Tuesday, December 28, 2010

Cuento Corto Cotidiano

¡Hola a todos! 2010 se acerca raudo a su final, y no puedo sino desearles lo mejor. Ojalá a todos nos de por ponernos creativos en el 2011, y que nuestra cosecha de frutos la podamos compartir.
Antes de irme les dejo un cuento corto titulado "La nena de la blusa verde". Ojalá les guste. Ya saben que los quiero mucho. ¡A los caballeros abrazos, y a las chicas baci, kisses, beijos, muxu bat, petóns, besos!




"La nena de la blusa verde"

La nena de blusa verde mira a todos lados, entre la multitud y no me encuentra. No se ha dado cuenta que estoy en el vagón atestado que acaba de detenerse frente al andén. No he podido avisarle que me metí, bueno, que me metieron va mejor. Veo con angustia que me busca en todas direcciones al mismo tiempo que suena la alarma de cierre de puertas. Intento salir sin lograrlo. La gente comprime más y dejo de verla, tras el hombro del grandullón que se atraviesa. El vagón sigue su marcha. Y yo como sardina en lata. Sin mi nena de la blusa verde.

En medio de todo pienso: “...la siguiente estación, ¡allá la esperaré! ¡Eso es!”. Me logro bajar. Y comienza mi espera en el andén atestado de la otra estación.

La gente empuja, se insultan, conatos de peleas van y vienen, muchísimo calor y agresividad en el ambiente. Y yo allí, en medio de todo eso, esperando un vagón que no termina de aparecer.

Escucho en los altavoces que hay retraso. Ya me imaginaba. Invadido por la angustia, siento que me empujan desde atrás. Me viro a reclamar. Un gigantón me observa directo a las pupilas, las manos empuñadas en la cintura, cara de poco o ningún amigo. A su lado, dos cómplices me miran con sonrisa burlona ¿o retadora? Sigo virando, fingiendo indiferencia, 360 grados, y vuelvo a mirar a los rieles. Atrás sigo escuchando las risas burlonas en el tumulto de voces.

Por fin la bocina del tren. La gente se arremolina en la demarcación de las entradas de vagón. No siguen un orden. Parece (¿es?) un enjambre a punto de atacar. Y pensar que justo allí viene la nena. Suena la alarma y abren las puertas. Comienza la bronca. Forcejeos. Insultos. Gritos femeninos. El caos. Por momentos no se sabe quién entra y quién sale. De la masa humana caen carteras, unas llaves y un teléfono móvil. Los pisan. La cartera cruje por dentro, las llaves chirrían, el móvil en pedazos que solo se mantienen unidos por la funda que los envuelve.

Veo una blusa verde que intenta salir en medio del forcejeo. En la mano empuña unas gafas de sol. ¿Será ella? No puedo verla. Me acerco a ayudar. La halo con fuerza. –¡Suéltame estúpido! –me grita a la vez que se suelta con furia. Me quedo de una pieza. No es ella. Intento disculparme pero no tuvo caso pues siguió su marcha, rauda y furiosa. En el ínterin se vuelve a escuchar la alarma de cierre de puertas y el vagón continúa su marcha.

Sigue llegando más gente, apretujándose unos a otros. Y yo allí, sin idea cierta de qué hacer. Sudo. Un mar de olores me envuelve. Aire caliente alrededor. Nada. Esperar.

Aparece otro tren. La misma historia. Gritos, empujones, alarma, puertas que abren, más empujones. Nadie sale. Algunos entran. Insultos. Alarma. Puertas que cierran y tren que sigue.

Ya no soporto estar más allí. Me viro e intento salir. Busco las escaleras hacia la calle. Sudado. Con una mezcla de olores ajenos, recién adquiridos, entre perfumes y sudores varios. Vejado. Humillado. Y sin la nena de la blusa verde.

