Saturday, February 26, 2011

A Muammar...


Hola Muammar. Quizá nunca leas esto que ahora escribo. Quizá sí. Nunca se sabe. Es como guardar un mensaje en una botella y lanzarlo al mar. Siempre se tiene la certeza de que alguien lo leerá en algún momento. Y lo entenderá. Cuando se lanza la botella con el mensaje, se lanza acompañada del deseo de que alguien invisible, al cual va dirigido el mensaje, en algún momento lo tenga en sus manos. Ése es justamente mi propósito ahora. ¡Allí va! ¡Para ti Muammar!


He sabido de ti desde que era un niño. Ya eras el líder de tu pueblo. Bajo tus alas la nación vivió una transformación importante, en lo social, en lo económico, al menos eso dicen los libros de historia que he leído. El país monárquico se convirtió de tu mano en una revolución socialista, y el producto interno bruto se elevó como consecuencia de una mejor distribución entre la gente de la riqueza petrolera.


Una vez compré un libro, cuyo autor es Jeffrey Gitomer, llamado “El Pequeño Libro Verde Para Lograr Tu Objetivo”. Lo hice para conocer sus consejos acerca de cómo hablar, escribir, presentar, persuadir, influenciar y vender tus puntos de vista a otros. Mucho que decir de este interesante libro, pero no es lo que nos atañe ahora. Quedémonos tan sólo con lo del librito verde.


Mi hermana me vio un día leyéndolo, y me preguntó si también leía a Muammar.


No, –le dije– no es de Muammar, es de Jeffrey Gitomer.


El nombre nada le dijo, aunque eso es lo de menos ahora.

Ella lo examinó y luego de un rato me mostró una edición en español del “Libro Verde”, de Muammar Al-Gaddafi. En aquella oportunidad prometí leerlo. La verdad es que no sé si ahora tenga algún interés por hacerlo.


Porque Muammar, eso de dispararle a tu pueblo…allí sí que no te acompaño. Allí te digo que, con toda propiedad, has pecado. Lao-Tse dijo que gobernar es como freír un pececillo, que se arruina si se le revuelve demasiado. Y vaya que lo has arruinado todo Muammar. Sólo por aferrarte a un poder que has mantenido desde que yo tenía apenas siete años, y mira que ya bordeo los cincuenta. Es como que mucho, ¿no?


Te has hecho rico Muammar, y también tu familia y allegados. ¿Y qué hay de tu pueblo? ¿Se han hecho ricos también? No lo creo porque las protestas contra tu gobierno crecen de manera exponencial, como la espuma. No hay miedo a pesar de la brutal represión que ya no puedes ocultar al mundo.


No dispares a tu propio pueblo Muammar, respétale que ya no crea en ti, busca las razones, aunque lamento decirte que se te ha hecho tarde.


Lee, Muammar, sin importar que sea tarde, el Credo de John Rockefeller Jr. Allí hay muchas verdades. Hubiese sido bueno que las sopesaras antes de que decidieras hacer lo que estas haciendo…


Yo creo


Yo creo en el supremo valor del individuo y en su derecho a la vida, a la libertad, y a la búsqueda de la felicidad.

Yo creo que cada derecho implica una responsabilidad, cada oportunidad una obligación, cada posesión un deber.

Yo creo que la ley fue hecha para el hombre, y no el hombre para la ley; que el gobierno es el sirviente del pueblo y no su amo.

Yo creo en la dignidad del trabajo, sea éste con la mente o con las manos; que el mundo no le debe a ningún hombre la vida pero sí le debe a cada hombre la oportunidad de tener una forma de subsistencia.

Yo creo que el ahorro es esencial para una vida bien ordenada y que la economía es un requisito principal de una buena estructura financiera, sea ésta en el gobierno, en los negocios o en asuntos personales.

Yo creo que la verdad y la justicia son fundamentales para que un orden social perdure en el tiempo.

Yo creo en el sagrado valor de una promesa, que la palabra de un hombre debería ser tan buena como su credibilidad; que el carácter -y no la riqueza, o el poder, o la posición -es de supremo valor.

