Termino de leer “Una tarde con campanas” de Juan Carlos Méndez Guédez
(Equinoccio, 2012) y ya estoy considerando mi adicción a la narrativa de este
autor, nacido en Venezuela y residenciado en España.
Hace
un tiempo me lo había recomendado una amiga, y había comprado “La bicicleta de
Bruno y otros cuentos” (Bruguera, 2008) y “El libro de Esther” (Lugar Común,
2011) pero no había encontrado el momento de comenzar con su lectura.
Fue
con “Arena negra” (Lugar Común, 2012) que me inicié en la lectura de su prosa y
me identifiqué de una vez. Es un libro desarrollado con una original óptica de
capítulos identificados con letras del alfabeto. Va desarrollando una historia
hermosa y triste al mismo tiempo, que tiene que ver con la emigración y sus
consecuencias: la soledad, la separación de las familias, la adaptación al
nuevo entorno, la nostalgia de los que se quedan por los que se van y viceversa,
el amor (correspondido o no), el desarraigo y la tristeza. La construcción de
la novela se hizo sobre la base de una prosa muy fina, sin palabras rebuscadas
sino más bien precisas, unos personajes de carne y hueso que bien pueden tomar
el nombre y las caras de muchos que uno mismo conoce y ha escuchado sus
vivencias. Escribí sobre ella aquí.
Esta
semana, en una visita que hice a una librería, tropecé con “Una tarde con
campanas”, la abrí en el mismo anaquel y comencé a leer, y no me pude despegar
de ella en un par de días, suficiente para devorarla de principio a fin y
confirmar la clase de autor que es Méndez Guédez. De nuevo el tema de las
migraciones y sus secuelas, esta vez contada en primera persona, en la voz de
un niño que es arrancado de su pueblo natal y va a parar a su nuevo entorno de
Madrid, donde, a pesar de hablar el mismo idioma, las palabras que trae causan
gracia en las personas que va conociendo, y se ve obligado a explicarles su
significado, cuando se puede porque a veces no se puede, como en el “chévere
cambur” que acostumbra a decir su padre.
Estoy
realmente feliz de tener como lecturas pendientes a “La bicicleta de Bruno y
otros cuentos” y “El libro de Esther”.
Y demás está decir que voy a traerme
todo lo que vea de Méndez Guédez, porque sé que es en verdad un autor
extraordinario.
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