdad que el tiempo apremia, pero no dejo perder una oportunidad para disfrutar de ese placer. Un gran abrazo!
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