Yo creo que la prestación de un servicio útil es el deber común de la humanidad, y que sólo en el fuego purificador del sacrificio se encuentra la escoria del egoísmo consumido y la grandeza del espíritu humano hecho libre.

Yo creo en un Dios todo sabio y todo amoroso, llámese como se llame, y que los más grandes logros del individuo, su mayor felicidad, y su más amplia utilidad las encuentra viviendo en armonía con Su Voluntad.

Yo creo que el amor es la cosa más grande del mundo, y que él en sí mismo puede vencer al odio; que la justicia puede y de hecho triunfará sobre la fuerza.

*Imagen: OneStonedCrow.blogspot.com

Saturday, February 19, 2011

La niña es sabia...

Tantas cosas que decir y tan poco tiempo para convertirlas en palabras. Pero aquí estamos, sumergidos en un mar cada vez más vertiginoso. Muchas imágenes dando vueltas en mi mente, sugerentes, cada una en su estilo muy particular.

Tratando de darle forma a mis sueños, dentro de este carrusel que llamamos vida. Ahora mismo escucho una pieza de jazz, swing para más señas, donde armonizan un piano y un saxofón con el apoyo de una excelente sección rítmica. Provoca dejar de escribir y sentarse a escuchar, a degustar la obra que parece salir con toda espontaneidad desde los músicos y a través de sus instrumentos. Decido dejar la música de fondo a esta divagación, y sigo escribiendo.

Evoco las imágenes para escoger a cuál de ellas dedicarle mis palabras de esta hora. Siento que se asoman y al unísono gritan: “¡Yo!, ¡Yo!, ¡Yo!, ¡Yo!”. Claro, no todas gritan con la misma fuerza, ni pugnan con uniformidad por salir. Entre todas, hay una que al parecer es muy paciente, curiosamente no grita, y se muestra como una niña pequeña, digamos, Heidi, y solo me mira con una mezcla de inocencia y claridad al mismo tiempo.

Es un ser en formación, en crecimiento, que no se apura ni se duerme en el tiempo, que sabe que cada momento tiene su hora, y ésta, tarde o temprano, llegará.

Le doy preferencia sobre las demás (yo siempre, nunca cambio) y me inclino para escucharla, ignorando las otras voces. Muy serena, me dice cosas que irán sucediendo y surgiendo en mi vida y a las cuales debo hacer frente. Sé que lo que me dice es verdad, a la luz de los hechos recientes, e incluso he pensado y reflexionado sobre algunas de las cosas que me dice en voz baja, más bien susurrante. El terciopelo de su voz me va exponiendo las cosas que habrán de suceder. Y me gusta lo que dice. Le digo que estoy dispuesto. Que si quiero. Es mi vida. Mi nueva vida. Acaba de llegar.

Aunque algunas lágrimas han colaborado en pavimentar el camino que sigo, confieso que es tan bonito que a veces no me lo creo. Y ya no digo tanto “yo deseo…”, como ahora digo “yo quiero…”. Es evidente que algo está cambiando en mí, en mi entorno, en mi espacio vital, y es para bien. Y cuando busco alrededor, está esa niña allí, sonriente, serena, lista para recordarme que las cosas son así como las pienso, y me sigue diciendo otras cosas que escucho con mucha atención. Es bonito…

Sunday, February 13, 2011

En la plaza


Me aproximo lentamente a la plaza. A medida que voy entrando en su perímetro sigo sin darme cuenta de a quién se la han dedicado. Al andar unos pasos, ya dentro de ella, puedo notar que es en honor a Bolívar, sólo que está en busto y es muy pequeño. Hay muchos árboles que dan sombra y frescura a las sendas internas. Tres abuelos conversan en un banco, dos de ellos riendo a carcajadas, recordando alguna travesura de sus años mozos en el pueblo. Los observo de lejos, pasan los 70. Hay uno de ellos que no ríe. Cuando habla, en tono fuerte, bien por su sordera o para ser escuchado, se le nota su origen italiano en el acento. Y no ríe –elucubro –porque en el momento de las travesuras de sus amigos venezolanos, el estaba sumido en una guerra, con todo lo que ello trae consigo. 70 y tantos años después la risa sigue ausente.