Por fin salgo a la superficie. Aire fresco y frustración al mismo tiempo. ¿Dónde habrá quedado la nena? ¿Habrá pensado igual que yo? Quizá no pudo salir y tuvo que continuar en el vagón. Respiro profundo, cierro los ojos, me resigno y camino. Me tocan levemente por detrás. Volteo con susto, pensando que el gigantón viene a por lo suyo, a terminar la faena. En su lugar, una blusa mojada en sudor. Y una sonrisa. Era ella. La nena de la blusa verde.

*Imagen: "The girl in a green blouse". Pintura de Amedeo Modigliani, 1917. National Gallery of Art, Washington, DC, USA

Monday, December 27, 2010

La lluvia amaina...


Cuatro días quedan al 2010. Cuatro días que pasan volando, para dar vuelta al papel que envuelve la pared del tiempo, y dejar al descubierto un nuevo número, 2011.

¿Que nos trae? No sabemos. Vivimos el presente, a profundidad, pero llegan los nuevos aires, nuevas vibras que ya se asoman en el horizonte. La brisa trae muchos olores y sabores. La lluvia ha amainado y ha traído la calma momentánea. Ha atendido las plegarias y las súplicas de miles. Ya no sopla el viento de agua, por el momento…

Las fuerzas de la naturaleza siempre cumplen su cometido de hacerte sentir lo que verdaderamente eres: una simple migaja en el universo, frágil, muy frágil, endeble. Hoy tienes, mañana no tienes. Hoy estás, mañana no estás. Hoy puedes mucho, mañana puedes nada. Estás supeditado a los elementos: agua, fuego, tierra, viento.

De ellos estamos hechos, de ellos venimos, a ellos vamos, ellos nos mueven, nos acercan, nos alejan, nos atemorizan, nos alegran, nos refrescan, nos congelan. Siempre a un ritmo armónico que aún hoy, cuando conocemos mucho de lo que hay en el espacio exterior, no desciframos. Claro, si nunca nos detenemos a escuchar la flor que abre, el viejo árbol que nos reclama, las voces del bosque, el ladrido de los perros, el cantar de las aves.

Cuando el leñador corta el ancho tronco, sólo atinamos a escuchar los ruidos del hacha rompiendo la madera, que no los del árbol. ¡Taf! ¡Taf! ¡Taf! Mientras, el árbol cruje, grita, clama, por él y por nosotros, y no escuchamos. Tan solo el ¡Taf! ¡Taf! ¡Taf! implacable. Luego un enorme crujido, un silencio eterno y movimiento del viento, todo antes del estruendo que indica la caída definitiva. ¡Slaaaaammm! Crujido de ramas rotas. Silencio. Luego la motosierra, ¡Brrrrrrrrrrrrr! Y a cortar la madera en pedazos más pequeños. Nunca escuchamos los quejidos de los pajaritos en los nidos que caerán. Los de los animales que ya conocen esos ruidos y presagian la caída, quién sabe si sobre ellos, de lo que era una fresca y amplia sombra en las secas y ardientes tardes, un parque donde proteger a sus crías, una silueta con la cual identificaban la cercanía de la casa, y que ya no estará más.

¿Será que debemos volver a la era donde se ponía el oído en la tierra para saber si venía alguien? ¿A la era donde todos nos reuníamos a escuchar al cuenta-cuentos de la tribu, en silencio, con mucha atención y en eso radicaba todo nuestro aprendizaje? ¿Tarde para mirar atrás? ¿Aún estamos a tiempo?

Los elementos naturales danzan a un ritmo que no desciframos, y lo vienen haciendo así desde tiempos inmemoriales. No escuchamos el ritmo, ni nos molestamos en hacerlo: Nuestros ruidos son casi todos artificiales: el carro que pasa, el avión que surca el cielo, el comercial de la televisión, las bocinas en el tráfico.

Si no oímos el ritmo, menos entendemos la danza, que no para, y que avisa sus próximos compases. Son ellos, la tierra, el agua, el fuego y el aire. Cuando venga la inundación ya es tarde, como tarde es cuando el fuego consume, cuando la tierra tiembla, cuando el huracán toca tierra.

