Hace
casi dos meses iba a volar a Cumaná y en el trayecto hacia el aeropuerto de
Maiquetía hubo un accidente con un camión. La suficiente pérdida de tiempo como
para que, al apenas llegar, 55 minutos antes del vuelo, me dijera el
funcionario de la aerolínea: “¡El vuelo está cerrado!”. Es decir, los vuelos
los cierran una hora antes del tiempo pautado para el despegue, sólo que ése
último tiempo casi no se cumple, y el vuelo puede demorarse una y más horas
antes de partir.
La
semana pasada volvía a Cumaná y ocurrió otro cuento de la cripta: vuelo pautado
para las 8:30pm. A las 9:30pm informan por los parlantes que mi vuelo saldría a
las 11:30pm, así, sin una disculpa, sin la presencia de algún funcionario de la
aerolínea. Lo peor de todo es que, por cosas de la tecnología, un pasajero se
enteró que presuntamente nuestro avión había sido desviado a Maracaibo (otra
ciudad) y que al regresar es que nos íbamos a embarcar para ir a Cumaná. El
desastre. Lo gritó a viva voz y provocó la ira y el desplazamiento de los
pasajeros hasta la puerta desde donde embarcaría el de Maracaibo. Resultado:
amenaza de motín, y vuelo que no sale ni a Maracaibo ni a Cumaná. Presencia de
la Guardia Nacional, ánimos caldeados. Decido ir a comer algo porque si algún
día llegaba a Cumaná, ya los restaurantes estarían cerrados. Resultado: apenas
me fui llegó un funcionario de la Aerolínea y bajo amenaza de multa habilitó un
avión para volar a Cumaná. El vuelo no fue anunciado finalmente por parlantes y
partieron dos aviones, uno a Cumaná y otro a Maracaibo. Los pasajeros que, como
yo, se alejaron del área del motín nunca se enteraron del despegue y nos
quedamos varados en Maiquetía.
Antes
de ayer volé de nuevo a Cumaná. Esta vez estuve dos horas antes del vuelo. No
quería correr riesgos. Quince minutos antes de partir se me acerca una señora y
me pregunta si por esa puerta sale el vuelo a Cumaná. Le digo que sí, que esa
es y me pregunta si le dará tiempo de ir a comer algo. No sé qué responder. La
señora igual se marcha a comer. En el ínterin, cambian la puerta de embarque, de la
10 a la 8. La señora no aparece. Nunca supe si llegó a enterarse del cambio.
Ayer
regresé. Nos tocó un Boeing 737. Seis asientos por cada fila, tres a cada lado.
Quedo en el medio de los tres de mi lado. Una joven muy simpática, de Maracaibo
y un señor que se quedó dormido apenas se sentó. Resultado: amena charla entre
dos. De Maracaibo, de las vicisitudes en los vuelos, de la vida. La vida. Me
dice que está triste. Se acaba de separar de su pareja. Infidelidad. Todos los
días él se pierde. Llega tarde y de mal humor. Nada de amor. No aguantó más
mentiras. Abandonó el hogar. Le pregunto si se llegaron a casar. Me dice que
no. Que ella ya estuvo casada. Y enviudó. “¿Y eso?”, le pregunto. “A mi marido
lo mató su hermano”. “¿Cómo así?”. “Bueno, el hermano cayó en las drogas. Él trató
de salvarlo. Primero por las buenas. Después por las malas. Pelearon un día. Afloró un cuchillo. Él
llevó la peor parte. Fue asesinado por su propio hermano. Me dejó con tres
niños. Ellos ya están grandes. El hermano está libre. Salió a los dos años de
la cárcel. Ya no albergo odios. Tengo mis hijos y mi misión es velar por ellos.”
En
ese mismo vuelo ocurrió otra historia. No todo es tan malo. Sobreventa de
pasajes. Sobra un pasajero. Verificación por las azafatas. Si, falta un
puesto. O sobra un pasaje. Deliberaciones. Solución genial por parte del
Capitán. “Si algún niño quiere viajar en cabina…” (Muerto: ¿Quieres misa?). Aparece un candidato. Presto. Sin pedir autorización a su mamá, que también
quedó fría con la decisión del chaval. Al final, ella acepta (ni más remedio). Chaval feliz a la
cabina del piloto. No creo que haya algo que pueda hacer más feliz a un niño
que viajar en cabina. Y a más de un adulto también le gustaría. Como yo, que
siempre he querido y nunca he podido. El niño va hacia cabina dando saltos de
alegría. La madre preocupada. Parte el vuelo. Hay muchas turbulencias por
inestabilidad atmosférica. Maniobras del piloto. Extiende los flaps. Cambia de altura. Hace giros. Me imagino al chaval disfrutando. Al final del
vuelo, cuando salgo del avión me encuentro al niño. Tengo que hacerme a un
lado. La cara de felicidad no cabe en el avión. Son cosas que jamás se olvidan.
Quizás allí nació un piloto de aviones.
*Imagen: Boeing.com
Todo lo que tenga que ver con los aviones me gusta mucho ya que disfruto mucho de llegar distintos sitios. Con avantrip.com tengo la posibilidad de encontrar buenas ofertas en traslados en avión y asi poder llegar a donde yo quiero
ReplyDeleteMuchas gracias por el dato David, lo voy a examinar. Un abrazo!
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