Cuatro días quedan al 2010. Cuatro días que pasan volando, para dar vuelta al papel que envuelve la pared del tiempo, y dejar al descubierto un nuevo número, 2011.
¿Que nos trae? No sabemos. Vivimos el presente, a profundidad, pero llegan los nuevos aires, nuevas vibras que ya se asoman en el horizonte. La brisa trae muchos olores y sabores. La lluvia ha amainado y ha traído la calma momentánea. Ha atendido las plegarias y las súplicas de miles. Ya no sopla el viento de agua, por el momento…
Las fuerzas de la naturaleza siempre cumplen su cometido de hacerte sentir lo que verdaderamente eres: una simple migaja en el universo, frágil, muy frágil, endeble. Hoy tienes, mañana no tienes. Hoy estás, mañana no estás. Hoy puedes mucho, mañana puedes nada. Estás supeditado a los elementos: agua, fuego, tierra, viento.
De ellos estamos hechos, de ellos venimos, a ellos vamos, ellos nos mueven, nos acercan, nos alejan, nos atemorizan, nos alegran, nos refrescan, nos congelan. Siempre a un ritmo armónico que aún hoy, cuando conocemos mucho de lo que hay en el espacio exterior, no desciframos. Claro, si nunca nos detenemos a escuchar la flor que abre, el viejo árbol que nos reclama, las voces del bosque, el ladrido de los perros, el cantar de las aves.
Cuando el leñador corta el ancho tronco, sólo atinamos a escuchar los ruidos del hacha rompiendo la madera, que no los del árbol. ¡Taf! ¡Taf! ¡Taf! Mientras, el árbol cruje, grita, clama, por él y por nosotros, y no escuchamos. Tan solo el ¡Taf! ¡Taf! ¡Taf! implacable. Luego un enorme crujido, un silencio eterno y movimiento del viento, todo antes del estruendo que indica la caída definitiva. ¡Slaaaaammm! Crujido de ramas rotas. Silencio. Luego la motosierra, ¡Brrrrrrrrrrrrr! Y a cortar la madera en pedazos más pequeños. Nunca escuchamos los quejidos de los pajaritos en los nidos que caerán. Los de los animales que ya conocen esos ruidos y presagian la caída, quién sabe si sobre ellos, de lo que era una fresca y amplia sombra en las secas y ardientes tardes, un parque donde proteger a sus crías, una silueta con la cual identificaban la cercanía de la casa, y que ya no estará más.
¿Será que debemos volver a la era donde se ponía el oído en la tierra para saber si venía alguien? ¿A la era donde todos nos reuníamos a escuchar al cuenta-cuentos de la tribu, en silencio, con mucha atención y en eso radicaba todo nuestro aprendizaje? ¿Tarde para mirar atrás? ¿Aún estamos a tiempo?
Los elementos naturales danzan a un ritmo que no desciframos, y lo vienen haciendo así desde tiempos inmemoriales. No escuchamos el ritmo, ni nos molestamos en hacerlo: Nuestros ruidos son casi todos artificiales: el carro que pasa, el avión que surca el cielo, el comercial de la televisión, las bocinas en el tráfico.
Si no oímos el ritmo, menos entendemos la danza, que no para, y que avisa sus próximos compases. Son ellos, la tierra, el agua, el fuego y el aire. Cuando venga la inundación ya es tarde, como tarde es cuando el fuego consume, cuando la tierra tiembla, cuando el huracán toca tierra.
Detengámonos a escuchar los ruidos de la naturaleza, en ellos está la clave de todo lo que nos rodea. Y sí, somos muy frágiles.
*Imagen: Henry González, excelente fotógrafo y escalador profesional además de amigo personal, en la cima de un tepuy. http://www.exploratreks.com/
4 comments:
Mi querido amigo! Si, tal y como me escribiste en el blog!!! Perdidísima!
Me ha pasado de todo! De nada, de mucho, de poco!!!
Estoy pendiente de vos!
Un besito, cariñoso!
Hola Lore! Me imagino que para perderse así tiene que estar pasando algo en tu vida. Te deseo lo mejor, no importa lo que hagas. Un beso grande!
Pues sí, los cuatro elementos están siempre allí para que los veamos, para regir en cierto modo nuestos biorritmos, hay que escucharlos y sentirlos.
Este elemento fuego y además madera y verde... te desea muy feliz año. Un abrazo cariñoso.
Muchas gracias mi RosaMaría bella! Te quiero mucho y te agradezco la buena vibra que dejas. Un beso grande!
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