Detengámonos a escuchar los ruidos de la naturaleza, en ellos está la clave de todo lo que nos rodea. Y sí, somos muy frágiles.


*Imagen: Henry González, excelente fotógrafo y escalador profesional además de amigo personal, en la cima de un tepuy. http://www.exploratreks.com/

Friday, December 24, 2010

El tren de la vida


Hoy escribo para desearle a todos los que han paseado por esta casa virtual, a los esporádicos, a los casuales, a los perennes, a los amigos de la vida real y a los amigos virtuales (por el momento), a todos unas felices fiestas. A los que pasan por malos momentos, decirles que son sólo eso, momentos, y que “nunca es más oscuro que cuando va a amanecer”, así que sigan poniéndole pasión a lo que hagan, que lo bueno ya vendrá. Los quiero mucho y les regalo esta canción-mensaje, de “Desorden Público”, se llama “El tren de la vida”, dice tanto…




Todo el mundo a bordo del tren de la vida

por los vaivenes de la vida

todo el que nace va pa un camino

va pa un destino de encrucijadas

pa que nos lleve, pa que nos traiga

tenemos una locomotora en el alma



en este tren vamos viajando

con el tumbao de las circunstancias

cuesta arriba, cuesta abajo

unas de prisa, otras con calma



que maravilla estar aquí

encaramando en el vagón de la esperanza

la vida es un sueño, es un misterio

que fortuna caballero si la música acompaña

si la música acompaña

si la música acompaña



Al tren de la vida

es una maravilla

el tren de la vida

camina por los rieles de la alegría

el tren de la vida

es una maravilla

el tren de la vida

camina por lo rieles de la alegría

espérame en el anden

espérame, que aquí vengo Belén

espérame en el anden

te quiero conmigo acá, te quiero tener

espérame en el anden

ay móntate, encarámate de una vez

espérame en el anden



El tren de la vida

es pura adrenalina

el tren de la vida

pa llevarte hasta la cima

el tren de la vida

el tren de la vida



Siempre, siempre, siempre marchando

vamos en este chu chu tren

cambia de ruta constantemente

el ferrocarril que viene de frente

pa lante aprendiendo, recordando

imaginándonos en el

con nuestra mochila llena de retazos

risas y llantos, ya tú ves como es

ya tú ves como es

ya tú ves como es

Al tren de la vida

es una maravilla

el tren de la vida

camina por los rieles de la alegría

el tren de la vida

es una maravilla

el tren de la vida



Latinoamérica, tierra de la esperanza

El tren de la vida

es pura adrenalina

el tren de la vida

pa llevarte hasta la cima

el tren de la vida

el tren de la vida

El tren de la vida

pura maravilla, pura maravilla

el tren de la vida

su combustible de inspiración y adrenalina

ya tú ves como es

ay que tren no hay quien lo detenga



Rumbo a la estación final

rumbo a la estación final

rumbo a la estación final

que fortuna caballero si la música acompaña


*Imagen: afiche de la película "Train de Vie" del director rumano Radu Mihaileanu (1998).

Saturday, December 18, 2010

Andanzas


¡Hola a todos! Ya por estos lares de Dios se respira esa sensación de revista o pasaje por todos los momentos vividos en el año. Unos tristes, otros buenos, y los malos, claro está.



Hay cosas por las que he trabajado muchísimo y se empieza a ver la perspectiva de realización. Hay viajes en puertas. Experiencias nuevas, desde todo punto de vista. Dejo todo en manos de Dios. Aunque he labrado mucho para recibir esa cosecha. Ahora, cuando parece venir, uno siente miedo. ¿A lo desconocido? ¿Quién sabe? Ya veremos.


El ambiente en la calle no se percibe muy bueno. Hay mucho desasosiego marcado en las caras que encuentro frente a mí, en una época en que debería prevalecer la alegría. La política y los gobernantes, como siempre, con alta responsabilidad en ello. Me apego a aquella máxima de Cesar Miguel Rondón en su programa de radio: “Nunca es más oscuro que cuando va a amanecer”. Y a la del periodista Juan Carlos Zapata: "Sueñen...que los sueños se cumplen". Vamos a creer en ello, a ponerle fe. También veremos.


