Sunday, April 26, 2009

Carretera...

Recorrer los caminos de montaña es una experiencia sensorial. Cuando estás en el valle, presto a comenzar, el paisaje imponente de las montañas te envuelve, se hace dueño de ti, todo un preámbulo de lo que vendrá.

Cuando subes, comienzas a notar el cambio en la vegetación, en la temperatura ambiente, en el temperamento de la gente, en la cercanía de las nubes, la neblina, el rocío que se posa sobre las hojas y las flores, dándoles esa sensación de frescura eterna.

A medida que vas serpenteando la montaña, cada paisaje que aparece frente a ti es sobrecogedor, paralizante, sublime. Te invita a detenerte, a contemplar, a divagar, a pensar en cosas buenas para ti, para los tuyos, para tu tierra, para La Tierra.

Y poco a poco, esos caminos, llenos de historias, se van haciendo parte indispensable del paisaje, el cual deja de concebirse sin ellos.

Esos hermosos caminos de montaña me invitan a pensar en positivo, las ideas se aglomeran en mi mente, como queriendo pasar a ser protagonistas del momento que se vive.

La gente que te encuentras en esas alturas es diferente. No escatiman en regalarte una sonrisa, en ofrecerte un trago para acomodar el cuerpo a esas temperaturas tan bajas, en conversar contigo de la belleza de los paisajes, que de tanto vivir allí no les aburre, pues siempre consiguen un detalle, una variación, que va desde unas hortensias en floración hasta la emoción de la última nevada, que no se olvida.

Sobre estos caminos cantaba una vez el tío Simón Díaz:

“caminos, caminos,
yo sé de muchos caminos,
que se van a la montaña,
y se pierden en las sombras,
huyéndole a una mirada”

El tío, que no pierde detalles, nos cantó esa melodía, y yo la llevo presente en todo momento, en el mismo serpentear de los caminos de la montaña, en la hermosa mirada de la gente que puebla sus orillas.

Otro Maestro, Aldemaro, nos recreó sus imágenes en ritmo de Onda Nueva, ¡que belleza!
"Carretera, acórtate carretera
Que me ahoga la distancia
De qué manera, de qué manera.


Cementera, perdóname cementera
Si tumbo la flor del llano
Con mi carrera, con mi carrera.


Gavilanes en las nubes
Vayan hasta la rubiera
Y me traen por los cabellos
A Isabel María Contreras
Mi catirita llanera.


Carretera, remonta la cordillera
Antes de que me convierta
En tolvanera, en tolvanera."

Saturday, April 25, 2009

Brownie con helado

Ese postre tan divino que es el brownie, calientito, cubierto con helado de vainilla, es una delicia, mucho más cuando se hace bien, con cariño. Es lo divino de los contrastes, el blanco y el negro, el frio y el calor, lo blando y lo duro. El brownie, invento estadounidense, se cree que nació por causalidad cuando un cocinero olvidó colocar levadura a una torta de chocolate. ¿De quién sería la idea de cubrirlo con helado de vainilla? Un genio ha debido ser. ¡Delicioso!



Del "Eco-Bus" en San Cristóbal, Táchira, Venezuela


Torta de chocolate, con sabor a brownie, del "J. Alexander´s" en Houston, Texas, USA.

Saturday, April 18, 2009

El Eco-Bus

Es el eco-bus. Lo conseguí a más de 800 km de mi casa. Quizás estaba previsto que yo estuviese allí, y conociese a mi anfitrión, Oscar Padrón, el chofer del autobús.

Cómo la creatividad puede hacer que alguien, con tan poco, logre tanto. El sitio, alrededor, es maravilloso. Está enclavado en terrenos del Parque Nacional “Chorro del Indio”, es San Cristóbal, Táchira, Andes de Venezuela. Todo es follaje y neblina, montañas, caídas de agua y espectaculares vistas.
Allí me esperaba el Eco-Bus. De fondo Louis Armstrong en sus primeros tiempos, con los Hot Five. Cuando le pregunto a Oscar, señalando el origen del sonido musical maravilloso: -¿y eso? –me responde con total naturalidad: -eso es el combustible del Eco-Bus. Nada menos, jazz.

