Falta
poco para que termine este fatídico año. Se lleva consigo a mucha gente
querida, entre ellos a mi madre y mi mejor amigo. Cuesta un poco digerir esta
realidad tan confusa que vivimos.
Al
comenzar el año tenía hecha una lista de planes a poner en práctica, pero para
nada fue posible. Todo comenzó a cambiar vertiginosamente con la aparición del
letal virus. Los países comenzaron a cerrar sus fronteras, los trabajos a
reducirse a su mínima expresión y pronto tuve que sacar de la alforja aquella
vieja máxima alemana que reza: “Begegnen wir der Zeit, wie sie uns sucht”. La
traducción es difícil, lo que buscas te está buscando, o siendo más literal,
recibamos el momento que ya nos busca.
Pensado
esto, entonces me puse a trabajar en nuevos planes. Empezaron a ocurrir
acontecimientos en los cuales no tienes mucha influencia, como la rescisión de
mi contrato en Bogotá. La decisión entonces fue volver a Caracas, por encontrarse mi madre
enferma, luego vino la cuarentena y todas sus dificultades asociadas, y son precisamente esas las circunstancias actuales.
Mi
madre murió en el ínterin, desmoronando mi castillo de naipes, cual si de un
viento con fuerza inusitada se tratara, y más atrás le siguió mi hermano Iván
Acacio, compañero de toda mi carrera universitaria, amigo con quien durante los
últimos 40 años compartí la música, la cerveza, la Ingeniería, la risa y la
vida. Esos dos horribles golpes me dejaron fuera de combate. Mi mente se
bloqueó por un tiempo. Poco a poco he ido saliendo del hueco. La mejor terapia
ha sido estudiar, tener responsabilidades, exámenes, tareas, mantener la mente
ocupada. No ha sido fácil.
Hay
proyectos en mente, varios, en los que estoy trabajando seriamente. No los
revelo. Por cábala pienso que pierden vigor al revelarse. Más
adelante iré contando.
No escribí mucho este año. O si escribí, pero no publiqué, bien porque no era el momento o porque no me provocaba hacerlo. Me respeté eso. Me mantuve muchas veces al margen. Pensando en los cambios de planes y en las dificultades a vencer para hacerlos realidad.
Cuesta un poco, pero no es imposible. Saber que se puede,
como dice una canción en la radio. Siempre hay una manera cuando antes hay una
voluntad, dijo Bob Marley. Y esa está intacta. Busco entonces esas maneras.
Guiado por el amor, porque al igual que el “Nature Boy” de otra vieja canción, se
que la cosa más grande que jamás uno aprenderá es a amar y a ser amado.
Y
a seguir escribiendo. Aprendiendo de Agota Kristoff: “En primer
lugar hay que escribir, naturalmente. Luego hay que seguir escribiendo. Incluso
cuando no le interese a nadie. Incluso cuando los manuscritos se acumulen en
los cajones y los olvidemos para escribir otros”.
No comments:
Post a Comment