Muchísimo trabajo pendiente en la oficina, complicado a veces pero fluyendo muy bien. Creo que la clave ha estado en la concentración. Me doy cuenta que estoy muy callado y centrado en lo que hago, poniendo poca atención alrededor. Es un cambio. Porque a mí me gusta caminar por los otros puestos, hablar con la gente, compartir experiencias de la vida. Ahora estoy más centrado en lo interno. Sobre todo después de mi ruptura matrimonial. Los pensamientos te absorben. Para salir de ellos, al menos por el momento, me he centrado en la labor. Es lo mejor. ¿Lo ven?


Cuando te metes en tus pensamientos te das cuenta que tienes muchas cosas por analizar, por decidir, por llegar a una conclusión, y que esas mismas cosas se van postergando en el tiempo, esperando un momento que no llega, por la misma cotidianidad, el azar, el ajetreo con que se vive en una urbe como Caracas. Luego, centrando tu atención en lo interno, aparece el mapa con la famosa lista de reconocimiento (checklist) y es allí donde te percatas de todo lo postergado. Toca resolver lo que esté a tu alcance, en tus posibilidades, poco a poco, las cosas pendientes empiezan lentamente a salir. El “Ö ” comienza a ser visible en la lista.


Sigo leyendo, buscando el tiempo para hacerlo, porque, como dijo el gran Ernesto Sabato, “Lean lo que les apasione, será lo único que los ayudará a soportar la existencia”. ¿Lo ven claro?


¿Qué leo ahora? “Madame Bovary” de Gustave Flaubert. El porqué (todo tiene su razón de ser) es que acabo de disfrutar de un ensayo que hizo Mario Vargas Llosa, titulado “Viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti” (Alfaguara, 2008). En ese ensayo el laureado escritor nos muestra en forma descarnada el universo paralelo que construyó Onetti en sus obras, con un brutal parecido a la realidad, y vivido quizá con mucha más intensidad. Nunca antes había leído algo de Onetti pero el ensayo es magistral. Esto me llevó a otro ensayo del escritor peruano, titulado “La orgía perfecta. Flaubert y Madame Bovary” (Alfaguara 2008). Y para comprenderlo bien pienso que no hay nada mejor que leer previamente la propia obra de Flaubert. Y en esas ando. Ya veremos… Besos y abrazos, ¡los quiero mucho!

*Imagen: www.lacronica.net "La Crónica de Guadalajara".

Thursday, December 09, 2010

Llueve mucho


“Lluvia, lluvia, lluvia,

lluvia, lluvia, lluvia,

lluvia, lluvia.

No me pidas que te quiera,

que no te puedo querer…”

Muchos días lloviendo sin parar y mucha gente sufriendo los estragos. Los suelos se han saturado y comienzan a ceder, y con ellos los sueños, la esperanza, la alegría de la cercana Navidad.


“Lluvia, lluvia, lluvia,

lluvia, lluvia, lluvia,

lluvia, lluvia

si esta vez me toca a mí

yo lo quisiera saber.”

–¿Dónde está Judith? Tiene días que no viene a trabajar...

–Me dijeron que su vivienda estaba en “zona de alto riesgo” así que no se atreve a venir porque la casita se podría caer en cualquier momento. Allí viven 11 personas. Alguien llamó a Judith y ella le contó que tienen dos días sin comer.

“Y así dura bastante tiempo,

cae sobre mi ciudad.

Nadie la puede frenar,

ella sola parará.

Unos la bendecirán,

a otros les dará igual.

Pero algunos les hará daño,

mucho daño les hará.”

