Sunday, August 16, 2015

Aquí y ahora


Carpe Diem, quam mínimum credula postero (aprovecha el día presente, no confíes en el mañana).

Nunca olvido al profesor John Keating (Robin Williams) en la cinta “La sociedad de los poetas muertos” (Peter Weir, 1989), especialmente en esta parte:

“El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante, lo que no significa alocadamente; sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro; y examinándote de la asignatura fundamental: el amor. Para que un día no lamentes haber malgastado de forma egoísta tu capacidad de amar y dar vida.” 

Y es que volvemos, con mucha ilusión, a lugares que solíamos frecuentar y encontramos, físicamente, las mismas paredes (quizás de otro color), las mismas señales y detalles que hacen propio el lugar, pero no a la misma gente con la que acudías o que encontrabas en el lugar. Esa gente ya pasó. Ya se fue. Y aún si te topas con alguien que permanece (o vegeta en el lugar), poco tiempo tendrás para darte cuenta que ya cambió, que no es el mismo, que no te mira igual, que casi no te recuerda o no le importas en absoluto.

Cuando vamos a revivir esos paisajes, antes de llegar nos inundan los recuerdos de momentos vividos. Y la fantasía de que los volveremos a encontrar. Y no. Ya no están. Ya no pertenecen.

El lugar puede llamarse escuela, club deportivo, academia, parada de autobús, ministerio, bar, supermercado, plaza, parque. A la vez puede encontrarse en cualquier ciudad. Dentro del país o fuera de él. Incluso puede ser un sitio virtual, como un foro o un blog, por decir algo. Si te vas por mucho tiempo, no intentes volver. Porque inevitablemente chocarás con los aires del tiempo y del olvido. Serás polvo cósmico.

Es la danza de la vida. Ella, con humildad, se empeña en mostrarnos que todo cambia, segundo a segundo todo cambia. Y nos empeñamos en pensar que todo permanece. No. La gente viene, se va y no vuelve. Y si vuelve ya no es el mismo. Ya mutó. Ya le pasaron cosas. Ya evolucionó (o involucionó). Ya no te siente el mismo. Y tú tampoco lo sientes a él.

El mensaje es claro. Prepárate para vivir el momento. Disfruta al máximo de las situaciones cotidianas. Sácales el jugo. Y llena tu memoria de recuerdos bonitos. De cómo saliste de aquel aprieto. De cómo te enamoraste. De cómo el amigo logró, con la palabra clave, salvarte en aquel examen pendiente. Del gol que anotaste y la persona que te dio el pase. De los paseos por el campo en bicicleta, mientras conversaban intentando cambiar el mundo. De la mano salvadora y sanadora de la mujer que te sacó de la playa cuando la corriente te llevaba. De la sonrisa inapreciable e inabarcable de un bebé. Del compañero que te enseñó un arte que no está en los libros. De aquel día en que diste el batazo para ganar el juego y tu enamorada (que rara vez venía) te estaba mirando en la grada. Llena tu mente de esos recuerdos que irán contigo hasta el final de tu estadía terrenal.


Eso sí, no regreses a terminar lo que no terminaste en su momento. No regreses a pedir lo que no te dieron. A abrazar lo que no abrazaste. A buscar la boca que no besaste. Porque ya nada será igual. Y si pasa (porque las cosas pueden pasar) no sabrá igual. A pesar de tus quejas y pataletas el mundo seguirá girando, buscando otras emociones en otras personas que viven su momento con intensidad. El tuyo (para ti que regresas a buscar lo que no encontraste o no supiste buscar) ya pasó.
*Imagen: wradio.com.ec

Monday, August 03, 2015

Rayuela y otras lecturas


Aaaah. Por fin la paz que dan unas vacaciones. Una pausa grande en el trabajo. Y a leer. Sí. Vacaciones para la lectura. Que está atrasada. Tantas veces postergada por las tareas técnicas pendientes. Una pausa. Ha llegado.

