Sunday, December 11, 2016

Caracas en diciembre



Los días de diciembre en Caracas son a mi entender los más bonitos del año. Para empezar el cielo toma una coloración azul muy intensa. Las nubes se esconden. La luz solar se incrementa y el Ávila acrecienta la variedad de verdes, dependiendo de la incidencia de los rayos solares.


No importa lo que suceda abajo, el caos de la ciudad y sus habitantes, el tráfico, el deterioro de las fachadas de las casas. No importa. Cuando la miras de lejos, desde un punto alto. Cuando contemplas el valle en su extensión, no puedes hacer otra cosa que admirar la belleza que el Ávila le da a mi ciudad.


Casi siempre hay unas lluvias que vienen rezagadas y caen sin compasión sobre el valle en los meses de octubre y noviembre. La naturaleza reacciona muy rápido y lo que hacía poco estaba amarillo se pone verde, como si supiera que viene diciembre y no quisiera que se le viese opaco y apagado.


El clima mejora mucho. La brisa fresca es omnipresente.


Lo malo está abajo. Dentro del valle. Mucha violencia. Agitación. Sensación de intranquilidad. Criminalidad. Contaminación. Caras largas. Incertidumbre.


Basta mirar al norte para mantener la esperanza. Solo mirar el cielo azul para proveerse de una energía divina. Aires frescos de cambio que insisten en darnos un mensaje entre líneas.


Y abajo, justo en medio de ese caos, hay puntos que oxigenan. Como las librerías que permanecen. A pesar del desastre se alzan como el Quijote a luchar contra los molinos de viento… y de fuego.


Muy a pesar de ese caos, hay gente que el solo hecho de conocerlas te hace repensar el desastre, que te reconfigura y te carga de buena energía. Esa gente está allí, en el medio, resistiendo los embates, y al mismo tiempo disfrutando los colores que los rayos del sol y las nubes le dan a nuestro Ávila.


Es Caracas en diciembre. Es esa ciudad con la que el caos aún no ha podido.

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