Vamos a un centro de acopio, en el cuartel de bomberos. Los muchachos lucen agotados después de diez días de emergencia, pero allí están, recibiendo reportes por una radio. Yo me acerco a indagar dónde dejar el donativo que llevamos e inevitablemente escucho los reportes de la radio. “Llamada desde Caricuao. Deslizamiento de tierra. Dos viviendas destruidas. Tapiados.” (…) “Recibido reporte desde La Vega, deslizamiento de tierra. Una vivienda destruida. Tapiados.”

El bombero toma nota de las novedades que llegan por la radio, mientras que otro colega, de ojos cansados se nos acerca y pregunta:

–¿En qué los puedo ayudar?

–Bueno, venimos a dejar esta donación.

La recibe y agradece en nombre de tanta gente con necesidad (entre las cuales se encuentra él mismo, aunque no me lo diga).

La voz proveniente de la radio sigue repitiéndose en mi mente, una y otra vez, seca como piedra en el desierto: "...tapiados".

Nos despedimos y salimos. La lluvia incesante nos recibe afuera. Miro al cielo buscando un pedacito de azul, pero no hay huellas.

“Y termina de repente

y de la tierra se desprende

El olor que queda luego,

el olor que queda luego

Mira el niño hacia el cielo

sin su techo habrá quedado..

y no le queda más remedio..

ya está como acostumbrado.”

Al llegar a la oficina reviso las noticias en internet. Más deslizamientos, desbordamiento de ríos, gente desplazada, en refugios improvisados donde los niños juegan felices, ajenos a la tragedia que se cierne sobre ellos. Niños, al fin y al cabo. Cerca, hombres y mujeres en fila para recibir la comida. Miradas tristes, lágrimas, pesadumbre. El silencio, denso y pesado, es apenas turbado por las risas de los niños que juegan cerca. Que pare ya de llover, parecen pensar todos en la fila.

“Lluvia, lluvia, lluvia,

lluvia, lluvia, lluvia,

lluvia, lluvia

No me pidas que te quiera..

que no te puedo querer.”

Comienza un nuevo día y despierto con el ruido de las gotas sobre el pavimento. Me asomo a la ventana y el paisaje es todo gris. Así y todo, debo ir a trabajar. Antes veo el reporte en las noticias. Más inundaciones, casas con el agua a media altura. Gente que camina por las calles anegadas, en busca de ayuda, de alimento. Me pregunto cuántos días tienen esos pies sumergidos. Apago la TV y salgo. El tráfico me espera, listo para duplicar el tiempo de mi llegada a la oficina. Yo estoy bien, tratando de llevar mi vida normal. Aunque sé que alrededor no es igual. Muchos no han ido a trabajar en días. Ni piensan en ello. Solo en la supervivencia. En la familia que está lejos y en cómo le habrá ido con esta lluvia tan grande. No hay comunicación con el exterior por lo que su realidad se circunscribe a su entorno cercano. Se encuentra con un vecino con el cual, en tiempo reciente, no se hablaba. Se abrazan. Preguntan por las familias. Se pasan información sobre donde conseguir alimentos. Se despiden, con el agua a la cintura. Y cada uno sigue, en direcciones opuestas, dando pasos torpes en el agua, lentos los pasos, lenta la mirada, pero con el mismo pensamiento. "¡Dios mio, que pare esta lluvia!". Las gotas mojan sus cabellos. Y no paran.

*La canción del post es "Lluvia", de Franco De Vita. La imagen es de http://www.losporque.com/

Saturday, December 04, 2010

De béisbol, otros deportes y la magia de los narradores


Durante mi niñez y adolescencia comenzó mi fanatismo hacia los deportes en general.


En aquel tiempo yo practicaba béisbol menor y no hay nada en el mundo que me haya dado más satisfacción que haber podido batear cuadrangulares (homeruns) y atrapado pelotas en los jardines. Nunca fui un jugador modelo, de esos que hacían atrapadas fantásticas en la grama interior (infield).

Mi desempeño era de jardinero (outfield) y mis ídolos de la época eran el gran Reggie Jackson, que militaba en mi equipo favorito de siempre, los Yankees de Nueva York y Antonio Armas, de los Leones del Caracas. Parece mentira pero si uno en esos días se mirara en un espejo vería reflejada no la propia figura sino la de su jugador favorito. Así de intenso se vivía el juego.