Más allá está sentada una mujer joven, que pasa todo el tiempo alimentando a unas palomas que la rodean y hacen ruido. Las palomas parecen sumidas en una danza ritual, van hacia adelante, hacia atrás, luego dan vueltas en círculo, y de nuevo, hacia adelante y atrás. La danza se ve interrumpida solamente cuando ella introduce lentamente su mano en una bolsa amarilla que reposa a su lado y deja caer los granos de maíz, como lluvia de oro, sobre las palomas. Aletazos y picotazos van y vienen en la disputa por los granos de maíz. La joven lleva lentes de sol por lo que no puedo escrutar su mirada. Hasta pudiera ser que me esté mirando y se haya dado cuenta de mi intención de ubicar su mirada, de mis intentos de explorarla toda.

En el centro de la plaza hay unos niños, con uniformes escolares ya sucios, que juegan y corren alrededor del busto, sin prestar la mínima atención a éste, concentrados en su juego, como solo los niños saben hacerlo. Su universo paralelo, sin tiempo, lo copa todo, tanto como sus risas.

Sigo de largo hacia un banco en una esquina, lejos del busto. Desde allí puedo ver, tanto la plaza como lo que acontece en esa esquina del pueblo. Hay gente conversando en las puertas de los negocios; más atrás viene un grupo de turistas que caminan sin rumbo aparente, mirando a todos lados, y un heladero. El heladero es el más cercano a mí, y suena su campana para tratar de llamar la atención a los niños que juegan cerca del busto; esfuerzo inútil, pues éstos siguen y seguirán ajenos a todo lo que sucede alrededor.

Veo los niños y lo veo a él con su inútil campaneo. Parece haitiano. Le digo: “Bonjour Monsieur!” y sólo sonríe. Repito el saludo en voz más alta: “Bonjour Monsieur!!” y el sonríe de nuevo sin contestar, mirándome como si de un extraterrestre se tratase. Vuelvo a la carga: “Parlez-vous français?”. Y en medio de una sonrisa, que no discierno si es timidez o vergüenza, me responde con un gesto, moviendo la cabeza en círculos, negando. “Êtes-vous haitien?” –prosigo. El me mira sonriente y contesta susurrante: “Oui, oui”. “Aaaah –le digo –vous parlez creole?”. Y fue allí cuando realmente pude escuchar su voz: “Oui, oui!!”.

Hasta allí llegó nuestro intento de comunicación. Le indiqué por señas que no hablo creole (mi francés incluso es muy pobre). “Anglais?” –insistí vanamente. El mismo movimiento de cabeza como respuesta. Fin del intento de diálogo. El parece entenderlo y continúa con su campanear ´atrae-niños´ mientras yo comienzo a divagar en medio de la más sabrosa cotidianidad, en una plaza de un pueblo que aún permanece a salvo de la agitación y el desmadre que, a esta misma hora, se vive en la gran ciudad.

Saturday, February 12, 2011

Ojos que hablan...


Siempre recuerdo una frase que escuchaba mucho de adolescente, que decía “tus ojos son un poema”. Me ha encantado siempre pensar en la profundidad de la misma.

Esos ojos que dicen tantas cosas, esa mirada que sabe tan poco de mentir, y nos revela todo.

Muchas veces escuchas a la persona decir cosas que los ojos desmienten al instante, dejándola muy mal parada, a veces sin saberlo o sin darse cuenta.

Esta vez hablo de la mirada de Sharbat Gula, aquella niña afgana que fue fotografiada por Steve McCurry de National Geographic, cuando, a sus doce años, se encontraba refugiada en Pakistán, huyendo de la guerra en Afganistán, librada aquella vez contra el invasor ruso.

McCurry la buscó incansablemente hasta encontrarla de nuevo, con 30 años, en una remota aldea de Afganistán.