¿Qué tengo pendiente? Revelaré lo que estoy leyendo. No lo que he leído ya este año. Por primera vez “Rayuela” de Cortázar. Incluyeron retazos en la temporada de julio del Club de Lectura y me propuse, por fin, leerla de cabo a rabo. Como lo indica el segundo modo, es decir, comenzando en el Capítulo 73.

Leyendo así esta obra, y tal como estoy acostumbrado a leer, en realidad nunca se cuánto del libro he leído. Voy por el Capítulo 28 y podría ser que fuese por la mitad. Podría ser, tratándose de que el primer modo de leerla son los primeros 56 Capítulos. Quizás.

Ayer estaba en una librería y una mujer suspiraba por “Rayuela”. Decía que la buscaba con vehemencia. En la librería le dijeron que ayer anduvo un ejemplar por los anaqueles. Pero fue descubierto y adiós. Era la edición de Biblioteca Ayacucho.

Yo tengo la de Alfaguara, la conmemorativa del 50 aniversario. La compré en 2013 y en la librería habían muchas. Ahora no hay ninguna, en ninguna librería de Caracas. Probablemente del país, ¿quién sabe? La crisis ha pegado hasta en las librerías. Hay poca oferta y muchísima demanda de algunos títulos (hablo de ficción, no de best sellers).

Y “Rayuela” es una novela que ya cumplió 50 años y la gente la sigue buscando, la sigue leyendo, la sigue comentando, la sigue criticando, para bien o para mal. Yo no se si Cortázar se imaginó que esto iba a suceder tanto tiempo después.

La novela es una historia loca de amor. Pero a la vez es muchas otras cosas. Cada quien le encuentra un filón del cual sacarle material. A mí hay días que me gusta mucho. Hay otros que no la quiero ver porque me aburre. La dejo descansar y luego voy corriendo a buscarla porque hay cosas que me hacen falta. Y pensando que voy por la mitad ya la empiezo a extrañar porque no quisiera que terminara. Quisiera tenerla allí, a mi alcance, por mucho tiempo. Y aburrirme de ella, y volverla a buscar. Así son las buenas lecturas.

Aparte de “Rayuela” he comenzado, que no terminado, unas cuantas novelas. Tantas como nunca antes en mi vida. Las hay que han adelantado y las he terminado. A esas no me voy a referir. Sino a las que van a la par, adelante y atrás de “Rayuela”. Son diferentes, y al ser diferentes hacen que no me pierda en las tramas.
Es una cantidad tal que alcanza para copar todo este año de lecturas. Lo que no es seguro es que sean esas las que termine leyendo, porque sigo yendo a librerías, y encontrando cosas que me enamoran, y que terminan adelantándose a las de la fila.

De ficción están los cuentos de Augusto Monterroso, de Haruki Murakami, de Horacio Quiroga, los “Diez cuentos” de Guillermo Meneses, “Sobre la belleza” de Zadie Smith (me encanta leerla por partes), “Los Subterráneos” de Jack Kerouac, “Diario de un emigrante” de Miguel Delibes, “El gran Gatsby” de Francis Scott Fitzgerald, “Contigo en la distancia” de Eduardo Liendo.

Una antología de cuentistas canadienses (25) que incluye, entre otros autores, a Alice Munro, Alistair McLeod, Bárbara Gowdy, Austin Clarke, Margaret Atwood… Muy buenos los que he leído. Un gusto de lectura esta compilación.

Hay una novela grande, del autor chino Ma Jian, que se llama “Pekin en coma”. Es larga, más de 600 páginas, y esa sí creo que hay que leerla solita, porque la trama se presta para ello. Un estudiante chino que manifestaba en la plaza de Tiananmen y es herido de bala en la cabeza, dejándolo en coma. A partir de allí, el joven se hace prisionero de su cuerpo inmóvil, más sus recuerdos permanecen, y él los revive: las mujeres que amó, su padre, los libros que despertaron su pasión literaria. Ya ven que no es para interrumpirla.

Y si me doy una vuelta por la biblioteca voy a ir encontrando unos cuantos libros sin leer que darían para un año más.

Así transcurren mis días. La literatura es una pasión que nunca termina. Y nos enseña tantas cosas a la vez. Un abrazo a los que aún permanecen por estos lares de Dios.