En Caracas fui muy pocas veces al Estadio de la Ciudad Universitaria, sede de mi favorito Leones del Caracas. Me gustaba más bien escuchar los juegos en la radio, mucho antes de que comenzaran las transmisiones de televisión. Me acostumbre a la representación gráfica y descripción de las incidencias que hacían Delio Amado León y Carlos Tovar Bracho, los narradores del equipo. Con ellos aprendí tanto de béisbol como lo que aprendí en el campo. Hoy ya no están entre nosotros físicamente pero todos los días sus frases revolotean como niño travieso en mi mente. Aquel “…y saludos, fanáticos!” de Carlos Tovar y el “ha bateado de manera sensacional, es increíble amigos!” de Delio Amado se repiten mucho en mis pensamientos.

En mi casa también escuchábamos, y posteriormente veíamos las carreras de caballos, narradas magistralmente por Aly Khan, un hombre que tenía una dicción perfecta y un tono de voz fuerte y emocionante, La pasión aumentaba en grado superlativo cuando narraba carreras importantes, conocidas como “Clásicos” o cuando corrían caballos o jinetes (jockeys) a los que él tenía consentidos, léase Don Balsamino Moreira, “El monstruo” Gustavo Ávila, Angel Francisco Parra “Parrita” y el “Campeonísimo” Juan Vicente Tovar, y caballos o yeguas como Gelinotte, Trinycarol o Winton.

El boxeo también ocupó muchos de los buenos momentos de la época, con grandes campeones como Muhammad Ali, Ray Sugar Leonard, Antonio Cervantes “Kid Pambelé”, Marvin “El Maravilloso” Hagler, Luis “Lumumba” Estaba, Salvador Sánchez, Julio Cesar Chávez, Betulio González. La narración le correspondía a Carlos Tovar Bracho y Miguel Thoddé, entre otros. Thoddé es muy criticado y objeto de burlas por aquella famosa pelea donde (dicen, porque esa pelea fue en 1972 en Bangkok, Tailandia, y aquí en Venezuela la pasaron por radio y de madrugada, por lo que yo no la escuché) Betulio perdió por knock out, narrando Thoddé, segundos antes: “Pega Betulio, sigue pegando Betulio, vuelve a pegar Betulio… y se cayó Betulio”, pero en su descargo, puedo decir (y fueron muchas peleas que le escuché narrando, que ha sido el de mayor conocimiento de boxeo que ha parido esta tierra. Cuando Miguel decía: “¡Ese hombre no tiene piernas!”, ya uno sabía que ese boxeador no le quedaba mucho tiempo en posición vertical, como en efecto terminaría sucediendo, en los siguientes rounds.

Recuerdo que en ese tiempo el fútbol en Venezuela era una utopía. Los estadios eran precarios y los equipos carecían de dinero, por lo cual, quien jugaba lo hacía por mística. La televisión no transmitía los partidos y era muy difícil encontrarlos por radio. Sin embargo me traen buenos recuerdos el Portuguesa Futbol Club, el famoso “Penta”, Luis Mendoza, Pedro Febles, Pedro Acosta, Franco Rizzi, Nelson Carrero, Herbert Márquez y René Torres, quien le hizo un golazo desde 35 metros al Pato Fillol (arquero argentino), allá en San Cristóbal, durante la eliminatoria suramericana para el mundial de 1986, con Maradona en plan de jugador. Argentina ganó 3-2 (los otros tantos fueron: dos goles de Maradona, el de Daniel Pasarella y el de Herbert Márquez). El técnico de Venezuela, Walter “Cata” Roque le asignó a Nelson Carrero la responsabilidad de marcar a Maradona, y éste último reconoció el trabajo de Carrero como uno de los mejores marcajes que le hicieron en su carrera.

Son algunas anécdotas de mi afición por los deportes desde que tuve uso de razón.