La
tarde cae serenamente. No así los recuerdos que me invaden en cascada. Nunca
había visto el aeropuerto de forma tan detallada como ahora. Las obras no
parecen haber terminado luego de tanto tiempo desde que comenzaron las
ampliaciones.
El
estacionamiento da la impresión de ser un depósito de vehículos de gente que ya
no va a regresar, que se ha marchado en vuelos sin retorno.
Adentro
hay una fila inmensa para buscar el pase de abordar. Nadie dice cual es la fila
de cada aerolínea. No hay avisos ni señales. La gente enmudecida mientras
espera su turno. Algunos no quieren mirar a nadie mientras pasean su mirada por
las rendijas de las baldosas del piso. No me atrevo a interrumpir ninguno de
esos silencios y me dirijo a la taquilla para informarme.
Ahora
sí llego a la fila que me corresponde, y después de un tiempo accedo a mi pase.
Pago el impuesto (porque para salir de aquí hay que pagar también) y me voy a
inmigración. Allí me encuentro de nuevo con algunos pasajeros cuyas caras,
aunque esquivas, ya me son familiares por lo de las filas.
Descubro
que sus miradas son ahora más tristes, como prediciendo el momento que se
aproxima. Me advierte el guardia que debo quitarme los zapatos, el cinturón, el
reloj, la cartera y hasta el teléfono, los cuales deben pasar por el scanner y
comprobar que no soy un terrorista en potencia. Casi desnudo, paso por el
detector de metales mientras mis pertenencias pasan en paralelo por otra vía.
Retomo
las cosas, me pongo de nuevo las prendas y me acerco a la sala de espera de la
puerta de embarque que me corresponde. De nuevo mis vecinos de fila, esta vez
con las lágrimas impidiendo ver la pantalla que anuncia los vuelos por despegar.
Confirmamos la hora y nos enteramos que, por suerte, la puerta no ha cambiado.
Cerca de ella una empleada de la aerolínea parece jugar con su celular haciendo
tiempo. Luego suena un teléfono cercano. La empleada atiende e inmediatamente
se pone en guardia y llama a formar filas para embarcar.
Pararme
de ese asiento me ha costado. Me incorporo y pongo el asa de mi bolso sobre mi
hombro. Miro alrededor procurando quedarme con una fotografía instantánea de la
escena de la sala, de los asientos que comienzan a quedar vacíos a medida que
la fila crece.
Entramos
al avión y ocupamos nuestros puestos. Me toca ventana. Desde allí veo a las
aeronaves vecinas, como inmensos pájaros aletargados, esperando su turno para
volar.
Abajo,
en la pista, los empleados se afanan en dar los últimos toques mientras yo miro
al horizonte. A lo lejos se ve el mar, la costa, la montaña llena de casas, el
edificio del aeropuerto, la pista gris que se confunde con la línea azul del
mar en el infinito. Y las lágrimas que comienzan a salir, nublando mi visión.
Me
paso las manos por los ojos para dejarlas salir y que no me impidan ver lo que
queda de mi país.
La
azafata anuncia la partida. El pájaro de acero carretea por la pista con un
ruido que semeja un silbido sin fin. Se aproxima el despegue definitivo.
Se
escuchan tres campanadas en la cabina, y de inmediato tomamos velocidad y nos
elevamos.
Yo
miro por la ventana como último intento para retener paisajes, colores. Hay
cosas que no veo por la ventana, pero que siguen cayendo en cascada por mi mente. Son risas
familiares, llantos, abrazos, palmadas, miradas tristes, otras alegres, adioses.
Las
lágrimas insisten en seguir su caída libre sobre mis mejillas hasta que,
finalmente, retiro la mirada de la ventana cuando ya solo quedan nubes blancas
y un cielo medio azul medio gris que lo cubre todo.
El
pájaro de acero se estabiliza y vuelve a emitir su silbido infinito, mientras
yo quedo con la mente en blanco, sabiendo que mi historia en el país quedó
sellada en los breves segundos que duró el despegue.
Cierro
los ojos para darme cuenta de que sí, que el país no se quedó en la pista como
pensaba, no. El país sigue allí, conmigo en el avión, y no me abandonará nunca,
aunque habite para siempre en tierras muy lejanas.
*Fotografía: www.minci.gob.ve
Cuantas veces he vivido eso... veo que emigras tu tambien... y a cada retorno siempre esta la duda...cuando sera la proxima vez y que quedara de ese pais que se fue contigo y al que nunca jamas volveras...porque el destino sigue su curso y tus ultimos recuerdos son eso una foto...un paisaje de otra vida, unas caras y una risas del pasado....
ReplyDeleteOtro que se va?. A pesar de que yo misma me fui hace años, me duele el corazon ver que la migracion sigue :(
ReplyDeleteGood Luck my friend! ♥
Alleta
Cuanto siento que hayas tenido que dejar tu pais Oswaldo. Ya nos dirás hacia donde diriges tus paso. Te deseo toda la suerte del mundo en tu nuevo destino.
ReplyDeleteCon todo cariño
Hola mis queridas y consecuentes amigas! Les digo que lo que he escrito es un ejercicio literario derivado de testimonios y visiones que he obtenido en el aeropuerto de Maiquetía durante algunos viajes. No quiere decir que no me haya tocado, y que no lo haya pensado muchas veces. Probablemente eso sea lo que el futuro cercano me depare, dada la situación. Gracias a todas por todo el cariño que identifico en sus letras. Un abrazo y un beso enorme para las tres.
ReplyDeleteAaay Oswaldo que susto... Es que lo plasmaste tal cual se vive... me imagino que en la Venezuela de hoy, se vive aún más intensamente...
ReplyDeleteHoy tuve guayabo de blog... quiero animarme a volver a escribir...
Te dejo un abrazo enorme mi buen amigo!
Hola Jenny! Es que lo he vivido a corta distancia. He sentido la lejanía. Pero he vuelto a casa. Y hoy no se si ha sido buena idea (lo digo por todo lo que está pasando). Todos tenemos cosas que decir y es buena idea que vuelvas a escribir. Abrazo y beso de retorno y otro besito para Sophi!
ReplyDeleteMe has hecho llorar...
ReplyDeleteY el que no hayas partido, no necesariamente alivia, en el sentido de que las cosas siguen sin resolverse. Esta tan triste para el que parte, como lo es para el que se queda...
Hola Susie! Muy ciertas tus palabras. Y no se cuando es mayor la tristeza pero cada vez es más la gente valiosa que se va. Gracias por venir a leer. Un beso!
ReplyDeleteHola Oswaldo, es hermoso lo que escribiste, de verdad me emocionaste.
ReplyDeleteSAludos y continúa con esos ejercicios que eres muy bueno escribiendo!
Hola Occy! Muchas gracias por tus palabras, me estimulan mucho a seguir escribiendo. Me alegra mucho que te haya gustado el ejercicio. Es la vida real. Un beso grande!
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