Oscar, como si fuese poco, cocina y realiza unos postres espectaculares. Me decidí por un standard, brownie con helado, mmmmm, el de él es especial.
Lugares como éste hay pocos, y se hacen con ingredientes simples pero que poco abundan en estos tiempos, mucho menos en combinación: amor y creatividad.


Me despedí, y me fui alejando y escuchando el fondo musical de Armstrong, que fue disminuyendo con la distancia, hasta confundirse con el ruido del follaje, sencillamente hermoso…
*Si alguna vez andan por estos lares de Táchira, acérquense. Oscar Padrón los recibirá con mucho cariño cada domingo. El Eco-Bus se encuentra en el km 5, sector Loma de Pío, via Chorro del Indio, San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela.


Saturday, April 11, 2009

Lectura y vino...

La semana pasada leía en una revista dominical una entrevista que le hicieron al asesor de la cava de vinos del restaurante “Le Gourmet” del hotel Tamanaco de Caracas, Ettore Perin, y entre los consejos que daba en la entrevista me gustó especialmente aquel donde dijo que “hay que tener un sacacorchos y ganas de probar, lo mejor es no quedarse con un mismo vino y una misma marca”.

Excelente el consejo, aplica para los vinos y también para la lectura. Hay que tener apetito literario, ganas de leer diversos autores, no creer en estereotipos ni dejarse llevar por lo comercial, lo que más se vende. Como cuando se encuentra un buen vino, hay que saborearlo, paladearlo, disfrutar de su aroma y suavidad, así debería hacerse con los buenos libros; con la buena música, hay que mirarlos con profundidad, degustarlos, sumergirse en ellos, y finalmente queda un “after taste” que los define, que los dibuja con tinta indeleble en nuestra memoria.

En esas ando con la lectura. Últimamente han pasado por mis manos diversos títulos. “Nido de Serpientes. Memorias del hijo del heladero” de Pedro Juan Gutiérrez (Anagrama, 2006); “Profesora, ¿Cómo se escribe futuro?” de Margret Greiner (Maeva Ediciones, 2005); “Gomorra” de Roberto Saviano (Random House Mondadori, 2007), “La maravillosa vida breve de Oscar Wao” de Junot Díaz (Random House Mondadori, 2008); “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” de Haruki Murakami (Tusquets Editores, 2006) y la que acabo de terminar, “Sputnik, mi amor” de Haruki Murakami.

Y es precisamente allí donde se rompe el molde. Donde la regla tiene su excepción. Donde el consejo de Perin, cuando lo aplico a la lectura, pierde un poco el sentido. Es que me declaro fanático de las novelas de Murakami, mi autor favorito. He disfrutado hasta la última gota cada una de sus obras traducidas al español por Lourdes Porta con Tusquets Editores. “Tokio Blues. Norwegian Wood”, “Al sur de la frontera, al oeste del sol”, “Kafka en la orilla”, “Crónica del pájaro que da vuelta al mundo” y “Sputnik, mi amor”.

Siento que este autor interpreta en mucho mi forma de pensar, por lo que rápidamente me identifico con su prosa. Su forma de mezclar lo real con lo irreal es fantástica. Los personajes de sus novelas son únicos, las tramas son difíciles de intuir, lo que hace que te mantengas pegado a su deliciosa prosa, sorprendiéndote a cada instante, en cada situación.

Murakami se encarga de que vivas las situaciones, que te hagas partícipe de ellas, la sufras o la disfrutes según sea el caso, llegas a ver los personajes de tan bien que los describe, los paisajes, los sitios de ubicación, y eso es algo que muy pocas veces me pasa con esa intensidad.

Ni siquiera me atrevo a recomendar alguna de sus obras en particular. Cualquiera tiene el mismo efecto. Fascinante. Adictiva. Impresionante.

Un amigo me trajo desde España su última novela, traducida al español, “After Dark” (Tusquets Editores, 2008). No creo que sea diferente el efecto. El genio que la escribe es el mismo. Sé que la voy a disfrutar.

Se les quiere mucho por estos lares de Dios!

Saturday, April 04, 2009

Se me ha perdido un país...