En su rostro se dibuja la huella de la tragedia que ha rodeado su vida. En esos hermosos ojos verdes se revela una vida que nunca fue ni será fácil, plagada de limitaciones, muertes de sus vecinos y familiares cercanos, huida, abandono, hambre y sed en largas caminatas, maternidad adolescente y abusos de toda índole.

Esos tristísimos ojos, verdes como el mar, que hablan, que gritan, que se ahogan, y que, por sobre todas las cosas, se quedan para siempre en lo más profundo de nuestro ser diciéndonos tantas cosas…

Thursday, February 10, 2011

As time goes by...


Aún más que la vista
de las hojas carmesí
volando a merced del viento,
en realidad es la vida
la que pasa efímera.

Oe no Chisato
(Poeta japonés)

Saturday, February 05, 2011

Fauna de librerías


Hay de todo en la viña lectora del Señor. Gente a la que le gusta la lectura como un bonito hábito, entre tantos que hay, y le saca provecho al asunto, y gente que simplemente no le gusta (no entiende, no comprende lo que lee, y un largo etcétera), pero es esnob, y lucha por confundirse con los del primer grupo que menciono.

Cuando voy a las librerías, a hojear uno que otro libro, me encuentro con gente que, a la calladita, conoce de literatura; y lo notas cuando le haces algún comentario o pregunta sobre alguna lectura reciente. Te enteras que aquel ciudadano, que antes permanecía muy callado mirando aquí y allá, se convierte en todo un erudito, conoce al autor, su estilo o sus cambios de estilo en el tiempo, sabe curiosas anécdotas de sus novelas y cuentos.

A veces simplemente han leído la misma obra que tú y le encuentran otros matices interesantes que tú mismo no notaste cuando leíste, o interpretan pasajes del libro de una manera distinta a la tuya pero perfectamente válida y que le dan otra visión a la trama.

Hay en esas mismas librerías, otra fauna, y es aquella de los fanfarrones que, sin preguntarles o sin abrir un diálogo, te ven tocar un libro y comienzan a comentar o pontificar, con cierta incontinencia, y no pocos gazapos, sobre la obra que ven en tus manos. En su perorata confunden nombres, nacionalidades y atributos del autor. ¿Te has encontrado con uno de ellos? Son fácilmente reconocibles. Sus propios movimientos los delatan.

¡Ah! Qué alegría es encontrarse con uno de los primeros, siempre tan silenciosos, tan curiosos, mirando aquí y allá, buscando alguna novedad. Cuando hablan, su labor no puede ser catalogada de otra cosa sino de pedagógica, y aprendes mucho de ellos, más cuando se identifican pasiones literarias comunes.

¡Oh! Qué difícil es, en cambio, soportar a los del segundo grupo. Cuando se disparan, no hay quien los detenga. La catarata verbal es incontenible, y en ella se mezclan hechos ciertos, fábula, falsedades, encuentros con el autor que nunca existieron, pero contados con lujo de detalles y anécdotas que más bien realzan al sujeto de marras por encima del autor famoso.

Asombra verlos dirigirse a la caja con una exagerada cantidad de volúmenes, con los cuales, antes, se han paseado por todos los pasillos, muy campantes, cual carroza en carnaval, con su torre de libros en las manos, en su afán de no pasar desapercibidos ante los presentes. ¡Nadie debe perderse el espectáculo!

Te surgen entonces muchas preguntas. ¿Qué hace con esos libros? ¿Leerá alguno? ¿Pasarán acaso a ser depósitos de polvo en alguna biblioteca? ¿Leerá los resúmenes en internet?

Triste destino el de esos libros, que pasan del anaquel de la librería, donde al menos eran hojeados por los clientes, a otro anaquel, mucho más frio y triste, donde su únicos acompañantes pasarán a ser los ácaros, las polillas y el polvo. Eso si no se les destina a otra función o utilidad, tal como, por decir algo, rellenar el espacio para evitar el bamboleo de una mesa mal construida.

Definitivamente, para los libros, el matrimonio con los lectores es una lotería.


*La fotografía es del maravilloso Fotolog "Mundo de Gea", http://www.alchata.es/