Esta joya de prosa narrada por Gonzalo "Chile" Veloz la escuché esta semana en el programa de radio matutino de José Domingo Blanco en 99.1FM de Caracas. Lo grabé y lo transcribí para él, y me tomé la libertad de dejárselo a mi gente bonita. Espero lo lean con detenimiento. Quizás puedan ayudar a encontrarlo...




“Se me ha perdido un país”





Fui a buscar mi país, y no lo encontré. Y luego de varios intentos, me senté a pensar cómo le decía a la gente cual era el país que se me había perdido...



Luego de unos minutos les dije: “Mi país, el país que estoy buscando es muy hermoso. Está lleno de gente buena y cariñosa, y sus riquezas son infinitas. Que yo recuerde, es un país donde las frutas se pueden tomar directamente de los árboles y las flores crecen solas por doquier.”
Así y todo, nadie me sabía decir dónde estaba mi país, y mucho menos de cual país hablaba.



Volví a pensar cómo hacerles comprender, y seguí hablando: “Es un país noble, forjado por hombres justos y honestos a costa de esfuerzos increíbles, y sacrificios no menos importantes. Simón, uno de esos hombres justos, prácticamente dejó su vida por la existencia de éste país. Y como él, Antonio José, Francisco, Andrés, José María, Pedro, en fin, muchos, muchos más, también dieron lo mejor de sí para que este país tuviera una existencia llena de gloria, y mereciera el respeto, no solo de sus propios habitantes, sino de otros países.”



A medida que les hablaba, mi emoción por describirles el país que había perdido se hacía más grande. “Miren –les dije –si será grande mi país, que le tocó vivir momentos de conflicto entre sus propios hijos y logró salir adelante, no para continuar su existencia, maltrecho y agotado, no, por el contrario, renovó su vigor, y emprendió una carrera meteórica que lo llevó a quitarse de encima el yugo que lo oprimía, y eso fue ejemplo para que otros países hicieran lo propio, ayudados por nuestros hombres justos. Esos hombres justos se nos fueron, pero su ejemplo quedó para que otros los siguieran, y así otros nombres tomaron esos puestos de vanguardia: Arturo, Carlos, Enrique, Teresa, Isaías, etcétera; y esos hombres y mujeres también estuvieron conscientes que su vida tendría más valor en tanto ése país, mi país, siguiera adelante.



Pero, algo ocurrió en alguna parte, en algún momento, que mi país comenzó a desvanecerse. Y cada año que pasaba se hacía más difícil reconocerlo. Su gente se iba transformando en extraños, de extrañas costumbres, de extrañas apariencias; y esos extraños comenzaron a romper mi país, robar mi país, complicar mi país, acabar mi país, y nadie dijo nada. Y nadie hizo nada. Y nadie quiso saber nada de nada. Y todos se hicieron los locos ante la locura que enloquecía mi país. Y todos se hicieron los sordos ante los gritos de agonía larga y lenta que daba mi país. Y todos, al contrario de salvar a mi país, de curar sus heridas y morir con él si era necesario, tomaron, cada quien, un pedazo de mi país y se lo llevaron a su casa, una casa que, seguramente, no estaba en mi país sino en otros países...”



Y, al llegar a este punto, la gente que me escuchaba desde hacía un rato, me miraron como si yo estuviera loco. Como si mi razón de llorar por éste país que se había perdido era algo que no tenía lógica. Y digo llorar por mi país porque, al llegar a ese punto de mi explicación, sin darme cuenta, estaba llorando; llorando de tristeza, de furia, de impotencia, de dolor, porque, al ver sus caras, y ellos ver la mía y darme la espalda y marcharse, me di cuenta que más nunca iba a encontrar mi país…



Ha pasado algún tiempo de esto que les cuento. Y ya por mi calle, la gente al verme pasar murmura: “Ahí va el loco ese que dice que se le perdió un país, ¿habráse visto? Como si un país se pudiera perder.”



Por favor, si alguien encuentra mi país, avíseme, díganle que yo lo busco, que lo quiero y lo extraño, y que posiblemente, sin él, para mí ya no tenga sentido vivir…



*Imagen de www.geology.com